sábado, 10 de noviembre de 2018

B2- Intimidad con Dios



En el hogar de mi infancia había un viejo baúl del ejército colocado al pie de la cama, que servía como depósito de juguetes para mi hermana, mi hermano y yo. Lo recuerdo muy bien porque seguramente habré pasado mucho tiempo explorando su contenido o buscando a alguien que me ayudara a conseguir algún juguete que «tenía que encontrar». Ningún otro podía reemplazarlo; tenía que ser «ese» juguete.


No sé si fue por haber sido el menor de tres hijos en aquella época o sólo una inclinación especial por lo más insignificante, pero lo cierto es que las cosas con las que me gustaba jugar siempre parecían ser los objetos más pequeños de un cajón tan grande que podría haberme servido de cama. No obstante, allí pasé muchas horas buscando y buscando el juguete perdido. Sabía que lo podía encontrar. Sabía que al final mis ojos lo descubrirán por entre las capas de soldaditos, creyones quebrados, bloques para armar casas y vehículos en miniatura; allí encontraría lo que mi corazón de niño buscaba.

Lo más importante para mí, un niño de cuatro años, era encontrar ese juguete. El mismo constituía el centro de mi mundo imaginario, la figura que en mi juego representaba mis pensamientos y mis virtudes. Era lo que haría que los bloques armaran una casa, lo que la defendería contra la cantidad increíblemente superior de «soldados malos». Era mi favorito, y todo el trabajo de mi mundo infantil debía detenerse hasta encontrarlo; tarde o temprano, aparecería.

«Buscad, y hallaréis» (Mt 7.7). Esto no es sólo la historia de un niño de cuatro años; estas son las palabras de Jesús que responden a las necesidades de una raza que ha perdido lo que es más importante: la relación con Dios. Necesitamos esa relación. Es lo más vital que podemos obtener. Es la única razón por la que vale la pena vivir, porque Él es el centro de nuestro mundo (Col 1.16–17). Es lamentable, sin embargo, que con frecuencia la mayoría nos satisfazgamos demasiado rápido con algún sustituto. Nos conformamos con algo menos que la verdadera intimidad con Dios.

Al igual que un niño que busca su preciado objeto, hemos de proponernos buscar al Dios vivo. ¿Dónde lo encontraremos? ¿Cómo debemos buscarlo? ¿Qué les sucederá a quienes lo buscan? ¿Y a quienes no lo hacen? Lea los siguientes pasajes de las Escrituras y vea si puede contestar estas preguntas. Además, vaya observando otras cosas que debería buscar, y también cuáles son las palabras clave relacionadas con lo que debería ser nuestro corazón y nuestra disposición al buscar a Dios.

Deuteronomio 4.27–31
2 Crónicas 7.14
Salmo 9.10
Salmo 69.30–34
Isaías 65.10–15
Jeremías 29.11–13

Busquen, baqash. Indagar, buscar algo diligentemente, buscar algo ansiosamente, hasta encontrarlo. Baqash puede aplicarse a buscar una persona, una cosa en particular o proseguir una meta (como el intento de destruir una ciudad, 2 S 20.19). Baqash aparece más de 210 veces en la Biblia.

He conocido, yada. Conocer, percibir, distinguir, reconocer, estar familiarizado con; «conocer íntimamente», es decir, sexualmente; también, en algunas acepciones verbales quiere decir reconocer, estimar y recomendar.2 Es la misma palabra que se usa en Proverbios 3.6: «Reconócelo en todos tus caminos». Se trata de un llamado a crecer diariamente en una relación íntima y fecunda con Dios.

Un pensamiento terrible

De Oseas 5.6 proviene esta terrible frase: «Andarán buscando a Jehová, y no le hallarán». Este texto es un cuadro de lo que puede suceder a las personas que no se preparan para buscar al Señor, sino que se acercan a Dios «a su manera». Dios nos llama a acercarnos a Él por el camino que ha preparado para nosotros. Él nunca sale a encontrarnos bajo los términos que le fijamos, sino que deja en claro más adelante, en ese mismo pasaje, que su alejamiento de esas personas es hasta que reconozcan su pecado.

