«Ven aquí, Jennifer; es hora de que te acuestes y
hagas tus oraciones».
«Jessica, te toca el turno de dar gracias por la
comida».
No todos nos habremos criado en hogares donde se
decían estas cosas, pero el cuadro de una criatura con las manos unidas en oración
y la cabeza inclinada es comprensible en cualquier parte. Aun en muchas casas
donde se considera a Jesús como una mera figura histórica y Dios es apenas un
concepto discutible, se dicen oraciones. Pregúntele a cualquiera, y la mayoría
le dirá que en algún momento ora. Puede tratarse de «un deseo que se eleva al
que está allá arriba», o una apasionada súplica a «Dios, si es que estás allí»,
o un simple recitar frases aprendidas de memoria, pero todos oramos.
Si bien la práctica de la oración es universal, hay
muy pocas personas que parecen entender lo que en realidad es. La idea de
invocar al Todopoderoso para que haga algo porque «se lo pido» resulta
aterradora. Para la mayoría de las personas, la convicción de que Dios
realmente habrá de contestar ese pedido casi no existe. ¿Por qué ora, entonces,
la gente? Oran porque «a lo mejor da resultado», porque «mi abuela aseguraba
que daba resultado», o, al igual que los que no saben qué contestar en un
cuestionario con varias opciones, porque «cualquier cosa es mejor que nada». De
modo que la oración se vuelve esa «cualquier cosa» que nos permite hacer algo
en lugar de no hacer nada. Es lo que «hay que hacer» cuando uno mismo ya no
puede hacer nada: «Ya no hay esperanza, de modo que es mejor que le dé una oportunidad
a Dios».
Reconozco que estas actitudes pueden parecerles casi
blasfemas a aquellos que creen en el poder de la oración y han comprobado que
sus oraciones han sido contestadas vez tras vez. Sin embargo, debemos recordar
que estamos expuestos a la influencia del mundo que nos rodea y, como
resultado, muchos cristianos ya no ven la oración de manera muy diferente que
la descrita arriba. Sabemos que deberíamos creer en la oración, y creer que
nuestras oraciones van a ser contestadas, pero la verdad es que no entendemos,
para empezar, en qué consiste la oración. ¿Por qué es necesario que un Dios que
todo lo sabe necesita que le diga lo que me hace falta? ¿Por qué un Dios
todopoderoso necesita mis oraciones a fin de obrar?… ¿Qué es la oración,
después de todo?
Para comenzar a contestar estas preguntas, busque los
siguientes pasajes en los Salmos, y vea si puede emplearlos para formular su
propia definición práctica de lo que es la oración. A continuación tiene
algunas preguntas para ayudarlo a formular dicha definición.
¿Qué palabra o palabras se usan además de la palabra
oración?
¿Qué es lo que se pide en la oración? ¿Qué verdad se
afirma?
¿Cambia la actitud en alguna forma durante la oración?
¿Qué cuadro de Dios se nos pinta en la oración?
¿Cómo es la actitud del que ofrece la oración?
¿De qué se trata la oración?
Indica la persona que ofrece la oración la razón por
la cual ora?
Salmo 17.1–9
Salmo 28.1–7
Salmo 55.16–23
Salmo 61.1–8
Salmo 102.1–22
Salmo 141
Salmo 142
Ores, proseuchomai. Este es un vocablo aglutinante. El
sustantivo euche es una oración a Dios que también implica el hacer un voto; se
añade el verbo euchomai, el cual denota una invocación, una petición o ruego.
Al agregarle pros, «en la dirección de» (Dios), proseuchomai viene a ser el
término que más frecuentemente se emplea para oración.
Oración, tefillah; oración, súplica, intercesión.
Tefillah aparece más de 75 veces en el Antiguo Testamento, 32 de ellas en los
Salmos. En esta referencia, se le adjudicó significado especial a las oraciones
ofrecidas desde el templo en Jerusalén, porque Dios protegía esa casa de
oración de día y de noche.2 Hoy la casa de oración ha de ser la casa espiritual
edificada en nuestros corazones (Jn 4.24).
