Juan (18.1–21.25)
Pregúnteles
a algunos inconversos el porqué los cristianos creen en la vida después de la
muerte, y preste atención a sus respuestas. Aunque sus convicciones de la
existencia después de la muerte varíen desde la incredulidad declarada hasta la
certeza absoluta, lo que creen acerca de esa vida, y el porqué lo creen lo
dejará pasmado.
Muchos
incrédulos creen que los fantasmas evidencian que hay vida más allá de la
tumba. Para ellos, esa clase de vida es aún terrenal, pero sin cuerpo ni peso.
Uno puede aparecer y reaparecer a voluntad, flotar a través de objetos sólidos,
y deslizarse por el aire; pero su hogar sigue siendo la tierra.
Otros
piensan que las teorías de la reencarnación son la mejor explicación. Nacemos,
vivimos, morimos, luego volvemos y repetimos el ciclo quizás cientos de miles
de veces. Podemos regresar como animales o humanos, mendigos o
multimillonarios… todo depende del equilibrio de nuestras buenas y malas
acciones en cada vida. ¿Qué evidencias hay de todo esto? La forma más popular
consiste en recurrir a la memoria: la persona viva tiene recuerdos que
corresponden a detalles de la vida de la persona fallecida. Una vez más, la
vida pos
muerte está ligada a la tierra, y en este caso es física.
Abundan
también muchos otros puntos de vista, y las pruebas que generalmente se aducen
son tan endebles y subjetivas como las teorías que pretenden apoyar.
Pues
bien, ¿qué diríamos del otro lado de la muerte según el punto de vista
cristiano? ¿Sale mejor parada? Sí. Es más, son tantas las evidencias que casi
desconciertan. Virtualmente todas giran en torno a un hecho de la historia
bíblica: Jesús resucitando corporalmente vivo e inmortal de la muerte. Así que
es tan importante este hecho que el apóstol Pablo indicó: «[…] y si Cristo no
resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también
los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en
Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres» (1 Co
15.17–19).
Este
milagro increíble, confirmado por la historia, se registra en el Evangelio de
Juan, así como también en los otros tres Evangelios. En nuestro último capítulo
de este estudio, consideraremos los acontecimientos finales que conducen a este
milagro, y también aprenderemos cómo Jesús lo confirmó a sus discípulos.
Predijo que pondría su vida para volverla a tomar (Jn 2.19; 10.17, 18). Juan
registra su cumplimiento, la séptima y más grande señal.
Mientras
se ocupa de lo que sigue, quizás desee comparar el relato de Juan con lo que
escriben los otros evangelistas (Mt 26.36–28.20; Mc 14.32–16.20; Lc 22.39–24.53). Ninguno ofrece una narración completa, de manera que la comparación
enriquecerá su comprensión de la traición, los juicios, la muerte, sepultura, resurrección,
apariciones posteriores y la ascensión de Jesús.
Traicionado
Juan 18 señala cómo Judas Iscariote llevó a cabo lo que las Escrituras habían
dicho que haría (vv. 1–12). Narra este hecho con sus palabras.
¿Por
qué cree que las autoridades que arrestaron a Jesús «retrocedieron, y cayeron a
tierra» cuando dijo «Yo soy»? (v. 6; cf. 8.58, 59)
Torrente
de Cedrón (18.1): Este torrente, «frecuentemente seco en verano, se desborda en
invierno, corre por el este de Jerusalén, y atraviesa el Jardín del Getsemaní y
el Monte de los Olivos. Alguien que salga de Jerusalén tiene que cruzar el
Cedrón para llegar al Getsemaní».1 Véase también 2 Samuel 15.23, 30, 31.
La copa
(18.11): El Antiguo Testamento asocia la copa de Dios con sufrimiento y juicio
(Sal 75.8; Is 51.17; Jer 25.15; Ez 23.31–34). Esta imagen puede también indicar que Jesús cargaba el pecado de los
seres humanos y la separación del Padre (Mt 27.46; 2 Co 5.21).
Jesús
estaba tan comprometido a llevar a cabo la voluntad del Padre que cuando Pedro
intentó defenderlo, lo detuvo y le recordó cuál era su misión.
¿Cuál
es su compromiso de cumplir la voluntad de Dios? Háblele sobre este asunto.
