Hace algún tiempo, en una reunión de oración de una
iglesia local, uno de los cristianos recién convertidos oró de la manera
siguiente: «¡Dios mío! Por favor, has algo; por favor, has algo!» El pastor no
interrumpió la oración, pero después de la reunión le aconsejó al joven lo
siguiente: «Hijo, no es necesario que te dirijas a Dios de manera tan
indefinida. Él es Dios que hace y mantiene el pacto. Puedes pedir y recibir del
Señor cualquiera de sus bendiciones y beneficios preciosos revelados en su
Santa Palabra. La Biblia contiene cientos de tales promesas».
El diccionario define la palabra pacto de la siguiente
manera: «Acción y efecto de pactar.
Convenio, acuerdo firme entre dos o varias partes». O sea, un contrato formal,
solemne y obligatorio especialmente para cumplir alguna acción o transferir
bienes, por lo general modificado bajo ciertas condiciones. La Biblia es en
realidad un pacto que revela lo que Dios va a hacer por su pueblo y bajo qué
condiciones. Muchos estudiosos prefieren los términos antiguo y nuevo pactos en
vez de Antiguo y Nuevo Testamentos. Por cierto, el antiguo pacto contiene
varios pactos menores, algunos son condicionales y otros incondicionales. En Éxodo 15.26 Dios formaliza un pacto de sanidad con su pueblo:
Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto
delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus
estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti;
porque yo soy Jehová tu sanador. (Léase el contexto, vv. 22–27.)
En este pasaje, denominado el pacto de sanidad divina
del Antiguo Testamento, Dios no sólo se compromete a sanar, también revela uno
de sus nombres «Jehová-rapha». El Señor realmente dijo: «Yo soy Jehová tu
sanador; este es mi NOMBRE». En el Antiguo Testamento (Pacto) encontramos al
menos nueve nombres de Jehová y cada uno revela una faceta específica de la
naturaleza de Dios. Otros nombres compuestos que revelan la naturaleza y la
relación de compromiso de Dios son: Jehová-jireh, «Jehová proveerá»;
Jehová-sidkenu, «Jehová, nuestra justicia»; Jehová-rá-ah, «Jehová, nuestro
pastor»; Jehová-Shalom, «Jehová de paz o prosperidad»; y Jehová-sabaoth,
«Jehová de los ejércitos». No obstante la naturaleza de nuestro Dios, revelada
en la expresión de uno de sus nombres, nunca deja de relacionarse con su
pueblo. A partir de este pacto revelado en Éxodo 15 sabemos que el Señor nunca dejará de sanar a su
pueblo. Nosotros, por otra parte, debemos entender que esta promesa es
condicional. Para recibir la sanidad, debemos ser obedientes a sus deseos.
Tal vez ayudaría examinar las condiciones necesarias
para la sanidad; según el pacto de sanidad del Antiguo Testamento, son cuatro:
1. Oír la voz del Señor.
2. Hacer lo recto (comportamiento recto) delante de
sus ojos.
3. Dar oído a los mandamientos de Dios.
4. Guardar todos sus estatutos.
Describa con sus palabras lo que indica cada una de
esas condiciones y cómo las aplica hoy en día en su vida.
1.
2.
3.
4.
Las últimas dos condiciones convergen en una: «Oír y
guardar todos los mandamientos o estatutos de Dios». Los mandamientos y
estatutos son sinónimos, como puede verse en Salmo 119.105–112, este es un Salmo que se refiere a conocer y vivir de
acuerdo a la Palabra de Dios. En estos versículos los términos: palabra,
juicios, ley, mandamientos y estatutos son sinónimos, ya que se refieren a la
voluntad revelada de Dios, mediante la cual Su pueblo ordena la vida. Está
claro que el salmista oraba por sanidad física y espiritual (véase el v. 107). Al buscar a Dios, juró andar en conformidad con Su
Palabra y guardar Sus mandamientos, tal como requería el pacto de sanidad del
Antiguo Testamento.
