sábado, 10 de noviembre de 2018

N- De la tumba a la gloria



Juan (18.1–21.25)

Pregúnteles a algunos inconversos el porqué los cristianos creen en la vida después de la muerte, y preste atención a sus respuestas. Aunque sus convicciones de la existencia después de la muerte varíen desde la incredulidad declarada hasta la certeza absoluta, lo que creen acerca de esa vida, y el porqué lo creen lo dejará pasmado.

Muchos incrédulos creen que los fantasmas evidencian que hay vida más allá de la tumba. Para ellos, esa clase de vida es aún terrenal, pero sin cuerpo ni peso. Uno puede aparecer y reaparecer a voluntad, flotar a través de objetos sólidos, y deslizarse por el aire; pero su hogar sigue siendo la tierra.

Otros piensan que las teorías de la reencarnación son la mejor explicación. Nacemos, vivimos, morimos, luego volvemos y repetimos el ciclo quizás cientos de miles de veces. Podemos regresar como animales o humanos, mendigos o multimillonarios… todo depende del equilibrio de nuestras buenas y malas acciones en cada vida. ¿Qué evidencias hay de todo esto? La forma más popular consiste en recurrir a la memoria: la persona viva tiene recuerdos que corresponden a detalles de la vida de la persona fallecida. Una vez más, la vida pos
muerte está ligada a la tierra, y en este caso es física.

Abundan también muchos otros puntos de vista, y las pruebas que generalmente se aducen son tan endebles y subjetivas como las teorías que pretenden apoyar.

Pues bien, ¿qué diríamos del otro lado de la muerte según el punto de vista cristiano? ¿Sale mejor parada? Sí. Es más, son tantas las evidencias que casi desconciertan. Virtualmente todas giran en torno a un hecho de la historia bíblica: Jesús resucitando corporalmente vivo e inmortal de la muerte. Así que es tan importante este hecho que el apóstol Pablo indicó: «[…] y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres» (1 Co 15.17–19).

Este milagro increíble, confirmado por la historia, se registra en el Evangelio de Juan, así como también en los otros tres Evangelios. En nuestro último capítulo de este estudio, consideraremos los acontecimientos finales que conducen a este milagro, y también aprenderemos cómo Jesús lo confirmó a sus discípulos. Predijo que pondría su vida para volverla a tomar (Jn 2.19; 10.17, 18). Juan registra su cumplimiento, la séptima y más grande señal.

Mientras se ocupa de lo que sigue, quizás desee comparar el relato de Juan con lo que escriben los otros evangelistas (Mt 26.36–28.20; Mc 14.32–16.20; Lc 22.39–24.53). Ninguno ofrece una narración completa, de manera que la comparación enriquecerá su comprensión de la traición, los juicios, la muerte, sepultura, resurrección, apariciones posteriores y la ascensión de Jesús.

Traicionado

Juan 18 señala cómo Judas Iscariote llevó a cabo lo que las Escrituras habían dicho que haría (vv. 1–12). Narra este hecho con sus palabras.

¿Por qué cree que las autoridades que arrestaron a Jesús «retrocedieron, y cayeron a tierra» cuando dijo «Yo soy»? (v. 6; cf. 8.58, 59)

Torrente de Cedrón (18.1): Este torrente, «frecuentemente seco en verano, se desborda en invierno, corre por el este de Jerusalén, y atraviesa el Jardín del Getsemaní y el Monte de los Olivos. Alguien que salga de Jerusalén tiene que cruzar el Cedrón para llegar al Getsemaní».1 Véase también 2 Samuel 15.23, 30, 31.

La copa (18.11): El Antiguo Testamento asocia la copa de Dios con sufrimiento y juicio (Sal 75.8; Is 51.17; Jer 25.15; Ez 23.31–34). Esta imagen puede también indicar que Jesús cargaba el pecado de los seres humanos y la separación del Padre (Mt 27.46; 2 Co 5.21).

Jesús estaba tan comprometido a llevar a cabo la voluntad del Padre que cuando Pedro intentó defenderlo, lo detuvo y le recordó cuál era su misión.
¿Cuál es su compromiso de cumplir la voluntad de Dios? Háblele sobre este asunto.

