Mis mejores
recuerdos de la niñez son los viajes. Cada temporada de vacaciones íbamos a
casa de una de mis dos abuelas. En los feriados de Acción de Gracias o Navidad
nos encontrábamos cargando el automóvil para dirigirnos a Colorado o Tennessee.
Llenábamos de maletas el asiento trasero de tal manera que nos servía de cama a
mi hermano y a mí. Para nosotros era fantástico. Sólo mucho después supe que de
esa manera no parábamos en hoteles y que se basaba más en la economía que en
hacer divertir a los muchachos.
Sospecho
que con el pasar de los años algunas de sus mejores memorias se relacionarán
con sus travesías de fe. Cuando Pedro escribe a los peregrinos en la primera
epístola (1 Pedro 1.1), se dirige a todos los que en fe
nos hemos aferrado al Señor Jesús como salvador. Usted es un peregrino, un
viajero. Su travesía de fe tiene muchos modelos tanto en el Antiguo como el
Nuevo Testamento. Aunque todos son reveladores, ninguno nos ayuda más que el
ejemplo de Abraham. Esta lección estudia su vida y su travesía de fe.
Deseo
concluir con Abraham nuestras lecciones de fe por dos motivos: Primero, como
«padre de la fe» a Abraham se le dio un papel maravilloso de modelo para vivir
en fe. El no fue perfecto; cometió algunos errores, pero su fe inició el pacto
de relación entre Dios y la humanidad, pacto este que Jesús hizo posible para
todos nosotros hoy día.
Sin
embargo, como nota personal quiero concluir con el pensamiento de Abraham
porque tengo dos modelos, dos padres de fe. Uno es Abraham, el otro es mi padre.
Usted ha notado que en estas lecciones me he referido con frecuencia a mi
padre. En realidad me he referido a el toda la via, y a los cincuenta anos de
edad sigo estando agradecido por la forma en que él fue ejemplo para mi vida de
fe.
En segundo
lugar, entendí que deberíamos finalizar hablando de la vida de Abraham y su
viaje fantástico de fe pues tanto usted como yo hacemos un viaje maravilloso de
fe.
Abraham: el
padre de la fe
La Biblia
llama a Abraham «el padre de la fe» (Romanos 4.11) y
padre de los creyentes. Es a quien Dios prometió: «Y serás padre de muchedumbre
de gentes» (Génesis
17.4); cuando Pablo
escribe a los Gálatas, señala que todo el que cree en Jesucristo se ha
convertido en descendencia de Abraham (Gálatas 3.29). Como personas de fe, usted y yo nos hemos
convertido en miembros de la casa de Abraham (Romanos 4.13), así que las promesas que se hicieron para la
descendencia de Abraham se pueden aplicar a nuestras vidas de fe (Romanos 4.16; Gálatas 3.16).
Existen dos
secciones de la Escritura que debemos estudiar cuando examinamos el poder de la
vida de fe de Abraham: Primero, la narración histórica de su vida comenzó con
la conclusión de la genealogía en Génesis 11.27–32.
Hasta que Dios le dio el nombre Abraham, se le conocía por Abram (Génesis 17.5); el relato bíblico de la vida de
Abraham concluye más adelante, en Génesis 25.11.
La segunda
sección de las Escrituras que tratan con la vida de Abraham, aunque en
perspectiva histórica, establece una proposición teológica. Esa sección se
encuentra en Romanos 4. En los evangelios, Abraham aparece
a menudo como el padre de la fe, y Pablo utiliza el ejemplo de su vida para
enseñar eficazmente a los gálatas. Sin embargo, la sección que mejor define el
papel de Abraham en los asuntos de fe se ubica en la carta de Pablo a los
romanos.
La jornada
de fe
Seguir la
vida de Abraham significa trazar una jornada de fe que merece ser vista como un
modelo para todo creyente. Lea los siguientes versículos que describen los
acontecimientos más importantes de Abraham en su travesía de fe. Escriba sus
pensamientos cuando algún aspecto particular del viaje de fe de Abraham se
parezca a la situación por la que usted pasa. ¿Cuántos clases de similitud
encuentra?
La jornada
de fe de Abraham. El viaje de 2.400 km de Abraham estaba alimentado por la fe.
«Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de
recibir como herencia(…] Por la fe habitó como extranjero en la tierra
prometida como en tierra ajena[…] porque esperaba la ciudad que tiene
fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11.8–10)
1. Abram
deja Harán para dirigirse a Canaán por causa de la palabra del Señor (Génesis 12.1–3).