Para los creyentes del Nuevo Testamento satisfacer las
condiciones para el pacto de sanidad significa vivir conforme a la Palabra de
Dios. Si deseamos tener una fe fuerte para la sanidad divina, debemos atesorar
la Palabra de Dios en nuestros corazones y andar de acuerdo a su dirección con
la ayuda del Espíritu Santo.
Sanador, rapha’. Curar, sanar, reparar, enmendar,
restaurar la salud. Su participio rophe’, «aquel que sana», es la palabra
hebrea para doctor. El verbo rapha’ denota principalmente sanidad física.
Algunos han tratado de explicar la enseñanza bíblica en cuanto a la sanidad
divina, pero todos pueden ver que este versículo habla sobre enfermedades
físicas y su cura divina. La primera mención de rapha’ en la Biblia (Gn 20.17) se refiere incuestionablemente a la cura de una
condición física, así como sucede con las referencias a la lepra y otras
enfermedades de la piel (Lv 13.18; 14.3). La Escritura afirma: «Yo soy Jehová tu sanador».
¿Quién oró a Dios por la sanidad de otro en Génesis 20.17?
¿Cuál fue el resultado de esa oración?
¿Para qué ora el escritor (David) en el Salmo 6? ¿Cuál fue el resultado?
¿Cómo responde Dios a la oración del salmista en el Salmo 30? (v. 3)
El pacto de sanidad de Éxodo 15.26 se relaciona con hechos históricos donde Dios enseñó
lecciones espirituales importantes. Después de cruzar el Mar Rojo en la huida
de Egipto y de regocijarse por su liberación de Faraón, los hijos de Israel
llegaron al desierto seco. Durante tres días viajaron sin encontrar agua.
Finalmente llegaron a un oasis llamado Mara. Había agua allí, pero era tan
amarga que no la podían tomar. El pueblo se empezó a quejar de Moisés y de
Dios. Cuando Moisés el intercesor clamó, Dios le mostró un árbol cuyas ramas traían
sanidad, pues al echarlas al agua, la endulzaba. Dios reveló el remedio que
sanó la amargura.
Las aguas de Mara tipifican las experiencias amargas
de la vida, de las cuales algunas son enfermedades. A veces la enfermedad puede
ser una prueba que Dios usa para enseñarnos una lección de fe y paciencia.
Cuando clamamos, Dios nos da las ramas de sanidad que transforman esa agua
amarga en dulce.
El Señor no sólo sanó las aguas amargas, sino que los
llevó a Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras para acampar.
Dios guió a su pueblo del Mar Rojo a Mara para llegar a Elim. Dios ordena las
cosas de tal manera que todo ayuda a bien. Si su Mara es una enfermedad, puede
ser que Jehová-rapha le tenga preparado un Elim.
¿Cuál fue el pecado del pueblo cuando se quejó de
Moisés? (Ro 14.23)
¿Qué debería haber hecho el pueblo en vez de murmurar?
¿Se le ocurre algún ejemplo contemporáneo de amargura
o queja, y cómo puede ello limitar el fluir de la gracia sanadora de Dios?
Otro pacto de Dios, llamado el pacto de sanidad del
Nuevo Testamento, se encuentra en Santiago 5.13–16. (Lea este pasaje.) El autor humano del libro de
Santiago, donde encontramos el pacto de sanidad del Nuevo Testamento, era
Santiago, el hermano del Señor Jesús. Luego del martirio de Jacobo el hermano
de Juan, Santiago el hermano de Jesús se convirtió en el líder de la iglesia
apostólica (Hch 15; Mc 6.3). Siendo hermano del Señor y apóstol principal, sin duda entendió el
plan del Señor para el pueblo cristiano. No es razonable pensar que Santiago,
escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo, hubiera prescrito oraciones
de los «ancianos» como remedio para los enfermos y afligidos en la iglesia, si
la sanidad divina era algo que estaba a punto de que la abandonara junto a todo
lo milagroso, como lo afirman algunos maestros.