Hubo orado, palal. Orar, rogar, interceder, suplicar.
Este verbo aparece más de 80 veces. Palal nos habla de la oración como
intercesión, o sea, el pedirle a alguien con más poder y sabiduría que
intervenga a favor de la persona que ora. Por ejemplo, Ana oró por un hijo (1 S 1.12); Ezequías oró porque se extendiera su vida (ls 38.2, 3); y Jonás oró desde el vientre del pez (Jon 2.1–9). Además, palal se encuentra en la promesa de 2 Crónicas 7.14: «Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre
es invocado, y oraren… entonces yo oiré desde los cielos…» Véanse otros
ejemplos del uso de palal en relación con la súplica o intercesión en Génesis 20.7, 17; Números 11.2 y 1 Samuel 12.23.
Nuestro llamado a orar
Hay muchas razones por las cuales orar y muchas
ocasiones en las que necesitamos oración. Investiguemos en los siguientes
pasajes considerando el tema de la oración. Vea las razones que se dan para
orar. ¿Quién nos enseñó a orar? ¿Qué beneficios obtenemos al orar? ¿Se nos
manda orar? ¿Qué lugar ocupan la humildad y la sumisión entre las razones por
las cuales oramos?
Lucas 18.1–8
Lucas 21.36
Efesios 6.18
Santiago 4.3, 7, 8
1 Pedro 5.6, 7
Todos sabemos que debemos orar, pero, ¿por qué?
¿Cuáles son las razones que nos llevan a orar? ¿Se sorprendió alguna vez a sí
mismo acercándose a Dios simplemente con una «lista de pedidos» de las cosas
que le gustaría que El hiciera? ¿Procura que se cumpla la voluntad de Dios
cuando ora? ¿Está aprendiendo a conocerlo mejor durante su tiempo de oración?
Piense acerca de estas cosas y sea sincero consigo
mismo. Tenga presentes estas preguntas durante los próximos días y pídale al
Espíritu Santo que le ayude a ver costumbres en su vida de oración que deberían
ser cambiadas. Luego vuelva y conteste las siguientes preguntas y pídale al
Señor que le ayude a orar por motivos dignos.
Abra la puerta para que Dios obre
La oración es la forma en que hemos de someter todas
las cosas a Dios. Cuando oramos, invitamos a Dios a que venga y obre en las
cosas que nos preocupan. Al obedecer su mandato y colocar nuestras
preocupaciones sobre sus hombros, ponemos esas cosas bajo su control en lugar
del nuestro. Esto no es sólo sumisión, sino el acto mismo de humillarnos ante
Él como nos pide 1 Pedro 5.6–7. Al orar reconocemos que Dios puede hacerse cargo de todo lo que nos
preocupa y que nosotros no podemos resolver. Este franco reconocimiento de
nuestra condición ante Dios siempre es necesario cuando nos acercamos a su trono.
El resultado es que Dios nos exaltará a su debido tiempo. El acudir
humildemente en oración ante El no sólo produce la exaltación de nuestra
situación por medio de la oración contestada, sino también la de nuestro
espíritu en una comunión inmediata con nuestro Padre celestial.
¿Cuáles son las cosas por las que hemos de orar cuando
someternos todo al Señor en oración? ¿Por quiénes debemos orar? ¿Cuándo y cómo
hemos de orar? ¿Qué otras acciones deberían acompañar a nuestras oraciones?
¿Notarnos algún resultado de ellas? ¿Cuáles son? Lea los siguientes pasajes y
vea lo que nos dicen.
