sábado, 10 de noviembre de 2018

A- El discípulo amado y su Evangelio


Usted y ella son amigas. Son íntimas amigas. Ella lo sabe, y usted también. Se cuentan todo. Usted le ha contado que volar la aterroriza a tal punto que cuando baja se queda sentada en la sala del aeropuerto hasta recuperar la fuerza de sus piernas. Ella le ha contado su secreto anhelo de ser una famosa corredora automovilística. Se trata de un deseo que hace muchos años no se lo ha contado a nadie, porque las personas a las que se lo dijo antes se rieron de ella. Usted sabe quiénes se burlaron de sus planes y cuánto le dolió la actitud de ellos. Sabe también dónde ha comenzado a recibir lecciones de conducción con la intención de convertir en realidad su sueño. Ella sabe quién fue la primera persona que le dio un beso a usted, por qué ya no quiere dar un paseo sola a pie, la forma en que su padre la incomodó en presencia del primer joven con el que salió, cuándo en realidad consideró la posibilidad de rasurarle la cabeza a su esposo mientras dormía, para desquitarse por haberse burlado de su cabello. Sabe por qué le es tan difícil a ella confiar ahora en los hombres, el miedo que le tiene a las agujas, por qué se deleita disimuladamente cada vez que toma un helado de chocolate almendrado, y cuál es el verdadero significado que oculta una de sus frases favoritas. Nada hay que sea tan sagrado que no se lo puedan comunicar.


Juntas han experimentado toda clase de emociones... se han reído a carcajadas, han expresado sus sentimientos de venganza, la desilusión provocada por sueños fallidos, el dolor que producen las insinuaciones y los rumores, las frustraciones de criar hijos que al parecer no las apreciaban, y menos aún escuchaban.

Hace años que se conocen. Han viajado juntas, han pasado vacaciones juntas, han trabajado en los mismos proyectos, han ido a las mismas liquidaciones de las grandes tiendas, han visto las mismas películas cinematográficas, han leído los libros de cada una.

Si dos personas pueden llegar en realidad a conocerse la una a la otra, esas son ustedes.

Luego, su amiga muere. Las dos sabían que esto iba a suceder; no fue algo repentino. Pero ella se preparó para eso mejor que usted. Es más, cuando falleció usted sintió como si todo su cuerpo se comprime dentro de su corazón; luego ambos estaban aplastados con golpes brutales e inexorables.

¿Cómo puede conservarla en su memoria? ¿Qué puede hacer para que otros sepan cómo era, lo que pensaba, sentía y por qué, cuánto significaba para usted? Comienza a escribir. Trata de hacer memoria y empieza a registrar todo lo que recuerda. Quiere recordarlo todo, tal como fue. Sí, la amaba y la sigue amando. Pero anhela ofrecer un retrato que sea fiel a la realidad, y no barnizado con falsos elogios; la relación entre ustedes estaba basada en la verdad, de modo que quiere asegurarse de que su descripción también lo sea. Cuando haya terminado, se propone darle a otros sus recuerdos escritos con los que podrían beneficiarse contemplando a su amiga tan querida, su mejor amiga, tal como era.

¿Alguna vez ha tenido un amigo que haya querido así? Juan sí. Su nombre era Jesús. Nació en Belén y se crió en Nazaret. Hijo de un carpintero (algunos decían que había sido concebido ilegítimamente), Jesús se convirtió en un predicador ambulante que dio a conocer su mensaje acerca del Reino de Dios por toda la Palestina del primer siglo. Ese fue el momento en que Juan lo conoció, se unió a su pequeño grupo de seguidores y aprendió a amarlo como su mejor amigo. Jesús sentía lo mismo hacia Juan, y Juan lo sabía (como veremos más adelante).

Viajando juntos, intercambiaban relatos, se contaban secretos; aprendieron a saber lo que enfurecía y entristecía a cada uno, descubrieron lo que le gustaba comer a cada cual; se alentaban mutuamente, oraban el uno por el otro y discutían entre sí. Se conocían como ocurre con los que se consideran amigos íntimos, pero ambos sabían que a pesar de todo había dos cosas que no tenían en común. Estas dos cosas hacían que Jesús fuese absolutamente único; ningún otro ser humano las tenía, y, como que eran suyas, lo hacían superior a cualquier otro ser humano, vivo o muerto. El era Dios encarnado, y estaba completamente libre de pecado. No había nada en la experiencia anterior de Juan que lo hubiera podido preparar para una relación íntima con una persona así. El encanto de todo esto era indescriptible.