Lea Oseas 5 y observe las cosas que suceden o van a suceder debido al pecado del pueblo de Dios. Escriba además los pecados concretos que se mencionan y lo que debe acontecer para que los pecadores encuentren a Dios.

Jesús dice que debemos ser como niños para ver su Reino: con un corazón receptivo y sincero, sin que nuestro orgullo nos lo impida. Es esto último lo que nos impide perseguir plenamente las cosas de la manera en que Dios nos las muestra. ¿Acaso no parece tonto decir: «Creo que mi manera de hacerlo es mejor que la de Dios»? Sabemos que la sabiduría de Dios es muy superior a la nuestra, y sin embargo, cada vez que dejamos de hacer las cosas como Él quiere e insistimos en seguir nuestros propios métodos, estamos actuando tal como lo expresa dicha frase.

Es a menudo este orgullo el que nos impide vivir con todo lo que Él nos ha provisto. Dedique un tiempo a hacerse las siguientes preguntas, luego escriba y ore por aquellas cuestiones relacionadas con el orgullo en las que quizás necesite que el Señor obre en su vida.

¿Siente a veces vergüenza por su fe? ¿O le enorgullece?

¿Le resulta difícil mostrar sus emociones a Dios en los momentos de alabanza o de oración? ¿En público? ¿En privado?

¿Le resulta difícil la alabanza o la oración verbal?

¿Se descubre tratando de «controlar» las cosas a su manera en lugar de someterse a los caminos de Dios o depender sólo de sus promesas?

Abra su corazón a Dios

Uno de los aspectos más importantes de cualquier relación es la comunicación sincera y franca. No es diferente en ningún sentido cuando se trata de la nuestra con el Padre celestial. Necesitamos una relación sincera con Él. Esta comunicación no se cortará por su parte. Somos nosotros los que nos inclinamos a esconder nuestro corazón a los demás.

Mientras estudia esta sección, concentre su atención en la comunicación con Dios. Note lo que puede aprender sobre esto desde ambos lados, las tendencias de El, como también las nuestras. En cada caso pregúntese qué cosas de las que observa debería imitar en su relación con el Señor. ¿Cuál es la tendencia de Dios hacia una comunicación franca con nosotros en estos pasajes? ¿Quién la inicia? ¿Hay algo oculto?

Génesis 18.17–21
Éxodo 3.1–22
1 Samuel 3.1–14

¿Cómo empieza la comunicación en estos pasajes? ¿Cuál es su propósito? ¿Cómo es el estado del corazón de cada persona que aparece? ¿Qué expresiones físicas y verbales hay?

Salmo 63
Salmo 138
Lucas 22.41–44

Una relación plenamente satisfactoria

Los discípulos urgían a Jesús para que comiera, cuando les respondió con estas palabras: «Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis» (Jn 4.32–34). Los discípulos estaban perplejos y se preguntaban si Jesús habría conseguido algo de comer en otro lugar, sin que ellos se enteraran. Entonces Él les aclaró que su satisfacción y su fuerza provenían de su relación y compañerismo con el Padre celestial.

No era un mensaje para reprochar a sus discípulos el satisfacer las necesidades básicas del cuerpo físico. Era el llamado de Jesús a que buscaran una satisfacción mayor que les proveyera la fuerza cotidiana tal como la comida a sus cuerpos. Nuestra relación con Dios tiene por objeto proveemos esta clase de plenitud y fortaleza, pero sólo ocurre cuando en verdad comenzamos a conocer a Dios. Jesús conocía bien al Padre, tanto, que sabía que estaba cumpliendo su voluntad.

¿Qué nos dicen los siguientes versículos en cuanto a conocer a Dios?

