sábado, 3 de noviembre de 2018

Mod. 12—El padre de la fe



Mis mejores recuerdos de la niñez son los viajes. Cada temporada de vacaciones íbamos a casa de una de mis dos abuelas. En los feriados de Acción de Gracias o Navidad nos encontrábamos cargando el automóvil para dirigirnos a Colorado o Tennessee. Llenábamos de maletas el asiento trasero de tal manera que nos servía de cama a mi hermano y a mí. Para nosotros era fantástico. Sólo mucho después supe que de esa manera no parábamos en hoteles y que se basaba más en la economía que en hacer divertir a los muchachos.


Sospecho que con el pasar de los años algunas de sus mejores memorias se relacionarán con sus travesías de fe. Cuando Pedro escribe a los peregrinos en la primera epístola (1 Pedro 1.1), se dirige a todos los que en fe nos hemos aferrado al Señor Jesús como salvador. Usted es un peregrino, un viajero. Su travesía de fe tiene muchos modelos tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento. Aunque todos son reveladores, ninguno nos ayuda más que el ejemplo de Abraham. Esta lección estudia su vida y su travesía de fe.

Deseo concluir con Abraham nuestras lecciones de fe por dos motivos: Primero, como «padre de la fe» a Abraham se le dio un papel maravilloso de modelo para vivir en fe. El no fue perfecto; cometió algunos errores, pero su fe inició el pacto de relación entre Dios y la humanidad, pacto este que Jesús hizo posible para todos nosotros hoy día.

Sin embargo, como nota personal quiero concluir con el pensamiento de Abraham porque tengo dos modelos, dos padres de fe. Uno es Abraham, el otro es mi padre. Usted ha notado que en estas lecciones me he referido con frecuencia a mi padre. En realidad me he referido a el toda la via, y a los cincuenta anos de edad sigo estando agradecido por la forma en que él fue ejemplo para mi vida de fe.

En segundo lugar, entendí que deberíamos finalizar hablando de la vida de Abraham y su viaje fantástico de fe pues tanto usted como yo hacemos un viaje maravilloso de fe.

Abraham: el padre de la fe

La Biblia llama a Abraham «el padre de la fe» (Romanos 4.11) y padre de los creyentes. Es a quien Dios prometió: «Y serás padre de muchedumbre de gentes» (Génesis 17.4); cuando Pablo escribe a los Gálatas, señala que todo el que cree en Jesucristo se ha convertido en descendencia de Abraham (Gálatas 3.29). Como personas de fe, usted y yo nos hemos convertido en miembros de la casa de Abraham (Romanos 4.13), así que las promesas que se hicieron para la descendencia de Abraham se pueden aplicar a nuestras vidas de fe (Romanos 4.16; Gálatas 3.16).

Existen dos secciones de la Escritura que debemos estudiar cuando examinamos el poder de la vida de fe de Abraham: Primero, la narración histórica de su vida comenzó con la conclusión de la genealogía en Génesis 11.27–32. Hasta que Dios le dio el nombre Abraham, se le conocía por Abram (Génesis 17.5); el relato bíblico de la vida de Abraham concluye más adelante, en Génesis 25.11.
La segunda sección de las Escrituras que tratan con la vida de Abraham, aunque en perspectiva histórica, establece una proposición teológica. Esa sección se encuentra en Romanos 4. En los evangelios, Abraham aparece a menudo como el padre de la fe, y Pablo utiliza el ejemplo de su vida para enseñar eficazmente a los gálatas. Sin embargo, la sección que mejor define el papel de Abraham en los asuntos de fe se ubica en la carta de Pablo a los romanos.

La jornada de fe

Seguir la vida de Abraham significa trazar una jornada de fe que merece ser vista como un modelo para todo creyente. Lea los siguientes versículos que describen los acontecimientos más importantes de Abraham en su travesía de fe. Escriba sus pensamientos cuando algún aspecto particular del viaje de fe de Abraham se parezca a la situación por la que usted pasa. ¿Cuántos clases de similitud encuentra?


