En el
hogar de mi infancia había un viejo baúl del ejército colocado al pie de la
cama, que servía como depósito de juguetes para mi hermana, mi hermano y yo. Lo
recuerdo muy bien porque seguramente habré pasado mucho tiempo explorando su
contenido o buscando a alguien que me ayudara a conseguir algún juguete que
«tenía que encontrar». Ningún otro podía reemplazarlo; tenía que ser «ese»
juguete.
No sé
si fue por haber sido el menor de tres hijos en aquella época o sólo una
inclinación especial por lo más insignificante, pero lo cierto es que las cosas
con las que me gustaba jugar siempre parecían ser los objetos más pequeños de
un cajón tan grande que podría haberme servido de cama. No obstante, allí pasé
muchas horas buscando y buscando el juguete perdido. Sabía que lo podía encontrar.
Sabía que al final mis ojos lo descubrirán por entre las capas de soldaditos,
creyones quebrados, bloques para armar casas y vehículos en miniatura; allí
encontraría lo que mi corazón de niño buscaba.
Lo más
importante para mí, un niño de cuatro años, era encontrar ese juguete. El mismo
constituía el centro de mi mundo imaginario, la figura que en mi juego
representaba mis pensamientos y mis virtudes. Era lo que haría que los bloques
armaran una casa, lo que la defendería contra la cantidad increíblemente
superior de «soldados malos». Era mi favorito, y todo el trabajo de mi mundo
infantil debía detenerse hasta encontrarlo; tarde o temprano, aparecería.
«Buscad,
y hallaréis» (Mt 7.7). Esto no es sólo la historia de un niño de cuatro años; estas son las
palabras de Jesús que responden a las necesidades de una raza que ha perdido lo
que es más importante: la relación con Dios. Necesitamos esa relación. Es lo
más vital que podemos obtener. Es la única razón por la que vale la pena vivir,
porque Él es el centro de nuestro mundo (Col 1.16–17). Es lamentable, sin embargo, que con frecuencia la mayoría nos
satisfazgamos demasiado rápido con algún sustituto. Nos conformamos con algo
menos que la verdadera intimidad con Dios.
Al
igual que un niño que busca su preciado objeto, hemos de proponernos buscar al
Dios vivo. ¿Dónde lo encontraremos? ¿Cómo debemos buscarlo? ¿Qué les sucederá a
quienes lo buscan? ¿Y a quienes no lo hacen? Lea los siguientes pasajes de las
Escrituras y vea si puede contestar estas preguntas. Además, vaya observando
otras cosas que debería buscar, y también cuáles son las palabras clave
relacionadas con lo que debería ser nuestro corazón y nuestra disposición al
buscar a Dios.
Deuteronomio 4.27–31
2 Crónicas 7.14
Salmo 9.10
Salmo 69.30–34
Isaías 65.10–15
Jeremías 29.11–13
Busquen,
baqash. Indagar, buscar algo diligentemente, buscar algo ansiosamente, hasta
encontrarlo. Baqash puede aplicarse a buscar una persona, una cosa en
particular o proseguir una meta (como el intento de destruir una ciudad, 2 S
20.19). Baqash aparece más de 210 veces en la Biblia.
He
conocido, yada. Conocer, percibir, distinguir, reconocer, estar familiarizado
con; «conocer íntimamente», es decir, sexualmente; también, en algunas
acepciones verbales quiere decir reconocer, estimar y recomendar.2 Es la
misma palabra que se usa en Proverbios 3.6: «Reconócelo en todos tus caminos». Se trata de un llamado a crecer
diariamente en una relación íntima y fecunda con Dios.
Un
pensamiento terrible
De Oseas
5.6 proviene esta terrible frase: «Andarán buscando a Jehová, y no le
hallarán». Este texto es un cuadro de lo que puede suceder a las personas que
no se preparan para buscar al Señor, sino que se acercan a Dios «a su manera».
Dios nos llama a acercarnos a Él por el camino que ha preparado para nosotros.
