domingo, 28 de octubre de 2018

Lección 9.9—Todo en el nombre de Jesús



Para toda la humanidad y por todas las edades, el más grande entre todos los nombres es el nombre de Jesús.

Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Flp 2.9–11)

Muchos estudiosos identifican a Jehová con el nombre de Jesús; en verdad, el nombre Jesús es la forma griega de la palabra hebrea que significa «Jehová salva». Podemos encontrar nombres que acompañan al de nuestro Redentor en todo el Antiguo Testamento. T.C. Horton, halló trescientos sesenta y cinco nombres para el Salvador, Jesús, uno para cada día del año (The Wonderful Names of Our Wonderful Lord [Los nombres maravillosos de nuestro Señor maravilloso], Logos International, 1925). Es apropiado y sabio investigar las riquezas del nombre de Jesús, pues en su nombre los creyentes «sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán» (Mc 16.18).

Los nombres marcan diferencias en el mundo de la Biblia y los más importantes están asociados con nuestro Salvador. «Y llamarás su nombre JESÚS, porque El salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1.21). «Jesús» es la forma griega del nombre hebreo «Josué»; y ambos nombres significan «el Señor es salvación».

Existen cientos de nombres y títulos en la Biblia para Jesucristo, y cada uno es para nosotros una doble revelación. Nos revela lo que Jesucristo es en sí mismo y también lo que Él quiere  hacer por nosotros. En Su nombre es admirable  (Editorial Unilit), Warren Wiersbe dice que cada uno de sus nombres muestra alguna bendición que Él da.

Los nombres maravillosos de Jesús

Los nombres de Jesús comienzan con la caída del hombre y su necesidad de un Salvador. En Génesis 3, el Redentor que vendría recibe el nombre de «simiente» de la mujer, quien a su debido tiempo heriría la cabeza de la vieja serpiente.

Más adelante, en el libro de Génesis (49.10), encontramos otro nombre de interés inusual: «No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a Él se congregarán los pueblos».

Existe un poco de incertidumbre acerca del significado y derivado de la palabra Siloh, pero el estudio resuelve las inquietudes y revela una verdad poderosa.

Siloh, shiloh. Siloh era una de las ciudades donde se colocó el tabernáculo (Jos 18.1). Aquí, en el libro del Génesis, parece ser un nombre propio o título, el cual los creyentes generalmente aceptan como una designación mesiánica de Jesús. Su etimología es incierta. Para algunos shiloh significa «el pacífico». Según otro punto de vista, shiloh es un sustantivo con un sufijo pronominal que debe entenderse como «su hijo»; por lo tanto, los príncipes y los legisladores no se apartarían de Judá hasta que viniera su hijo. Otra posibilidad sería dividir shiloh en dos palabras shay y loh, lo cual indicaría «aquel a quien se le brinda tributo». El significado más probable de shiloh es el aceptado por la mayoría de las autoridades judías antiguas, para las cuales se trataba de una palabra compuesta de shel y loh, que significaba «al que pertenece». En español Shelloh podría entenderse como: «a quien pertenece el dominio», «de quien es el reino», «aquel que tiene el derecho a reinar». Véase particularmente Ezequiel 21.27.

A continuación, examinamos Ezequiel 21.27, que dice: «A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré».

La predicción de Ezequiel es una profecía mesiánica que habla del día en que los gobernadores y los líderes fracasados del mundo pecador se echarán a un lado para que venga el «Rey de reyes y Señor de señores» que establecerá su reino de paz y rectitud. Entonces, Shiloh, uno de los nombres más antiguos, originalmente profetizados acerca de Cristo, declara su derecho a reinar. ¡Alabado sea su nombre, Él es digno de reinar!

La mayoría de los profetas del Antiguo Testamento, a través de sus telescopios de revelación, no vieron la primera venida del redentor. Sólo vieron a aquel que iba a traer la Nueva Jerusalén. Sin embargo, Isaías, el gran profeta mesiánico, lo vio en ambos papeles, como el León que gobierna y como el Cordero que redime.

Isaías vio al Hijo virginal que sería llamado Emanuel, «Dios con nosotros», las cuatro fases de su nombre serían: «Admirable, Consejero» y «Príncipe de paz», y al mismo tiempo sería «Dios fuerte», y «Padre eterno». Contemple los cuatro nombres.