La jornada de fe de Abraham. El viaje de 2.400 km de Abraham estaba alimentado por la fe. «Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia(…] Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena[…] porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11.8–10)

1. Abram deja Harán para dirigirse a Canaán por causa de la palabra del Señor (Génesis 12.1–3).
Una vida de fe requiere (1) que respondamos a una promesa y (2) que al salir abandonemos algo. En el caso de Abram, vemos que fue enviado a una tierra hasta ese momento no identificada. Aunque no tenía idea a dónde lo llevaría su decisión de fe, sabía que debía ir. Así es a menudo la jornada de fe. Dios nos dice con claridad solamente lo que debemos dejar o suspender, mientras que el futuro permanece poco claro. Esto no sugiere un futuro incierto para quienes caminan en fe, sino que a veces es confuso. La presencia y promesa del Señor sostienen la certeza, aun cuando no veamos el futuro.

La obediencia de Abram al irse se basa en la clara instrucción de Dios: «Vete de tu tierra y de tu parentela» (Génesis 12.1). Aunque el Señor prometió sólo mostrarle la tierra prometida en algún momento futuro, el resto de sus promesas fueron bastante claras. Las mismas promesas pueden aplicarse de igual manera a la vida de todo aquel que cree como lo hizo Abraham.

¿Cuáles son las seis cosas que Dios le prometió a Abram? (Génesis 12.1–3)

1.
2.
3.
4.
5.
6.

En su jornada de fe es posible que el Señor haya sido al mismo tiempo muy claro y poco claro con usted. Puede creer con certeza en el cumplimiento de las promesas dadas a Abraham para su propia vida, si con seguridad deja atrás lo que el Señor demanda. Recuerde el viejo refrán de la iglesia: «No puede haber unión con el Señor sin dejar atrás al mundo».

¿Cuál es el aspecto claro en su jornada?
¿Qué hay confuso acerca de su jornada?
¿Que dejo Abram? (Genesis 12.1–3)

2.Abram parte de Canaán hacia Egipto por causa del hambre (Génesis 12.10).

Aunque creemos en Dios, obedecemos su Palabra y andamos en su camino, no tenemos ninguna garantía contra el hambre. Nuestra jornada de fe, al igual que la de Abraham, atravesará momentos de hambre. Estas sequías a veces se dan cuando perdemos el trabajo, hay enfermedad y/o a través de algún otro modo de sufrimiento. La fe no es tan solo el poder para defenderse del mal, es el poder que nos da Dios para procesar la realidad. La fe nunca niega la realidad sino que la atraviesa con la confianza de la victoria prometida por Dios. En verdad, 1 Juan 5.4 específicamente anuncia que la fe es la victoria que ha vencido al mundo.

¿Cuando vence usted?

¡Al momento en que empieza a creer!

La lucha de la fe no concluye en la victoria de conseguir aquello en lo que tenía puesta la esperanza. ¡No! Usted gana en el momento en que toma una posición de fe cuando decide poner la confianza en el Señor, en lo que El ha dicho en medio de circunstancias amenazadoras.

Algunos sugieren que Abram no debería haber dejado la tierra que el Señor le acababa de indicar que le sería dada (Génesis 12.7–9). Si esto fuera en verdad una falla en la fe de Abram, si este fracasó en confiar en Dios frente a las circunstancias difíciles, se hace todavía más interesante ver cómo el Señor trató con su imperfección. En vez de mandarle una plaga por su falta de fe, Dios mandó una plaga a Faraón. Aunque no parece que Abram estaba en condiciones de decidirse a salir de Egipto, Dios intervino de manera tal que fue provisto y virtualmente forzado a volver a la tierra que llegaría a ser suya.

Regocíjese en esto. Su jornada de fe no requiere que usted sea perfecto. Un creyente no es una persona infalible. Sin embargo, un creyente es alguien que responde a Dios cuando se descubren las fallas. Abram volvió al altar que había hecho antes, al principio, cuando vino a la tierra, entonces invocó de nuevo en ese lugar al nombre del Señor (Génesis 13.3–4).