El
primer interrogatorio
El
pasaje dice que antes que llevaran a Jesús a Caifás, lo presentaron ante Anás,
suegro de Caifás (Jn 18.13). A pesar de que Caifás era el sumo sacerdote oficialmente designado y
reconocido por las autoridades romanas del momento, Anás había sido sumo
sacerdote antes que él. Los judíos consideraban esa función como un cargo
vitalicio, por eso Anás seguía siendo la autoridad principal.
¿Qué
ocurrió cuando Jesús apareció ante Anás? (vv. 19–24)
Jesús
fue humillado y tratado injustamente por los que debían saber quién era Él y
reconocerlo como el Mesías. Si usted ha sido tratado de manera injusta alguna
vez, sepa que Jesús entiende exactamente lo que experimentó y cómo se sintió.
¿Están maltratando ahora? Vaya a Él y dígaselo. No le oculte nada. Él
comprende, y espera consolarlo.
Note,
también, la defensa de Jesús. Él podía apelar acerca de su irreprochable
ministerio. ¿Cómo es el suyo? Silo acusan de mala conducta, ¿podría defenderse
de la misma manera y la toleraría?
Negado
Durante
el interrogatorio de Anás a Jesús, uno de sus discípulos más cercanos negó
haberlo conocido jamás. ¿Quién fue? (v. 15)
¿Cuál
otro discípulo estaba con Jesús en esos momentos, y dónde estaban? (v. 15; cf. 13.23; 19.25–27)
¿Ante
quién hizo este discípulo su primera negación? (vv. 16, 17)
¿La
segunda? (vv. 18–25)
¿La
tercera? (vv. 26, 27)
¿Qué
relación hay entre esas negaciones y el canto del gallo después de la última?
(v. 27; cf. 13.37, 38)
Produce
una sensación horrible que un amigo cercano nos abandone, especialmente cuando
más lo necesitamos. Jesús conoce muy bien esa sensación. Déjele usar esa
comprensión cuando sus amigos le fallen.
En un
palacio pagano
Los
líderes religiosos finalmente echaron manos a Jesús y no estaban dispuestos a
soltarlo. Después de llevarlo ante Caifás, donde lo acusaron formalmente de
blasfemia y lo condenaron a muerte (18.28; cf. Mt 26.57–68), lo condujeron al pretorio a fin de presentar el caso ante Pilato.
Cuando
Judea se convirtió en provincia imperial romana en el año 6 d.C., Poncio Pilato
fue nombrado por el emperador como prefecto, o gobernador, de la provincia.
Cumplió esa función hasta el año 36 d.C. Aunque su residencia permanente estaba
en Cesarea (Hch 23.23, 24), Pilato permanecía en Jerusalén durante las fiestas judías para estar
fácilmente disponible en caso de presentarse conflictos y mantener el orden.
Los
historiadores antiguos describen a Pilato como un personaje ambicioso e
inflexible, un líder cruel, odiado por los judíos. En el caso de Jesús, sin
embargo, las autoridades judías se mostraron dispuestas a echar a un lado ese
odio a fin de dar curso al odio aún mayor que sentían hacia Jesús. Como verá,
no podían llevar adelante la sentencia de muerte bajo la ley romana, pero
Pilato sí podía hacerlo. De modo que apelaron a él para ejecutar su venganza.
Cuando
llevaron a Jesús al pretorio (residencia oficial del gobernador romano), no
quisieron entrar «para no contaminarse, y así poder comer la pascua» (Jn
18.28). La tradición judía declaraba que las viviendas de los gentiles eran
inmundas, por eso los ceremonialmente contaminados no podían participar de la
Pascua. Este versículo plantea un problema cronológico. Los demás Evangelios
registran que Jesús comió la Pascua con sus discípulos el jueves por la noche y
lo crucificaron al día siguiente, el viernes. No obstante, el Evangelio de Juan
dice que los judíos no habían comido la Pascua todavía, a pesar de que antes ha
relatado que Jesús había comido el cordero pascual con sus discípulos. ¿Qué
está pasando?
