Juan (7.1–8.59)
Hubo una vez un escritor que creó todo un mundo en su
imaginación. El paisaje, los colores, olores, espectáculos…, absolutamente todo
en este mundo imaginario llevaba la marca de sus huellas digitales. Incluso los
seres vivos que lo habitaban, grandes y pequeños, lo reflejaban de alguna
manera.
Un día, mientras escribía la historia acerca de este
mundo, decidió formar parte de ella, por eso se incluyó como una de las
criaturas superiores del relato. Pensó que su mundo le daría una alegre
bienvenida, puesto que, en primer lugar, era el que lo había creado. Así que
llegó con grandes expectativas.
Una vez dentro de su mundo, decidió no hacerse notar
por un tiempo, para poder observar en primer plano. Parte de lo que vio le
agradó mucho. Los árboles, los animales, la vida marítima, el cielo y otros aspectos
del mundo natural aparecían aun más hermosos y armoniosos a sus ojos de lo que
sus palabras habían descrito. Aquí todo lo había hecho bien. Por otro lado, los
seres vivos superiores que había creado —los que llamaba librepensadores—
tenían problemas para relacionarse entre sí y con el ambiente que los rodeaba.
Es más, tenían entre sí más conflictos que asuntos sobre los cuales pudieran
discutir. Esto perturbó al autor, de modo que decidió hacer algo al respecto.
Escogió el momento más adecuado, y se presentó en un
prestigioso encuentro de la Alta Sociedad de los Librepensadores. Les dijo que
él era el autor del mundo, el que los había creado, y que se sentiría muy
complacido de ayudarlos a resolver sus diferencias. —¡Usted debe estar
bromeando! —le dijeron—. ¿Quién se piensa que es?
—Ya se los he dicho —respondió. —Fui quien los creó.
Hubo un tiempo en que ustedes eran sólo parte de mi imaginación. Pero les di
vida. Tomé papel y lápiz y les di existencia. Ahora, me gustaría crear para
ustedes algunas soluciones a sus problemas.
—¡Usted debe estar loco!—le contestaron con un gesto
de total incredulidad—. Usted se parece a uno de nosotros, habla como uno de
nosotros, pero por cierto, no parece tan inteligente como nosotros. Si lo
fuera, no estaría diciendo tantas tonterías.
—Sin embargo, les aseguro que soy quien declaro ser
—respondió el autor.
Pero a pesar de las pruebas que les dio, sólo un
puñado le creyó, y estos fueron marginados por la Alta Sociedad de los
Librepensadores. El mundo creado por el autor lo había rechazado a él y a toda
su argumentación.
La situación que vivió Jesús no fue diferente a la de
este escritor. El también creó un mundo con la sabiduría de su mente, y sabía
que era bueno. Pero cuando algunas de sus criaturas se desviaron, hizo todo lo
que pudo para orientarlos en la dirección correcta. Finalmente, vino a nuestro
mundo como un hombre más, de manera que las criaturas libres que El creó y que
se habían desviado pudieran verlo y escucharlo mejor. Pero lo rechazaron. Salvo
unos cuantos, los seres libres que había creado no sólo rechazaron su consejo
sino que, rechazaron además su persona. Se negaban a creer que era su Creador,
sin importar las evidencias que les presentaba.
En los capítulos 7 y 8 de Juan esta situación aparece con dolorosa claridad.
Aquí el Hijo de Dios presenta prueba tras prueba de su identidad, pero los que
se consideran pueblo de Dios rechazan vez tras vez los argumentos de su Hijo.
¿Es una actitud de voluntaria ignorancia? Sí. ¿Resulta trágico? Sin duda alguna.
¿Sigue ocurriendo en nuestros días? Lamentablemente, sí. ¿Podría estar
sucediendo con usted o con alguien a quien ama? Mientras estudia este capítulo,
júzguelo usted mismo.
Crece la tensión
Hasta este punto del Evangelio de Juan, Jesús ha
provocado reacciones variadas, tanto en el pueblo como entre los líderes
religiosos. Imagine por un momento que usted es un crítico cinematográfico, y
que Jesús es el protagonista principal en una nueva película sobre su propia
vida. Usted desea informar, no lo que piensa acerca de la película y de la
actuación de Jesús, sino lo que otros dicen acerca de ella. Por consiguiente,
dedica varios días a entrevistar a numerosas personas que han visto la película
y que han hablado con Jesús. A partir de la lectura de Juan 16, ¿qué diría en su artículo? Escríbalo aquí tal como
lo publicaría.