Una vida de
fe requiere (1) que respondamos a una promesa y (2) que al salir abandonemos
algo. En el caso de Abram, vemos que fue enviado a una tierra hasta ese momento
no identificada. Aunque no tenía idea a dónde lo llevaría su decisión de fe,
sabía que debía ir. Así es a menudo la jornada de fe. Dios nos dice con
claridad solamente lo que debemos dejar o suspender, mientras que el futuro
permanece poco claro. Esto no sugiere un futuro incierto para quienes caminan
en fe, sino que a veces es confuso. La presencia y promesa del Señor sostienen
la certeza, aun cuando no veamos el futuro.
La
obediencia de Abram al irse se basa en la clara instrucción de Dios: «Vete de
tu tierra y de tu parentela» (Génesis 12.1).
Aunque el Señor prometió sólo mostrarle la tierra prometida en algún momento
futuro, el resto de sus promesas fueron bastante claras. Las mismas promesas
pueden aplicarse de igual manera a la vida de todo aquel que cree como lo hizo
Abraham.
¿Cuáles son
las seis cosas que Dios le prometió a Abram? (Génesis 12.1–3)
1.
2.
3.
4.
5.
6.
En su
jornada de fe es posible que el Señor haya sido al mismo tiempo muy claro y
poco claro con usted. Puede creer con certeza en el cumplimiento de las
promesas dadas a Abraham para su propia vida, si con seguridad deja atrás lo
que el Señor demanda. Recuerde el viejo refrán de la iglesia: «No puede haber
unión con el Señor sin dejar atrás al mundo».
¿Cuál es el
aspecto claro en su jornada?
¿Qué hay
confuso acerca de su jornada?
¿Que dejo
Abram? (Genesis 12.1–3)
2.Abram
parte de Canaán hacia Egipto por causa del hambre (Génesis 12.10).
Aunque
creemos en Dios, obedecemos su Palabra y andamos en su camino, no tenemos
ninguna garantía contra el hambre. Nuestra jornada de fe, al igual que la de
Abraham, atravesará momentos de hambre. Estas sequías a veces se dan cuando
perdemos el trabajo, hay enfermedad y/o a través de algún otro modo de
sufrimiento. La fe no es tan solo el poder para defenderse del mal, es el poder
que nos da Dios para procesar la realidad. La fe nunca niega la realidad sino
que la atraviesa con la confianza de la victoria prometida por Dios. En verdad,
1 Juan 5.4 específicamente anuncia que la fe
es la victoria que ha vencido al mundo.
¿Cuando
vence usted?
¡Al momento
en que empieza a creer!
La lucha de
la fe no concluye en la victoria de conseguir aquello en lo que tenía puesta la
esperanza. ¡No! Usted gana en el momento en que toma una posición de fe cuando
decide poner la confianza en el Señor, en lo que El ha dicho en medio de
circunstancias amenazadoras.
Algunos
sugieren que Abram no debería haber dejado la tierra que el Señor le acababa de
indicar que le sería dada (Génesis 12.7–9).
Si esto fuera en verdad una falla en la fe de Abram, si este fracasó en confiar
en Dios frente a las circunstancias difíciles, se hace todavía más interesante
ver cómo el Señor trató con su imperfección. En vez de mandarle una plaga por
su falta de fe, Dios mandó una plaga a Faraón. Aunque no parece que Abram
estaba en condiciones de decidirse a salir de Egipto, Dios intervino de manera
tal que fue provisto y virtualmente forzado a volver a la tierra que llegaría a
ser suya.
Regocíjese
en esto. Su jornada de fe no requiere que usted sea perfecto. Un creyente no es
una persona infalible. Sin embargo, un creyente es alguien que responde a Dios
cuando se descubren las fallas. Abram volvió al altar que había hecho antes, al
principio, cuando vino a la tierra, entonces invocó de nuevo en ese lugar al
nombre del Señor (Génesis
13.3–4).
1. Describa
la fortuna de Abram cuando dejo Egipto (13.2)
2. ¿A dónde
fue Abram cuando dejó Egipto? (13.3)
3. ¿Qué
hizo Abram en cuanto volvió? (13.4)
Esta es la
lección: Si usted no confía en Dios cuando se enfrenta con circunstancias
amenazadoras, vuelva lo más rápido posible al lugar donde lo invocó por primera
vez, y renueve su compromiso.