Se han
propuesto varias soluciones, pero la que mejor concuerda con todos los datos es
la que ofrece el estudioso del Nuevo Testamento, Harold Hoehner. Este
investigador da pruebas que sugieren que los judíos celebraban dos pascuas en
la época de Jesús, porque había dos maneras de computar el día. Una de ellas
determinaba que un día era de un amanecer al otro, y esta fue la manera en que
lo consideraron Jesús y los escritores de los Evangelios, excepto Juan, y
quizás esta fuera la tradición que se seguía en Galilea. La otra manera era
computar un día desde una puesta de sol hasta la otra, que parece haber sido el
método oficial judío, seguido por Juan y los habitantes de Judea. Por lo tanto,
si esta hipótesis es correcta, Jesús y sus discípulos observaron la Pascua el
jueves con los galileos, en tanto los judíos de Judea, incluyendo las
autoridades religiosas de Jerusalén, sacrificaron sus corderos pascuales el
viernes por la tarde.
A
menudo nos maravillamos de que estando la Verdad misma ante Pilato, este
preguntó qué era la verdad. Pero, ¿cuántas veces hace lo mismo la gente de
nuestros días, incluso nosotros que declaramos conocer a Jesucristo? Podemos
saber lo que es verdadero y recto y continuar fallando en reconocerla y
seguirla.
¿Cuál
es su relación con el que es la Verdad? ¿Cree realmente en lo que Él dice? ¿Se
esfuerza por seguirlo a dondequiera que lo conduzca? Muchos no lo hacemos,
aunque sabemos que lo deberíamos, por lo tanto, no se avergüence de acudir a Él
y confesarle su confusión, temor o cualquier otra cosa que le impida obedecerle
plenamente. Deje que Él le ministre en medio de su lucha. Él quiere darle
descanso.
El Juez
es juzgado
En un
intento por tranquilizar a los líderes religiosos sin ceder a su petición de
sentencia a muerte, Pilato ordenó que Jesús fuera «azotado» (19.1; cf. Lc
23.16).
Azotó (19.1): «Las
víctimas de azotes eran desnudadas y amarradas a un poste. Luego eran golpeadas
sin misericordia con un látigo fabricado con tiras de cuero trenzadas, cada una
con pequeños pedazos de metal o hueso adheridos y con fragmentos de plomo
atados a la punta. La flagelación arrancaba fragmentos de carne a las victimas,
muchas de las cuales no sobrevivían al tormento»
Después
que los soldados romanos azotaron y escarnecieron a Jesús, lo sacaron y
presentaron de nuevo ante las autoridades judías. Pilato tenía la esperanza que
el castigo sería suficiente para aplacarlos, ya que hasta él mismo creía que Jesús
era inocente y que no había hecho ningún mal (vv. 2–5). ¿Qué
sucedió cuando los líderes judíos vieron a Jesús? (vv. 6, 7)
¿Qué
ocurrió entre Pilato y Jesús después de eso? (vv. 8–11)
Una vez
más Pilato intentó liberar a Jesús, pero, ¿cuál fue la reacción de sus
enemigos? (vv. 12–16)
El que
a ti me ha entregado, mayor pecado tiene (19.11): Es más probable que esta afirmación se refiere a Caifás y no a Judas
Iscariote. Caifás era el jefe de la institución religiosa y tenía mayor
responsabilidad en cuanto a conocer y aplicar las Escrituras hebreas con
sabiduría e integridad, por eso su pecado era más grave comparado con el de
Pilato, que no tenía ninguna de esas ventajas y privilegios.
No eres
amigo de César (19.12): Había un club, una fraternidad selecta, llamada Amici Caesaris, los
Amigos de César. Sólo los altos funcionarios del imperio y algunos miembros del
senado romano tenían el privilegio de pertenecer a este club, y nadie dejaba de
pertenecer al mismo salvo por estar sumido en mortal desgracia. Al lanzarle
esta acusación, los líderes religiosos amenazaban a Pilato con apelar al
emperador, y hacerle saber que uno de sus confidentes más íntimos toleraba la
traición por cuanto liberaba al Hombre que se había erigido subversivamente
como un rey opuesto a Roma.
El
Enlosado (19.13): «también llamado Gabata («un sitio elevado»), era una plataforma
levantada donde se sentaba Pilato para actuar como juez. Los arqueólogos la han
identificado con la construcción romana que forma el patio de la Torre de
Antonia».
A la
larga nuestra decisión de seguir a Cristo se reduce a decidir a quién vamos a
servir: A nosotros y nuestras preocupaciones y agendas, o al Señor y lo que Él
quiere y exige. ¿Enfrenta alguna decisión en la que tiene que hacer esta
decisión? Pilato hizo la suya… autoprotegerse. ¿Cuál será su opción?
