El propósito de este capítulo es señalar la relación y
la importancia de la obediencia a la sanidad divina así como también al resto
de las bendiciones del Señor.
El autor de Hebreos escribió lo siguiente acerca del
ejemplo de Jesús en cuanto a la obediencia al Padre: «Y aunque era Hijo, por lo
que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser
autor de eterna salvación para todos lo que le obedecen» (Heb 5.8–9). Este pasaje hace referencia a la convicción crucial
interna de Jesús en Getsemaní: «Si es posible, pase de mí esta copa; pero no
sea como yo quiero, sino como tú» (Mt 26.39). Si la obediencia incondicional a la voluntad del
Padre era esencial para la obra redentora de Cristo, ¡cuánto más importante es
la obediencia al Señor de los que buscan sus bendiciones!
Primero examinaremos 2 Reyes 5.1–15 y su énfasis a la obediencia. Abra su Biblia en este
pasaje y tome nota de lo siguiente:
¿Quiénes son los personajes principales?
¿Cuál es el mensaje central?>
¿Dónde está el eje central de la acción de la fe?
Aquí hay una historia acerca de un gran general de los
ejércitos de Siria, pero era leproso. Tenía mucho éxito como líder militar,
pero era leproso. Era fuerte y muy apreciado por el rey de Siria, pero era
leproso. El mayor deseo del rey y del propio Naamán, el leproso, era librarse
de la enfermedad temible y fatal, lo cual era una esperanza fútil. La lepra,
una «tipología» del pecado en el Antiguo Testamento, se creía incurable;
librarse de esta maldición degradante era, desde cualquier punto de vista, un
«sueño imposible».
Sin embargo, Dios en su plan providencial de revelar
su poder y majestad al rey sirio y a su corte situó a una muchacha fiel en el
hogar de Naamán. La niña israelita tenía la certeza de que si Naamán visitaba
al gran profeta Eliseo, de su país, se curaría de la lepra. Hay tres aspectos
que se destacan en esta niña: 1) era una creyente devota al Señor Dios, 2)
sabía que la pusieron de manera providencial en el hogar del general afligido;
y 3) tenía la valentía espiritual para testificar del poder de Dios que salva y
sana.
Lea el siguiente párrafo; luego anote tres lecciones
que ilustra la sierva.
Todos los que deseamos que Dios nos utilice
necesitamos mantener la devoción y la fe en el poder redentor de Dios. Esto se
hace mediante la oración, el estudio bíblico y el testimonio frecuente. Además,
es importante evitar a todo costo la trampa satánica que nos enredaría en una
esclavitud a las rutinas diarias. Debemos mantener la convicción de que somos
siervos del Señor y que estamos en el lugar que estamos con el propósito de
testificar de su poder y misericordia. Por último, debemos orar con regularidad
para que Dios nos dé su victoria sobre el temor y para que nos imparta el don
del denuedo y permita que nuestra luz ilumine los lugares oscuros. Si no
hubiera sido por el testimonio de la muchacha cautiva, Naamán hubiera muerto de
lepra y Siria hubiera sido privada de un gran líder que creyó y exaltó
grandemente al Señor. La muchacha judía podría haber sido indiferente por el
resentimiento de la cautividad, pero obedeció a Dios y su fidelidad se narra en
un libro que se leería durante miles de años. Dios tiene otro libro en el cielo
donde escribe de sus hijos obedientes. «Por tanto, nosotros también, teniendo
en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y
del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por
delante» (Heb 12.1).
La sierva ilustra los siguientes principios de
testimonio fiel:
1.
2.
3.
Muchas veces Dios pasa por alto a las personas en
posiciones de importancia y usa a los humildes a alcanzar sus propósitos.
Naamán se presentó a Eliseo mediante el rey de Siria y luego del rey de Israel,
pero de ese modo terminó en un callejón sin salida: la total consternación del
rey de Israel. Para dicha de Naamán, Dios le reveló a Eliseo la visita del
leproso, el resultado fue que Naamán se presentó a la entrada de la casa de
Eliseo en espera de que el profeta saliera a su encuentro ceremonialmente, le saludara
con la mano y pronunciara sanidad. ¡Qué desilusión! Eliseo no apareció; en su
lugar envió un mensajero que le ordenó que se lavara siete veces en el sucio
Jordán.
