sábado, 28 de marzo de 2015

La sanidad y los pactos de Dios



Hace algún tiempo, en una reunión de oración de una iglesia local, uno de los cristianos recién convertidos oró de la manera siguiente: « ¡Dios mío! Por favor, has algo; por favor, has algo! » El pastor no interrumpió la oración, pero después de la reunión le aconsejó al joven lo siguiente: «Hijo, no es necesario que te dirijas a Dios de manera tan indefinida. Él es Dios que hace y mantiene el pacto. Puedes pedir y recibir del Señor cualquiera de sus bendiciones y beneficios preciosos revelados en su Santa Palabra. La Biblia contiene cientos de tales promesas».


El diccionario define la palabra pacto de la siguiente manera: «Acción y efecto de pactar. Convenio, acuerdo firme entre dos o varias partes». O sea, un contrato formal, solemne y obligatorio especialmente para cumplir alguna acción o transferir bienes, por lo general modificado bajo ciertas condiciones. La Biblia es en realidad un pacto que revela lo que Dios va a hacer por su pueblo y bajo qué condiciones. Muchos estudiosos prefieren los términos antiguo y nuevo pacto en vez de Antiguo y Nuevo Testamento. Por cierto, el antiguo pacto contiene varios pactos menores, algunos son condicionales y otros incondicionales. En Éxodo 15.26 Dios formaliza un pacto de sanidad con su pueblo.

Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador. (Léase el contexto, vv. 22–27.)

En este pasaje, denominado el pacto de sanidad divina del Antiguo Testamento, Dios no sólo se compromete a sanar, también revela uno de sus nombres «Jehová-rapha». El Señor realmente dijo: «Yo soy Jehová tu sanador; este es mi NOMBRE». En el Antiguo Testamento (Pacto) encontramos al menos nueve nombres de Jehová y cada uno revela una faceta específica de la naturaleza de Dios. Otros nombres compuestos que revelan la naturaleza y la relación de compromiso de Dios son: Jehová-jireh, «Jehová proveerá»; Jehová-sidkenu, «Jehová, nuestra justicia»; Jehová-rá-ah, «Jehová, nuestro pastor»; Jehová-Shalom, «Jehová de paz o prosperidad»; y Jehová-sabaoth, «Jehová de los ejércitos». No obstante la naturaleza de nuestro Dios, revelada en la expresión de uno de sus nombres, nunca deja de relacionarse con su pueblo. A partir de este pacto revelado en Éxodo 15 sabemos que el Señor nunca dejará de sanar a su pueblo. Nosotros, por otra parte, debemos entender que esta promesa es condicional. Para recibir la sanidad, debemos ser obedientes a sus deseos.

Tal vez ayudaría examinar las condiciones necesarias para la sanidad; según el pacto de sanidad del Antiguo Testamento, son cuatro.


1.     Oír la voz del Señor.

2.     Hacer lo recto (comportamiento recto) delante de sus ojos.

3.     Dar oído a los mandamientos de Dios.

4.     Guardar todos sus estatutos.


Describa con sus palabras lo que indica cada una de esas condiciones y cómo las aplica hoy en día en su vida.

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Las últimas dos condiciones convergen en una: «Oír y guardar todos los mandamientos o estatutos de Dios». Los mandamientos y estatutos son sinónimos, como puede verse en Salmo 119.105–112, este es un Salmo que se refiere a conocer y vivir de acuerdo a la Palabra de Dios. En estos versículos los términos: palabra, juicios, ley, mandamientos y estatutos son sinónimos, ya que se refieren a la voluntad revelada de Dios, mediante la cual Su pueblo ordena la vida. Está claro que el salmista oraba por sanidad física y espiritual (véase el v. 107). Al buscar a Dios, juró andar en conformidad con Su Palabra y guardar Sus mandamientos, tal como requería el pacto de sanidad del Antiguo Testamento.

Para los creyentes del Nuevo Testamento satisfacer las condiciones para el pacto de sanidad significa vivir conforme a la Palabra de Dios. Si deseamos tener una fe fuerte para la sanidad divina, debemos atesorar la Palabra de Dios en nuestros corazones y andar de acuerdo a su dirección con la ayuda del Espíritu Santo.

Sanador, rapha’. Curar, sanar, reparar, enmendar, restaurar la salud. Su participio rophe’, «aquel que sana», es la palabra hebrea para doctor. El verbo rapha’ denota principalmente sanidad física. Algunos han tratado de explicar la enseñanza bíblica en cuanto a la sanidad divina, pero todos pueden ver que este versículo habla sobre enfermedades físicas y su cura divina. La primera mención de rapha’ en la Biblia (Gn. 20.17) se refiere incuestionablemente a la cura de una condición física, así como sucede con las referencias a la lepra y otras enfermedades de la piel (Lv. 13.18; 14.3). La Escritura afirma: «Yo soy Jehová tu sanador».


