Juan-(2.1–3.36)
•
«¡Querida! ¡Conseguí el trabajo de mis sueños! ¡Ya estoy encaminado!»
• «Mi
esposo deseaba un hijo varón. Sé que está desilusionado, pero creo que se va a
adaptar».
• «Se
esforzó mucho para comprar esa granja, pero al no recibir el aumento de sueldo
que esperaba, tuvo que abandonar sus planes».
• «La
cortejó hasta que ganó su corazón. ¡Nunca vi un novio más feliz en el día de su
boda!»
•
«Después de la muerte de su única hija en ese accidente automovilístico, no
perdonó a Dios. “Un Dios bueno jamás habría arrebatado a mi Jessica”, le oí decir.
Murió con esa misma convicción».
Expectativas.
Todos las tenemos, y organizamos nuestras vidas en torno a ellas. Las
expectativas nos motivan, cambian, desafían, a veces hasta nos perturban. Nos
pueden elevar o nos pueden hundir, encumbrarnos o liquidarnos. Su cumplimiento
puede escaparse durante años, quizás toda una vida. Pero a veces se cumplen
más rápidamente de lo que jamás hubiéramos esperado o temido. Con frecuencia la
forma en que por fin se convierten en realidad nos ponen fuera de combate. A
veces saltamos de alegría. En otras, no logramos sobreponernos nunca; para
algunos el dolor puede ser tan grande que jamás se recuperen.
Entre
los judíos del primer siglo, las expectativas de un Mesías que habría de venir
estaban en su punto máximo. Los gentiles, los romanos, gobernaban al pueblo
judío y, naturalmente, odiaban esta situación. Ansiaban liberarse del pesado
yugo del Imperio Romano, de modo que estaban atentos a la aparición de un
Mesías militar, un Libertador político (cf. Sal 2; Is 11; 12; Dan 7).
Aunque
algunos veían en Jesús a su poderoso Rey-Guerrero, El no quería tener nada que
ver con esto (Jn 6.14, 15). Su misión y manera de llevarla a cabo eran diferentes, lo cual
confundió y desilusionó a muchos de sus contemporáneos judíos, e incluso a
algunos de sus discípulos. Otros se sentían amenazados y trataron de matarlo, y
uno de los suyos sería el que lo traicionaría. Algunos, sin embargo, lo verían
como Salvador, y aceptarían creer en Él y encontrarían esa salvación. Todos lo
miraban con expectativas, unos verían cumplidas sus esperanzas, mientras que
otros las verían desaparecer.
Veamos
en qué medida responde a sus expectativas.
Signos
de revelación
Aparte
de la resurrección y la pesca milagrosa que Juan 21.4–11 registra, el apóstol menciona siete señales (milagros), con el propósito de revelar algo acerca de la persona de Cristo,
para darle autenticidad a su mensaje y señalar hacia el Reino futuro del Mesías (cf.
Is 35.5, 6). La primera de estas señales se encuentra en Juan 2, y nos ocuparemos de ella con más
detalles dentro de un momento. Por ahora, lea los pasajes mencionados a
continuación, luego anote la señal y lo que esta revela acerca de Jesús, su mensaje y/o su Reino. Esto nos ayudará a ver de
qué manera Jesús usa las «señales» en su ministerio, no a modo de
entretenimiento o truco, sino como demostración de su Deidad, para verificar su
presencia y su poder sobrenaturales.
Las siete señales
Escrituras
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Señales
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Significación
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2.2–11
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4.46–54
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5.1–9
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6.1–14
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6.16–21
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9.1–12
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11.1–46
|
Guardemos
lo mejor para el final
La
escena de la primera señal ocurre «en Caná de Galilea» (2.1), que estaba a unos ciento veinte kilómetros
de Betania, el lugar donde Jesús se reunía con sus discípulos (1.28), y a unos trece kilómetros de su pueblo natal, Nazaret. La ocasión era
una fiesta judía de casamiento que podía durar entre uno y siete días, de
acuerdo con los recursos del esposo.1 Era un momento de tremenda alegría y celebración; y Jesús, sus discípulos y su madre estaban invitados (2.1, 2).