El primer interrogatorio

El pasaje dice que antes que llevaran a Jesús a Caifás, lo presentaron ante Anás, suegro de Caifás (Jn 18.13). A pesar de que Caifás era el sumo sacerdote oficialmente designado y reconocido por las autoridades romanas del momento, Anás había sido sumo sacerdote antes que él. Los judíos consideraban esa función como un cargo vitalicio, por eso Anás seguía siendo la autoridad principal.
¿Qué ocurrió cuando Jesús apareció ante Anás? (vv. 19–24)

Jesús fue humillado y tratado injustamente por los que debían saber quién era Él y reconocerlo como el Mesías. Si usted ha sido tratado de manera injusta alguna vez, sepa que Jesús entiende exactamente lo que experimentó y cómo se sintió. ¿Están maltratando ahora? Vaya a Él y dígaselo. No le oculte nada. Él comprende, y espera consolarlo.

Note, también, la defensa de Jesús. Él podía apelar acerca de su irreprochable ministerio. ¿Cómo es el suyo? Silo acusan de mala conducta, ¿podría defenderse de la misma manera y la toleraría?

Negado

Durante el interrogatorio de Anás a Jesús, uno de sus discípulos más cercanos negó haberlo conocido jamás. ¿Quién fue? (v. 15)

¿Cuál otro discípulo estaba con Jesús en esos momentos, y dónde estaban? (v. 15; cf. 13.23; 19.25–27)

¿Ante quién hizo este discípulo su primera negación? (vv. 16, 17)

¿La segunda? (vv. 18–25)

¿La tercera? (vv. 26, 27)

¿Qué relación hay entre esas negaciones y el canto del gallo después de la última? (v. 27; cf. 13.37, 38)

Produce una sensación horrible que un amigo cercano nos abandone, especialmente cuando más lo necesitamos. Jesús conoce muy bien esa sensación. Déjele usar esa comprensión cuando sus amigos le fallen.

En un palacio pagano

Los líderes religiosos finalmente echaron manos a Jesús y no estaban dispuestos a soltarlo. Después de llevarlo ante Caifás, donde lo acusaron formalmente de blasfemia y lo condenaron a muerte (18.28; cf. Mt 26.57–68), lo condujeron al pretorio a fin de presentar el caso ante Pilato.

Cuando Judea se convirtió en provincia imperial romana en el año 6 d.C., Poncio Pilato fue nombrado por el emperador como prefecto, o gobernador, de la provincia. Cumplió esa función hasta el año 36 d.C. Aunque su residencia permanente estaba en Cesarea (Hch 23.23, 24), Pilato permanecía en Jerusalén durante las fiestas judías para estar fácilmente disponible en caso de presentarse conflictos y mantener el orden.

Los historiadores antiguos describen a Pilato como un personaje ambicioso e inflexible, un líder cruel, odiado por los judíos. En el caso de Jesús, sin embargo, las autoridades judías se mostraron dispuestas a echar a un lado ese odio a fin de dar curso al odio aún mayor que sentían hacia Jesús. Como verá, no podían llevar adelante la sentencia de muerte bajo la ley romana, pero Pilato sí podía hacerlo. De modo que apelaron a él para ejecutar su venganza.

Cuando llevaron a Jesús al pretorio (residencia oficial del gobernador romano), no quisieron entrar «para no contaminarse, y así poder comer la pascua» (Jn 18.28). La tradición judía declaraba que las viviendas de los gentiles eran inmundas, por eso los ceremonialmente contaminados no podían participar de la Pascua. Este versículo plantea un problema cronológico. Los demás Evangelios registran que Jesús comió la Pascua con sus discípulos el jueves por la noche y lo crucificaron al día siguiente, el viernes. No obstante, el Evangelio de Juan dice que los judíos no habían comido la Pascua todavía, a pesar de que antes ha relatado que Jesús había comido el cordero pascual con sus discípulos. ¿Qué está pasando?