Salmo 34.8–18
Proverbios 3.5, 6
Jeremías 9.23, 24
Mateo 11.27–30

Ahora que ha podido dedicar un poco de tiempo para ver cómo se desarrolla una relación íntima con el Padre celestial, medite en lo que ha aprendido. ¿Qué conceptos han cobrado nueva vida en usted o le parecen nuevos? ¿Siente como que los comprende? Tómese un tiempo para pedirle a Dios que le dé entendimiento.

¿Cómo planea incorporar estas verdades a su vida? ¿Qué cosas podría hacer para contribuir al cultivo de su relación con Dios?

Descubra lo máximo en intimidad

Cuando Jesús ruega por nosotros en Juan 17.20–26, le pide al Padre que podamos tener la más íntima de las relaciones con El. Luego señala el camino. Jesús ora para que sus seguidores «sean uno en nosotros» (refiriéndose a la Deidad, y. 21). Esta es una oración por la unidad entre todos los creyentes conjuntamente con Dios. Muchos pasajes de las Escrituras ofrecen un cuadro del poder y la belleza de la unidad entre los hijos de Dios y entre ellos y El. Donde ella está hay despliegues especiales del poder de Dios, de su presencia y de su propósito. Parece que Jesús mismo muestra que la intimidad con el Padre comienza cuando hay amor de unos por otros.

Lea Juan 17.20–26 y vea lo que dice Jesús acerca de la unidad de su cuerpo.
¿Cuál es el pedido inicial de Jesús acerca de ser «uno»?

¿Qué se menciona acerca de los resultados de nuestra unidad?

¿Qué es lo que Jesús ha hecho para que podamos ser uno?

En los siguientes pasajes puede aprender más acerca del increíble poder que se libera cuando oramos y vivimos en unidad en el cuerpo de Cristo. Explorarlos y registre lo que dicen acerca del poder, la presencia y el propósito de Dios en una iglesia unida.

2 Corintios 5.13, 14
Salmo 133.1–3
Hechos 2.1–4
2 Corintios 11.2; Apocalipsis 21.2, 3, 9

Una, ˒echad. Uno, una unidad. ˒Echad viene de la raíz ˒achad, «juntar, unificar; reunir los pensamientos». ˒Echad significa lo mismo que «uno» en español, tanto en sentido estrecho (uno y sólo uno como en Eclesiastés 9.18, «un pecador destruye mucho bien») como en el más amplio de los sentidos (uno compuesto de muchos, como en Génesis 2.24, donde una mujer y un hombre se convierten «en una sola carne»).3 ˒Echad se considera una de las palabras más importantes en el Antiguo Testamento, por cuanto se usa para describir a Dios como uno (Dt 6.4).

Unánimes juntos, homothumadon. Estar de acuerdo, de mutuo consentimiento, mantener la unidad de grupo, ser todos de una sola mente y compartir un solo propósito. Los discípulos tenían unanimidad intelectual, armonía emocional y una sola voluntad en la iglesia recientemente fundada. En cada uno de los casos en que se usa, homothumadon indica armonía, la cual conduce a la acción.

Tómese un momento para revisar esta lección y concentrarse en relación a la búsqueda de una íntima relación con Dios en la oración. ¿En qué consiste? Además de la definición, enumere los atributos (Jn 12).

En su opinión, ¿cuál cree que es el aspecto más difícil al construir esta relación? ¿Qué puede proponer para superar esas dificultades?

¿Cree que la unidad con el cuerpo de Cristo es importante para que pueda desarrollar una intimidad personal con Dios? ¿Por qué?

¿Qué pasos daría para crecer en armonía dentro de la familia de Dios?

Tómese un tiempo para orar acerca de las medidas que piensa tomar. Pídale al Señor su sabiduría para desarrollar y llevar a cabo planes que lo hagan acercarse más a Él y a su pueblo.

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