Describa
con sus palabras lo que ocurrió, incluyendo lo que provocó que se produjese el
milagro, el milagro mismo, y cómo reaccionó la gente ante el mismo (vv. 3–11).
Aún no
ha venido mi hora (v 4): Esta afirmación tiene dos significados: (1) «No es el momento para que yo actúe», lo cual se
referiría al hecho de que Jesús esperaba el momento apropiado para proveer el
vino necesario; (2) «No es tiempo para ser glorificado», lo cual, si bien
ocurre en cierta medida después del milagro (v. 11), no encuentra su cumplimiento cabal hasta la
crucifixión y la resurrección de Jesús (cf. 7.6–8, 30; 8.20; 12.23–33; 13.1; 16.32; 17.1).
¿Alguna
vez ha tratado de acelerar los acontecimientos? Quizás intentó entablar una
relación con demasiada precipitación, tal vez intentó llevar a cabo un proyecto
antes de estar plenamente preparado para manejar la situación, o quizás trató
de apresurar a Dios dando por sentado que Él contestaría su oración de cierta
forma, para luego descubrir que tenía un plan diferente por completo. Todos nos
ponemos impacientes, suponemos demasiado, a veces precipitamos las cosas en
exceso, pero el ejemplo de Jesús es que: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que
se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Ec 3.1). El Señor se movía en perfecta sincronización con el Padre.
¿De qué
manera puede usted avanzar en conformidad con los tiempos dispuestos por Dios
en lugar de los suyos? Enumera abajo algunas de las maneras, luego sométase a
Dios en oración, pidiéndole que lo ayude a llevarlas a la práctica con paciente
confianza en Él.
Ocuparse
del negocio
Después
de salir de Caná y de pasar unos días en Capernaum con su madre, sus hermanos y
sus discípulos, Jesús viajó a Jerusalén para la Pascua (Jn 2.12, 13).
Hermanos
(2.12): Las referencias a los hermanos y hermanas de
Jesucristo (cf. Mc 6.3; Jn 7.2–10) han recibido tres interpretaciones. La de los
comentaristas católicos tradicionales, los que proponen la doctrina de la perpetua
virginidad de María, creen que se trata de referencias a los primos de Jesús, o a los
hijos de José de un matrimonio anterior. Los comentaristas protestantes aceptan
por lo general el punto de vista de que estas referencias describen a los hijos
menores que tuvieron María y José. Tal vez la mejor actitud que debemos adoptar
en esta cuestión es la del historiador Paul Maier, es decir, la de que, si bien
los teólogos pueden debatir la cuestión, el cristianismo se puede desenvolver
perfectamente con cualquiera de estas interpretaciones. El Nuevo Testamento
tiende a generalizar en los puntos que no son esenciales para la fe.
La
Pascua tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. Esta celebración está
conectada con uno de los acontecimientos más importantes de la historia de
Israel: el éxodo de los hebreos, tras su esclavitud en Egipto. Lea acerca del
establecimiento de la Pascua en Éxodo
12, luego registre abajo lo que haya aprendido. Si le es
posible, consulte también un diccionario o una enciclopedia bíblicos.
Asociado
con la Pascua estaba la ofrenda anual en el templo (Ex 30.13–16), y ambas tenían lugar en Jerusalén. Los peregrinos que viajaban a Jerusalén para estos
acontecimientos religiosos tenían que cambiar su dinero romano por el medio siclo
judío. Debido a que a los judíos se les exigía por ley gastar una décima parte
de sus ingresos en Jerusalén (Dt 14.23–27), los ciudadanos de Jerusalén muy gustosamente
satisficieron las necesidades de los visitantes.3 Esto incluía venderles (con amplias ganancias, desde luego), a
los que acudían a adorar, los animales que necesitaban para los sacrificios (Jn 2.14).