Desde cualquier punto de vista, Jesús es maravilloso. Él es maravilloso en poder, maravilloso en sabiduría, maravilloso en gracia, maravilloso en amor; además, es maravilloso en su encarnación a través de la cual manifestó su amor al identificarse con la humanidad pecaminosa como sacrificio propiciatorio por el pecado y la aflicción.

Describa cómo Jesús ha obrado una «maravilla» en su vida.

Jesús es el Consejero que puede guiar a su pueblo por el camino oscuro y sinuoso. Aquellos que siguen el consejo maravilloso del Guía infalible ya no pueden tropezar con el «consejo de malos». Lea el Salmo 32.8 e Isaías 30.21 y describa dos formas en que Dios nos guiará o dirigirá.

Jesús puede ofrecer la redención perfecta porque Él asimismo es Dios fuerte. Es fuerte en la «creación» (Jn 1.3), en «revelación» (Heb 1.1–2), en salvación (Ef 3.16), en obras (Mt 13.54), poderoso en milagros de sanidad (Ro 15.19). Lea estos pasajes y escriba sus reflexiones de cada uno de ellos.

Jesús es también el Padre eterno. Nunca cambia. Sus bendiciones nunca expiran o se vuelven anticuadas o inaccesibles. Sus milagros de sanidad y transformación acompañarán a aquellos que creen mientras la «buena nueva» no haya alcanzado a toda nación, pueblo, lengua y tribu. Lea Hebreos 13.8 usando este nombre.

En una sociedad plagada de contienda, cuán maravilloso es que Jesús se llame Príncipe de paz. Jesús nos ha dejado un legado precioso de paz, como dice Juan 14.27: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo».

Dedique tiempo para orar con estos nombres y en la oración participe de los recursos específicos que ofrecen. Todos son en el «nombre de Jesús». Anote cada uno y al lado escriba una situación o persona en la que usted aplicaría el poder por la fe en ese nombre.

Salvación en el nombre de Jesús

Para Isaías era también «varón de dolores, experimentado en quebranto», y por su muerte en sacrificio se convertiría en «herido […] por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados». El Espíritu Santo guió a los padres de Isaías al nombrarlo «Isaías», que significa, «Jehová es salvación». El sería el profeta que anunciaría la venida del «siervo sufrido de Jehová», quien sería llamado «Jesús» porque El «salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1.21). El hecho de que Isaías veía a Jesús se fundamenta sin lugar a dudas en las palabras de Jesús en Juan 12.38–41, cuyo pasaje concluye con esta oración: «Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de Él».

Mucha gente tiene la falsa idea de que la salvación en el Antiguo Testamento se obtenía mediante el cumplimiento de la Ley de Moisés. Esto no es cierto. Antes bien, la Ley de Moisés se dio como modelo para mantener una sociedad o teocracia ordenada.

Dios dio la Ley, no para salvar al hombre del pecado, sino para mostrarle al hombre su pecado. Los requisitos de la Ley eran tales que el hombre, con su naturaleza pecaminosa heredada de Adán y Eva, no podrían guardarla en su totalidad. Por lo general, cuando la gente leía cuidadosamente la Ley, se arrepentían en cilicio y cenizas.

Cuando Adán pecó, lo expulsaron del Edén y se le enseñó que sólo podría acercarse a un Dios santo mediante el sacrificio (Gn 3.15, 21; 4.4). Cuando mandaron a Abraham a sacrificar a su hijo Isaac en el Monte de Moriah, obedeció. ¿Por qué estaba Abraham dispuesto a sacrificar a Isaac, según Hebreos 11.17–19? ¿Cuál fue la promesa ganada y la lección aprendida con la intervención de Dios? (Gn 22.10–14)

El sistema mosaico enfatizó la enseñanza del principio de un sustituto prometido y necesario. En Israel, el sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo (el asiento de misericordia) una vez al año para hacer expiación por los pecados del pueblo. La sentencia de muerte se transfería a un animal sin mancha, dándole acceso al redimido a Dios. El cordero inmolado no podía, en efecto, sustituir al pecador. El cordero inmolado era una representación del Cordero infinito de Dios, quien, en el cumplimiento del tiempo, moriría por todos los pecadores que habrían de invocar el nombre de Dios en fe. Vendría como aquel en quien se cree y a través de Él los creyentes del Antiguo Testamento recibirían salvación. Jesús hizo esto en su carácter de Dios, por quien todas las cosas fueron creadas. Como el Cordero de Dios, murió en la cruz, se levantó de entre los muertos y ascendió a la diestra del Padre, y ahora es nuestro gran Sumo Sacerdote. Mediante El venimos con denuedo al trono de la gracia en su nombre; «De este dan testimonio todos los profetas, que todos los que en El creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre» (Hch 10.43). Por lo tanto, todo acceso a Dios, tanto para creyentes del Antiguo como del Nuevo Testamentos, es a través nuestro Mediador eterno y perfecto.