Se han propuesto varias soluciones, pero la que mejor concuerda con todos los datos es la que ofrece el estudioso del Nuevo Testamento, Harold Hoehner. Este investigador da pruebas que sugieren que los judíos celebraban dos pascuas en la época de Jesús, porque había dos maneras de computar el día. Una de ellas determinaba que un día era de un amanecer al otro, y esta fue la manera en que lo consideraron Jesús y los escritores de los Evangelios, excepto Juan, y quizás esta fuera la tradición que se seguía en Galilea. La otra manera era computar un día desde una puesta de sol hasta la otra, que parece haber sido el método oficial judío, seguido por Juan y los habitantes de Judea. Por lo tanto, si esta hipótesis es correcta, Jesús y sus discípulos observaron la Pascua el jueves con los galileos, en tanto los judíos de Judea, incluyendo las autoridades religiosas de Jerusalén, sacrificaron sus corderos pascuales el viernes por la tarde.

A menudo nos maravillamos de que estando la Verdad misma ante Pilato, este preguntó qué era la verdad. Pero, ¿cuántas veces hace lo mismo la gente de nuestros días, incluso nosotros que declaramos conocer a Jesucristo? Podemos saber lo que es verdadero y recto y continuar fallando en reconocerla y seguirla.

¿Cuál es su relación con el que es la Verdad? ¿Cree realmente en lo que Él dice? ¿Se esfuerza por seguirlo a dondequiera que lo conduzca? Muchos no lo hacemos, aunque sabemos que lo deberíamos, por lo tanto, no se avergüence de acudir a Él y confesarle su confusión, temor o cualquier otra cosa que le impida obedecerle plenamente. Deje que Él le ministre en medio de su lucha. Él quiere darle descanso.

El Juez es juzgado

En un intento por tranquilizar a los líderes religiosos sin ceder a su petición de sentencia a muerte, Pilato ordenó que Jesús fuera «azotado» (19.1; cf. Lc 23.16).

Azotó (19.1): «Las víctimas de azotes eran desnudadas y amarradas a un poste. Luego eran golpeadas sin misericordia con un látigo fabricado con tiras de cuero trenzadas, cada una con pequeños pedazos de metal o hueso adheridos y con fragmentos de plomo atados a la punta. La flagelación arrancaba fragmentos de carne a las victimas, muchas de las cuales no sobrevivían al tormento»

Después que los soldados romanos azotaron y escarnecieron a Jesús, lo sacaron y presentaron de nuevo ante las autoridades judías. Pilato tenía la esperanza que el castigo sería suficiente para aplacarlos, ya que hasta él mismo creía que Jesús era inocente y que no había hecho ningún mal (vv. 2–5). ¿Qué sucedió cuando los líderes judíos vieron a Jesús? (vv. 6, 7)

¿Qué ocurrió entre Pilato y Jesús después de eso? (vv. 8–11)

Una vez más Pilato intentó liberar a Jesús, pero, ¿cuál fue la reacción de sus enemigos? (vv. 12–16)

El que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene (19.11): Es más probable que esta afirmación se refiere a Caifás y no a Judas Iscariote. Caifás era el jefe de la institución religiosa y tenía mayor responsabilidad en cuanto a conocer y aplicar las Escrituras hebreas con sabiduría e integridad, por eso su pecado era más grave comparado con el de Pilato, que no tenía ninguna de esas ventajas y privilegios.

No eres amigo de César (19.12): Había un club, una fraternidad selecta, llamada Amici Caesaris, los Amigos de César. Sólo los altos funcionarios del imperio y algunos miembros del senado romano tenían el privilegio de pertenecer a este club, y nadie dejaba de pertenecer al mismo salvo por estar sumido en mortal desgracia. Al lanzarle esta acusación, los líderes religiosos amenazaban a Pilato con apelar al emperador, y hacerle saber que uno de sus confidentes más íntimos toleraba la traición por cuanto liberaba al Hombre que se había erigido subversivamente como un rey opuesto a Roma.

El Enlosado (19.13): «también llamado Gabata («un sitio elevado»), era una plataforma levantada donde se sentaba Pilato para actuar como juez. Los arqueólogos la han identificado con la construcción romana que forma el patio de la Torre de Antonia».

A la larga nuestra decisión de seguir a Cristo se reduce a decidir a quién vamos a servir: A nosotros y nuestras preocupaciones y agendas, o al Señor y lo que Él quiere y exige. ¿Enfrenta alguna decisión en la que tiene que hacer esta decisión? Pilato hizo la suya… autoprotegerse. ¿Cuál será su opción?