2 Crónicas 7.14
Salmo 32.5–7
Marcos 14.3; Lucas 22.32
1 Tesalonicenses 5.16–22
1 Timoteo 2.1–3
Santiago 5.13–16
Con la ayuda de una concordancia o de una Biblia
temática, trate de ver cómo eran las oraciones de diversas personas en la
Biblia. He aquí algunas cuyas oraciones quizá quiera conocer: Abraham, Moisés,
Salomón, Elías, Jesús, Pablo, Pedro, David, Ana, Daniel, Josafat, así como muchos
otros reyes, sacerdotes, profetas y apóstoles en la Biblia. Considere qué
actitudes se observan en sus oraciones y cuáles fueron las respuestas que Dios
les dio. ¿Cuáles son las principales características de estas oraciones? ¿Cómo
se advierte la naturaleza del corazón de Dios a través de sus respuestas? ¿De
qué manera se expresan por lo general las oraciones? ¿Qué podemos aprender de
estas oraciones?
Ahora que hemos pasado un tiempo analizando el tema de
la oración, ¿aprendió algo nuevo acerca de ella? Escriba su definición de la
oración. ¿Cómo se ajusta a su vida de oración actual? ¿Cuál es su concepto de
la oración? ¿Es una práctica sana la oración? ¿Es aburrida? ¿Es difícil? ¿Es
vibrante? ¿Qué le diría a alguien que le preguntara: «¿Por qué ora?», «¿Por qué
debería orar yo?» ¿Es válido hacer algo simplemente porque Dios dijo que
debíamos hacerlo? ¿De qué manera mi sumisión a Dios le permite obrar en mi
vida? Medite acerca de estas cosas y anote sus sentimientos. Pídale al Señor
que le ayude a captar su propia perspectiva sobre la oración y el lugar de la
misma en su vida. Permítale a Dios hacer que sus momentos de oración sean algo
realmente anhelado por usted.
Ningún pueblo tuvo jamás un ideal tan alto sobre la
oración como el judío, y ninguna religión jamás colocó a la oración en una
posición tan elevada en la escala de prioridades como el judaísmo. Pero ciertas
fallas se introdujeron subrepticiamente en los hábitos de oración de los
judíos. Es preciso comprender que ellas pueden ocurrir, y en efecto ocurren, en
cualquier parte. No son fallas producidas por la negligencia, sino por una
devoción mal orientada.
Había dos rituales que todo judío debía cumplir cada
día: El shema (que consistía en citar Dt 6.4–9; 11.13–21; Nm 15.37–41 en actitud de oración) el cual debía ser recitado a
la salida y a la puesta del sol; y el shemoneh ˓esreh (dieciocho oraciones fijas que se debían citar en orden) para ser recitado en las horas
destinadas a la oración (a las nueve de la mañana, a medio día y a las tres de la tarde).
Además, la liturgia judía proporcionaba oraciones
fijas para todas las ocasiones. No había prácticamente nada en la vida para la
que no existiera una fórmula de oración. Había una para antes y otra para
después de cada comida; las había vinculadas a la lluvia y a los relámpagos,
para entrar o salir de una ciudad, para el momento en que aparecía la luna
nueva, para el momento de usar muebles nuevos, etc., etc.
La intención de esta tradición era incorporar a Dios a
cada momento del día. Y sin embargo, a pesar de lo hermosas que son estas
oraciones, con el tiempo los fieles comenzaron a recitar las palabras sólo por
obligación, sin ningún sentido real de comunicación con Dios. Es esta manera
mecánica de orar la que critica Jesús en Mateo 6 al dirigirse a los que dicen sus oraciones para
parecer buenos delante de otros.
Señor, enséñanos a orar
Atienda al pedido que hacen los discípulos de Jesús
cuando observan su vida de oración. Después de haber vivido diariamente con
Jesús y haber aprendido tanto a sus pies, acuden a El con el siguiente deseo:
«Señor, enséñanos a orar» (Lc 11.1). Esta petición no provenía de hombres que no
supieran cómo orar. Este es el clamor del corazón de quienes ven en Jesús la
relación poderosa y portadora de vida que siempre han anhelado tener.
