A lo largo de la historia
antigua tanto los israelitas individualmente como la nación entera de Israel
sufrieron la servidumbre como castigo de Dios. Seis veces fueron subyugados por
pueblos extranjeros durante la época de los jueces.
El A.T. registra que tanto el reino del norte (Israel)
Como del sur (Judá) terminaron en cautiverio. El primero en manos de los
asirios y el segundo bajo los
babilonios.
I EL CAUTIVERIO DE
ISRAEL.
Mientras Israel en su apogeo político y económico (2R
14:23-29), Asiria inicia su conquista de occidente, Más tarde Dios usaría a
esta nación pagana para castigar la iniquidad y apostasía del reino de Israel,
de acuerdo con las profecías de Amós y Oseas.
El cautiverio empezó cuando Tiglat-pileser invadió a
Israel, siendo rey Peka, y llevo cautivos a muchos habitantes de la parte del
norte del reino (2R 15:29). La nación fue obligada a pagar tributo por varios
años, aunque el fin se reveló (2R 17:4) en un esfuerzo por recuperar su
independencia. Salmanasar, emperador de Asia, sitió a Samaria, la capital del
reino del norte (2R 17:18). Muchos israelitas (27.290 según inscripciones de
Sargón) fueron llevados a Asia y colocados en varias ciudades (2R 17:6; 18:11).
Al mismo tiempo, gente de las ciudades del Imperio Asirio fueron traídas para
poblar las ciudades de Israel (2R 17:24; Esd 4:10).
Aunque esto puso fin a la historia política del reino del
norte, la suerte de sus habitantes variaba. Sin duda mucho de los cautivos fue asimilado
por los pueblos de donde fueron llevados. Algunos de los que quedaron en Israel
se mezclaron con las gentes traídas del este, y de ellos surgió la raza
conocida más tarde como samaritanos. Además, hay indicios de que algunos de los
israelitas del norte inmigraron a Judá (especialmente levitas) o por lo menos
participaron en su religión, pues las reformas de Ezequías y Josías alcanzaron
a los que quedaron en el norte (2R 23:15-20; 2Cr 30:1-5,11,18; 35:18). También es
posible que algunos de los cautivos en Asia menor regresaran a Judá con los que
volvieron a Babilonia después del edicto de Ciro.
El último
cautiverio del pueblo hebreo aconteció en el año 71 d.C. cuando Tito destruyó
la ciudad de Jerusalén en una campaña iniciada por su padre, el emperador
Vespasiano. Según el historiador judío Josefo, un tanto propenso a exagerar,
perecieron más de un millón de almas en el sitio de Jerusalén. Miles de
cautivos fueron diseminados entre las provincias, engrosando la “diáspora” de
los judíos. Este grabado representa la medalla de Vespasiano en memoria de la
captura de Jerusalén.
II
EL CAUTIVERIO DE JUDA.
Los
profetas Amós y Oseas anunciaron que el cautiverio de Israel se debió a una rebelión
contra Dios, y los profetas Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías, Habacuc y
Ezequiel proclamaron que la misma suerte esperaba a Judá. Judá se aprovechó de
la caída de Asiria u gozó de un breve avivamiento nacional, pero después de la
muerte del rey Josías cayó bajo el dominio de Egipto. En la lucha por la
supremacía en el Medio Oriente, los babilonios enviaron sus ejércitos para
conquistar a Egipto. En camino hacia el sur conquistaron a casi toda Palestina
y sitiaron a Jerusalén donde reinaba Joacim, ya vasallos de Egipto. Joacim
murió durante el sitio, y tres meses más tarde (597 a.C.) su hijo Joaquin
entregó la ciudad a los babilonios. (2R24:12-17) describe como el joven rey, su
madre, los tesoros del palacio y del templo y 10.000 cautivos fueron llevados a
Babilonia. Entre ellos probablemente se encontraban Daniel, muchos de la
nobleza, y la mayoría de los artesanos de la capital; “no quedo nadie excepto
los pobres”, dice el relato.
Los babilonios pusieron a Sedequías,
otro hijo de Josías, en el trono de Judá y este reino once años. Los que habían
quedado ocuparon las casas y las posiciones de los primeros cautivos y la vida
nacional continuó. En 587, engañados por la promesa de ayuda de Egipto y
confiando en su propia capacidad para luchar, el rey se reveló contra Babilonia.
La venganza de Nabucodonosor fue inminente y terrible; después de un sitio
mucho más severo, la capital cayó aniquilada por el hombre. El templo, el palacio
y muchas cosas fueron quemados, los muros de la ciudad fueron derribados. Los escasos
tesoros y la poca gente influyente que quedaron fueron llevados a Babilonia 2R
25:8-21 y Jer 39:8-10; 40:7; 52:12-34 describe esta segunda deportación.
El general babilónico puso a
Gedalías, el administrador del palacio, como gobernador de Judá. Este gobernó
desde el pueblo de Mizpa puesto que Jerusalén estaba en ruinas. Unos meses más
tarde fue asesinado por un grupo de nacionalista y muchos judíos huyeron a
Egipto para evitar una suerte semejante; el profeta Jeremías fue obligado a
acompañarlos. Los babilonios llevaron un tercer grupo de cautivos como
represalia por la muerte del gobernador.
La situación de los cautivos en
babilonia variaba mucho según las circunstancias. Algunos sufrían y añoraban
sus casas y sus tierras (Sal 137:1-6; Is 14:3; 42:22; 47:6; 51:7,21-23). El rey
Joaquin fue sacado de la cárcel, pero vivía como un rey cautivo (2R 25:27-30). Muchos
judíos vivían en colonias cerca de la ciudad de Nipur (Ez 1:1; 3:15);
construyeron sus casas (Jer 29:5; Ez 8:1) se casaron (Jer 29:6; Ez 24:18) y
prosperaban en el comercio (Is 55:1.2; Zac 6:9-11). Ciertos documentos de
Babilonia indican que por lo menos un banco tenía muchos clientes judíos. Como consecuencia,
algunos judíos abandonaron la fe de sus padres para adorar a los dioses
benefactores de Babilonia (Is 46:1-12; 50:11; Jer 44).
El cautiverio termino con el edicto
de Ciro de Persia que liberó a los judíos y les permitió regresar a Palestina
bajo la dirección del príncipe de Zorobabel de la línea de David y Josué el
sumo sacerdote. Con la culminación del templo bajo el estímulo de la predicación
de Hageo y Zacarías, en 516 a.C., finaliza el periodo del cautiverio.
Por encima de la crisis que el
cautiverio representó para Israel, las consecuencias positivas fueron notables.
El pueblo examinó su fe y comprendió mejor la providencia divina. Aceptó la
prueba como un juicio de Dios en el que faltaron el amor y la fidelidad del
pacto divino (Is 54: 9-13; Jer 31: 2-3). Surgió un nuevo pacto y una nueva
responsabilidad del pueblo de Dios (Is 43:10-12; Jer 31:31-34; Ez 36:26).
Fue una época de mucha actividad
literaria. Los libros proféticos fueron copiados y estudiados; la historia de
los reinos de Israel recibió su forma final. El pueblo aprende a adorar a Dios
sin los sacrificios del templo, y posiblemente en esta época se inició la costumbre
de reunirse en sinagogas. El cautiverio afecto mucho el concepto bíblico del juicio
divino y la revelación. Fue la prueba de fuego para la fe de Israel.
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