No es ningún pecado sentirse atraído por el otro sexo.
Pero la atracción inocente puede rápidamente transformarse en enamoramiento que
lleva a la obsesión mental. David vio que Betsabé era hermosa, pero no buscó a
Dios para tratar de escapar. Pasó por encima de un límite moral cuando envió a
alguien a preguntar por ella (ver 2Samuel. 11:2-3). La debilidad de David
podría haber contribuido a la obsesión de Amnón por Tamar: "Absalón hijo de David tenía una hermana
hermosa que se llamaba Tamar. Y aconteció después de esto que Amnón hijo de
David se enamoró de ella. (2 Samuel: 13:1)". Salomón advirtió en Proverbios.
(Proverbios: 6:25-26). "25No codicies su belleza en tu corazón, ni te atrape ella con
sus ojos, ni te cautive con sus parpados, 26porque el aspecto de una prostituta
es como el de una torta de pan. La mujer caza la preciosa alma del varón".
La fantasía sexual en la mente de Amnón, la había saboreado tantas veces, que
estaba físicamente enfermo.
No es pecado ser tentado, y cuando somos tentados Dios
provee una manera de escapar (ver 1Corintios. 10:13). Pero perdemos esa
oportunidad cuando continuamos albergando pensamientos lujuriosos en nuestra
mente. Santiago dice: "14sino que
cada cual este atado por su propio deseo, y es seducido al desear
ardientemente; 15y cuando la pasión a concebido, da a luz el pecado, y una vez
que el pecado ha sido CONSUMADO, da a luz la MUERTE”. (Santiago. 1:14-15).
Amnón probablemente ya hacía un tiempo que tenía una relación sexual con Tamar
en su propia mente. Sus pensamientos obsesivos clamaban por expresarse. Por lo
tanto Amnón y su amigo Jonadab hicieron un plan para llevar a Tamar a la cama
de Amnón (ver 2Samuel. 13:3-5).
Una vez que el plan para cumplir con las demandas de
la lujuria se ponen en movimiento, rara vez puede detenerse. Amnón había
perdido el control, y donde no hay dominio propio, toda razón se ha ido. La obsesión
sexual de Amnón lo había reducido a una rebanada de pan; estaba imposibilitado
para detener el tren de alta velocidad de sus deseos. Tamar trato de razonar
con Amnón, pero él era "uno de los perversos de Israel" (v 13). Amnón
la violó sin pensar en el daño que les traería a ambos. "Luego la
aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció
fue mayor que el amor con el que la había amado" (v. 15).
Las personas esclavas odian el pecado que los
controla. Luego de consumir todo, los alcohólicos tiran la botella contra la
pared con disgusto, tan solo para comprar otra, cuando vuelven los deseos. La
lujuria no puede ser satisfecha. Cuanto más la alimenta, más crece. Cuando
apenas empieza, uno puede sentirse estimulado sexualmente por una mirada
sensual o un simple roce. La corriente de un pensamiento lujurioso o un
encuentro sexual llevan a una experiencia eufórica que no dura.
Un sentido de culpa y vergüenza es lo que sigue, pero
internamente hay un deseo de tener nuevamente esa experiencia de euforia. Cada
exposición que se repite lleva a una mayor degradación sexual para poder
alcanzar esa misma experiencia de euforia. El espiral descendente de culpa y
vergüenza lleva a una mayor esclavitud, enfermedad y muerte.
Entre el año 2004 la mitad de aquellos que están
alrededor de los 20 años tienen una enfermedad incurable de transmisión sexual.
Escriba la palabra "SEXO" para que se inicie la búsqueda, y
encontrará ciento ochenta millones de sitios. La mitad de las personas que se
quedan en los hoteles, miran canales pornográficos. Hay ocho cientos millones
de DVD o videos de películas para adultos, disponible para una población de trecientos
millones de personas.
Al joven simple de esta historia le faltaba
entendimiento (Proverbios. 7:7). No tenía la menor idea de que su integridad le
costaría la vida (vv. 22-23). La mujer que lo sedujo estaba vestida como una
prostituta, supuestamente religiosa (v. 14), y casada (v. 19). El hombre sabio
habría visto el peligro y discernido inmediatamente de que las intenciones de
ella no eran buenas. La persona simple no considera las consecuencias del
pecado. El necio busca únicamente la gratificación inmediata. En el comienzo
del siglo XXI el síndrome inmunológico deficitario adquirido –sida- es la
enfermedad más incurable del mundo, pero fácilmente es la que más puede
prevenirse. Todo lo que tiene que hacer es abstenerse. Aun así millones mueren
cada año por el sida.