Cuando llegamos al punto en que la oración comienza a
hastiarnos y ni siquiera las respuestas a ella nos proporcionan satisfacción,
entonces tiene que haber algo más. Era este «algo» lo que los discípulos veían
en la vida de nuestro Señor. Veían a una Persona que encontraba plena
satisfacción en una relación diaria con el Padre celestial. Esto era lo que
anhelaban los discípulos y es lo que podemos encontrar si nos proponemos
aprender a orar en base al ejemplo de Jesús.
Para comenzar a aprender cómo orar, observe la
respuesta de Jesús al pedido de sus discípulos. El «Padrenuestro», como se le
ha llamado, se encuentra en dos lugares de los Evangelios. Lea ambos textos,
con los versículos que le sirven de marco, y haga un bosquejo de lo que allí
está escrito.
Mateo 6.5–15
Lucas 11.1–14
Principios sobre la oración que nos enseña el
Padrenuestro
Mateo 6.8–13; Lucas 22.2–4
Principios relacionados con la oración
«Padre nuestro»
1) La necesidad paternal: Cuando ore, todas sus
necesidades son atendidas por la benevolencia de un Padre amoroso. Esta forma
de dirigirse al Padre celestial reconoce la relación existente entre usted y
Él. En primer lugar es preciso que se acerque a Él en base a una relación que
fue obtenida para usted por medio de la sangre expiatoria de Cristo Jesús (Heb 10.19–22; Gl 4.4–6).
«Santificado sea tu nombre»
2) La presencia de Dios: Entre a su presencia mediante
la alabanza (Sal 100.4). Usted tiene un acceso constante al trono de Dios por medio de la
alabanza y la adoración. Dondequiera que esté dispuesto a alabar a Dios, Él
acudirá y establecerá su Reino (Sal 22.3).
«Venga tu reino. Hágase tu voluntad»
3) Las prioridades de Dios: Declare que las
prioridades de Su Reino (Ro 14.17) serán establecidas en usted, sus seres amados, su Iglesia y su nación.
Dios desea reinar en todas las situaciones que nos conciernen. A medida que se
disponga a buscar primero su reinado, hallará todo lo que necesita y más (Mt 6.33).
«Danos»
4) La provisión de Dios: Jesús, el que suple nuestras
necesidades, nos dijo que oráramos diariamente, pidiéndole que provea para todo
lo que nos haga falta. Dios ya ha dado respuesta a nuestra más grande necesidad
enviando a Jesús a morir por nosotros. Cuánto más podremos esperar que
satisfaga nuestras necesidades diarias en base a tan vasta reserva de
bendiciones (Flp 4.19).
«Y perdónanos»
5) El perdón de Dios: Necesitamos el perdón de Dios y
nos hace falta perdonar a los demás. Diariamente camine decidido a amar y
perdonar. Afirme cada día su voluntad de andar prodigando amor y espíritu de
perdón. Este paso abre las puertas para una mayor inundación de la gracia de
Dios en nuestras vidas, el Señor utilizará esto para proporcionar liberación a
otros (Jn 20.23).
«No nos metas en tentación[…]líbranos del mal»
6) Poder sobre Satanás: Pida al Señor una cerca de
protección alrededor de usted y sus seres queridos (Job 1.9–10; Sal 91). Pídale que le vista con Su armadura (Ef 6.14–18). Procure caminar en rectitud y el Señor lo guiará (Sal 37.23–24). Resista las obras del enemigo y obtendrá la
victoria (Stg 4.7).
«Porque tuyo es el reino»
7) Participación en lo divino: Glorifique a Dios que
le hizo participante de Su Reino, poder y gloria (2 Ti 4.18; Lc 10.19; Jn 17.22). Dios nos llama cada día a participar en lo que está
haciendo. Podemos unirnos a sus planes caminando a diario en abierta
comunicación y relación con Él.