Santiago no dice que la oración de los ancianos es el
único remedio a la enfermedad. Por cierto, cualquier sanidad verdadera proviene
directa o indirectamente de Dios. Ninguna medicina curaría la enfermedad si
Dios no hubiera creado al hombre con mecanismos internos de sanidad. Lo que
Santiago dice es que la oración debe ser el primer recurso del cristiano cuando
está enfermo. Los descubrimientos y la aplicación de las sustancias
terapéuticas naturales, como los antibióticos, estaban sin duda en la mente de
Dios en la creación. A los creyentes no se les priva nunca de las habilidades
quirúrgicas precisas. Sin embargo, para los creyentes, orar por la potencia sanadora
de Dios a través del bendito Espíritu Santo es el primer paso hacia la
plenitud. No existe ningún médico escrupuloso que no agradecería la oración de
sanidad que acompaña a sus medicinas y procedimientos.
¿Qué beneficio hay para el cristiano que recibe
sanidad como resultado directo de la oración?
¿Cuál es el beneficio para la iglesia local cuando
miembros enfermos se sanan como respuesta a la oración de fe de los ancianos?
¿Existe una bendición especial para la iglesia cuando
un miembro tiene una recuperación notable de una enfermedad o cirugía cuando la
oración unida precedió el procedimiento quirúrgico o médico?
Veamos varios aspectos del pacto de sanidad que
enuncia Santiago.
1. Cuando viene la enfermedad, debe orar. «¿Está
alguno de vosotros afligido? Haga oración»;. Pablo escribió a los
Tesalonicenses: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo,
porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Ts 5.16–18). Si hemos desarrollado el hábito de la oración regular
y sistemática, será esta una reacción natural a todo lo que pasa. Alguno quizás
le pregunte: «¿Qué pasa si de pronto se encuentra ante una situación de
emergencia? ¿No debería llamar primero al hospital?» Tal vez, pero uno puede
orar camino al teléfono. Jesús nos dice que no nos oye por mucho hablar; si
otro hace el llamado, usted debería orar por todo el camino hasta la sala de
emergencia.
2. Luego, Santiago se dirige a los que no están
enfermos: «¿Está alguno alegre? Cante alabanzas». ¿Cómo debemos entender esta
amonestación que se inserta en medio de enseñanza sobre la sanidad de los
enfermos? Al menos existen dos interpretaciones a esta palabra.
Primero, si la gente fuera alegre de espíritu, con un
salmo en el corazón, es cierto que tendrían mucha mejor salud y se enfermarían
mucho menos. Los consejeros concuerdan en que un enfoque positivo ayuda a la
buena salud y que una mentalidad negativa, de donde proviene el temor, la
preocupación, la ira, la sospecha y la contienda, provoca muchas enfermedades.
También podemos decir que cuando los miembros
saludables cantan himnos de gozo asisten al fortalecimiento de la fe de los
débiles, aportándoles un enfoque positivo. Los enfermos son propensos al
desánimo. La canción de alabanza gozosa puede elevar el espíritu. Existe algo
especial en el concepto de la sicología colectiva. Sin embargo, los cantores
alegres quizás sean aquellos que Dios ya les sanó las aflicciones. Sus cánticos
de gozo pueden ayudar a los enfermos a creer más firmemente en el poder sanador
del Espíritu Santo.
Describa una experiencia donde sintió que su fe
aumentó al estar en medio de un grupo de personas alegres y que cantaban.
¿Puede recordar haber estado alguna vez en un estado
de depresión debido a que lo rodeaban personas sin gozo?