Misión cumplida

El relato de la crucifixión de Jesús no es nada atractivo, pero es el registro de lo que tenía que ocurrir para que Jesús pudiera cumplir la misión para el Padre y para nosotros. Por eso, léalo con reverenda, procurando ubicarse en el escenario de los hechos. Trate de ver y percibir el entorno, escuchar y sentir la ira, el dolor y la confusión. No deje que se le escape ningún detalle. Recuerde que Jesús hizo esto por amor, el más puro y precioso amor que jamás haya existido. Procure entenderlo de ese modo, y deje que el Espíritu Santo haga lo demás.

Crucificaron (19.18): La crucifixión era una manera cruel y vergonzosa de morir, una ejecución pública que en la mayoría de los casos se reservaba para los esclavos y revolucionarios que no eran romanos. Los brazos y piernas de la víctima se sujetaban con sogas o grandes clavos a una rústica cruz de madera que se plantaba verticalmente en el suelo de modo que todos pudieran verla. La cruz podía ser un simple poste o estaca, la tradicional en forma de t, dos postes cruzados en forma de X, o un poste con un travesaño superior que formaban una T. No había nada que sostuviera el cuerpo, salvo en ocasiones, un pequeño apoyo para los pies o un asiento, la víctima moría lentamente, presa de espasmos musculares y asfixia. La muerte podía sobrevenir en horas o llevar varios días.

Vinagre (19.29): La bebida corriente de los trabajadores comunes y soldados. Calmaba la sed mejor que el agua, y costaba menos que el vino común. Ofrecerle esta bebida a Jesús no era un gesto de crueldad, sino de misericordia.

Hisopo (19.29): «es un miembro de la familia de la menla».8 cuyas hojas se utilizaban en ceremonias de purificación (Éx 12.22; Lv 14.4; Nm 19.6, 18).

Confirmación y sepultura

Después que Jesús entregó su espíritu (Jn 19.30), se verificó su muerte. ¿Cómo y quién hizo esta verificación? (vv. 31–37)

Aquí, como en múltiples ocasiones a través de este relato, hemos leído que los hechos ocurrieron tal y como anunciaron las profecías acerca de Jesús, o como se había dicho en las Escrituras (vv. 36, 37; cf. 18.31, 32; 19.24, 28). Estas afirman que podemos confiar en todo lo que Dios diga. Él nunca se equivoca; su Palabra nunca falla. No podría ser de otra manera, porque como Él es la Verdad y el Dios omnisciente, no puede mentir ni equivocarse sobre ningún asunto. Es absolutamente imposible (Tit 1.2; Heb 6.17, 18).

¿Le es difícil creer algo que Dios dice? Si comprende sus palabras correctamente, no debe preocuparse si son o no verdad, o si Dios garantizará su cumplimiento. ¡Lo hará, sin lugar a dudas! Sólo confíe en Él y marche con fe. Dios no lo defraudará.

Después de la crucifixión, los romanos generalmente dejaban a las víctimas colgadas en la cruz, expuestas a las aves de rapiña, como su final humillación. Pero hubo quienes prepararon la sepultura de Jesús, a fin de que no sufriera ese destino. Estudie el relato de su sepultura (Jn 19.38–42; cf. Lc 23.50–56) y anote sus observaciones.

¡El vive!

A Jesús lo crucificaron y sepultaron un viernes. Todo hacía suponer que el movimiento que había iniciado, moriría con El. Los líderes religiosos triunfaron. Satanás lo derrotó.

Pero todavía no se había dicho la última palabra. El domingo temprano por la mañana, María Magdalena, una de las mujeres que presenció la muerte de Jesús, y que tal vez ayudó a sepultarlo (Mc 15.47), llegó hasta la tumba, esperando, indudablemente, completar lo que fue un funeral apresurado (Mc 16.1). ¿Qué ocurrió cuando llegó allí? ¿Qué descubrió, y cómo confirmó su descubrimiento? (Jn 20.1–21.23)

El primer día de la semana (20.1): En este caso era domingo, pero no cualquier domingo. El primer domingo después de la Pascua era el día en que los judíos celebraban la Fiesta de las Primicias. «Primicias: los primeros frutos que maduran en una cosecha; anuncian la inminente siega. De acuerdo con Levítico 23.4–14, los primeros frutos de la Pascua se usaban para consagrar la próxima cosecha. Jesús murió en la Pascua, y su resurrección es una promesa de nuestra propia resurrección».