¿Cómo
reaccionó Jesús ante esta empresa religiosa? (Jn 2.15)
¿Por
qué reaccionó de esta forma? (vv. 16, 17)
Como
podrá imaginarse, los mercaderes judíos y las autoridades religiosas deben
haberse indignado con la conducta de Jesús. ¿Qué sucedió entre ellos después
que Jesús echó a los cambistas y a los animales del área del templo? (vv. 18–21)
¿Qué
efecto tuvo esto sobre los discípulos de Jesús? (vv. 17, 22; cf. 1.11)
¿Cree
que alguien esperaba que Jesús actuara de esa manera? Respalde su respuesta con
el texto.
Renacido
para la vida eterna
Después
de limpiar el templo, Jesús se quedó en Jerusalén para celebrar la Fiesta de la
Pascua. También realizó una serie de señales milagrosas, por lo que «muchos
creyeron en su nombre» (Jn 2.23). Pero
los versículos 24 y 25 indican que Jesús no respondió a la profesión de fe de estas personas de la misma manera que lo
hizo con sus discípulos. ¿Por qué? (6.2, 14, 15, 60–66)
Inmediatamente
después de estos hechos llega Nicodemo, un fariseo (véase pp. 30,31) y «principal entre los judíos» (3.1) que quería aprovechar la oportunidad de que Jesús aún
estaba en Jerusalén, para encontrarse con El. Nicodemo, en su calidad de «principal
entre los judíos», era miembro del Sanedrín, cuerpo de máxima autoridad religiosa compuesto por setenta y un miembros, escribas,
ancianos y sacerdotes. Estos preservaban la Ley y la interpretaban, y tenían
autoridad para expulsar a las personas que violaban la Ley religiosa judía,
como también para juzgar las acusaciones que se hacían contra falsos profetas y
líderes sediciosos.
¿En qué
momento fue Nicodemo a ver a Jesús? (3.2)
¿Por
qué cree que eligió esa hora para una reunión?
¿Qué le
dijo Nicodemo a Jesús al comenzar su entrevista; y qué había de significativo
en ello, especialmente debido a quién era Nicodemo y el cuerpo religioso que
representaba? (v. 2)
¿Cree
que Nicodemo fue sincero con sus comentarios iniciales? Sí o no, ¿por qué?
Antes
de que Nicodemo pudiera hacer una pregunta, Jesús comienza a hablarle con
autoridad, a este que era «un principal entre los judíos». Exprese con sus
palabras lo que Jesús le dice (vv. 3, 5–8, 10–21). Procure que sus palabras expliquen las que empleó Jesús en
lugar de repetirlas
Nacido
de nuevo (3.3): Vuelto a nacer, literalmente, «nacido de arriba»;
una regeneración y transformación espiritual que saca a la persona del reino de
las tinieblas y la muerte y lo transfiere al Reino de la luz y la vida, también
conocido como el Reino de Dios.
Maestro
de Israel (3.10)): Esto podría indicar que Nicodemo tenía un cargo oficial para enseñar en Israel. Al menos significa que era un maestro
muy prominente, lo cual es una razón más, como dice Jesús, por la que debería haber entendido la enseñanza implícita en las Escrituras hebreas en relación con el
renacimiento espiritual y su necesidad para entrar en el Reino de Dios. Los
profetas se referían a esto (cf. Ez
36.22–27; 37.1–14), y muchas historias del Antiguo Testamento lo
ilustran: «El viaje seguro de Noé y su familia en medio del diluvio, para comenzar una vida nueva en un
mundo nuevo (Gn. 6.13–9.19), el cruce del Mar Rojo por los israelitas rescatados
para convertirse en un pueblo apartado para Dios (Éx 14.15–15.21), el “bautismo” de Naamán, el sirio, en el Jordán, por lo cual ”su
carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio” (2 R 5.14)».