3. Llame a los ancianos de la iglesia. Algunos
enfermos parece que creen que el versículo les indica que deben «desear a los
ancianos de la iglesia». No le cuentan a nadie su situación; y cuando nadie los
llama o los visita, se sienten despreciados y a veces critican al pastor y a la
iglesia por ignorarlos. El pacto de Santiago 5 pone la responsabilidad de llamar a los ancianos en
manos de los enfermos, o alguien debe hacerlo por ellos. Por otro lado, no dice
que el enfermo debe andar buscando a los ancianos. En griego la palabra
«llamar» significa «convocar» [a los ancianos]. Los ancianos que Santiago tenía
en mente visitaban los hogares. Sin embargo, si el enfermo puede asistir a la
reunión de la iglesia, se entiende que debería pedir oración durante el transcurso
o al final de la reunión. Se entiende que cada iglesia debería tener personas
dispuestas para la visitación que poseen un don del Espíritu o que tienen una
fe en la que los enfermos depositan su confianza para la oración de sanidad. La
equivalencia moderna para «ancianos» podría ser «pastores», «asistentes de
pastor», «líderes laicos», «diáconos», «comité de visitación», etc; como quiera
que se les llame, estos deberían ser capaces de ejercer la oración de fe.
Anciano, presbíteros. «Un hombre mayor, anciano, uno
de edad más avanzada, o con experiencia para dirigir». Anciano se le llamaba al
líder de la sinagoga judía. La iglesia utilizó el mismo nombre (Lc 7.3). Pedro se autodenominó anciano (1 P 5.1). Pablo convocó a los ancianos de la iglesia en Éfeso
para darles una instrucción final (Hch 20.17) y en el versículo 28 se refirió a ellos como sobreveedores, que era la
función de los ancianos que pastoreaban la grey. En Tito 1.5–7, Pablo exhorta a Tito a nombrar ancianos en cada
iglesia en Creta; luego en el versículo 7, los llama obispos, o aquellos que debían ser
sobreveedores de la iglesia. Un anciano, entonces, era uno que tenía el cargo
de sobreveedor/obispo sobre los asuntos de la iglesia. Pablo, en 1 Timoteo 5.17, le exige a Timoteo dar honor a los ancianos, en
especial a los que ministraban la Palabra. Al parecer había ancianos que
enseñaban y otros que gobernaban. Por lo general había varios ancianos en las
iglesias normales y muchos en las grandes. Como la iglesia en los tiempos
bíblicos, bajo el Imperio Romano, no podía construir templos, generalmente se
reunían en las casas de los miembros (Ro 16.5) con un anciano presidiendo cada grupo en los
hogares; cuando todo el cuerpo de Cristo se reunía, habían muchos ancianos.
La relación entre los dones espirituales y el
ministerio de sanidad del «anciano» merece consideración. El libro de Santiago,
en donde encontramos el pacto de sanidad del Nuevo Testamento, no menciona los
dones espirituales declarados en 1 Corintios 12. Al menos tres de los dones espirituales que se
mencionan en 1 Corintios 12 tienen que ver con la sanidad divina. El primero se llama «dones de
sanidades». Debido a que dones y sanidades están en plural sugiere que son para
toda la iglesia y no para un individuo en especial. La pluralidad del término
«dones» podría indicar que cada caso de sanidad es un don que Dios otorga a
través de una iglesia espiritual. La Biblia no menciona un «don para sanar» y
prácticamente nadie dice tener para sí tal don.
Otro carisma es el don de la «fe». Ya que toda fe
proviene de Dios, este don se denomina «el don de fe especial». Al parecer lo
vemos en acción en Hechos 3.2–9 y en Hechos 14.8–15 donde Pedro y Pablo oraron y liberaron a cojos de nacimiento. En ambos
casos, los apóstoles mandaron a los hombres a levantarse y andar.
Pablo en 1 Corintios 12.1 define el don de «hacer milagros». Aquí vemos otra
vez la forma plural, lo cual sugiere que este don pertenecía a la iglesia más
que al individuo. Algunos sienten que este don no se relacionaba tanto con las
sanidades como con otros tipos de milagros, como la resurrección de Dorcas de
entre los muertos (Hch 9.39–42).
