Hoy en día, muchos exhiben sus propias credenciales de “apóstol”, como si de un oficio, de un cargo, o de un título se tratara. Se llaman a sí mismos: “apóstol fulano de tal”; se presentan a los demás de esa manera, lo llevan impreso en sus tarjetas de visita, y hasta en sus rostros. Lo mismo ocurre, con mayor o menor incidencia, con los llamados profetas y profetisas.