Él nunca sale a encontrarnos bajo los términos que le fijamos, sino que deja en
claro más adelante, en ese mismo pasaje, que su alejamiento de esas personas es
hasta que reconozcan su pecado.
Lea Oseas 5 y
observe las cosas que suceden o van a suceder debido al pecado del pueblo de
Dios. Escriba además los pecados concretos que se mencionan y lo que debe
acontecer para que los pecadores encuentren a Dios.
Jesús
dice que debemos ser como niños para ver su Reino: con un corazón receptivo y
sincero, sin que nuestro orgullo nos lo impida. Es esto último lo que nos
impide perseguir plenamente las cosas de la manera en que Dios nos las muestra.
¿Acaso no parece tonto decir: «Creo que mi manera de hacerlo es mejor que la de
Dios»? Sabemos que la sabiduría de Dios es muy superior a la nuestra, y sin
embargo, cada vez que dejamos de hacer las cosas como Él quiere e insistimos en
seguir nuestros propios métodos, estamos actuando tal como lo expresa dicha
frase.
Es a
menudo este orgullo el que nos impide vivir con todo lo que Él nos ha provisto.
Dedique un tiempo a hacerse las siguientes preguntas, luego escriba y ore por
aquellas cuestiones relacionadas con el orgullo en las que quizás necesite que
el Señor obre en su vida.
¿Siente
a veces vergüenza por su fe? ¿O le enorgullece?
¿Le
resulta difícil mostrar sus emociones a Dios en los momentos de alabanza o de
oración? ¿En público? ¿En privado?
¿Le
resulta difícil la alabanza o la oración verbal?
¿Se
descubre tratando de «controlar» las cosas a su manera en lugar de someterse a
los caminos de Dios o depender sólo de sus promesas?
Abra su
corazón a Dios
Uno de
los aspectos más importantes de cualquier relación es la comunicación sincera y
franca. No es diferente en ningún sentido cuando se trata de la nuestra con el
Padre celestial. Necesitamos una relación sincera con Él. Esta comunicación no
se cortará por su parte. Somos nosotros los que nos inclinamos a esconder
nuestro corazón a los demás.
Mientras
estudia esta sección, concentre su atención en la comunicación con Dios. Note
lo que puede aprender sobre esto desde ambos lados, las tendencias de El, como
también las nuestras. En cada caso pregúntese qué cosas de las que observa
debería imitar en su relación con el Señor. ¿Cuál es la tendencia de Dios hacia
una comunicación franca con nosotros en estos pasajes? ¿Quién la inicia? ¿Hay
algo oculto?
Génesis 18.17–21
Éxodo 3.1–22
1 Samuel 3.1–14
¿Cómo
empieza la comunicación en estos pasajes? ¿Cuál es su propósito? ¿Cómo es el
estado del corazón de cada persona que aparece? ¿Qué expresiones físicas y
verbales hay?
Salmo 63
Salmo 138
Lucas 22.41–44
Una
relación plenamente satisfactoria
Los
discípulos urgían a Jesús para que comiera, cuando les respondió con estas
palabras: «Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis» (Jn
4.32–34). Los discípulos estaban perplejos y se preguntaban si Jesús habría
conseguido algo de comer en otro lugar, sin que ellos se enteraran. Entonces Él
les aclaró que su satisfacción y su fuerza provenían de su relación y
compañerismo con el Padre celestial.
No era
un mensaje para reprochar a sus discípulos el satisfacer las necesidades
básicas del cuerpo físico. Era el llamado de Jesús a que buscaran una
satisfacción mayor que les proveyera la fuerza cotidiana tal como la comida a
sus cuerpos. Nuestra relación con Dios tiene por objeto proveemos esta clase de
plenitud y fortaleza, pero sólo ocurre cuando en verdad comenzamos a conocer a
Dios. Jesús conocía bien al Padre, tanto, que sabía que estaba cumpliendo su
voluntad.
¿Qué
nos dicen los siguientes versículos en cuanto a conocer a Dios?