Misión
cumplida
El
relato de la crucifixión de Jesús no es nada atractivo, pero es el registro de
lo que tenía que ocurrir para que Jesús pudiera cumplir la misión para el Padre
y para nosotros. Por eso, léalo con reverenda, procurando ubicarse en el
escenario de los hechos. Trate de ver y percibir el entorno, escuchar y sentir
la ira, el dolor y la confusión. No deje que se le escape ningún detalle.
Recuerde que Jesús hizo esto por amor, el más puro y precioso amor que jamás
haya existido. Procure entenderlo de ese modo, y deje que el Espíritu Santo
haga lo demás.
Crucificaron
(19.18): La crucifixión era una manera cruel y vergonzosa de morir, una
ejecución pública que en la mayoría de los casos se reservaba para los esclavos
y revolucionarios que no eran romanos. Los brazos y piernas de la víctima se
sujetaban con sogas o grandes clavos a una rústica cruz de madera que se
plantaba verticalmente en el suelo de modo que todos pudieran verla. La cruz
podía ser un simple poste o estaca, la tradicional en forma de t, dos postes
cruzados en forma de X, o un poste con un travesaño superior que formaban una
T. No había nada que sostuviera el cuerpo, salvo en ocasiones, un pequeño apoyo
para los pies o un asiento, la víctima moría lentamente, presa de espasmos
musculares y asfixia. La muerte podía sobrevenir en horas o llevar varios días.
Vinagre
(19.29): La bebida corriente de los trabajadores comunes y soldados. Calmaba
la sed mejor que el agua, y costaba menos que el vino común. Ofrecerle esta
bebida a Jesús no era un gesto de crueldad, sino de misericordia.
Hisopo
(19.29): «es un miembro de la familia de la menla».8 cuyas
hojas se utilizaban en ceremonias de purificación (Éx
12.22; Lv 14.4; Nm 19.6, 18).
Confirmación
y sepultura
Después
que Jesús entregó su espíritu (Jn 19.30), se verificó su muerte. ¿Cómo y quién hizo esta verificación? (vv. 31–37)
Aquí,
como en múltiples ocasiones a través de este relato, hemos leído que los hechos
ocurrieron tal y como anunciaron las profecías acerca de Jesús, o como se había
dicho en las Escrituras (vv. 36, 37; cf. 18.31, 32; 19.24, 28). Estas afirman que podemos confiar en todo lo que Dios diga. Él nunca
se equivoca; su Palabra nunca falla. No podría ser de otra manera, porque como
Él es la Verdad y el Dios omnisciente, no puede mentir ni equivocarse sobre
ningún asunto. Es absolutamente imposible (Tit 1.2; Heb 6.17, 18).
¿Le es
difícil creer algo que Dios dice? Si comprende sus palabras correctamente, no
debe preocuparse si son o no verdad, o si Dios garantizará su cumplimiento. ¡Lo
hará, sin lugar a dudas! Sólo confíe en Él y marche con fe. Dios no lo
defraudará.
Después
de la crucifixión, los romanos generalmente dejaban a las víctimas colgadas en
la cruz, expuestas a las aves de rapiña, como su final humillación. Pero hubo
quienes prepararon la sepultura de Jesús, a fin de que no sufriera ese destino.
Estudie el relato de su sepultura (Jn 19.38–42; cf. Lc 23.50–56) y anote sus observaciones.
¡El
vive!
A Jesús
lo crucificaron y sepultaron un viernes. Todo hacía suponer que el movimiento
que había iniciado, moriría con El. Los líderes religiosos triunfaron. Satanás
lo derrotó.
Pero
todavía no se había dicho la última palabra. El domingo temprano por la mañana,
María Magdalena, una de las mujeres que presenció la muerte de Jesús, y que tal
vez ayudó a sepultarlo (Mc 15.47), llegó hasta la tumba, esperando, indudablemente, completar lo que fue
un funeral apresurado (Mc 16.1). ¿Qué ocurrió cuando llegó allí? ¿Qué descubrió, y cómo confirmó su
descubrimiento? (Jn 20.1–21.23)
El
primer día de la semana (20.1): En este caso era domingo, pero no cualquier domingo. El primer
domingo después de la Pascua era el día en que los judíos celebraban la Fiesta
de las Primicias. «Primicias: los primeros frutos que maduran en una cosecha;
anuncian la inminente siega. De acuerdo con Levítico 23.4–14, los primeros frutos de la Pascua se usaban para consagrar la próxima
cosecha. Jesús murió en la Pascua, y su resurrección es una promesa de nuestra
propia resurrección».
