En el AT, Moisés permitió el divorcio por “la dureza de vuestro
corazón” según dijo Jesucristo a los Judíos (Mt. 19:7,8). No quiere decir que Moisés
haya inventado el divorcio, sino que hizo leyes para reglamentar una práctica
que ya existía desenfrenadamente. Fue un paso que protegió el matrimonio más
que antes, aunque hoy nos parece demasiado liberal en las leyes mosaicas. El
pasaje clásico es Dt. 24:1-4 que dice que si al hombre no le gusta su esposa
“por haber hallado en ella alguna cosa indecente” puede darle carta de
Divorcio. Y despedirla. Se da por sentado que el divorcio, termina el
matrimonio, y que los divorciados pueden casarse de nuevo como si fuesen
solteros. El nuevo matrimonio no constituye adulterio por cuanto el antiguo ya
ha dejado de existir. La mujer repudiada “podrá ir y casarse con otro hombre”
(Dt. 24:2).
Jesús dijo, “lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mr. 10:9)
dando a entender que es pecado disolver el matrimonio, aunque la Biblia enseña
que no es del todo imposible disolverlo. La enseñanza de Cristo es mucho más
estricta en cuanto a los motivos, pues solo reconoce el divorcio por causa de
infidelidad sexual (Mt. 19:9). (Aquí la palabra “fornicación” debe entenderse como pecado sexual en general, y no en
su significado más limitado de relaciones entre solteros). En cambio, cuando el
divorcio es por cualquier otro motivo, el divorciado no debe casarse de nuevo,
porque ante los ojos de Dios sigue siendo casado. Solamente por causa de
adulterio, el divorciado tiene libertad de volverse a casar (Mt. 19:9)
Sin embargo, el divorcio nunca es obligatorio. Si ha habido arrepentimiento,
se debe perdonar al transgresor. Se destaca por su capacidad de perdonar al
profeta Oseas, cuya paciencia en el matrimonio simboliza el amor perdonador de
Dios.
Hay variedad de criterios sobre el llamado “privilegio paulino” como
base del divorcio 1Co. 7:10-16 trata del problema de un creyente casado con una
incrédula y viceversa. Si el incrédulo abandona la casa, el creyente “no está
sujeto a servidumbre” (1Co. 7:15). Varios comentaristas piensan que este
abandono es motivo justo para un divorcio, y que la persona abandonada esta
libre para divorciarse y casarse nuevamente.
Cualesquiera que sean las circunstancias, el divorcio es un asunto
grabe. Pero la biblia no indica que sea pecado imperdonable.
El corazón de Dios.
Se adornaba de sus zarcillos y de
sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jehová (Oseas.
2:13)
Oseas comienza con una historia de amor, una historia de amor dolorosa
y personal, la del profeta mismo. Oseas se había casado con una mujer cuya
conducta era la de una prostituta. Sin embargo, cuanto más ella lo traicionaba,
tanto más la amaba Oseas. Él le había brindado todo lo que merecía una buena
esposa: su amor, su hogar, su nombre, su reputación. Y ella le pago viviendo
con otros hombres. El la previno, le suplico, la castigo. Ella lo humillo hasta
las lágrimas, pero él se aferró a ella.
¿Por qué comenzó Oseas con su vida personal? Porque Dios le había
pedido que la relacionara con otra historia de amor, más trágica aun: la del
amor sufrido de Dios por su pueblo. Dios podría haberse limitado a declarar:
“Israel es para mí como una esposa-como una esposa adultera”. Pero en vez de
hacerlo, utilizo a Oseas para representar dramáticamente tal traición en la
vida real, y para mostrar con colores vividos la ira de Dios, sus celos y sobre
todo su amor por su pueblo.
Fin amargo.
Virtualmente cada capítulo de Oseas habla de la “prostitución” o del
“adulterio” del pueblo de Dios (1:2;
2:2,4; 3:1; 4:2,10-15,18; 5:3,4;8:9; 9:1). Pero detrás de las palabras
duras hay una revelación notablemente tierna: Dios no quiere ser solamente el
“amo” de su pueblo. Quiere ser un esposo, dándose a sí mismo en un amor íntimo.
Oseas público y dramatizo estos mensajes en el norte de la nación
divina de Dios, Israel, o “Efraín”, como la llamo Oseas. El reinado del Rey
Joroboam II había sido un periodo de prosperidad; tanto así el profeta Amos
critico violentamente a los ricos por sus injusticias avariciosas contra los
pobres. Pero poco después de la muerte de Joroboam el tejido de la nación
comenzó a desmadejarse. En un periodo de poco más de 20 años seis reyes
ascendieron al trono, cuatro de ellos mediante el asesinato del rey anterior.
Es posible que Oseas haya vivido hasta poder ver a los ejércitos masivos de
Asiria tomar por asalto la capital y deportar a todos los ciudadanos israelitas
a otras tierras. La “esposa” de Dios fue arrastrada y perdida, tal como él lo
había advertido.
Dios el esposo.