1. Describa la fortuna de Abram cuando dejo Egipto (13.2)
2. ¿A dónde fue Abram cuando dejó Egipto? (13.3)
3. ¿Qué hizo Abram en cuanto volvió? (13.4)

Esta es la lección: Si usted no confía en Dios cuando se enfrenta con circunstancias amenazadoras, vuelva lo más rápido posible al lugar donde lo invocó por primera vez, y renueve su compromiso.
Escriba cualquier lección que haya aprendido de un fracaso momentáneo de la fe. ¿Se acuerda del fracaso de Pedro? ¿Cómo dijo el Señor que oraría por él? (Lucas 22.32). ¡Asegúrese de leer ese versículo, porque es exactamente como el Señor Jesús orará por usted! (Hebreos 7.24–26). ¡Es así como usted y yo deberíamos orar por cualquier persona que sepamos que atraviesa dificultades en su jornada de fe!

3. Abram le deja elegir las mejores tierras a Lot, su sobrino, y recibe bendición (Génesis 13).
¡Esta sección revela mucho acerca del carácter de Abram! Como creyente, no usó su influencia humana, su autoridad personal o su posición de ventaja para pelear por las mejores tierras. No usó su posición de autoridad paternal para influir en Lot. Hubo una ausencia total de manipulación de su parte. Lot eligió la tierra irrigada, que parecía ser el jardín del Señor. Su elección dejó a Abram con la tierra de Canaán. Era grande, pero estaba llena de desiertos y montañas. La tierra de Lot era acogedora. Su elección le dejó a Abram una tierra que no parecía ser el lugar donde surgiría la «gran nación» prometida por Dios.

Es interesante y hasta cómico resaltar que Canaán, que no hubiera sido elegida por ninguno, era la misma tierra que Dios quería para Abram. ¿Por qué? Porque Dios deseaba bendecir a Abram milagrosamente y darle prosperidad dentro de los límites de una tierra en la que en condiciones normales no sería posible. La elección de Lot dejó a Abram justo en la posición que Dios quería para él: Dependiendo de Dios para el cumplimiento de sus promesas.

La lección es simple: Cuando las decisiones de otros lo dejan a usted en desventaja, ¡Dios lo tiene justo en el lugar donde quiere que esté! Él quiere cumplir todas las promesas que le ha hecho en la misma circunstancia que a usted le parece un desierto. A veces la carne quiere ayudar a Dios. No es raro para los creyentes sinceros cometer el error de manipular sus propias circunstancias, de tratar de «ayudar» a Dios. Aunque estos esfuerzos son sinceros, generalmente «ayudan» a traer resultados opuestos a los deseados. Es una lección que debe aprender todo hombre y toda mujer de fe. Abram aprendió temprano esta lección, y el Señor quisiera que todos nosotros la aprendiéramos lo antes posible en nuestra travesía de fe con Él.

Describa «lugares de desierto» en su propia vida que puedan haberle sobrevenido por causa de las decisiones de otros. Luego, describa las promesas que crea haber oído del Señor y de su Palabra, promesas que usted sabe que se pueden cumplir en esos «lugares de desierto».


Lugares de desierto

Promesas de Dios

4. Abram rescata a Lot (Génesis 14.14–17).

Nuestro estudio es de Abram, pero vale la pena analizar a Lot. Su elección de la mejor tierra (espíritu egoísta) dio fruto amargo. Lo llevó a asociarse con Sodoma y Gomorra. También, cuando los reyes de la región pelearon entre sí, Lot se convirtió en víctima de esas riñas. ¡Elegir lo aparentemente mejor sin consultar a Dios resultará de todas maneras en la necesidad de ser rescatado de algún tipo de dificultad!

Como contraste al egoísmo de Lot, vea el espíritu generoso de Abram. Cuando supo Abram de la cautividad de Lot, convocó inmediatamente a sus sirvientes y los preparó para rescatar a su sobrino. Este hecho es otra ojeada al carácter de este «padre de la fe». La misión tuvo éxito, y como resultado de la victoria ocurrieron dos incidentes importantes que sirven de enseñanza a todos los que viven por fe.

Primero, Abram se encuentra con Melquisedec, rey de Salem, a quien la Biblia describe como «sacerdote del Dios Altísimo» (Génesis 14.18). Abram le mostró gran reverencia a Melquisedec y le ofreció diezmo de todo lo que había ganado en la batalla. En otras partes de la Escritura se nos dice que Melquisedec es la representación de Jesucristo (Salmos 110.4; Hebreos 7.1–10). Al pagar los diezmos al rey de Salem, el «padre de la fe» nos enseña a los hombres y mujeres de fe que debemos pagar diezmos de nuestras prebendas. Ya tratamos el tema de la prosperidad, pero es importante resaltar que los creyentes son generosos con los diezmos y las ofrendas.