Acercarnos al trono de Dios en el nombre de Jesús significa ir ante Él tal como si fuera Jesús el que lo hace. Es por eso que Jesús nos dijo: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14.13–14).

¿Cómo llegó Jesús a tener el nombre sobre todo nombre? (Flp 2.6–11)

¿Cómo los discípulos conocieron cada lugar donde Jesús se reveló en el Antiguo Testamento? (Lc 24.25–27)

Cite cuatro nombres de Jesús que encuentre en el libro de Isaías.

¿Cuál es el significado dinámico y las implicaciones del nombre Siloh?

¿Cómo recibía la salvación la gente del Antiguo Testamento?

Sanidad en el nombre de Jesús

Después de estudiar el significado y el poder inherente y residente en el nombre de Jesús según se profetizó, veamos la comisión que nos dio de sanar a los enfermos.

Cuando Jesús envió a los setenta elegidos a anunciar el reino de Dios, les dijo: «Y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios» (Lc 10.9). Cuando volvieron de su gira ministerial, reportaron: «Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre». Y Él les respondió: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10.17, 18).

Los discípulos son instruidos para sanar. Las instrucciones de Jesús a los 70 enviados son claras y directas: «Sanad a los enfermos… y decidles: Se ha acercado el reino de Dios». La venida del reino de Dios y el ministerio de sanidad son inseparables. En 9.12 se enfatiza el mismo asunto ante los doce discípulos. La autoridad para sanar ha sido dada a los discípulos de Jesús, en la medida en que estén dispuestos a ejercer los privilegios de ser los mensajeros y los participantes en el reino de Dios. Este ministerio no debiera ser separado de la declaración completa de la venida del reino. El Espíritu Santo se deleita en confirmar la presencia del reino glorificando el poder del Rey, realzando la obra de Cristo a través del ministerio de sanidad. Este ministerio de sanidad se manifiesta en todo el libro de los Hechos de los Apóstoles; y en Santiago 5.13–16 se le declara como una de las responsabilidades de los ancianos en la congregación local.

Uno de los primeros milagros notables de sanidad en el nombre de Jesús en el ministerio de los apóstoles, luego de la ascensión de Jesús, está registrada en Hechos 3.2–7. Lea este pasaje y note: (a) la perspicacia de los discípulos, (b) su respuesta a esta necesidad, y (c) los tres pasos en el ministerio de sanidad.

El resultado de la sanidad del cojo fue inmediato. Estas nuevas se divulgaron en toda la ciudad. Los discípulos pronto se encontraron rodeados de multitudes que querían saber cómo había ocurrido el gran milagro. Tal parece que el cojo era bien conocido, pues pedía limosna a las puertas del templo. Algunos empezaron a asignar el poder milagroso a los discípulos. Lea el versículo 16 y tome nota de la respuesta de Pedro.

Al día siguiente, los líderes y gobernadores llamaron a los apóstoles para que rindieran cuenta de cómo habían sanado al cojo, causando gran expectativa en toda la ciudad. Pedro, quien una vez por temor negó a su Señor, habló con denuedo al concilio. ¿Cuál fue la clave de la explicación de cómo el hombre recibió la sanidad? (Hch 4.9, 10)

Los apóstoles atribuyeron el don de sanidad a Jesús y a la declaración de su nombre. Su única función era responder al Espíritu Santo, quien les dio fe especial, y hablaron las palabras en el nombre de Jesús que el Espíritu les reveló. Negaron que el milagro se relacionara a algún poder o piedad de ellos. Eran buenos hombres, pero a la justicia y al nombre de Jesús debía atribuirse el milagro. ¿Qué piensa debería ser su privilegio, dada semejante escena?