Escriba
cualquier lección que haya aprendido de un fracaso momentáneo de la fe. ¿Se
acuerda del fracaso de Pedro? ¿Cómo dijo el Señor que oraría por él? (Lucas 22.32). ¡Asegúrese de leer ese versículo, porque es
exactamente como el Señor Jesús orará por usted! (Hebreos 7.24–26). ¡Es así como usted y yo deberíamos orar por
cualquier persona que sepamos que atraviesa dificultades en su jornada de fe!
3. Abram le
deja elegir las mejores tierras a Lot, su sobrino, y recibe bendición (Génesis 13).
¡Esta
sección revela mucho acerca del carácter de Abram! Como creyente, no usó su
influencia humana, su autoridad personal o su posición de ventaja para pelear
por las mejores tierras. No usó su posición de autoridad paternal para influir
en Lot. Hubo una ausencia total de manipulación de su parte. Lot eligió la
tierra irrigada, que parecía ser el jardín del Señor. Su elección dejó a Abram
con la tierra de Canaán. Era grande, pero estaba llena de desiertos y montañas.
La tierra de Lot era acogedora. Su elección le dejó a Abram una tierra que no
parecía ser el lugar donde surgiría la «gran nación» prometida por Dios.
Es
interesante y hasta cómico resaltar que Canaán, que no hubiera sido elegida por
ninguno, era la misma tierra que Dios quería para Abram. ¿Por qué? Porque Dios
deseaba bendecir a Abram milagrosamente y darle prosperidad dentro de los
límites de una tierra en la que en condiciones normales no sería posible. La
elección de Lot dejó a Abram justo en la posición que Dios quería para él:
Dependiendo de Dios para el cumplimiento de sus promesas.
La lección
es simple: Cuando las decisiones de otros lo dejan a usted en desventaja, ¡Dios
lo tiene justo en el lugar donde quiere que esté! Él quiere cumplir todas las
promesas que le ha hecho en la misma circunstancia que a usted le parece un
desierto. A veces la carne quiere ayudar a Dios. No es raro para los creyentes
sinceros cometer el error de manipular sus propias circunstancias, de tratar de
«ayudar» a Dios. Aunque estos esfuerzos son sinceros, generalmente «ayudan» a
traer resultados opuestos a los deseados. Es una lección que debe aprender todo
hombre y toda mujer de fe. Abram aprendió temprano esta lección, y el Señor
quisiera que todos nosotros la aprendiéramos lo antes posible en nuestra
travesía de fe con Él.
Describa
«lugares de desierto» en su propia vida que puedan haberle sobrevenido por
causa de las decisiones de otros. Luego, describa las promesas que crea haber
oído del Señor y de su Palabra, promesas que usted sabe que se pueden cumplir
en esos «lugares de desierto».
Lugares de desierto
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Promesas de Dios
|
4. Abram
rescata a Lot (Génesis
14.14–17).
Nuestro
estudio es de Abram, pero vale la pena analizar a Lot. Su elección de la mejor
tierra (espíritu egoísta) dio fruto amargo. Lo llevó a asociarse con Sodoma y
Gomorra. También, cuando los reyes de la región pelearon entre sí, Lot se
convirtió en víctima de esas riñas. ¡Elegir lo aparentemente mejor sin
consultar a Dios resultará de todas maneras en la necesidad de ser rescatado de
algún tipo de dificultad!
Como
contraste al egoísmo de Lot, vea el espíritu generoso de Abram. Cuando supo
Abram de la cautividad de Lot, convocó inmediatamente a sus sirvientes y los
preparó para rescatar a su sobrino. Este hecho es otra ojeada al carácter de
este «padre de la fe». La misión tuvo éxito, y como resultado de la victoria
ocurrieron dos incidentes importantes que sirven de enseñanza a todos los que
viven por fe.
Primero,
Abram se encuentra con Melquisedec, rey de Salem, a quien la Biblia describe
como «sacerdote del Dios Altísimo» (Génesis 14.18).
Abram le mostró gran reverencia a Melquisedec y le ofreció diezmo de todo lo
que había ganado en la batalla. En otras partes de la Escritura se nos dice que
Melquisedec es la representación de Jesucristo (Salmos 110.4; Hebreos 7.1–10).