Segundo, la gente de fe no es generosa sólo con los diezmos y las ofrendas, exhiben otro aspecto que se caracteriza en la actitud de Abram para con el rey de la vil Sodoma. Abram no le permitió a este rey corrupto que lo bendijera. El rey de Sodoma quería los prisioneros, ofreciendo bienes a Abram pero pretendiendo a cambio el dominio de las personas. Abram rehusó entrar en sociedad con este rey. ¿Por qué? «Para que no digas: Yo enriquecí a Abram». Dios ya había enriquecido a Abram, y él entendía claramente que sus recursos provenían de su relación con el Altísimo.

Lección: Una persona de fe no se asociará con quien mancille la fuente de bendición. De este incidente nuestra jornada de fe nos enseña: (1) A rescatar inclusive a los pecadores, (2) a manifestar generosidad en los diezmos y en las ofrendas y (3) a oponernos a cualquier sociedad que pudiera manchar la fuente de nuestras bendiciones.

En su vida, ¿qué personas estaría dispuesto a rescatar? Escriba los nombres, asegúrese de incluir los que puede que no sean «inocentes».

¿Cuál es su plan de ofrendas? Evalúe su propia generosidad. Si usted lidia con el pago de los diezmos, anote la razón principal o las razones principales, si son más de una. También describa alguna lección que haya aprendido sobre la generosidad, en base a su propia jornada de fe.
Mi plan de ofrendas:

Lecciones sobre la generosidad:

Por último, ¿ha hecho acuerdos que como persona de fe hayan deshonrado la fuente de su bendición? Anótelas y describa un plan de acción para corregirlas.

5. El pacto con sacrificio de Abram (Génesis 15).

Cuando Abram se quejó de no tener heredero, Dios le prometió que alguien nacido de su simiente sería su heredero. En esta fabulosa sección se da instrucciones a Abram de mirar a las estrellas. Cuando miraba los innumerables astros, Dios le dijo: «Así será tu descendencia». Génesis 15.6 es extraordinario, y se convirtió en piedra fundamental de la enseñanza de Pablo sobre la gracia y la fe en el Nuevo Testamento. Abram creyó al Señor cuando al mirar las estrellas oyó la promesa de Dios. En ese momento, la fe de Abram permitió al Señor «impartirle» justicia. ¿Qué clase de fe es esta? ¿Qué significa que el Señor nos imparte justicia? Es cuando Dios (por su gracia y elección de amor) nos atribuye un complemento total de su justicia y de su justificación prometida.

Al leer notará que Abram oye la promesa y cree en el Señor. Cuando usted se convierte en una persona de fe, será de suma importancia que reconozca la diferencia entre creer en la promesa y creer en Aquel que ha hecho la promesa. Para Abram, lo segundo se hizo realidad. Y esta fe permitió al Señor impartirle justicia.

¿Lucha usted con la idea de que es importante poner la fe en el Prometedor (el mismo Señor) en vez de ponerla en las promesas? Cómo desearía yo que no fuera necesario hacer esta explicación, ¡pero lo es! ¿Por qué? Porque usted y yo vivimos en un mundo disfuncional. Las palabras aparecen fuera de contexto, haciendo posible la creación de nuevos significados para casi cualquier vocablo. Las palabras cambian a veces el sentido de manera drástica. Para complicarlo aun más, como lo hemos resaltado repetidamente, tenemos la tendencia de ejecutar las promesas preciosas por nuestra propia cuenta. Por eso la experiencia de Abram es muy importante. El oyó la promesa y creyó en el Señor. ¡Nunca deje que una promesa lo separe de Aquel que ha hecho la promesa! Si no lo ha hecho aun, memorice 2 Corintios 1.20: «Porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios». Óigalo de nuevo: Las promesas son Sí y Amén, ¿cuándo? Cuando son en Él.

