Dios estableció para
Israel, su pueblo escogido, tiempos especiales de fiestas, en la que los
israelitas debían regocijarse. Tanto por su origen como por su propósito y la
manera en que debían celebrarse, eran llamadas “santas comuniones” y eran también
“las fiestas de Yahweh”. Todos, inclusive los extranjeros que habitaban con el
pueblo, se alegraban y reconocían con gratitud las provisiones beneficiosas de
Yahweh Dios sobre ellos. En la etimología del término hebreo que se traduce por
fiesta se encierra el pensamiento de “cumplir con una cita”. Dios hizo citas
con su pueblo del pacto para encontrarse con ellos en ciertos tiempos. Les dio instrucciones
precisas de cuando comparecer delante de Él, y de cómo observar las fiestas (Lv
23; Dt 16:1-17).
La relación de esta fiesta con el número 7 es evidente y
significativa. El día de reposo o séptimo día servía como una medida para todas
las otras celebraciones festivas (Lv 23:1-3; Nm 28:9-10; Is 58:13). Una fiesta
a cada séptimo día, cada séptimo mes, cada séptimo años, y al año que seguía el
lapso de cada 49 años, o sea siete veces siete.
Originalmente las fiestas anuales instituidas en Israel por
Moisés fueron cinco, aparte del séptimo día que era el día de reposo semanal. Son
estas: 1) La Pascua (Éx 12:1-14; Lv 23:4-5); 2) Los Panes sin Levadura (Éx 12:17-20;
Lv 26:6-8); 3) Pentecostés o de las Semanas (Éx 34:22; Lv 23:15; Nm 28:26; Dt
16:10); 4) El día de Expiación (30:10-30; Lv 16; Nm 29:7-11); 5) Tabernáculo o
Cabaña (Lv 23.34-42; Nm 29:12; Neh 8:18; Jn 7:2,37).
Después el exilio en Babilonia, los judíos establecieron
otras dos fiestas anuales, las cuales se celebran aun. Una es Purín, establecida en tiempos de la
reina Ester (Est 9:24-32), para conmemorar la liberación de los judíos, que
estaban condenados a morir según los planes del perverso Amón; la otra es Dedicación, que se estableció en la
época de los macabeos para celebrar la restauración del Templo y del Altar, que
habían sido profanados por Antíoco Epifanes (1Mac 4:52 “Libros apócrifos”).
Estas fiestas aludían a acontecimientos importantes en la
vida del pueblo, e inculcaban nobles sentimientos patrióticos, sociales y
religiosos. La Pascua, ejemplo, les recordaba la liberación de la esclavitud en
Egipto. Todos los varones, de 12 años arriba, estaban en la obligación de
asistir al templo de Jerusalén durante la celebración de las tres grandes
fiestas: La Pascua, Pentecostés, y Tabernáculos (Éx 23:14-17; Dt 16:16-17). Nuestro
Señor tuvo por costumbre asistir a esta fiesta.
Además de estas fiestas anuales había otras como la Fiesta
de las Trompetas (Nm 29:1), la de los Novilunios (Nm 10:10; 28:11) el año
Sabático (Éx 23:10-11; Lv 25:27), y el año de Jubileo (Lv 25:8-16; 27:16-25).
Los cristianos han de guardar las fiestas de la antigua dispensación
solo en sentido figurado (1Co 5:7-8; Heb 13:10-12). Aparte de la Cena del Señor,
que conmemoran su muerte, Jesús no estableció para su iglesia ninguna otra
fiesta. No obstante, los cristianos hemos aceptado el domingo, que es el día
del Señor (Ap 1:10) como nuestro día de descanso semanal y de culto a Dios,
conmemorando con ello la resurrección de nuestro Salvador.
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