Naamán estaba furioso, tan enojado que casi volvió a
casa vacío. Sus sabios ayudantes lo persuadieron a que obedeciera el
prerrequisito que el profeta ordenó para la sanidad. Su falta de voluntad
inicial a la obediencia casi impide el milagro. Observemos las razones por el
desinterés inicial de Naamán en la obediencia; tal vez veremos un paralelismo
con algunas de nuestras tentaciones a la desobediencia que creemos que son
exigencias irracionales:
1. En primer lugar, Naamán entendió que meterse en el
fangoso río Jordán estaba por debajo de su nivel de dignidad; después de todo,
era un general de cuatro estrellas. Su renuencia la motivó su orgullo.
¿Alguna vez se ha rebelado a avanzar o a arrodillarse
o permitirle a alguien que le unjan con aceite, o peor que eso, pasar una
semana de ayuno y oración?
¿Alguna vez ha evitado admitir que está enfermo o que
tiene síntomas de necesidad?
2. Naamán también objetó el procedimiento impersonal.
Esperaba una ceremonia en vez de la simple obediencia. Quería que el profeta le
preparara una ceremonia más elaborada. Anhelaba una medida de magia
espectacular comparable con sus maniobras militares elaboradas. Muchas personas
que viajan grandes distancias para que algún evangelista famoso ore por ellos,
nunca van al altar de su iglesia. Aunque muchos se sanan en las grandes
cruzadas, a veces el Señor nos quiere enseñar que Él está en todos los lugares
y que responde a la oración de fe sin hacer acepción de personas ni de lugares.
El pacto de sanidad del libro de Santiago nos lleva a creer que el lugar
predilecto de la sanidad es la iglesia local.
Examine varias sanidades que aparecen en la Biblia y
que muestran la importancia de la obediencia y la liberación.
• María tuvo que permanecer siete días fuera del
campamento antes de que la sanidad de la lepra surtiera efecto.
• Cuando a los hijos de Israel los mordieron las
serpientes ardientes en castigo a la constante murmuración, se les exigió que
miraran una serpiente de bronce sobre un asta para recibir la sanidad de esas
mordidas mortales.
• Cuando al rey Ezequías recibió la sentencia de
muerte, se le ordenó que se pusiera una cataplasma de higos en su llaga.
Algunos sugirieron que la cataplasma era una medicina
que se prescribía a menudo en la antigüedad. Sin embargo, se ve claramente que
los higos no curaron a Exequias; fue el poder divino y la misericordia que prolongaron
la vida del rey otros quince años. La aplicación de la cataplasma de higos fue
un acto de obediencia.
Obediencia, hupakoe. De hupo, «debajo», y akouo, «oír».
La palabra significa escuchar atentamente, oír con sumisión condescendiente,
asentimiento, y acuerdo. Se la usa para designar la obediencia en general, la
obediencia a los mandamientos de Dios, y la obediencia a Cristo.
¿Por qué, en su opinión, Dios le exigió a Naamán que
se lavara siete veces en el río Jordán?
¿Por qué cree que María tuvo que ser aislada durante
siete días como un acto de obediencia?
¿Por qué cree que el pueblo de Israel tuvo que
confeccionar y poner la vista en la serpiente de bronce para liberarse de las
mordidas mortales?
Dé una explicación breve sobre la cataplasma de higos
que tuvo que poner el rey Ezequías sobre su llaga fatal. ¿Eso fue medicina o un
acto de obediencia?
¿Quién es el mejor ejemplo de obediencia al Padre?
El requerimiento de algún acto de obediencia como
requisito para la sanidad no es algo que encontramos tan solo en el Antiguo
Testamento. El Nuevo Testamento nos da ejemplos de importancia.
Lea Lucas 17.11–19. ¿Cuál es el acto de obediencia que se impone?
¿Cuáles son los resultados?