Más, por asombrado que pudiera sentirse Juan en la presencia de Jesús, también podía sentir su dolor. Jesús sabía que iba a morir, y él también. Sabía además el gran dolor que Jesús sufriría antes de morir, y eso le dolía profundamente.

Juan experimentó la pérdida de su mejor amigo… incluso lo vio morir. Pero también lo vio victorioso sobre la muerte, y dedicó el resto de sus días a contar a los demás acerca de su mejor amigo, para que ellos pudieran ser Sus amigos también. De esto se trata justamente el Evangelio de Juan. Es un relato íntimo, realista y que a la vez ensancha la mente, del hombre que sacudió al mundo, el mejor amigo de Juan, el Hijo de Dios, el Hijo del Hombre.

En este capítulo queremos aprender algo más acerca de Juan, por qué escribió su Evangelio, cuándo y dónde lo escribió y quiénes pudieron haber sido sus primeros destinatarios. También queremos ver cómo presenta a Jesús en su personalidad total. En los capítulos siguientes tendremos muchas oportunidades para analizar los detalles.

Al comenzar este estudio, no olvide que este Evangelio es fruto del amor: el amor de Juan por Jesús, el amor de Jesús por usted y por mí, y el amor del Padre por su Hijo y por el mundo. En una carta de amor de esta naturaleza encontraremos muchas cosas que tendrán aplicación a nuestra vida, relaciones, nuestros valores, nuestras alegrías, nuestros dolores.

Juan, el autor

Al leer el Evangelio de Juan, no encontrará el nombre de alguien que se identifique como autor del mismo. Así ocurre también con los otros tres Evangelios: Mateo, Marcos y Lucas. Pero hay dos evidencias que indican que Juan es el autor del cuarto Evangelio.

La primera evidencia es interna: lo que el texto del Evangelio revela acerca del autor. Un personaje que aparece como «uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba» se menciona a menudo a través del Evangelio. Y si bien se nombra a la mayoría de los doce discípulos, a este no; y uno de los discípulos que no se mencionan es Juan. De modo que mediante el procedimiento de eliminación, las pruebas internas llevan a la conclusión de que el discípulo «a quien Jesús amaba» era Juan.

La segunda evidencia es externa: la que se ocupa de lo que la tradición de la iglesia afirma acerca de la paternidad de este Evangelio. Y esa tradición presenta de manera sistemática a Juan, uno de los hijos de Zebedeo, como el autor del cuarto Evangelio. Una de estas fuentes históricas, Ireneo, que era obispo de Lyon en la segunda mitad del segundo siglo y que estaba vinculado con Policarpo, que había conocido a Juan, le oyó testificar de que este discípulo del Señor publicó el Evangelio de Juan mientras vivía en Efeso.

De manera que las evidencias son bastante contundentes en el sentido de que Juan, el discípulo amado del Señor, escribió el Evangelio que lleva su nombre. (A propósito, también escribió 1, 2 y 3 Juan y Apocalipsis.)

En el Nuevo Testamento en general puede obtenerse más información acerca de Juan. Busque los pasajes que se indican abajo para ver qué puede aprender sobre él.

Marcos 1.19
Mateo 4.21; Lucas 5.10
Mateo 27.56; Marcos 15.40 (cf. Jn 19.25)
Juan 1.35–42
Juan 2.2
Mateo 4.19–21
Marcos 3.17; Lucas 9.54
Mateo 17.1
Juan 13.23
Juan 19.26, 27
Hechos 3.1–11
Hechos 4.5–21
Hechos 8.14–25
Gálatas 2.9
1 Juan 1.1–4
Apocalipsis 1.9

De lo que ha descubierto acerca de Juan, ¿qué es lo que encuentra más significativo? ¿Encuentra rasgos que le gustaría que caracterizaron su propia persona? Escriba sus respuestas aquí, luego pídale al Señor que comience a trabajar en su vida a fin de hacer que esos rasgos imprimen huellas a su vida de fe.

