Dios estableció para
Israel, su pueblo escogido, tiempos especiales de fiestas, en la que los
israelitas debían regocijarse. Tanto por su origen como por su propósito y la
manera en que debían celebrarse, eran llamadas “santas comuniones” y eran también
“las fiestas de Yahweh”. Todos, inclusive los extranjeros que habitaban con el
pueblo, se alegraban y reconocían con gratitud las provisiones beneficiosas de
Yahweh Dios sobre ellos. En la etimología del término hebreo que se traduce por
fiesta se encierra el pensamiento de “cumplir con una cita”. Dios hizo citas
con su pueblo del pacto para encontrarse con ellos en ciertos tiempos. Les dio instrucciones
precisas de cuando comparecer delante de Él, y de cómo observar las fiestas (Lv
23; Dt 16:1-17).