¿Quién oró a Dios por la sanidad de otro en Génesis 20.17?

¿Cuál fue el resultado de esa oración?

¿Para qué ora el escritor (David) en el Salmo 6? ¿Cuál fue el resultado?

¿Cómo responde Dios a la oración del salmista en el Salmo 30? (v. 3)


     Entre bastidores


El pacto de sanidad de Éxodo 15.26 se relaciona con hechos históricos donde Dios enseñó lecciones espirituales importantes. Después de cruzar el Mar Rojo en la huida de Egipto y de regocijarse por su liberación de Faraón, los hijos de Israel llegaron al desierto seco. Durante tres días viajaron sin encontrar agua. Finalmente llegaron a un oasis llamado Mara. Había agua allí, pero era tan amarga que no la podían tomar. El pueblo se empezó a quejar de Moisés y de Dios. Cuando Moisés el intercesor clamó, Dios le mostró un árbol cuyas ramas traían sanidad, pues al echarlas al agua, la endulzaba. Dios reveló el remedio que sanó la amargura.

Las aguas de Mara tipifican las experiencias amargas de la vida, de las cuales algunas son enfermedades. A veces la enfermedad puede ser una prueba que Dios usa para enseñarnos una lección de fe y paciencia. Cuando clamamos, Dios nos da las ramas de sanidad que transforman esa agua amarga en dulce.

El Señor no sólo sanó las aguas amargas, sino que los llevó a Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras para acampar. Dios guió a su pueblo del Mar Rojo a Mara para llegar a Elim. Dios ordena las cosas de tal manera que todo ayuda a bien. Si su Mara es una enfermedad, puede ser que Jehová-rapha le tenga preparado un Elim.

¿Cuál fue el pecado del pueblo cuando se quejó de Moisés? (Ro 14.23)

¿Qué debería haber hecho el pueblo en vez de murmurar?

¿Se le ocurre algún ejemplo contemporáneo de amargura o queja, y cómo puede ello limitar el fluir de la gracia sanadora de Dios?
 

Otro pacto de Dios, llamado el pacto de sanidad del Nuevo Testamento, se encuentra en Santiago 5.13–16. (Lea este pasaje.) El autor humano del libro de Santiago, donde encontramos el pacto de sanidad del Nuevo Testamento, era Santiago, el hermano del Señor Jesús. Luego del martirio de Jacobo el hermano de Juan, Santiago el hermano de Jesús se convirtió en el líder de la iglesia apostólica (Hch. 15; Mc. 6.3). Siendo hermano del Señor y apóstol principal, sin duda entendió el plan del Señor para el pueblo cristiano. No es razonable pensar que Santiago, escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo, hubiera prescrito oraciones de los «ancianos» como remedio para los enfermos y afligidos en la iglesia, si la sanidad divina era algo que estaba a punto de que la abandonara junto a todo lo milagroso, como lo afirman algunos maestros.

Santiago no dice que la oración de los ancianos es el único remedio a la enfermedad. Por cierto, cualquier sanidad verdadera proviene directa o indirectamente de Dios. Ninguna medicina curaría la enfermedad si Dios no hubiera creado al hombre con mecanismos internos de sanidad. Lo que Santiago dice es que la oración debe ser el primer recurso del cristiano cuando está enfermo. Los descubrimientos y la aplicación de las sustancias terapéuticas naturales, como los antibióticos, estaban sin duda en la mente de Dios en la creación. A los creyentes no se les priva nunca de las habilidades quirúrgicas precisas. Sin embargo, para los creyentes, orar por la potencia sanadora de Dios a través del bendito Espíritu Santo es el primer paso hacia la plenitud. No existe ningún médico escrupuloso que no agradecería la oración de sanidad que acompaña a sus medicinas y procedimientos.

¿Qué beneficio hay para el cristiano que recibe sanidad como resultado directo de la oración?

¿Cuál es el beneficio para la iglesia local cuando miembros enfermos se sanan como respuesta a la oración de fe de los ancianos?

¿Existe una bendición especial para la iglesia cuando un miembro tiene una recuperación notable de una enfermedad o cirugía cuando la oración unida precedió el procedimiento quirúrgico o médico?
 
Veamos varios aspectos del pacto de sanidad que enuncia Santiago.