A
partir del relato de la resurrección y las apariciones posteriores de Jesús,
¿qué indicios habían de que los seguidores de Cristo no esperaban volver a
verlo vivo?
¿Cómo
les demostró Jesús que realmente había resucitado de los muertos con el mismo
cuerpo con el que había muerto y sido sepultado?
¿Cuál
fue el mensaje de Jesús a María Magdalena? (20.15–17)
¿Qué
les dijo Jesús a los discípulos la primera vez que se les apareció? (vv. 19–23)
¿Y
durante su segunda visita? (vv. 24–29)
Uno de
los ejemplos más extraordinarios de perdón y restauración en el ministerio de
Jesús se encuentra en Juan 21.15–19. Describa con sus propias palabras lo que ocurrió.
Amas…
amas (21.15, 16, 17): Las dos primeras veces que Jesús usa la palabra amor es ágape, que
denota una devoción total e incondicional. La tercera vez que usa amor es la
misma que usó Pedro, fileo, que implica la idea de afecto, estima, disfrute.
Después de negar a Jesús en tres oportunidades, Pedro no estaba en condiciones
de aceptar el compromiso del amor ágape, de manera que ofreció todo lo que
podía dar. Al parecer, Jesús se adaptó a esa cuando usó en su tercera pregunta,
la misma palabra amor que escogió Pedro.
Mantenga
su enfoque
Cuando
Jesús le aclaró a Pedro que su servicio lo llevaría a la muerte (vv. 18, 19), este
le preguntó cuánto le costaría a Juan su servicio (vv. 20, 21). ¿Qué
le dijo Jesús a Pedro? (vv. 22, 23)
Cuando
servimos a Cristo, es muy fácil distraernos y quedar atrapados en lo que hacen
otras personas y cómo se ocupa Dios de ellas en contraste con la forma en que
se ocupa de nosotros. Pero las palabras de Jesús a Pedro deberían decirnos aún
más a nosotros que a él. Deberíamos centrarnos en el llamado que Dios nos hace,
no en lo que les pide a otros. ¿Cuál es su enfoque?
Todo
esto es cierto
¿Cómo
resumiría las palabras finales de Juan? (vv. 24, 25)
No
importa qué más se diga sobre el relato del Evangelio, lo fundamental es que la
historia es cierta. Jesús entró en la historia humana, sirvió en carne y hueso
a personas reales, sufrió, murió, fue sepultado y se levantó de la tumba,
venciendo a la muerte para siempre. Todo esto ocurrió. Tenemos testigos
oculares que afirman la veracidad de estos hechos y de muchos otros que nunca
se han registrado. Jesús no es una fantasía, un mero anhelo ilusorio, una
leyenda fraguada por personas que querían desesperadamente creer en alguien que
pudiera garantizarles su inmortalidad. Tenemos las mejores pruebas del mundo de
que todo esto es cierto. Nuestra fe está fundada en hechos. No necesitamos dar
un salto al abismo de la incredulidad.
Al
proporcionarnos documentos históricos tan sólidos que los arqueólogos y los
estudiosos de la Biblia han verificado vez tras otra, Dios nos dice que no hay
problemas en que verifiquemos las cosas. Por el contrario, le gusta que lo
hagamos. Él no tiene nada que ocultar y en cambio mucho que dar.
Pero
todos los hechos del mundo no pueden salvar a nadie, a menos que entregue su fe
a Aquel de quien da testimonio la historia. Si aún no lo ha hecho, venga y
ponga su confianza en Él, ya sea para recibir vida eterna o para andar más
cerca de Él; es igual. Él recibe a todos los que se le acercan exclamando con
fe, como lo hizo Tomás: «¡Señor mío, y Dios mío!»
Y como
tal vez ya usted lo ha recibido como su Salvador y Señor, ¡prosiga adelante,
alabándole por poder vivir para su gloria, más allá de lo cotidiano!
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