A partir del relato de la resurrección y las apariciones posteriores de Jesús, ¿qué indicios habían de que los seguidores de Cristo no esperaban volver a verlo vivo?
¿Cómo les demostró Jesús que realmente había resucitado de los muertos con el mismo cuerpo con el que había muerto y sido sepultado?

¿Cuál fue el mensaje de Jesús a María Magdalena? (20.15–17)

¿Qué les dijo Jesús a los discípulos la primera vez que se les apareció? (vv. 19–23)
¿Y durante su segunda visita? (vv. 24–29)

Uno de los ejemplos más extraordinarios de perdón y restauración en el ministerio de Jesús se encuentra en Juan 21.15–19. Describa con sus propias palabras lo que ocurrió.

Amas… amas (21.15, 16, 17): Las dos primeras veces que Jesús usa la palabra amor es ágape, que denota una devoción total e incondicional. La tercera vez que usa amor es la misma que usó Pedro, fileo, que implica la idea de afecto, estima, disfrute. Después de negar a Jesús en tres oportunidades, Pedro no estaba en condiciones de aceptar el compromiso del amor ágape, de manera que ofreció todo lo que podía dar. Al parecer, Jesús se adaptó a esa cuando usó en su tercera pregunta, la misma palabra amor que escogió Pedro.

Mantenga su enfoque

Cuando Jesús le aclaró a Pedro que su servicio lo llevaría a la muerte (vv. 18, 19), este le preguntó cuánto le costaría a Juan su servicio (vv. 20, 21). ¿Qué le dijo Jesús a Pedro? (vv. 22, 23)

Cuando servimos a Cristo, es muy fácil distraernos y quedar atrapados en lo que hacen otras personas y cómo se ocupa Dios de ellas en contraste con la forma en que se ocupa de nosotros. Pero las palabras de Jesús a Pedro deberían decirnos aún más a nosotros que a él. Deberíamos centrarnos en el llamado que Dios nos hace, no en lo que les pide a otros. ¿Cuál es su enfoque?
Todo esto es cierto

¿Cómo resumiría las palabras finales de Juan? (vv. 24, 25)

No importa qué más se diga sobre el relato del Evangelio, lo fundamental es que la historia es cierta. Jesús entró en la historia humana, sirvió en carne y hueso a personas reales, sufrió, murió, fue sepultado y se levantó de la tumba, venciendo a la muerte para siempre. Todo esto ocurrió. Tenemos testigos oculares que afirman la veracidad de estos hechos y de muchos otros que nunca se han registrado. Jesús no es una fantasía, un mero anhelo ilusorio, una leyenda fraguada por personas que querían desesperadamente creer en alguien que pudiera garantizarles su inmortalidad. Tenemos las mejores pruebas del mundo de que todo esto es cierto. Nuestra fe está fundada en hechos. No necesitamos dar un salto al abismo de la incredulidad.

Al proporcionarnos documentos históricos tan sólidos que los arqueólogos y los estudiosos de la Biblia han verificado vez tras otra, Dios nos dice que no hay problemas en que verifiquemos las cosas. Por el contrario, le gusta que lo hagamos. Él no tiene nada que ocultar y en cambio mucho que dar.
Pero todos los hechos del mundo no pueden salvar a nadie, a menos que entregue su fe a Aquel de quien da testimonio la historia. Si aún no lo ha hecho, venga y ponga su confianza en Él, ya sea para recibir vida eterna o para andar más cerca de Él; es igual. Él recibe a todos los que se le acercan exclamando con fe, como lo hizo Tomás: «¡Señor mío, y Dios mío!»

Y como tal vez ya usted lo ha recibido como su Salvador y Señor, ¡prosiga adelante, alabándole por poder vivir para su gloria, más allá de lo cotidiano!

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