1. Cuando viene la enfermedad, debe orar. « ¿Está alguno de vosotros afligido? Haga oración». Pablo escribió a los Tesalonicenses: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Ts. 5.16–18). Si hemos desarrollado el hábito de la oración regular y sistemática, será esta una reacción natural a todo lo que pasa. 

Alguno quizás le pregunte: «¿Qué pasa si de pronto se encuentra ante una situación de emergencia? ¿No debería llamar primero al hospital?» Tal vez, pero uno puede orar camino al teléfono. Jesús nos dice que no nos oye por mucho hablar; si otro hace el llamado, usted debería orar por todo el camino hasta la sala de emergencia.

2. Luego, Santiago se dirige a los que no están enfermos: «¿Está alguno alegre? Cante alabanzas». ¿Cómo debemos entender esta amonestación que se inserta en medio de enseñanza sobre la sanidad de los enfermos? Al menos existen dos interpretaciones a esta palabra.

Primero, si la gente fuera alegre de espíritu, con un salmo en el corazón, es cierto que tendrían mucha mejor salud y se enfermarían mucho menos. Los consejeros concuerdan en que un enfoque positivo ayuda a la buena salud y que una mentalidad negativa, de donde proviene el temor, la preocupación, la ira, la sospecha y la contienda, provoca muchas enfermedades.

También podemos decir que cuando los miembros saludables cantan himnos de gozo asisten al fortalecimiento de la fe de los débiles, aportándoles un enfoque positivo. Los enfermos son propensos al desánimo. La canción de alabanza gozosa puede elevar el espíritu. Existe algo especial en el concepto de la sicología colectiva. Sin embargo, los cantores alegres quizás sean aquellos que Dios ya les sanó las aflicciones. Sus cánticos de gozo pueden ayudar a los enfermos a creer más firmemente en el poder sanador del Espíritu Santo.

Describa una experiencia donde sintió que su fe aumentó al estar en medio de un grupo de personas alegres y que cantaban.

¿Puede recordar haber estado alguna vez en un estado de depresión debido a que lo rodeaban personas sin gozo?

3. Llame a los ancianos de la iglesia. Algunos enfermos parece que creen que el versículo les indica que deben «desear a los ancianos de la iglesia». No le cuentan a nadie su situación; y cuando nadie los llama o los visita, se sienten despreciados y a veces critican al pastor y a la iglesia por ignorarlos. El pacto de Santiago 5 pone la responsabilidad de llamar a los ancianos en manos de los enfermos, o alguien debe hacerlo por ellos. Por otro lado, no dice que el enfermo debe andar buscando a los ancianos. En griego la palabra «llamar» significa «convocar» [a los ancianos]. 

Los ancianos que Santiago tenía en mente visitaban los hogares. Sin embargo, si el enfermo puede asistir a la reunión de la iglesia, se entiende que debería pedir oración durante el transcurso o al final de la reunión. Se entiende que cada iglesia debería tener personas dispuestas para la visitación que poseen un don del Espíritu o que tienen una fe en la que los enfermos depositan su confianza para la oración de sanidad. La equivalencia moderna para «ancianos» podría ser «pastores», «asistentes de pastor», «líderes laicos», «diáconos», «comité de visitación», etc. como quiera que se les llame, estos deberían ser capaces de ejercer la oración de fe.

Anciano, presbíteros. «Un hombre mayor, anciano, uno de edad más avanzada, o con experiencia para dirigir». Anciano se le llamaba al líder de la sinagoga judía. La iglesia utilizó el mismo nombre (Lc. 7.3). Pedro se autodenominó anciano (1 P 5.1). Pablo convocó a los ancianos de la iglesia en Éfeso para darles una instrucción final (Hch. 20.17) y en el versículo 28 se refirió a ellos como sobreveedores, que era la función de los ancianos que pastoreaban la grey. En Tito 1.5–7, Pablo exhorta a Tito a nombrar ancianos en cada iglesia en Creta; luego en el versículo 7, los llama obispos, o aquellos que debían ser sobreveedores de la iglesia. Un anciano, entonces, era uno que tenía el cargo de sobreveedor/obispo sobre los asuntos de la iglesia. Pablo, en 1 Timoteo 5.17, le exige a Timoteo dar honor a los ancianos, en especial a los que ministraban la Palabra. Al parecer había ancianos que enseñaban y otros que gobernaban. Por lo general había varios ancianos en las iglesias normales y muchos en las grandes. Como la iglesia en los tiempos bíblicos, bajo el Imperio Romano, no podía construir templos, generalmente se reunían en las casas de los miembros (Ro 16.5) con un anciano presidiendo cada grupo en los hogares; cuando todo el cuerpo de Cristo se reunía, había muchos ancianos.