Tirar su vida, su carrera, su matrimonio y su
reputación por unos pocos minutos de placer sexual, es totalmente irracional.
Jesús nos dice:
Jesús y el adulterio
“27Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.
28Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón. 29Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión
de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30Y si tu mano
derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”.
Mateo. 5:27-30.
Jesús ilustra gráficamente la seriedad del pecado
sexual, y deberíamos estar dispuestos a sacrificar lo que sea para evitar pagar
un costo mucho mayor por las inevitables consecuencias del adulterio, la
enfermedad y la muerte.
Ahora, todos sabemos que nuestros ojos y manos no son
los culpables cuando pecamos. Todos podríamos contarnos partes del cuerpo, y aun
así no hubiéramos resuelto el problema. Jesús explica en el versículo previo que
si hemos mirado codiciosamente a otro u otra, ya hemos cometido adulterio en
nuestros corazones. La mirada es la evidencia, no la causa. En el Sermón del Monte
Jesús enseña que la justicia genuina es un asunto del corazón, y no el
resultado de forma externa. “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que
la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”
(Mateo. 5:20). Prevenir el asesinato (Mateo.
5:21-26) y el adulterio (Mateo. 5:27-32), requiere una transformación de
nuestros corazones y la renovación de nuestras mentes.
La salvación no mejora nuestra vieja naturaleza. La salvación
nos hace una nueva creación en Cristo y participantes de la divina naturaleza (2Pedro.
1:4). “Pero
los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”
(Gálatas. 5:24). En Cristo tenemos el
potencial para no pecar, pero hay tres requerimientos. Primero, debemos elegir
creer la verdad y arrepentirnos de nuestros pecados. Segundo, abstenernos de
cometer pecados sexuales; tenemos que vivir por el Espíritu y no satisfacer los
deseos de nuestra naturaleza pecaminosa (Gálatas. 5:16). Tercero, debemos
renovar nuestras mentes y “llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo”
(2Corintios. 10:5).
El avivamiento que sucedió bajo el reinado de Ezequías
es un modelo de arrepentimiento para la iglesia, y un anticipo del evangelio. En
primer lugar, consagró a los sacerdotes y limpió el Templo (2Crónicas. 29:15-16).
Como creyentes del Nuevo Testamento, somos sacerdotes y nuestros cuerpos son
templos de Dios. Luego Ezequías mandó a hacer la ofrenda por el pecado. La ofrenda
por el pecado era solamente de sangre. El cadáver del animal sacrificado era
desechado fuera de las paredes de la ciudad. Jesús es una ofrenda por el
pecado. Luego de derramar su sangre, su cuerpo fue enterrado fuera de las paredes
de la ciudad.
Luego Ezequías ordeno la ofrenda quemada, que
sacrificaba el cuerpo entero del animal. Cuando Ezequías ordenó la ofrenda
quemada, la música comenzó en el templo (V. 27). En el Nuevo Testamento
nosotros somos la ofrenda quemada: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos. 12:1). No es
suficiente saber que nuestros pecados son perdonados. Debemos rendirnos a Dios
como sacrificio viviente, entonces comienza la música en nuestros templos a
medida que él nos llena con su Espíritu. Se cumplirá que estaremos “hablando entre
vosotros con salmos, con himnos y canticos espirituales, cantando y alabando al
Señor en vuestros corazones” (Efesios. 5:19).
Como creyente debemos considerarnos vivos en Cristo y
muertos al pecado: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de
modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Romanos. 6:12). Esa es
nuestra responsabilidad; y el siguiente versículo nos dice cómo, incluyendo una
instrucción negativa y dos positivas:
“13ni tampoco
presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino
presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros
miembros a Dios como instrumentos de justicia”.
(Romanos. 6:13)
.El avivamiento personal y la victoria vienen cuando limpiamos
nuestro templo a través de un genuino arrepentimiento, eligiendo consagrarnos
nosotros y nuestros cuerpos a Dios como instrumentos de justicia.