Lea la experiencia de Abraham en Génesis 15.1–21 como preparación para la siguiente lección.
Pablo describió este momento en la vida de Abraham que muestra Génesis 15. Al hacerlo, utilizó el concepto de contabilidad legal y de negocios. Así vemos que la «contabilidad» de Dios es una decisión legal que Él tomó en su carácter de Juez supremo. En este fallo, el Juez nos justifica por ser creyentes, atribuyéndonos justicia frente a su trono de juicio. Nuestra fe en El lo llevó a exonerar nuestros pecados, situándonos en una posición de pureza frente a Él. Este momento cumbre de fe se concreta en nuestras vidas cuando oímos «la palabra de promesa» respecto a Jesucristo; cuando decidimos poner nuestra fe en El. Al creer en el Señor Jesucristo, el Padre Dios nos «cuenta» como justificados: ¡Legalmente impecables, totalmente aceptados!

Para Abram, la «contabilidad» fue sellada por un sacrificio de sangre. Preparó y ofreció el sacrificio, y luego durante la noche lo protegió de las aves de rapiña. En algún momento de esa noche oscura experimentó lo que se denomina «el corte del pacto». Esta frase describe la ceremonia en que dos personas se obligan a hacer una promesa o contrato. El sacrificio yace tendido de tal manera que haya espacio en medio para pasar. Los participantes del pacto pasaban entre las mitades que tenían un convenio irrevocable cuyo incumplimiento acarreaba la pena de muerte. De manera asombrosa, en el sacrificio de Abram, Dios se manifestó y pasó por el sacrificio como un horno humeante y una antorcha de fuego. Nota: Abram no pasó por el sacrificio: Sólo Dios se obligó cumplir la promesa. La parte de Abram era creer; la parte de Dios era cumplir, hacer que ocurriera la promesa.

Para nosotros, el sacrificio es Jesucristo. Su sangre fue derramada. Y como fue en el caso de Abram, sólo Dios pasó por el sacrificio de su hijo: el Señor Jesús. A nosotros nos toca creer. A Dios le corresponde cumplir con todas sus promesas bondadosas que ha hecho en la persona de Cristo Jesús.
Cuando creemos como lo hizo Abram somos justificados por la sangre del sacrificio, Jesucristo. Se nos hace «justicia»: estar sin pecados, inmaculados frente al Juez de la eternidad. No hemos creído en Dios para que nos dé «cosas», sino que por sobre todas las cosas hemos confiado en Dios.

Abram tuvo que ahuyentar a las aves de rapiña, y de modo similar Jesús habla en la parábola del sembrador acerca de las «aves del cielo» que interfieren con el propósito divino de fructificación (Marcos 4.4, 15). Escriba un ejemplo de cómo ha luchado contra las «aves de rapiña» o las «aves del cielo» que han tratado de interferir con el propósito de Aquel que ha prometido salvarlo:

6. Abram engrendra a Ismael por medio de Agar, la sierva de Sara (Génesis 16).

Lea Génesis 16, una historia que presenta a Abraham tratando de hacer realidad la promesa de Dios sin el Prometedor. Fue por sugerencia de Sara que Abram tomó a Agar como concubina para poder tener un hijo a quien dar la herencia. Sara era estéril. En tiempos antiguos se entendía a la esterilidad como una maldición. La sugerencia de Sara quizás era totalmente aceptable en aquella cultura, pues su propuesta tuvo respuesta común. Pero aunque comprensible y aceptable en esa cultura, no era aceptable para Abram ya que tenía el llamado a confiar en Dios. Las promesas de Dios no se pueden conseguir con la fuerza o ingenio humanos. La fuerza del Prometedor es la que hace cumplir sus promesas.

Estudie este episodio, dándole atención especial a la angustia tanto de Sara como de Agar. Vea que Dios no le dio la espalda como resultado de ese hecho nacido en la incredulidad. Pero se reveló a Agar como el Dios que todo lo ve, y se comprometió a cuidar de ella y del niño.
La mayoría de nosotros, aunque somos personas de fe, hemos engendrado nuestros propios «Ismaeles», mediante actos que trataron de ayudar a Dios a solucionar nuestros problemas. Pero el mismo Dios amoroso que se reveló a Abram, y no abandonó a quien había recibido esas promesas tan gloriosas, no abandona a ninguno de nosotros, aunque posiblemente hayamos tratado de dar cumplimiento a sus promesas en nuestra propia fuerza, sabiduría o poder.
El nombre Ismael significa «Dios oirá». Aun cuando fallamos en una parte de nuestra jornada, ¡Dios todavía nos oye! El no nos abandona para que recibamos el resultado de nuestros pensamientos o actos carnales; sino que interviene para que la promesa que nos ha hecho ocurra de la manera que se propuso.

