Al llegar a la tríada final en la lista del fruto del
Espíritu, encontramos algunos de los aspectos más desafiantes de la vida: la fe
(o «fidelidad», RVR 1977), la mansedumbre y la templanza (o «dominio propio»»,
RVR 1977). Vivimos en una sociedad en la que la gente se vuelve cada vez menos
digna de confianza; aun dentro del liderazgo de las iglesias uno se pregunta:
«¿Dónde está la integridad, la confiabilidad?» Y, ¿qué decir de los matrimonios
en los que uno de los cónyuges, o ambos, carecen de lealtad? Sin embargo, la
esencia del fruto de la fe es la confiabilidad y la lealtad.