Al pagar los diezmos al rey de Salem, el «padre de la fe» nos enseña a los
hombres y mujeres de fe que debemos pagar diezmos de nuestras prebendas. Ya
tratamos el tema de la prosperidad, pero es importante resaltar que los
creyentes son generosos con los diezmos y las ofrendas.
Segundo, la
gente de fe no es generosa sólo con los diezmos y las ofrendas, exhiben otro
aspecto que se caracteriza en la actitud de Abram para con el rey de la vil
Sodoma. Abram no le permitió a este rey corrupto que lo bendijera. El rey de
Sodoma quería los prisioneros, ofreciendo bienes a Abram pero pretendiendo a
cambio el dominio de las personas. Abram rehusó entrar en sociedad con este
rey. ¿Por qué? «Para que no digas: Yo enriquecí a Abram». Dios ya había
enriquecido a Abram, y él entendía claramente que sus recursos provenían de su
relación con el Altísimo.
Lección:
Una persona de fe no se asociará con quien mancille la fuente de bendición. De
este incidente nuestra jornada de fe nos enseña: (1) A rescatar inclusive a los
pecadores, (2) a manifestar generosidad en los diezmos y en las ofrendas y (3)
a oponernos a cualquier sociedad que pudiera manchar la fuente de nuestras
bendiciones.
En su vida,
¿qué personas estaría dispuesto a rescatar? Escriba los nombres, asegúrese de
incluir los que puede que no sean «inocentes».
¿Cuál es su
plan de ofrendas? Evalúe su propia generosidad. Si usted lidia con el pago de
los diezmos, anote la razón principal o las razones principales, si son más de
una. También describa alguna lección que haya aprendido sobre la generosidad,
en base a su propia jornada de fe.
Mi plan de ofrendas:
Lecciones
sobre la generosidad:
Por último,
¿ha hecho acuerdos que como persona de fe hayan deshonrado la fuente de su
bendición? Anótelas y describa un plan de acción para corregirlas.
5. El pacto
con sacrificio de Abram (Génesis 15).
Cuando Abram
se quejó de no tener heredero, Dios le prometió que alguien nacido de su
simiente sería su heredero. En esta fabulosa sección se da instrucciones a
Abram de mirar a las estrellas. Cuando miraba los innumerables astros, Dios le
dijo: «Así será tu descendencia». Génesis 15.6 es
extraordinario, y se convirtió en piedra fundamental de la enseñanza de Pablo
sobre la gracia y la fe en el Nuevo Testamento. Abram creyó al Señor cuando al
mirar las estrellas oyó la promesa de Dios. En ese momento, la fe de Abram
permitió al Señor «impartirle» justicia. ¿Qué clase de fe es esta? ¿Qué
significa que el Señor nos imparte justicia? Es cuando Dios (por su gracia y
elección de amor) nos atribuye un complemento total de su justicia y de su
justificación prometida.
Al leer
notará que Abram oye la promesa y cree en el Señor. Cuando usted se convierte
en una persona de fe, será de suma importancia que reconozca la diferencia
entre creer en la promesa y creer en Aquel que ha hecho la promesa. Para Abram,
lo segundo se hizo realidad. Y esta fe permitió al Señor impartirle justicia.
¿Lucha
usted con la idea de que es importante poner la fe en el Prometedor (el mismo
Señor) en vez de ponerla en las promesas? Cómo desearía yo que no fuera
necesario hacer esta explicación, ¡pero lo es! ¿Por qué? Porque usted y yo
vivimos en un mundo disfuncional. Las palabras aparecen fuera de contexto,
haciendo posible la creación de nuevos significados para casi cualquier
vocablo. Las palabras cambian a veces el sentido de manera drástica. Para
complicarlo aun más, como lo hemos resaltado repetidamente, tenemos la
tendencia de ejecutar las promesas preciosas por nuestra propia cuenta. Por eso
la experiencia de Abram es muy importante. El oyó la promesa y creyó en el Señor.
¡Nunca deje que una promesa lo separe de Aquel que ha hecho la promesa! Si no
lo ha hecho aun, memorice 2 Corintios 1.20:
«Porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén, por medio de
nosotros, para la gloria de Dios». Óigalo de nuevo: Las promesas son Sí y Amén,
¿cuándo? Cuando son en Él.
Lea la
experiencia de Abraham en Génesis 15.1–21
como preparación para la siguiente lección.