¿Qué le pide el ángel del Señor a Agar? (Génesis 16.8)
¿Qué le dice el ángel que debe hacer Agar? (Génesis 16.9)
¿Qué le da Agar a Dios? (Génesis 16.13)

7. El nombre de Abram es cambiado por Abraham (Génesis 17).

El nombre de Abram es cambiado a Abraham. Abram significa «gran padre», pero Abraham significa «padre de muchas gentes». En ese momento Dios instituye una señal de pacto.

Escriba el pacto que Dios hizo con Abraham (Génesis 17.7).

¿Cuál fue la señal del pacto?

¿Cuál era la pena si no se llevaba a cabo la señal del pacto? (Génesis 17.14)

Es importante notar que aunque Abraham ofreció muchos sacrificios durante su jornada de fe, sólo un sacrificio le fue contado por justicia (Génesis 15). Recuerde esto: Muchos sacrificios comprendían la alabanza y la fe pero sólo uno servía como momento de fe salvadora. Aunque la incircuncisión llevaría al que no participaba de este rito a no tener parte en el pacto, la circuncisión misma no ocurría en el momento en que venía la fe de salvación. Era una señal del pacto, no el pacto en sí.
 Información adicional

En el Nuevo Testamento, los fariseos ponían gran énfasis en la santidad externa. Durante los viajes misioneros de Pablo esta misma filosofía era promulgada por los judaizantes. Pablo describe en la carta a los filipenses las señales del nuevo pacto. Este se establece mediante la sangre sacrificada por Jesucristo. Sólo un sacrificio es necesario para asegurar su pacto con Dios. Mientras que la señal de Abraham era cirugía física, una marca permanente en su cuerpo, su señal y la mía como pueblo de pacto no es menos permanente. Sin embargo, en vez de ser una marca en nuestros cuerpos, nuestra marca es cómo vivimos ante Dios y los hombres.

¿Cuáles son las señales del nuevo pacto? (Filipenses 3.1–3)

8. Abraham recibió la promesa de un hijo a través de Sara (Génesis 18.1–5).

En Génesis 18 se registra el incidente del cambio de nombre de Abraham, junto a una aparición del Señor acompañado por dos ángeles. Van camino a juzgar a Sodoma y a Gomorra cuando se detienen a visitar a Abraham. Como este les sirve con el tradicional lavamiento de los pies y les ofrece comida y provisiones, el Señor le habla.

¿Qué hizo Abraham cuando se encontró con los ángeles? (Génesis 18.3)

¿Cuál fue la respuesta de Sara cuando oyó la conversación entre Abraham y los ángeles? (Génesis 18.12)

¿Cuál fue la respuesta de Abraham? (Génesis 17.17)

¿Cómo amonestó Dios a Sara? (Génesis 18.14)

¿Cuántos años tenían Abraham y Sara en aquel momento? (Génesis 17.17)

¿Cuántos años tenía Abraham cuando nació Ismael? (Génesis 16.16)

Una de las grandes lecciones que enseña la jornada de fe de Abraham tiene que ver con el tiempo. Usted y yo vivimos en una cultura en que el tiempo parece estar comprimido. Casi todo se puede hacer con rapidez. Los fax, las computadoras y los hornos de microondas actúan de inmediato. Sin embargo, la fe no opera en una atmósfera donde todo se hace de inmediato o por conveniencia. En ese momento de la jornada de Abraham, Dios le había prometido un hijo muchos años antes. Tal vez la risa de Abraham tuvo menos que ver con la incredulidad que con la falta de entendimiento de las promesas de Dios a la luz de cómo Él se mueve a través del tiempo.

Esto es especialmente cierto en las personas cuyo concepto del tiempo y del espacio se ha distorsionado por culpa de la tecnología moderna. ¡La fe puede tener resultados inmediatos, y a veces hasta resultados convenientes! El error está en asumir que al pasar el tiempo la promesa se ha olvidado o que Dios ha permitido que se cumpla a través de un Ismael, mediante la provisión humana en vez de hacerlo a través de su poder milagroso y en su tiempo. Escriba las promesas que ha recibido de la Palabra y del Espíritu de Dios, y que requieren que ejerza su paciencia y su fe.
9. El llamado de Abraham al sacrificio de Isaac (Génesis 22).