La relación entre los dones espirituales y el ministerio de sanidad del «anciano» merece consideración. El libro de Santiago, en donde encontramos el pacto de sanidad del Nuevo Testamento, no menciona los dones espirituales declarados en 1 Corintios 12. Al menos tres de los dones espirituales que se mencionan en 1 Corintios 12 tienen que ver con la sanidad divina. El primero se llama «dones de sanidades». Debido a que dones y sanidades están en plural sugiere que son para toda la iglesia y no para un individuo en especial. La pluralidad del término «dones» podría indicar que cada caso de sanidad es un don que Dios otorga a través de una iglesia espiritual. La Biblia no menciona un «don para sanar» y prácticamente nadie dice tener para sí tal don.

Otro carisma es el don de la «fe». Ya que toda fe proviene de Dios, este don se denomina «el don de fe especial». Al parecer lo vemos en acción en Hechos 3.2–9 y en Hechos 14.8–15 donde Pedro y Pablo oraron y liberaron a cojos de nacimiento. En ambos casos, los apóstoles mandaron a los hombres a levantarse y andar.

Pablo en 1 Corintios 12.1 define el don de «hacer milagros». Aquí vemos otra vez la forma plural, lo cual sugiere que este don pertenecía a la iglesia más que al individuo. Algunos sienten que este don no se relacionaba tanto con las sanidades como con otros tipos de milagros, como la resurrección de Dorcas de entre los muertos (Hch. 9.39–42).

A veces el don de la «palabra de ciencia» se dice que describe la capacidad para revelar cuando ciertas personas sufren algún tipo de enfermedad; no existen ejemplos bíblicos claros acerca de esta operación y muchos estudiosos creen que el propósito de este don es para el ministerio del maestro.

Repase rápidamente el libro de Hechos. ¿Cuántos milagros de sanidad puede encontrar en ese libro? ¿Puede señalar alguna sanidad en Hechos que nos sirva de ejemplo de cuándo hay que llamar a los ancianos de la iglesia? (¿Quizás Hechos 9.36–43 sea tal caso?)
 
4. La tradición de la iglesia católica ha denominado el sacramento de la «extrema unción» al pasaje que encontramos en Santiago 5.13–15, poniéndolo como fundamento de la unción del que se encuentra a punto de morir. Los pentecostales y carismáticos pueden ver en este pasaje una justificación para un sacramento de la sanidad divina, aunque la muerte estaba lejos de la mente de Santiago, pues él dice que al enfermo «el Señor lo levantará».


¿Puede encontrar en Santiago 5.13–18 tres resultados claramente positivos de la oración?

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5. ¿Cuál es el significado y el propósito de ungir con aceite? Hay algunos maestros de la Biblia que creen que el aceite es medicina y defienden la postura de que en los tiempos bíblicos se utilizaba como remedio médico. El hecho de que la palabra se utilizó en una unción simbólica se ve con claridad en Marcos 6.12, 13. Como quiera que hayan utilizado el aceite de oliva en esos tiempos, Santiago dice que «la oración de fe salvará al enfermo», no el aceite de oliva. Además, si creemos que las Escrituras son inspiradas por el Espíritu Santo, no podemos creer que el Señor recomendaría un masaje con aceite para remediar cualquier tipo de enfermedad.

El aceite se utilizaba como símbolo de la obra del Espíritu Santo. Su aplicación declaraba que la sanidad era el resultado de la obra del Espíritu de Dios, no del poder y santidad de los ancianos que oraban (Hch. 3.11–16). Santiago, hablando bajo la inspiración del Espíritu Santo, declaró sobre los resultados de la oración y la unción: «el Señor lo levantará». Jesús untó lodo en los ojos de un ciego y le mandó a que se lavara en el estanque de Siloé; el ciego obedeció y recibió la vista (Jn 9.6–12). Nadie va a suponer que el lodo era un remedio médico para la ceguera. Era como el aceite utilizado en Santiago 5, un símbolo y un acto de obediencia. No decimos que ande mal el cristiano que utiliza medicinas aprobadas, pero en el caso del pacto de sanidad, no se pretendió darle una característica medicinal al aceite.
 

Sondeo a profundidad


«Y el Señor lo levantará» aclara la verdadera fuente de la restauración. Santiago, por lo tanto, descarta la idea de que el aceite posee alguna cualidad mágica. «El Señor» se entiende que denota al Señor Jesucristo, aquel en cuyo nombre se ungía. El Señor está por encima de la vida de su pueblo, Él sana de acuerdo a su voluntad. «Lo levantará» repite «salvará al enfermo», utilizado con anterioridad en el versículo, lo cual significa que la persona se levantará de la cama.