Después de apedrear a Esteban (Hch 7), se levantó una persecución fanática hacia la iglesia, esparciendo a muchos fuera de Jerusalén. Entre los que huyeron de Jerusalén estaba Felipe, quien arribó a Samaria y pronto comenzó a predicar. En el Nuevo Testamento, Felipe es caracterizado como evangelista. Un evangelista se especializa en predicar el evangelio de Cristo con vista a ganar almas para Cristo, pero a menudo esta predicación es respaldada por señales y maravillas. Lea Hechos 8.4–8, 12 y enumere los tipos de hechos que ocurrieron.

Luego, el Espíritu condujo a Felipe a testificar a una persona que viajaba por el desierto. El evangelista de las multitudes tenía la misma habilidad en el trabajo personal. Ganó al eunuco, predicándole a Jesús a partir del libro de Isaías. Algunos creen que el tesorero etíope llevó el evangelio de vuelta a su tierra y que luego se convirtió en una nación fuertemente cristiana. Felipe tenía el mismo poder al testificarle a muchos o a uno; su mensaje era Jesús, sus predicaciones y oraciones se hicieron poderosas a través del nombre maravilloso de Jesús.

Nuestro estudio del nombre de Jesús nos lleva una vez más al pacto de sanidad del Nuevo Testamento en Santiago 5.13–18. El pacto tiene dos partes: la parte de la persona enferma y la parte de la oración de los ancianos. 1) Los enfermos deben acudir a los ancianos; 2) los ancianos deben ungir a los enfermos con aceite y orar por ellos. Lea el texto y describa exactamente cómo deben orar los ancianos: (a) ¿qué deben hacer?, (b) ¿en qué?, (c) ¿con qué tipo de oración?

La unción con aceite se llevaba a cabo para indicar que el poder de sanar provenía del Espíritu Santo y no de los ancianos que oraban. La oración en el nombre de Jesús se pronunciaba para afirmar que Jesús, cuyo nombre es sobre todo nombre, es el Mediador que ha dado acceso a todos los creyentes al trono de la gracia. Los enfermos tal vez necesiten confesar los pecados, hacer compensación, orar unos por otros; pero cuando todo lo que frena la fe se haya quitado y se tenga acceso a Dios mediante nuestro Sumo Sacerdote por cuya «llaga fuimos nosotros curados», entonces «la oración de fe salvará al enfermo» (Stg 5.15). De esto tenemos la seguridad debido a que Él lo prometió: «Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré» (Jn 14.14).

Al principio de este capítulo se hace referencia a las predicciones del profeta Isaías acerca de la venida del «siervo» de Jehová. El profeta declaró el significado extraordinario de varios de los nombres del Mesías. En el capítulo 42, lo llama «mi siervo» y «mi escogido» y el Padre dice «en quien mi alma tiene contentamiento». Ese contentamiento proviene de que su «Siervo» se convertiría en «luz para los gentiles». En Mateo 12.15–23, se cita el pasaje de Isaías.

Jesús les advirtió a las personas que no propagandizarán las sanidades, porque Él no estaba listo para tomar el trono de David; eso ocurriría más adelante. Ahora Él debía revelar su bendición, que fluiría de su gran corazón de amor, tal como el perdón de los pecados y la sanidad a los enfermos. Vino para sufrir y morir, para darnos su redención. Si sus sanidades de compasión se divulgaran muy ampliamente, el pueblo demandaría una corona y vestidura real; Él ahora es el «Cordero de Dios»; luego será el «León de la tribu de Judá».

Este es el tiempo de ir a las naciones con el mensaje de redención; esta es la era en que el evangelio, el mensaje de acceso al trono de misericordia de Dios mediante el nombre de Jesús, debe declararse a todos. Uno podría decir que esta es la dispensación de «el nombre». Acceso en el nombre, perdón por el nombre, sanidad por el nombre, toda oración contestada en el nombre, esta es la bendición de la era de la gracia. Mateo quería que los lectores supieran que habrá una dispensación en que todas las naciones pondrán su confianza en Uno que sufriría humildemente la salvación del alma y el cuerpo, para la plenitud de la persona. «¡Bendito sea el nombre!»

Concluya este capítulo escribiéndole un salmo de alabanza personal a Jesús, magnificando la belleza, la promesa y el poder del nombre de Jesús. No se preocupe en hacerlo rimar ni del estilo literario; simplemente deje que el Espíritu inunde su corazón con palabras de alabanza y exaltación que inspiren la fe.

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