Hijo
del Hombre (3.13): Enfatiza la humanidad de Jesús, pero
también su origen celestial y carácter real (cf. Ez 1.26–28; Dn 7.13, 14).
Cree (3.15): Confiar, tener fe. Esta acción
comprende conocer, confiar y comprometerse con Jesús como el Mesías divino.
Se
pierda (3.15): En contraste con la vida eterna, esto significa
muerte eterna o destrucción (cf. Mt 8.12; Ro 6.23; Jud 13), lo cual constituye una opción tan horrible que
debiéramos estar dispuestos a tomar las decisiones radicales que sean
necesarias para evitarla (Mc 9.43–47).
Vida
eterna (3.15): Una dimensión y orden nuevos de vida otorgados desde arriba.
Aunque en última instancia pertenece a la vida «para siempre» que los creyentes
experimentarán en el cielo, está presente de manera «abundante» ahora (Jn 10.10), a la vez que es una realidad que no tiene fin (Jn 5.24; 10.28).
Amó (3.16): Es la traducción del vocablo griego ágape, que significa «amor
incondicional, sacrificial e ilimitado» (cf. Ro 5.8; 1 Co 13).
Condenado
(3.18): Juzgado, castigado. La consecuencia final
autoimpuesta por rehusar el don del amor de Dios.
Ahora
vuelva atrás y considere de qué manera Nicodemo respondió a la enseñanza de
Jesús (3.4, 9). A la luz de los comentarios iniciales que Nicodemo
le hace a Jesús (v. 2), ¿cree que estaba preparado para lo que Jesús tenía que decirle? Aunque el apóstol Juan no nos lo dice aquí, ¿cree usted que Nicodemo finalmente comprendió lo que Jesús le dijo? (cf.
7.45–52; 19.38, 39)
¿Comprende
lo que significa el nuevo nacimiento que viene del cielo? ¿Ha colocado su
confianza en Cristo y ha experimentado el nuevo nacimiento, la regeneración y
la transformación que obra el Espíritu Santo? Si no es así, esta es la
oportunidad para que lo haga ahora mismo, luego anote a continuación la fecha,
el hecho y su compromiso.
Por
otra parte, si sabe que se ha convertido y que ya es un hijo del Reino de Dios,
escriba a continuación por qué puede afirmarlo. Con frecuencia es de ayuda,
particularmente cuando vienen las dudas, tener un registro de nuestro
compromiso con el Rey.
Cuando
el decrecimiento crece
Otro
grupo al que Jesús sorprendió fue el de los seguidores de Juan el Bautista.
Algunos, siguiendo el consejo de Juan, lo habían dejado para seguir a Jesús (1.35–37). Y aunque el Mesías ya había llegado y había comenzado su ministerio, Juan sabía que
los días de su propio ministerio no habían acabado todavía (3.24), de modo que siguió bautizando y predicando su mensaje de arrepentimiento
(v. 23). Sus seguidores parecían satisfechos con esto hasta que Jesús y sus
discípulos comenzaron a bautizar (v. 22). Los seguidores de Juan vieron esto como una
amenaza, y aparentemente empezaron una discusión con algunos de los espectadores judíos (v. 25). ¿Cuál de los bautismos era superior? ¿Cuál de los ministerios concordaba en realidad con lo que entendían los
judíos acerca de la purificación? Los discípulos de Juan querían que su maestro
defendiera sus derechos, de modo que fueron a decirle lo que Jesús y sus
seguidores estaban haciendo (v. 26).
¿Cuál
fue el mensaje básico que les dio Juan? (vv. 27–36)
¿De qué
manera armonizaba lo que entendía Juan, en cuanto a la identidad y misión de
Jesús, con lo que Jesús decía de sí y su propósito?
A la
espera de lo inesperado
A
medida que estudiaba esta lección, ¿lo sorprendió Jesús de alguna manera?