Principios sobre la oración
que nos enseña el Padrenuestro
que nos enseña el Padrenuestro
Mateo
6.8–13;
Lucas 22.2–4 |
Principios
relacionados con la oración
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«Padre nuestro»
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1) La
necesidad paternal: Cuando ore, todas sus necesidades son atendidas por
la benevolencia de un Padre amoroso. Esta forma de dirigirse al Padre
celestial reconoce la relación existente entre usted y Él. En primer lugar es
preciso que se acerque a Él en base a una relación que fue obtenida para
usted por medio de la sangre expiatoria de Cristo Jesús (Heb 10.19–22; Gl 4.4–6).
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«Santificado sea
tu nombre»
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2) La
presencia de Dios: Entre a su presencia mediante la alabanza (Sal 100.4). Usted tiene
un acceso constante al trono de Dios por medio de la alabanza y la adoración.
Dondequiera que esté dispuesto a alabar a Dios, Él acudirá y establecerá su
Reino (Sal 22.3).
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«Venga tu reino.
Hágase tu voluntad»
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3) Las
prioridades de Dios: Declare que las prioridades de Su Reino (Ro 14.17) serán
establecidas en usted, sus seres amados, su Iglesia y su nación. Dios desea
reinar en todas las situaciones que nos conciernen. A medida que se disponga
a buscar primero su reinado, hallará todo lo que necesita y más (Mt 6.33).
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«Danos»
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4) La provisión
de Dios: Jesús, el que suple nuestras necesidades, nos dijo que oráramos
diariamente, pidiéndole que provea para todo lo que nos haga falta. Dios ya
ha dado respuesta a nuestra más grande necesidad enviando a Jesús a morir por
nosotros. Cuánto más podremos esperar que satisfaga nuestras necesidades
diarias en base a tan vasta reserva de bendiciones (Flp 4.19).
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«Y perdónanos»
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5) El perdón
de Dios: Necesitamos el perdón de Dios y nos hace falta perdonar a los
demás. Diariamente camine decidido a amar y perdonar. Afirme cada día su
voluntad de andar prodigando amor y espíritu de perdón. Este paso abre las
puertas para una mayor inundación de la gracia de Dios en nuestras vidas, el
Señor utilizará esto para proporcionar liberación a otros (Jn 20.23).
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«No nos metas en
tentación[…]líbranos del mal»
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6) Poder
sobre Satanás: Pida al Señor una cerca de protección alrededor de usted y
sus seres queridos (Job 1.9–10; Sal 91). Pídale que le
vista con Su armadura (Ef
6.14–18). Procure caminar en rectitud y el Señor lo guiará (Sal 37.23–24). Resista las
obras del enemigo y obtendrá la victoria (Stg 4.7).
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«Porque tuyo es
el reino»
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7) Participación
en lo divino: Glorifique a Dios que le hizo participante de Su Reino,
poder y gloria (2 Ti 4.18; Lc 10.19; Jn 17.22). Dios nos llama cada día a participar en lo que está haciendo. Podemos
unirnos a sus planes caminando a diario en abierta comunicación y relación
con Él.
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Ahora que ha completado esta visión inicial del
concepto bíblico de la oración, tómese un tiempo para anotar sus percepciones.
¿Cuáles son sus pensamientos básicos acerca de la
oración?
Hay interrogantes que este estudio le haya traído a la
mente? Escríbalos para que pueda considerarlos de nuevo en su estudio, a medida
que encuentre respuestas a los mismos.
¿Qué espera obtener de este estudio?
¿En qué áreas de su vida (creencias, pautas y conducta
morales, relaciones, dones espirituales, etc.) cree que le ayudará este
estudio?
¿Ha encontrado algo en su vida que necesita ser
llevado ante Dios en oración? Enumere esos puntos aquí para que recuerde
ponerlos en oración. Tal vez desee anotar algunos de sus sentimientos acerca de
estas cosas, dándoles la forma de una oración escrita destinada al Señor.
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