A partir del capítulo 7 de Juan, cualquier polarización que haya notado en
los capítulos anteriores va a aumentar notablemente. Los versículos que
aparecen a continuación le ofrecerán algunas indicaciones acerca de la forma en
que crece la tensión. Como buen periodista, sintetice objetivamente lo que
descubra.
7.1
7.5
7.10–13
7.20
7.25–27
7.30, 31
7.32
7.40–44
7.45–52
8.3–6
8.13
8.20
8.30
8.41–44
8.48
8.52, 53
8.59
¿Cuál es su impresión general? Basado sólo en la
reacción del auditorio hacia Jesús, ¿aprobaría o no su «actuación»?
Explique su respuesta.
Ahora detallemos más la perspectiva de Juan 7 y 8.
Incredulidad de su familia
Juan 7 comienza cuando el Hijo de Dios, Jesucristo, evita
una región del territorio que legítimamente le pertenece como Creador. ¿Qué
región de Palestina evita, y por qué? (y. 1)
Los acontecimientos registrados en Juan 7 y 8 giran en torno a una festividad religiosa judía
llamada Fiesta de los Tabernáculos (7.2), o Fiesta de las Enramadas, o Fiesta de la Siega.
Para obtener información importante acerca de los antecedentes de esta
celebradón, lea Exodo 23.14–16; Levítico 23.33–36, 39–43; Números 29.12–38; Deuteronomio 16.13–17.
En ocasión de esta asombrosa fiesta religiosa algunos
miembros de la familia de Jesús vienen y se mofan de El. ¿A qué lo desafían? Jn 7.35)
¿Por qué Jesús no los complace? (vv. 6–8)
Jesús tenía tanta confianza en la voluntad del Padre
hacia Él, que podía mantenerse firme ante los desafíos de los incrédulos, aun
cuando estos vinieran de sus seres queridos. ¿Cuál sería su actitud? ¿Pasa
suficiente tiempo con el Señor, buscando la voluntad de Dios para su vida, de
manera que pueda reconocer a qué se debe la incredulidad, sin importar su
origen? ¿Es capaz de mantenerse firme ante los desafíos de los que procuran
despreciar su fe? Dígaselo al Señor en oración. Siéntase en libertad de
expresar por escrito sus pensamientos, o aun de escribir su oración a
continuación. El Señor anhela escucharlo.
Quizás haya miembros incrédulos en su familia que no
entienden su fe y hasta la ridiculizan. Jesús comprende su dolor. El también
tuvo seres queridos que trataron sus convicciones con desdén.
Admita su sufrimiento delante del Señor. El anhela
consolarlo. Asimismo, recuerde la promesa de la Palabra de Dios (Hch 16.31), y tenga paciencia y perseverancia en actitud de
oración plena de alabanza.
Un secreto muy grande para esconder
Así que los «hermanos» de Jesús se dirigen a
Jerusalén, en Judea, para asistir a la Fiesta de los Tabernáculos, en tanto que
Jesús se queda en Galilea (Jn 7.9, 10). Pero no se queda allí mucho tiempo. La verdad es
que asiste a la fiesta, pero lo hace «como en secreto» (y. 10). ¿Por qué piensa que al final asistió?
Aunque Jesús no llamó la atención cuando llegó a la
fiesta, ¿por qué le resultó imposible mantener en secreto su presencia? (vv. 10–13)
¿Qué indicio encuentra de que en realidad no tenía
pensado mantenerse oculto durante toda la celebración? (y. 14)
Los judíos (7.11, 13): Puesto que los asistentes a la Fiesta de los
Tabernáculos serían judíos, la frase «los judíos» se refiere específicamente a
las autoridades religiosas, mientras que palabras más genéricas tales como «el
pueblo», aluden a la población judía en general.