Pablo
describió este momento en la vida de Abraham que muestra Génesis 15. Al hacerlo, utilizó el concepto de
contabilidad legal y de negocios. Así vemos que la «contabilidad» de Dios es
una decisión legal que Él tomó en su carácter de Juez supremo. En este fallo,
el Juez nos justifica por ser creyentes, atribuyéndonos justicia frente a su
trono de juicio. Nuestra fe en El lo llevó a exonerar nuestros pecados,
situándonos en una posición de pureza frente a Él. Este momento cumbre de fe se
concreta en nuestras vidas cuando oímos «la palabra de promesa» respecto a
Jesucristo; cuando decidimos poner nuestra fe en El. Al creer en el Señor
Jesucristo, el Padre Dios nos «cuenta» como justificados: ¡Legalmente
impecables, totalmente aceptados!
Para Abram,
la «contabilidad» fue sellada por un sacrificio de sangre. Preparó y ofreció el
sacrificio, y luego durante la noche lo protegió de las aves de rapiña. En
algún momento de esa noche oscura experimentó lo que se denomina «el corte del
pacto». Esta frase describe la ceremonia en que dos personas se obligan a hacer
una promesa o contrato. El sacrificio yace tendido de tal manera que haya
espacio en medio para pasar. Los participantes del pacto pasaban entre las
mitades que tenían un convenio irrevocable cuyo incumplimiento acarreaba la
pena de muerte. De manera asombrosa, en el sacrificio de Abram, Dios se
manifestó y pasó por el sacrificio como un horno humeante y una antorcha de
fuego. Nota: Abram no pasó por el sacrificio: Sólo Dios se obligó cumplir la
promesa. La parte de Abram era creer; la parte de Dios era cumplir, hacer que
ocurriera la promesa.
Para
nosotros, el sacrificio es Jesucristo. Su sangre fue derramada. Y como fue en
el caso de Abram, sólo Dios pasó por el sacrificio de su hijo: el Señor Jesús.
A nosotros nos toca creer. A Dios le corresponde cumplir con todas sus promesas
bondadosas que ha hecho en la persona de Cristo Jesús.
Cuando
creemos como lo hizo Abram somos justificados por la sangre del sacrificio,
Jesucristo. Se nos hace «justicia»: estar sin pecados, inmaculados frente al
Juez de la eternidad. No hemos creído en Dios para que nos dé «cosas», sino que
por sobre todas las cosas hemos confiado en Dios.
Abram tuvo
que ahuyentar a las aves de rapiña, y de modo similar Jesús habla en la
parábola del sembrador acerca de las «aves del cielo» que interfieren con el
propósito divino de fructificación (Marcos 4.4, 15). Escriba un ejemplo de cómo ha luchado contra
las «aves de rapiña» o las «aves del cielo» que han tratado de interferir con
el propósito de Aquel que ha prometido salvarlo:
6. Abram
engrendra a Ismael por medio de Agar, la sierva de Sara (Génesis 16).
Lea Génesis 16, una historia que presenta a Abraham tratando
de hacer realidad la promesa de Dios sin el Prometedor. Fue por sugerencia de
Sara que Abram tomó a Agar como concubina para poder tener un hijo a quien dar
la herencia. Sara era estéril. En tiempos antiguos se entendía a la esterilidad
como una maldición. La sugerencia de Sara quizás era totalmente aceptable en
aquella cultura, pues su propuesta tuvo respuesta común. Pero aunque
comprensible y aceptable en esa cultura, no era aceptable para Abram ya que
tenía el llamado a confiar en Dios. Las promesas de Dios no se pueden conseguir
con la fuerza o ingenio humanos. La fuerza del Prometedor es la que hace
cumplir sus promesas.
Estudie
este episodio, dándole atención especial a la angustia tanto de Sara como de
Agar. Vea que Dios no le dio la espalda como resultado de ese hecho nacido en
la incredulidad. Pero se reveló a Agar como el Dios que todo lo ve, y se
comprometió a cuidar de ella y del niño.
La mayoría
de nosotros, aunque somos personas de fe, hemos engendrado nuestros propios
«Ismaeles», mediante actos que trataron de ayudar a Dios a solucionar nuestros
problemas. Pero el mismo Dios amoroso que se reveló a Abram, y no abandonó a
quien había recibido esas promesas tan gloriosas, no abandona a ninguno de
nosotros, aunque posiblemente hayamos tratado de dar cumplimiento a sus
promesas en nuestra propia fuerza, sabiduría o poder.