Finalmente, Abraham se enfrentó con el llamado supremo a la fe: A dejar frente al altar todo lo que Dios le había dado. A rendir todo, inclusive la promesa cumplida, y confiar en el que hizo la promesa por sobre todo.

Lea Génesis 22. Responda estas preguntas.

1. ¿Cómo expresó Dios su mandamiento a Abraham? (v. 2)
2. ¿Cuánto tiempo pasó hasta que Abraham respondió? (v. 3)
3. ¿Qué evidencia dio Abraham con sus palabras de creer que Dios habría de intervenir? (v. 5)
4. Cuando fue cuestionado por Isaac, quien sentía que algo extraño estaba sucediendo, ¿cuál fue la respuesta de Abraham? (vv. 6–8)

5. ¿Hasta dónde llegó Abraham en su acto de obediencia? (vv. 9–10)
6. ¿Que dijo, y dirigio Dios? (vv. 11–13)
7. ¿Por qué dijo Dios que estaba interviniendo? (v. 12)

Ahora vuelva a estudiar cada punto y saque una lección que se aplique a su propia vida.

1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.

Este encuentro fue el momento cumbre en la jornada de fe de Abraham. Los propósitos más altos de Dios no son enriquecernos (aunque lo haya hecho con Abraham), sanarnos (aunque haya «sanado» el cuerpo de Abraham, haciendo posible así el nacimiento de Isaac) o cumplir su promesa con nosotros (aunque dio a Abraham y a Sara el hijo prometido, Isaac). Su objetivo es traernos de vuelta a confiar en Él bajo cualquier circunstancia y en toda situación, y a caminar con él, por encima y más allá de todo.

Y esto, mi compañero peregrino, es la verdad final que todas las lecciones de fe pretenden grabar en nuestras almas. Escriba una oración en la que esta lección se profundice en su alma y viva con usted para siempre.

Una palabra final

Hemos terminado nuestras lecciones de fe. ¿Sí o no? ¿No es verdad que nuestra jornada de fe nunca estará verdaderamente completa hasta que estemos frente al Padre? Me regocijaré si algún ejercicio de esta guía de estudio sobre la fe o si alguna palabra que usted haya leído de lo que escribí, o de lo que cité, tiene un efecto positivo sobre su propia jornada de fe.

Al final, cuando estemos frente a Dios, nuestra fe será lo que le traerá honra y gloria. «Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo»(1 Pedro 1.7).
¡Y su fe será probada con fuego! La figura en el texto griego es de un orífice que repetidamente calienta el metal, haciendo salir la «basura» (impurezas, escorias, residuos) al surgir a la superficie del metal derretido. ¿Cuándo sabe el orífice que ha terminado? Se nos dice que en la antigüedad, el refinador sabía que había terminado el proceso de purificación recién cuando podía ver claramente su propio reflejo en el oro.

De la misma manera, nuestro amoroso Señor Jesús será nuestro compañero fiel a través de toda prueba de fuego. Al someternos al tratamiento de nuestra vida en su presencia, al confesar las impurezas que van surgiendo por causa del calor de las circunstancias, El removerá con amor toda la «escoria» de nuestras vidas. Al margen de cuánto hayamos avanzado en el proceso, un día glorioso nos encontrará frente a Él. Al haber removido la última de las impurezas, veremos su imagen perfeccionada: «Seremos semejantes a El, porque le veremos tal como Él es» (1 Juan 3.2).
Entonces mi hermano o hermana, crezcamos en la fe y en Cristo: «¡Quizás nuestra fe, probada por fuego, sea hallada en Él con toda la alabanza, la honra y la gloria!
Él es poderoso para guardarte sin caída
Y presentarte delante de su glorioso trono.
Yo me presentaré sin mancha y con gozo.
Porque Él es poderoso,
Sí Jesús es poderoso,
para guardarme sin caída, Él es poderoso.
Roy Hicks, hijo.
(canción basada en Judas 24)

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