¿Puede sugerir las razones que puede tener el Espíritu Santo para ungir con aceite y orar por los enfermos?

6. En el pasaje de Santiago 5 se mencionan varias vías de sanidad divina.
a) El enfermo puede orar por sí mismo (v. 13). Muchas sanidades son el resultado de la oración de los enfermos por sí mismos. Puede darse el caso de que uno esté en un lugar donde no haya ancianos disponibles u otras personas que ayuden en la oración.

b) En el versículo 16 se manda a los creyentes a orar unos por otros para ser sanados. Esto se denomina oración intercesora y es una expresión elevada de súplica. Muchas personas han testificado la sanidad como resultado de olvidarse de uno mismo y comenzar a interceder por otro.

Jesús enseñó: «Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos» (Mt 18.19).

c) El versículo 16 también sugiere que uno busque a alguien como Elías, que se conoce por su gran fe, y agrega: «La oración eficaz del justo puede mucho». Todos los creyentes son justos en la justicia de Cristo; los que creen son justificados; sin embargo, algunas personas dedican mucho tiempo a la oración, a la Palabra de Dios y a caminar bajo la dirección del Espíritu Santo. Elías tenía sus debilidades, pero era un hombre de fe que caminó con Dios. En cada iglesia quizás haya varias personas, aparte de los pastores (ancianos), que humildemente caminan con Dios y oran con eficacia.

¿Quiénes conoce en su iglesia a los cuales puede acudir para la oración eficaz?

¿Alguna vez ha llamado a los ancianos o alguien en quien confíe para orar por usted en tiempo de enfermedad o sufrimiento? Revise lo que sucedió.
 
7. En Santiago 5.16, el autor sugiere que los creyentes se confiesen las faltas unos a otros como un método de sanidad corporal. Esto no siempre es fácil, pues uno no siempre puede encontrar alguien con la madurez necesaria para ser un oidor confiable de la confesión. A lo mejor Santiago tenía en mente las confesiones de las ofensas. Si ofendimos a alguien o si otro nos ha ofendido, es posible que la oración de sanidad, o de alguna otra necesidad, sea un esfuerzo vano hasta que perdonemos y nos perdonen. Si no encontramos a quien confesar el pecado o la transgresión, es bueno que lo hagamos al Señor. Puede ser que la única barrera a la sanidad plena sea la falta de confesión del pecado de envidia, celos, odio o menosprecio.

¿Alguna vez confesó una ofensa a otro, o recibió la confesión de otra persona? ¿Qué pasó?

¿Tiene un área en su vida que necesita disciplina en la actualidad?

Fe viva


La sanidad divina es sin duda una de las bendiciones que el Señor le ha dado a su pueblo. Aprendimos que uno de los nombres del Señor es Jehová-rapha, «Jehová nuestro sanador». Vimos que lo que el Señor revela acerca de su naturaleza, siempre será así para su pueblo. Cuando Jesús el redentor vino en el cumplimiento del tiempo, pasó una buena parte de su ministerio terrenal sanando a los enfermos, no sólo para demostrar su deidad, sino movido por la compasión, al ver al pueblo como ovejas que no tienen pastor.

Jesús envió a sus seguidores, mandándolos a sanar enfermos (Mt 10.8). En la Gran Comisión prometió a sus discípulos que les acompañarían señales a sus predicaciones y enseñanzas: Impondrían las manos en los enfermos y estos se sanarían. Santiago, el hermano de Jesús y el líder de la iglesia apostólica, escribió inspirado por el Espíritu Santo: «¿Esta alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados» (Stg. 5.14–15).

Debido a que los creyentes cristianos cuentan con esta provisión, tenemos el privilegio de recibir la sanidad divina en respuesta a la oración. Tenemos la prerrogativa divinamente ordenada de procurar la sanidad a través del canal de la oración: de otro creyente o de los ancianos de la iglesia. Si nos falta fe, podemos pedirla. Esto no significa que seamos débiles si acudimos a la medicina o a los procedimientos quirúrgicos. Sin embargo, no hay bendición más grande que experimentar el poder de Dios sanando nuestro cuerpo físico. Aunque acudamos a las medicinas, todavía podemos orar pidiéndole a Dios que dé poder a la medicina o al que la práctica. Tal vez le sorprenda saber lo que Dios puede hacer y lo que tiene la disposición de hacer a través de nosotros si ponemos la confianza total en su grande y amoroso poder. «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración».

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