En aquella época, en que la mayoría de la gente debe haber estado
preocupada por la política y los temas militares, Oseas concreto su mensaje en
la adoración de ídolos, llamándola “adulterio”. El vio en dicha adoración la
raíz de los problemas de Israel.
Israel tendía a mezclar las religiones libremente, a pesar que la
religión de cada uno tenía algo de verdad, y cuanto más religión uno tenía
tanto mejor uno andaría. Muchos fueron los profetas que atacaron el culto a los
ídolos. Oseas demuestra que la preocupación de Dios acerca de la idolatría no
es un asunto de capricho religioso. Es algo terriblemente personal. Dios, el
esposo, no compartirá a su esposa con nadie. La ira y los celos de Dios,
expresada con tanta insistencia en el Antiguo Testamento, reflejan su amor
potente. El pecado no solo viola la ley de Dios, atormenta también a su
corazón. El castiga para obtener la atención de su amada. No obstante, aun
cuando ella le da la espalda, el permanece fiel. Esta dispuesto a sufrir,
esperando a que ella cambie algún día. Oseas demuestra que lo que Dios quiere,
no es castigar, sino amar.
Oseas es uno de los libros más emotivos de la Biblia, una efusión de
amor sufriente del corazón de Dios. Esto se manifiesta en la redacción misma,
que salta impulsivamente de un pensamiento a otro. Lea en voz alta, con
intención dramática, uno de los capítulos, y usted captara este sentir. Usted
casi se sentirá como si fuera testigo de una pelea entre esposos. Este libro se
divide en dos partes. En los primeros tres capítulos, el profeta Oseas describe
brevemente su casamiento con una mujer adúltera y establece la relación entre
este este hecho y la infidelidad de Israel para con Dios. A partir del capítulo
4 ya no se vuelve a mencionar este comienzo dramático y personal. Pero ha
servido para crear un ambiente emocional. El amor profundo de Dios, su
decepción y enojo y su determinación de perseverar con su esposa infiel-todos
estos sentimientos fluyen en una serie de discursos vividos.
Usted puede obtener una perspectiva histórica de los tiempos de Oseas
leyendo 2. Reyes 14:23 hasta 17:41. Tenga en cuenta que algunas secciones de
este pasaje describen a Judá, el país del sur, mientras que el resto se refería
a Israel cuyo proceso de deterioro vio Oseas. Este tramo histórico aparece
sumido en “El linaje de los reyes”,
pagina 358. El profeta Amos se dirigió del norte más o menos al mismo
tiempo que Oseas, pero desde un enfoque notablemente diferente. Amos se concentró
en la ley en la justicia social, exhibiendo una preocupación especial por los
pobres, en tanto que Oseas hizo blanco en la relación quebrantada con Dios que
lo llevo a tal justicia. Juntos, ambos profetas brindan una visión tridimensional
de los problemas de Israel.
Oseas es muy emotivo y por eso no se detiene a explicar una cantidad
razonable de referencias e imágenes bíblicas. Un diccionario bíblico le ayudará
a entender los nombres y lugares que usted desconoce.
Hay varios demonios que están haciendo estragos hoy en día para
destruir las familias, también podemos agregar a esto nuestra propia combinación
de conflictos personales y sin obviar nuestros malos deseos, intrigas, rabias,
etc. Ellos planifican donde como y
cuando atacaran reunidos unidos juntos como un ejército que planea el ataque
sin dejar cabos sueltos con todas sus artimañas muy bien pensado su plan para
no fallar en lograr su fin el cual es destruirte. está en la biblia, la palabra
sagrada de Dios el Ser supremo que no es mentiroso, estos seres se encargan de
destruir todo lo que Nuestro Dios hermoso ha creado, ellos guiados por satanás
padre de mentira harán lo imposible para destruir a las familias porque allí
está la bendición de Dios para cada uno de nosotros examinen este versículo
bíblico.
1 Corintios 7:1 al 39.
1 En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno
le sería al hombre no tocar mujer; 2 pero a causa de las fornicaciones,
cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. 3 El
marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el
marido. 4 La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el
marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la
mujer. 5 No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo
consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a
juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra
incontinencia.
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Un acto de pecado no te cuesta tu
salvación.
Hay quien dice que si pecas tras
haber aceptado a Jesús debes ser salvado otra vez. Pero esto no es lo que la
Biblia enseña.
¿Puedes concebir que alguien adopte un niño y después lo lance a la
calle porque comete una falla cuando está aprendiendo a caminar? Cuando somos
salvos, nos adoptan como miembros de la familia de Dios. Debemos pues llenarnos de amor, por un lado, y de santo
temor, por el otro, vivir vidas que le agraden. Pero la idea de que un acto
pecaminoso pueda hacer que alguien sea expulsado de la familia de Dios no está
en la Biblia (1 Jn 1.7, 9). Sin
embargo, los pecados y rebeliones te arrebatarán el gozo de la salvación.
Cuando David pecó no se sintió gozoso, porque se había rebelado contra Dios
(Sal 51.12). Sus palabras de entonces fueron: «Y no quites de mí tu santo
Espíritu» (Sal 51.11). Aun cuando
había cometido adulterio y era
responsable de la muerte de un inocente, esta frase nos revela que todavía
poseía el Espíritu Santo. Aunque fue castigado por su pecado, Dios lo perdonó y
amó cuando se arrepintió delante del Señor.