Salmo 34.8–18
Proverbios 3.5, 6
Jeremías 9.23, 24
Mateo 11.27–30
Ahora
que ha podido dedicar un poco de tiempo para ver cómo se desarrolla una
relación íntima con el Padre celestial, medite en lo que ha aprendido. ¿Qué
conceptos han cobrado nueva vida en usted o le parecen nuevos? ¿Siente como que
los comprende? Tómese un tiempo para pedirle a Dios que le dé entendimiento.
¿Cómo
planea incorporar estas verdades a su vida? ¿Qué cosas podría hacer para
contribuir al cultivo de su relación con Dios?
Descubra
lo máximo en intimidad
Cuando
Jesús ruega por nosotros en Juan 17.20–26, le pide al Padre que podamos tener la más íntima de las relaciones con
El. Luego señala el camino. Jesús ora para que sus seguidores «sean uno en
nosotros» (refiriéndose a la Deidad, y. 21). Esta es una oración por la unidad entre todos los creyentes
conjuntamente con Dios. Muchos pasajes de las Escrituras ofrecen un cuadro del
poder y la belleza de la unidad entre los hijos de Dios y entre ellos y El.
Donde ella está hay despliegues especiales del poder de Dios, de su presencia y
de su propósito. Parece que Jesús mismo muestra que la intimidad con el Padre
comienza cuando hay amor de unos por otros.
Lea Juan
17.20–26 y vea lo que dice Jesús acerca de la unidad de su cuerpo.
¿Cuál
es el pedido inicial de Jesús acerca de ser «uno»?
¿Qué se
menciona acerca de los resultados de nuestra unidad?
¿Qué es
lo que Jesús ha hecho para que podamos ser uno?
En los
siguientes pasajes puede aprender más acerca del increíble poder que se libera
cuando oramos y vivimos en unidad en el cuerpo de Cristo. Explorarlos y registre
lo que dicen acerca del poder, la presencia y el propósito de Dios en una
iglesia unida.
2 Corintios 5.13, 14
Salmo 133.1–3
Hechos 2.1–4
2 Corintios 11.2; Apocalipsis 21.2, 3, 9
Una, ˒echad. Uno, una unidad. ˒Echad viene de la raíz ˒achad, «juntar, unificar; reunir los pensamientos». ˒Echad significa lo mismo que «uno» en español, tanto en sentido estrecho (uno y sólo uno como en Eclesiastés 9.18, «un pecador destruye mucho bien») como en el más amplio de los
sentidos (uno compuesto de muchos, como en Génesis 2.24, donde una mujer y un hombre se convierten «en una sola carne»).3 ˒Echad se considera una de las palabras más importantes en el Antiguo Testamento, por cuanto se
usa para describir a Dios como uno (Dt 6.4).
Unánimes
juntos, homothumadon. Estar de acuerdo, de mutuo consentimiento, mantener la
unidad de grupo, ser todos de una sola mente y compartir un solo propósito. Los
discípulos tenían unanimidad intelectual, armonía emocional y una sola voluntad
en la iglesia recientemente fundada. En cada uno de los casos en que se usa,
homothumadon indica armonía, la cual conduce a la acción.
Tómese
un momento para revisar esta lección y concentrarse en relación a la búsqueda
de una íntima relación con Dios en la oración. ¿En qué consiste? Además de la
definición, enumere los atributos (Jn 12).
En su
opinión, ¿cuál cree que es el aspecto más difícil al construir esta relación?
¿Qué puede proponer para superar esas dificultades?
¿Cree
que la unidad con el cuerpo de Cristo es importante para que pueda desarrollar
una intimidad personal con Dios? ¿Por qué?
¿Qué
pasos daría para crecer en armonía dentro de la familia de Dios?
Tómese
un tiempo para orar acerca de las medidas que piensa tomar. Pídale al Señor su
sabiduría para desarrollar y llevar a cabo planes que lo hagan acercarse más a
Él y a su pueblo.
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