¿Cuál podría ser la importancia de que Jesús se
mostrara públicamente en el templo de Jerusalén? (y. 14)
Las primeras reacciones y acusaciones
Con el secreto al descubierto y Jesús enseñando en el
templo, obtenemos los primeros atisbos de cómo el populacho y las autoridades
religiosas reaccionaron ante El durante la fiesta. ¿Cuál fue la reacción
inicial de las autoridades religiosas a la enseñanza de Jesús? (v. 15)
Por lo general, los discípulos en ciernes estudiaban
bajo la dirección de un rabino y memorizaban lo que los maestros judíos le
enseñaban acerca de la Ley.1 Puesto que Jesús no se había educado de esa manera,
las autoridades religiosas no podían entender cómo sabía tanto.
¿Cómo explicó Jesús la adquisición de sus
conocimientos? (v. 16)
¿Cómo podían los demás verificar sus afirmaciones?
(vv. 17, 18)
¿Qué hacía tan especial a Jesús? (vv. 18, 19)
A la gente no le gustó la respuesta de Jesús, por eso
lo acusaron de que tenía demonios (y. 20). ¿Cómo se defendió de esta acusación? (vv. 21–24)
¿Ha juzgado alguna vez «según las apariencias», en
lugar de juzgar «con justo juicio»? (y. 24) ¿Qué sucedió y qué aprendió?
¿Ha vuelto recientemente a juzgar en forma equivocada?
Si es así, ¿ha aclarado las cosas con la persona y con el Señor? La
reconciliación es muy importante para Dios, por eso debiera serlo también para
nosotros (Mt 5.23–26). Planifique ahora cuándo y cómo restaurará la relación.
Resuma el intercambio verbal que se produjo entre el
pueblo y Jesús:
La refutación de la gente (vv. 25–27):
La respuesta de Jesús (vv. 28, 29):
La reacción mixta (vv. 30, 31):
Alzó la voz (v. 28): Expresado a viva voz y con emoción intensa, lo cual
a menudo se asocia con una declaración solemne (cf. 1.15; 7.37; 12.44).
La temperatura aumenta
Si las cosas no tenían el calor suficiente,
rápidamente se incrementó. La gente se volvía a Jesús, y los líderes religiosos
lo veían como una amenaza concreta. Por eso los fariseos y principales
sacerdotes «enviaron alguaciles para que le prendiesen [arrestasen]» (7.32). Interprete la respuesta que les dio Jesús (vv. 33, 34).
¿Qué pensaron los lideres religiosos de lo que Él
quiso decir? (vv. 35, 36)
Los dispersos (7.35): «Se refiere a los judíos diseminados por el mundo
griego. Más tarde, el término también se aplicó a los cristianos dispersos en
el extranjero (1 P 1.1)».
Los griegos (7.35): Los no judíos o los pueblos paganos de dicha
sociedad, no sólo los nacidos en Grecia o las personas que hablaban griego.
«Cada día, durante la Fiesta de los Tabernáculos,
tenía lugar una alegre celebración en la que los sacerdotes traían agua
(símbolo de la que había brotado de la roca según Éxodo 17) al templo, en una vasija de oro, desde el estanque
de Siloé. Durante la procesión, la gente recitaba Isaías 12.3. El agua era derramada sobre el altar como una ofrenda
a Dios, mientras la gente gritaba y cantaba. Jesús fue el cumplimiento de todo
lo que aquella ceremonia tipificaba (véase 1 Co 10.4)».
En el último día de la fiesta, Jesús habló de nuevo a
la multitud. ¿Qué dijo, y qué significan sus palabras? (vv. 37–39)
¿Qué acontecimiento profetiza Jesús, puesto que este
pasaje apunta a un tiempo posterior a su muerte, resurrección y ascensión?
¿Cuándo cree que se derramaron los «ríos de agua viva» de su profecía? ¿Sería
adecuado comparar este pasaje con Hechos 2.1–39?
Jesús también usa la figura del «agua» en Juan 4. Haga una comparación observando las diferencias
entre el «pozo» o la «fuente» que satisface la sed de la persona y los «ríos»
que fluyen de una persona llena del Espíritu Santo cuando sirve y ministra a
otros
Desde su punto de vista, ¿hay alguna implicación de la
comparación de estos pasajes con la necesidad de estar satisfechos del
conocimiento de Cristo, y también llenos del Espíritu y rebosantes de Cristo?
Escriba lo que siente en respuesta a esos pensamientos.
¿Cómo reaccionó la multitud a las palabras de Jesús? (Jn 7.40–44)
Confusión de las autoridades
El complot se complica en Juan 7.45–53. Aquí vemos desde adentro cómo piensan los líderes
religiosos acerca de Jesús, lo cual dista mucho de ser una opinión unánime.