El nombre
Ismael significa «Dios oirá». Aun cuando fallamos en una parte de nuestra
jornada, ¡Dios todavía nos oye! El no nos abandona para que recibamos el resultado
de nuestros pensamientos o actos carnales; sino que interviene para que la
promesa que nos ha hecho ocurra de la manera que se propuso.
¿Qué le
pide el ángel del Señor a Agar? (Génesis 16.8)
¿Qué le
dice el ángel que debe hacer Agar? (Génesis 16.9)
¿Qué le da
Agar a Dios? (Génesis
16.13)
7. El
nombre de Abram es cambiado por Abraham (Génesis 17).
El nombre
de Abram es cambiado a Abraham. Abram significa «gran padre», pero Abraham
significa «padre de muchas gentes». En ese momento Dios instituye una señal de
pacto.
Escriba el
pacto que Dios hizo con Abraham (Génesis 17.7).
¿Cuál fue
la señal del pacto?
¿Cuál era
la pena si no se llevaba a cabo la señal del pacto? (Génesis 17.14)
Es
importante notar que aunque Abraham ofreció muchos sacrificios durante su
jornada de fe, sólo un sacrificio le fue contado por justicia (Génesis 15). Recuerde esto: Muchos sacrificios
comprendían la alabanza y la fe pero sólo uno servía como momento de fe
salvadora. Aunque la incircuncisión llevaría al que no participaba de este rito
a no tener parte en el pacto, la circuncisión misma no ocurría en el momento en
que venía la fe de salvación. Era una señal del pacto, no el pacto en sí.
Información adicional
En el Nuevo
Testamento, los fariseos ponían gran énfasis en la santidad externa. Durante
los viajes misioneros de Pablo esta misma filosofía era promulgada por los
judaizantes. Pablo describe en la carta a los filipenses las señales del nuevo
pacto. Este se establece mediante la sangre sacrificada por Jesucristo. Sólo un
sacrificio es necesario para asegurar su pacto con Dios. Mientras que la señal
de Abraham era cirugía física, una marca permanente en su cuerpo, su señal y la
mía como pueblo de pacto no es menos permanente. Sin embargo, en vez de ser una
marca en nuestros cuerpos, nuestra marca es cómo vivimos ante Dios y los
hombres.
¿Cuáles son
las señales del nuevo pacto? (Filipenses 3.1–3)
8. Abraham
recibió la promesa de un hijo a través de Sara (Génesis 18.1–5).
En Génesis 18 se registra el incidente del cambio de nombre
de Abraham, junto a una aparición del Señor acompañado por dos ángeles. Van
camino a juzgar a Sodoma y a Gomorra cuando se detienen a visitar a Abraham.
Como este les sirve con el tradicional lavamiento de los pies y les ofrece comida
y provisiones, el Señor le habla.
¿Qué hizo
Abraham cuando se encontró con los ángeles? (Génesis 18.3)
¿Cuál fue
la respuesta de Sara cuando oyó la conversación entre Abraham y los ángeles? (Génesis 18.12)
¿Cuál fue
la respuesta de Abraham? (Génesis 17.17)
¿Cómo
amonestó Dios a Sara? (Génesis
18.14)
¿Cuántos
años tenían Abraham y Sara en aquel momento? (Génesis 17.17)
¿Cuántos
años tenía Abraham cuando nació Ismael? (Génesis 16.16)
Una de las
grandes lecciones que enseña la jornada de fe de Abraham tiene que ver con el
tiempo. Usted y yo vivimos en una cultura en que el tiempo parece estar
comprimido. Casi todo se puede hacer con rapidez. Los fax, las computadoras y
los hornos de microondas actúan de inmediato. Sin embargo, la fe no opera en
una atmósfera donde todo se hace de inmediato o por conveniencia. En ese
momento de la jornada de Abraham, Dios le había prometido un hijo muchos años
antes. Tal vez la risa de Abraham tuvo menos que ver con la incredulidad que
con la falta de entendimiento de las promesas de Dios a la luz de cómo Él se
mueve a través del tiempo.
Esto es
especialmente cierto en las personas cuyo concepto del tiempo y del espacio se
ha distorsionado por culpa de la tecnología moderna. ¡La fe puede tener
resultados inmediatos, y a veces hasta resultados convenientes! El error está
en asumir que al pasar el tiempo la promesa se ha olvidado o que Dios ha
permitido que se cumpla a través de un Ismael, mediante la provisión humana en
vez de hacerlo a través de su poder milagroso y en su tiempo. Escriba las
promesas que ha recibido de la Palabra y del Espíritu de Dios, y que requieren
que ejerza su paciencia y su fe.