El pecado sexual involucra el uso de nuestros cuerpos
como instrumentos de injusticia. Cuando lo hacemos, permitimos que el pecado
reine en nuestro cuerpo mortal. Gracias a Dios nuestros pecados son perdonados
en Cristo, pero la música no comenzará en nuestro templo hasta que nos
arrepintamos completamente. La confesión es el primer paso en el
arrepentimiento, pero eso en sí mismo no resuelve la trampa del pecado. Necesitamos
renunciar a cada uso que damos a nuestros cuerpos como instrumentos de
injusticia, y luego someter nuestros cuerpos a Dios como sacrificio vivo.
El proceso está completo cuando nos hemos sometido
completamente a Dios y resistido al diablo (Santiago. 4:7). Si hemos tratado
con la trampa del pecado y rendimos nuestros cuerpos a Dios como sacrificio
vivo (Romanos. 12:1), entonces el proceso de ser transformados por la renovación
de nuestra mente, de acuerdo a Romanos. 12:2 es posible.
Algunos corintios creían que el cuerpo no era
importante, por ser transitorio. Por otro lado, pensaban que comer y ser
promiscuos no tenía incidencia en su vida espiritual. Pablo se opone y dice: “Pero el cuerpo
no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo”
(1Corintios. 6:13). Como creyentes, nuestros cuerpos son templo de Dios y
miembros de Cristo mismo. Hemos sido comprados por la sangre del cordero; por
lo tanto, nuestro cuerpo, alma y espíritu le pertenecen.
Cada cristiano está unido a Dios y un espíritu es con
Él. De esta manera se crea un poderoso sentido de conflicto interior para estar
espiritualmente unido a Dios y, al mismo tiempo, físicamente a una prostituta. De
acuerdo a Pablo, dos se vuelven una sola carne como resultado de una unión sexual
(1Corintios. 6:16).esto no significa que están casados, dado que el casamiento
es un compromiso mutuo hecho de acuerdo a las leyes del Estado. Para los
creyentes el matrimonio es también una unión espiritual al transformarse en uno
con Cristo. Transformarse en una carne en este pasaje, quiere decir un hombre y
una mujer que se han unido físicamente. También implica que algún tipo de
atadura inmoral se ha producido. Pablo explica que usar nuestros cuerpos como
instrumentos de injusticia, permite que el pecado reine en nuestros cuerpos
mortales (Romanos. 6:12-14).
Las trampas de los pecados sexuales se manifiestan de
una manera que es común observar. En primer lugar el sexo promiscuo antes del
matrimonio lleva a una carencia de plenitud sexual luego del casamiento. En segundo
lugar, un creyente que esta sexualmente unido con un no creyente, queda atado,
de tal manera que el cristiano no puede escapar sin un genuino arrepentimiento.
Tercero, cuando un creyente ha sido violado sexualmente antes del matrimonio contra
su voluntad (violación e incesto), esto afecta su capacidad de desempeñarse
libremente en el matrimonio. Las mujeres que han sido violadas sexualmente, han
quedado con la impresión de que el sexo es sucio, y no pueden soportar que las
toquen ni aun sus cónyuges. Alguien ha usado su cuerpo como instrumento de
injusticia y violado su templo.
Pero el efecto opuesto ocurre en aquellos que
voluntariamente han tenido sexo con miembros de la familia antes del matrimonio.
Estas personas no pueden tener satisfacción sexual, y continuamente buscan
plenitud sexual con múltiples parejas.
No existen garantías de que usted no puede ser violado
sexualmente durante su vida. Pero el evangelio le asegura que ninguno tiene que
permanecer como víctimas para siempre. Puede renunciar a ese mundo sexual de su
cuerpo con la otra persona. Pide a Dios que quiebre ese lazo y luego entregue
su cuerpo a Dios como sacrificio vivo. Y por el bien de su propia libertad y relación
con Dios, necesita perdonar a la persona que lo violó.
Las personas se engañan, si piensan que puedan pecar
sexualmente y no sufrir consecuencias eternas. El pecado secreto en la Tierra
es escándalo abierto en los cielos. Establecer el concepto “solo para adultos”
en los Estados Unidos, ha implicado que exista un estándar de moral diferente
para los adultos que para los hijos, lo cual no es cierto. Si algo esta
moralmente mal para los hijos, es moralmente incorrecto para los adultos.
“18Huid de la fornicación. Cualquier otro
pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra
su propio cuerpo peca”.
1
Corintios. 6:18.
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