Si uno persevera en el pecado, puede perderse la seguridad de la
salvación, pero ello no equivale a una perdida efectiva de ella. Cuando la
Escritura dice: «Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el
pecado», el sentido de la frase en griego no es que el cristiano nunca comete pecado,
sino que no persevera en él, rehusando confesarlo y arrepentirse. Una persona
nacida del Espíritu de Dios será conducida al arrepentimiento cada vez que
peque.
Aún más, leemos en Hebreos 10.29
que si alguien menosprecia la sangre de Cristo y renuncia a la salvación que ha
recibido, entonces esa persona puede haberla perdido del todo. Pero el mismo
libro dice; «Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas
mejores» (Heb 6.9). Es muy difícil
creer que alguien que ha nacido de nuevo se aparte tanto de Dios. Pero podemos
preguntarnos: si somos nuevas criaturas en Cristo, ¿por qué conservamos la
capacidad de pecar después del nuevo nacimiento? La respuesta es que la
perfección cristiana espera por nosotros en el cielo (1 Co 15.54). Así pues, quedamos unidos a Jesús en la salvación,
pero somos transformados a su imagen y semejanza progresivamente (2 Co 3.18). Nuestras vidas se
transforman paulatinamente, pero en ningún momento antes de la muerte el
creyente alcanza la perfección (1 Jn 1.8).
¿Cuál es el pecado imperdonable? (Mt 12.31)
El concepto de un pecado imperdonable ha sido fuente de dificultad para
muchos, debido a que parece contradecir las enseñanzas bíblicas acerca de la
gracia. Sabemos que la gracia de Dios perdona todo pecado, pero el Señor
mencionó un pecado que no puede ser perdonado. Los líderes religiosos fueron a
escuchar al Señor, pero se opusieron virtualmente a todo lo que éste decía.
Cuando expulsaba demonios alegaban que lo hacía utilizando medios satánicos (Mt
12.24).
Estaban tan ciegos espiritualmente, que atribuían a Satanás la obra del
Espíritu Santo. Aún más, rechazaban la acción del Espíritu Santo en sus propias
vidas. En esencia, el Espíritu Santo estaba dando testimonio de que Jesús era
el Hijo de Dios, que era Dios, mientras ellos repetían «no es Dios», «es agente
de Satanás». Fue entonces cuando Jesús dijo: «Todo pecado y blasfemia será
perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será
perdonada» (Mt 12.31).
Obviamente, el pecado imperdonable no consiste en decir algo
desagradable sobre el Espíritu Santo. Los líderes religiosos de que se habla
rechazaron completamente la revelación de Dios. Habían ido tan lejos en su
impiedad, que rechazaron no sólo a Jesús, sino también al Espíritu Santo.
Confundían el bien con el mal y el mal con el bien. ¡Llamaron Satanás al
Espíritu de Dios!
Al rechazar a Jesús, la única fuente de perdón, nada se podía hacer por
ellos. Una persona que rechaza a Jesucristo no puede recibir perdón, y esto es
lo que ellos habían hecho.
Si quieres obedecer a Dios, pero estás preocupado con haber cometido el
pecado imperdonable, de hecho no lo has cometido. Si alguien lo ha cometido
hoy, debe ser uno con el corazón endurecido, que se ha vuelto contra Jesús, lo
ha vilipendiado, y ha llegado a convertirse en un ser tan depravado que llama
Satanás al Espíritu de Dios.
¿Qué dice la Biblia acerca de la
homosexualidad? (Ro 1.27)
La Biblia dice que es abominación que un hombre se acueste con otro
hombre como si fuera una mujer, o que una mujer haga lo mismo con otra como si
fuera un hombre (Lv 18.22; 20.13). La Biblia dice que a causa de abominaciones
como la homosexualidad, la tierra vomitará a sus moradores (Lv 18.25). El
apóstol Pablo la llamó «inmundicia», consecuencia de haber sido entregados por
Dios a «pasiones vergonzosas» (Ro 1.24–27). En el Antiguo Testamento, los
responsables de estas prácticas eran expulsados de la congregación de Israel y
ejecutados. En el Nuevo Testamento se nos dice que quienes practican la
homosexualidad no entrarán al Reino de Dios (1 Co 6.9, 10). El apóstol Pablo se
refiere a ella como la última expresión de la rebelión contra Dios. Cuando las
personas cambian la verdad de Dios por una mentira, y comienzan a adorar a la
criatura en lugar de al Creador, son entregados al mal. Cuando todos los
valores se invierten, y aparece la anarquía moral, los hombres se encienden «en
su lascivia unos con otros», al igual que las mujeres unas con las otras, pero
en sus propios cuerpos recibirán el castigo de sus acciones (Ro 1.22–27). Desde
un punto de vista bíblico, el ascenso de la homosexualidad constituye una señal
de que la sociedad se encuentra en las últimas etapas de su decadencia.
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