Los destinatarios y el propósito del Evangelio

Varios de los libros del Nuevo Testamento indican a quiénes estaban destinados originalmente. Romanos fue para los creyentes de Roma, mientras que 1 y 2 Corintios se escribieron para abordar asuntos de la iglesia de Corinto. El Evangelio de Juan no indica en la misma forma quiénes serían sus lectores. Si bien expresa con claridad una preocupación por el pueblo judío fuera de la tierra de Israel (1.41; 4.25; 7.35; 10.16; 11.52; 20.31), su tono es más universal e incluye a los cristianos gentiles y a todos los incrédulos. Juan dice que fue escrito: «[…] para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (20.31). De modo que este es un libro para cualquiera que necesite a Jesús o que necesite profundizar su relación con Él. Imposible abarcar más.

Cuándo y dónde

Mientras que algunos eruditos bíblicos fechan la composición del Evangelio de Juan alrededor del año 70 d.C. o antes, la mayoría lo ubica entre el 85 y el 90 d.C., o por lo menos antes de la finalización del primer siglo.

La tradición eclesiástica, como ya lo hemos expresado, dice que este Evangelio fue escrito por Juan en la ciudad de Éfeso.

Lea la carta a los Efesios en el Nuevo Testamento y vea qué más puede descubrir acerca de Éfeso y la iglesia allí consultando algunos diccionarios o enciclopedias bíblicos. Descubrirá con rapidez lo difícil que era ser cristiano en la pagana Éfeso.

Es muy común que algunas personas se quejen de lo difícil que es ser cristiano en su comunidad. ¿Es usted una de ellas? ¿Qué ha encontrado hasta ahora en este estudio que quizás le indique que debe proceder para cambiar de actitud y perspectiva?

¿Qué le parece? ¿Está dispuesto a cambiar?

El mensaje de este Evangelio

Si alguna vez ha leído los Evangelio Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), sabe que tienen buena parte de su contenido en común, y que básicamente presentan la misma cronología de la vida y el ministerio, la muerte y la resurrección, de Jesús. El Evangelio de Juan es muy diferente. Su orden es más temático que cronológico. Y cuando presenta una cronología, aparece relacionada con el calendario religioso judío, mostrando a Jesús en muchas de las principales festividades religiosas, generando controversias sobre quién afirma ser y sobre lo que hace. Busque los versículos que se indican abajo y anote a qué celebración religiosa asiste Jesús, y lo que ocurre cuando lo hace.

2.13–25
5.1–18
6.4–15
7.2–52
10.22–39
11.55–12.43
13.1–5
18.1–19.42

¿Cree que los cristianos deben quedarse a la orilla del mar y no crear olas? Jesús no pensaba así. Su ejemplo deja bien en claro que estaba dispuesto a meterse en una situación y a remover las cosas, no por amor a la controversia, sino para despertar el interés y para extender el Reino de Dios. ¿Cuándo fue la última vez que la expresión de su fe generó una santa conmoción? Si ha pasado mucho tiempo, es posible que tenga que ocuparse en reflexionar sobre sí mismo para descubrir el porqué. Siéntase libre de escribir aquí lo que piensa.

Teniendo en mente esta información como telón de fondo, es hora de leer todo el Evangelio y de obtener una visión más clara del retrato que hace Juan de Jesús. Considere la posibilidad de adoptar como proyecto para esta semana la lectura de tres capítulos diarios y preparar su síntesis de lo que abarca cada día. Una media hora por día le proporcionará esta fructífera panorámica y lo ubicará en buena posición para las próximas sesiones de estudio.

¿Qué le impresionó más profundamente en esta panorámica de Juan?

¿Por qué cree que resaltan estas cosas en su caso?


Dedique un tiempo ahora mismo a presentar estas cosas ante Dios. Pídale que le muestre la importancia de estos asuntos y lo que quiere enseñarle por medio de ellos. Considere también su disposición para permitir cambios en su vida en estas áreas. Si no se siente dispuesto, de todos modos ponga al Señor al tanto de esta situación.

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