¿Comprende ahora por qué escandalizaba a tantas personas? Por supuesto, apenas
hemos comenzado a ver este «Maestro de lo Inesperado» actuando en el cuarto
Evangelio. Luego veremos mucho más. Por cierto, que en el próximo capítulo
veremos a Jesús enfrentarse contra el racismo, la inmoralidad sexual, la
intolerancia religiosa, el rechazo y una enfermedad fatal. Cuando uno entra en
contacto con Jesús, tiene que estar preparado para lo inesperado. ¿Qué otra
cosa podríamos esperar del Dios-Hombre?
El
milagro de Jesús de convertir el agua en vino casi siempre plantea la cuestión
de si es correcto que los cristianos tomen o no bebidas alcohólicas. Algunos
creyentes piensan que la Biblia enseña (explícita o implícitamente) la
abstinencia total, mientras que otros entienden que las Escrituras autorizan un
consumo moderado, aunque no excesivo, de bebidas alcohólicas. Los cristianos
que aceptan esta última posición se dividen, sin embargo, entre los que creen
que la abstinencia es una actitud más responsable socialmente en una cultura en
la que el abuso del alcohol es un grave problema.
En el
caso de que usted quiera estudiar más detenidamente esta cuestión y resolverla
por su cuenta, he reunido los versículos pertinentes de la Biblia y los he
clasificado para facilitar su referencia. Beber o abstenerse a beber, ¿cuál es
la posición bíblica?
Lo que
dice la Biblia
•
CONSUMO DE ALCOHOL: Génesis 14.18; 27.28; Éxodo 22.29; 29.38–41; Números 15.6–10; 28.11–15; Deuteronomio 14.26; Rut 2.14; 1 Samuel 25.18–38; 2 Samuel 16.1, 2; Nehemías 5.18; Salmo 104.14, 15; Proverbios 9.4–6; 25.20; 31.6, 7; Eclesiastés 2.24; 9.7; Cantares 5.1; Isaías 25.6; 55.1, 2; Joel 2.23, 24; 3.17, 18; Amós 9.13; Mateo 11.19; 26.27–29; 27.48; Marcos 2.14–17, 22; 14.23–25; Lucas 5.27–39; 7.34; 10.33, 34; 22.17, 18, 20; Juan 2.3–11; 1 Corintios 11.23–26; 1 Timoteo 5.23.
• ABUSO
DEL ALCOHOL: Génesis 9.20–24; 19.30–38; Deuteronomio 21.20, 21; 1 Samuel 1.13–16; Job 12.25; Proverbios 20.1; 21.17; 23.17–21, 29–35; 31.4, 5; Isaías 5.11, 22; 19.14; 28.7, 8; 56.12; Jeremías 25.27–29; 48.26; 51.39, 40; Oseas 4.11; 7.5; Joel 1.5; Amós 6.1, 6; Habacuc 2.5, 15, 16; Lucas 21.34; Romanos 13.13; 1 Corintios 5.11; 6.9, 10; 11.20, 21, 27–32; Gálatas 5.19–21; Efesios 5.18; 1 Timoteo 3.2, 3, 8; Tito 1.7; 2.3; 1 Pedro 4.3.
•
RESTRICCIONES CON EL ALCOHOL: Levítico 10.8–11; Números 6.1–4, 13–20; Deuteronomio 29.5, 6; Jueces 13.3–5, 7, 13, 14; Jeremías 35; Ezequiel 44.15, 21; Daniel 1.8–16; Mateo 11.18; Lucas 1.13–15; 7.33; Efesios 5.18; 1 Timoteo 3.2, 3, 8; Tito 1.7; 2.3.
•
PRINCIPIOS RELACIONADOS CON EL TEMA: Romanos
14; 1 Corintios 6.12; 8; 10.31; Gálatas 5.22, 23; Filipenses 2.3, 4; 1 Timoteo 4.1–5; 6.17; Tito 1.15; 2 Pedro 1.5–11.
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