A veces el don de la «palabra de ciencia» se dice que
describe la capacidad para revelar cuando ciertas personas sufren algún tipo de
enfermedad; no existen ejemplos bíblicos claros acerca de esta operación y
muchos estudiosos creen que el propósito de este don es para el ministerio del
maestro.
Repase rápidamente el libro de Hechos. ¿Cuántos
milagros de sanidad puede encontrar en ese libro? ¿Puede señalar alguna sanidad
en Hechos que nos sirva de ejemplo de cuándo hay que llamar a los ancianos de
la iglesia? (¿Quizás Hechos 9.36–43 sea tal caso?)
4. La tradición de la iglesia católica ha denominado
el sacramento de la «extrema unción» al pasaje que encontramos en Santiago 5.13–15, poniéndolo como fundamento de la unción del que se
encuentra a punto de morir. Los pentecostales y carismáticos pueden ver en este
pasaje una justificación para un sacramento de la sanidad divina, aunque la
muerte estaba lejos de la mente de Santiago, pues él dice que al enfermo «el
Señor lo levantará».
¿Puede encontrar en Santiago 5.13–18 tres resultados claramente positivos de la oración?
1.
2.
3.
5. ¿Cuál es el significado y el propósito de ungir con
aceite? Hay algunos maestros de la Biblia que creen que el aceite es medicina y
defienden la postura de que en los tiempos bíblicos se utilizaba como remedio
médico. El hecho de que la palabra se utilizó en una unción simbólica se ve con
claridad en Marcos 6.12, 13. Como quiera que hayan utilizado el aceite de oliva en esos tiempos,
Santiago dice que «la oración de fe salvará al enfermo», no el aceite de oliva.
Además, si creemos que las Escrituras son inspiradas por el Espíritu Santo, no
podemos creer que el Señor recomendaría un masaje con aceite para remediar
cualquier tipo de enfermedad.
El aceite se utilizaba como símbolo de la obra del
Espíritu Santo. Su aplicación declaraba que la sanidad era el resultado de la
obra del Espíritu de Dios, no del poder y santidad de los ancianos que oraban (Hch 3.11–16). Santiago, hablando bajo la inspiración del Espíritu
Santo, declaró sobre los resultados de la oración y la unción: «l Señor lo
levantará». Jesús untó lodo en los ojos de un ciego y le mandó a que se lavara
en el estanque de Siloé; el ciego obedeció y recibió la vista (Jn 9.6–12). Nadie va a suponer que el lodo era un remedio
médico para la ceguera. Era como el aceite utilizado en Santiago 5, un símbolo y un acto de obediencia. No decimos que
ande mal el cristiano que utiliza medicinas aprobadas, pero en el caso del
pacto de sanidad, no se pretendió darle una característica medicinal al aceite.
«Y el Señor lo levantará» aclara la verdadera fuente
de la restauración. Santiago, por lo tanto, descarta la idea de que el aceite
posee alguna cualidad mágica. «El Señor» se entiende que denota al Señor
Jesucristo, aquel en cuyo nombre se ungía. El Señor está por encima de la vida
de su pueblo, Él sana de acuerdo a su voluntad. «Lo levantará» repite «salvará
al enfermo», utilizado con anterioridad en el versículo, lo cual significa que
la persona se levantará de la cama.
¿Puede sugerir las razones que puede tener el Espíritu
Santo para ungir con aceite y orar por los enfermos?
6. En el pasaje de Santiago 5 se mencionan varias vías de sanidad divina.
a) El enfermo puede orar por sí mismo (v. 13). Muchas sanidades son el resultado de la oración de
los enfermos por sí mismos. Puede darse el caso de que uno esté en un lugar
donde no haya ancianos disponibles u otras personas que ayuden en la oración.
b) En el versículo 16 se manda a los creyentes a orar unos por otros para
ser sanados. Esto se denomina oración intercesora y es una expresión elevada de
súplica. Muchas personas han testificado la sanidad como resultado de olvidarse
de uno mismo y comenzar a interceder por otro.