9. El
llamado de Abraham al sacrificio de Isaac (Génesis 22).
Finalmente,
Abraham se enfrentó con el llamado supremo a la fe: A dejar frente al altar
todo lo que Dios le había dado. A rendir todo, inclusive la promesa cumplida, y
confiar en el que hizo la promesa por sobre todo.
Lea Génesis 22. Responda estas preguntas.
1. ¿Cómo
expresó Dios su mandamiento a Abraham? (v. 2)
2. ¿Cuánto
tiempo pasó hasta que Abraham respondió? (v. 3)
3. ¿Qué
evidencia dio Abraham con sus palabras de creer que Dios habría de intervenir?
(v. 5)
4. Cuando
fue cuestionado por Isaac, quien sentía que algo extraño estaba sucediendo,
¿cuál fue la respuesta de Abraham? (vv. 6–8)
5. ¿Hasta
dónde llegó Abraham en su acto de obediencia? (vv. 9–10)
6. ¿Que
dijo, y dirigio Dios? (vv. 11–13)
7. ¿Por qué
dijo Dios que estaba interviniendo? (v. 12)
Ahora
vuelva a estudiar cada punto y saque una lección que se aplique a su propia
vida.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Este
encuentro fue el momento cumbre en la jornada de fe de Abraham. Los propósitos
más altos de Dios no son enriquecernos (aunque lo haya hecho con Abraham),
sanarnos (aunque haya «sanado» el cuerpo de Abraham, haciendo posible así el
nacimiento de Isaac) o cumplir su promesa con nosotros (aunque dio a Abraham y
a Sara el hijo prometido, Isaac). Su objetivo es traernos de vuelta a confiar
en Él bajo cualquier circunstancia y en toda situación, y a caminar con él, por
encima y más allá de todo.
Y esto, mi
compañero peregrino, es la verdad final que todas las lecciones de fe pretenden
grabar en nuestras almas. Escriba una oración en la que esta lección se
profundice en su alma y viva con usted para siempre.
Una palabra
final
Hemos
terminado nuestras lecciones de fe. ¿Sí o no? ¿No es verdad que nuestra jornada
de fe nunca estará verdaderamente completa hasta que estemos frente al Padre?
Me regocijaré si algún ejercicio de esta guía de estudio sobre la fe o si
alguna palabra que usted haya leído de lo que escribí, o de lo que cité, tiene
un efecto positivo sobre su propia jornada de fe.
Al final,
cuando estemos frente a Dios, nuestra fe será lo que le traerá honra y gloria.
«Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual
aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra
cuando sea manifestado Jesucristo»(1 Pedro 1.7).
¡Y su fe
será probada con fuego! La figura en el texto griego es de un orífice que
repetidamente calienta el metal, haciendo salir la «basura» (impurezas,
escorias, residuos) al surgir a la superficie del metal derretido. ¿Cuándo sabe
el orífice que ha terminado? Se nos dice que en la antigüedad, el refinador
sabía que había terminado el proceso de purificación recién cuando podía ver
claramente su propio reflejo en el oro.
De la misma
manera, nuestro amoroso Señor Jesús será nuestro compañero fiel a través de
toda prueba de fuego. Al someternos al tratamiento de nuestra vida en su
presencia, al confesar las impurezas que van surgiendo por causa del calor de
las circunstancias, El removerá con amor toda la «escoria» de nuestras vidas.
Al margen de cuánto hayamos avanzado en el proceso, un día glorioso nos
encontrará frente a Él. Al haber removido la última de las impurezas, veremos
su imagen perfeccionada: «Seremos semejantes a El, porque le veremos tal como
Él es» (1 Juan 3.2).
Entonces mi
hermano o hermana, crezcamos en la fe y en Cristo: «¡Quizás nuestra fe, probada
por fuego, sea hallada en Él con toda la alabanza, la honra y la gloria!
Él es
poderoso para guardarte sin caída
Y
presentarte delante de su glorioso trono.
Yo me
presentaré sin mancha y con gozo.
Porque Él
es poderoso,
Sí Jesús es
poderoso,
para
guardarme sin caída, Él es poderoso.
Roy Hicks,
hijo.
(canción
basada en Judas 24)
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