Analice estos versículos, y extraiga la esencia de su riqueza mientras responde
las siguientes preguntas.
¿Quiénes asisten a esa reunión de la alta jerarquía?
¿Qué opiniones expresan respecto a Jesús?
¿Qué le sugieren las palabras de Nicodemo respecto a
su actitud hacia Jesús?
Un tiro que salió por la culata
Después que terminó la Fiesta de los Tabernáculos, la
gente volvió a sus hogares, pero Jesús se dirigió al monte de los Olivos (7.53–8.1). ¿Qué importancia tenía este lugar?
Zacarías 14.3, 4
Mateo 21.1–5
Mateo 24.3
Mateo 26.29, 30
Lucas 19.36–40
Lucas 22.39–53
A la luz de estos pasajes, ¿por qué cree que Jesús
decidió pasar la noche en ese monte?
A la mañana siguiente, Jesús regresó al templo a
enseñar (Jn 8.2). Mientras enseñaba, ¿qué ocurrió y cómo resolvió la situación? (vv. 3–11)
Es muy fácil condenar el pecado ajeno mientras
ignoramos el nuestro. Jesús no sólo condenó esa práctica en este momento, sino
que también en otra oportunidad habló de esto con palabras muy duras (cf. Mt 7.1–5).
Considere cómo trató Jesús a la adúltera y a la
multitud que la condenaba tomando la justicia por su mano, y aplíquelo a su
situación. Pídale al Señor que le ayude a ver su situación con claridad; luego
sea leal a lo que le revele, y sensible al modo en que quiere que usted
resuelva esa situación. Le aguarda gracia y misericordia si se muestra
vulnerable ante Él.
La defensa va a terminar… permanentemente
Desde Juan 8.12 hasta el final del capítulo, Jesús presenta su
defensa ante una serie de acusaciones, interpretaciones erradas y
cuestionamientos, que llamaremos cargos. Resuma los cargos presentados contra
Jesús, sus respuestas, las acciones del pueblo y las del Señor. Luego exprese
su propio veredicto: ¿Pudo Jesús defender su caso o no?
Primera afirmación de Jesús (v. 12):
Primer cargo (v. 13):
Respuesta de Jesús (vv. 14–18):
Segundo cargo (v. 19):
Respuesta de Jesús (v. 19):
Segunda afirmación de Jesús (v. 21)
Tercer cargo (v. 22):
Respuesta de Jesús (vv. 23, 24):
Cuarto cargo (v. 25):
Respuesta de Jesús (vv. 25–29):
Acción de Jesús (v. 30):
Tercera afirmación de Jesús (vv. 31, 32):
Quinto cargo (v. 33):
Respuesta de Jesús (vv. 34–38):
Sexto cargo (v. 39):
Respuesta de Jesús (vv. 39–41):
Séptimo cargo (v. 41):
Respuesta de Jesús (vv. 42–47):
Octavo cargo (v. 48):
Respuesta de Jesús (vv. 49–51):
Noveno cargo (vv. 52, 53):
Respuesta de Jesús (vv. 54–56):
Décimo cargo (v. 57):
Respuesta de Jesús (v. 58):
Acción de los judíos (v. 59):
Acción de Jesús (v. 59):
Su veredicto:
Antes que Abraham fuese, yo soy (8.58): Jesús declara que antes que naciera Abraham, el
padre de la nación de Israel, Él existía eternamente como Dios. Jesús adopta y
se aplica el nombre más sagrado de Dios, tal como se le reveló a Moisés (Éx 3.14). El nombre YHWH («Yo soy el que soy») es una
declaración acerca de la propia existencia eterna, autónoma, que no se creó.
Dios no ha sido creado por nadie ni nadie puede quitarle la existencia. Él está
siempre. Punto. Debido a que Jesús hizo esta afirmación, las autoridades judías
procuraron apedrearlo por la blasfemia.
¿Qué descubre al leer acerca de este diálogo entre
Jesús y las autoridades religiosas?
¿Qué aplicación podría sacar de eso?
¿Qué comenzaría a hacer en esta semana? No olvide
pedir al Espíritu Santo que lo ayude a hacer sus planes y a llevarlos a cabo.
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