Jesús enseñó: «Otra vez os digo, que si dos de
vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que
pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos» (Mt 18.19).
c) El versículo 16 también sugiere que uno busque a alguien como Elías,
que se conoce por su gran fe, y agrega: «La oración eficaz del justo puede
mucho». Todos los creyentes son justos en la justicia de Cristo; los que creen
son justificados; sin embargo, algunas personas dedican mucho tiempo a la oración,
a la Palabra de Dios y a caminar bajo la dirección del Espíritu Santo. Elías
tenía sus debilidades, pero era un hombre de fe que caminó con Dios. En cada
iglesia quizás haya varias personas, aparte de los pastores (ancianos), que
humildemente caminan con Dios y oran con eficacia.
¿Quiénes conoce en su iglesia a los cuales puede
acudir para la oración eficaz?
¿Alguna vez ha llamado a los ancianos o alguien en
quien confíe para orar por usted en tiempo de enfermedad o sufrimiento? Revise
lo que sucedió.
7. En Santiago 5.16, el autor sugiere que los creyentes se confiesen las
faltas unos a otros como un método de sanidad corporal. Esto no siempre es
fácil, pues uno no siempre puede encontrar alguien con la madurez necesaria
para ser un oidor confiable de la confesión. A lo mejor Santiago tenía en mente
las confesiones de las ofensas. Si ofendimos a alguien o si otro nos ha
ofendido, es posible que la oración de sanidad, o de alguna otra necesidad, sea
un esfuerzo vano hasta que perdonemos y nos perdonen. Si no encontramos a quien
confesar el pecado o la transgresión, es bueno que lo hagamos al Señor. Puede
ser que la única barrera a la sanidad plena sea la falta de confesión del
pecado de envidia, celos, odio o menosprecio.
¿Alguna vez confesó una ofensa a otro, o recibió la
confesión de otra persona? ¿Qué pasó?
¿Tiene un área en su vida que necesita disciplina en
la actualidad?
La sanidad divina es sin duda una de las bendiciones
que el Señor le ha dado a su pueblo. Aprendimos que uno de los nombres del
Señor es Jehová-rapha, «Jehová nuestro sanador». Vimos que lo que el Señor
revela acerca de su naturaleza, siempre será así para su pueblo. Cuando Jesús
el redentor vino en el cumplimiento del tiempo, pasó una buena parte de su
ministerio terrenal sanando a los enfermos, no sólo para demostrar su deidad,
sino movido por la compasión, al ver al pueblo como ovejas que no tienen
pastor.
Jesús envió a sus seguidores, mandándolos a sanar
enfermos (Mt 10.8). En la Gran Comisión prometió a sus discípulos que les acompañarían
señales a sus predicaciones y enseñanzas: Impondrían las manos en los enfermos
y estos se sanarían. Santiago, el hermano de Jesús y el líder de la iglesia
apostólica, escribió inspirado por el Espíritu Santo: «¿,Esta alguno enfermo
entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole
con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el
Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados» (Stg 5.14–15).
Debido a que los creyentes cristianos cuentan con esta
provisión, tenemos el privilegio de recibir la sanidad divina en respuesta a la
oración. Tenemos la prerrogativa divinamente ordenada de procurar la sanidad a
través del canal de la oración: de otro creyente o de los ancianos de la
iglesia. Si nos falta fe, podemos pedirla. Esto no significa que seamos débiles
si acudimos a la medicina o a los procedimientos quirúrgicos. Sin embargo, no
hay bendición más grande que experimentar el poder de Dios sanando nuestro
cuerpo físico. Aunque acudamos a las medicinas, todavía podemos orar pidiéndole
a Dios que dé poder a la medicina o al que la práctica. Tal vez le sorprenda
saber lo que Dios puede hacer y lo que tiene la disposición de hacer a través
de nosotros si ponemos la confianza total en su grande y amoroso poder. «¿Está alguno
entre vosotros afligido? Haga oración».
No hay comentarios:
Publicar un comentario