Pensemos en la sanidad
Hay creyentes que en su estilo de vida violan las
normas apropiadas de la dieta y el ejercicio, o abusan de sus cuerpos a través
del trabajo y el esfuerzo, o son adictos a sustancias dañinas. Cuando la
enfermedad es el resultado de tales abusos, no es probable que el Señor continúe
sanando a esa persona; cualquier doctor o cirujano le recomendaría al paciente
que abandone esa práctica dañina. Nuestros cuerpos son templos del Espíritu
Santo, a quien debemos respetar. Si le pedimos a Dios que sane las enfermedades
ocasionadas por el abuso, ¿es disparatado que El exija el cambio de nuestro
estilo de vida como condición de la sanidad?
Otro ejemplo de sanidad por obediencia en el Nuevo
Testamento es el caso del ciego en Juan 9.1–12:
1. ¿Cuál es la suposición común pero errada que
declaran los discípulos?
2. ¿Qué acto de obediencia demanda Jesús?
3. ¿Cómo lo ocurrido glorificó a Dios, según dijo
Jesús? (v. 3)
Primero, la ceguera del hombre desde su nacimiento
obviamente no se debió al castigo ni al pecado. La aflicción tampoco fue el
resultado de algún pecado cometido por sus padres. Los discípulos de Jesús
hicieron conjeturas sobre la ceguera del hombre, si se debía a sus pecados o a
los de su padres. Jesús les explicó que este mal era para glorificar a Dios
mediante la sanidad por el Hijo de Dios.
Segundo, los que se resisten a los milagros y
sanidades divinas diciendo que sólo fueron en los días de Jesús para demostrar
la deidad de Dios, no pueden encontrar apoyo para tal doctrina. Jesús explicó
que el milagro de sanidad del ciego estaba planeado de manera providencial para
demostrar las obras de Dios. Estas necesitan demostrarse en todos los tiempos y
hoy más que nunca. La deidad de Jesús se demostró para siempre en su
resurrección. Pero ahora, las obras de Dios necesitan salir a la luz para que
la humanidad alabe y adore a Dios.
Tercero, no se le puede atribuir valor medicinal a la
tierra o a la saliva de Jesús, porque la sanidad no ocurrió hasta que se lavó
el lodo en el estanque de Siloé. ¿Qué sanó al ciego?, ¿la tierra?, ¿la saliva?,
¿el agua? No. La condición para la sanidad fue el acto de obediencia, la
sanidad fue el resultado de la obra del Espíritu Santo y de la palabra de
Jesús.
Veamos otro ejemplo en el Nuevo Testamento de sanidad
supeditada a un pequeño acto de obediencia, narrado en Marcos 3.1–5.
Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un
hombre que tenía seca una mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo
le sanaría, a fin de poder acusarle. Entonces le dijo al hombre que tenía la
mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de
reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos
callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza
de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano
le fue restaurada sana.
Este acto de obediencia que Marcos describe involucró
mucho menos que en los casos de los leprosos y del hombre que nació ciego. A un
hombre con una mano seca se le ordena dar un paso al frente y estirar la mano.
Este acto fue, sin embargo, circunstancialmente un poco más complicado que
alguno de los otros. Los escribas y fariseos estaban siguiendo y criticando a
Jesús; y aquí en su propia sinagoga esperaban ver si Jesús sanaba a alguno el
sábado para acusarlo de violar la Ley de Moisés. Los rabinos llegaron a la
conclusión de que el arte de sanidad podía practicarse el sábado si era algo de
vida o muerte, pero la sanidad de una mano seca no entraba en esa categoría.
Jesús podría haber esperado al día siguiente para sanar la mano, pero Él deseaba
enseñar que el sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. Jesús
sabía que los líderes de la sinagoga se opondrían a la sanidad en el sábado,
pero también sabía que, siendo el Creador de todas las cosas y de todas las
leyes y siendo el Señor del día de reposo (Mc 2.28), sanar al hombre no sólo lo convertiría en una
persona plena, sino que también dejaría de mendigar por los caminos. Con un
toque divino el hombre recibiría bendición en lo espiritual, físico, económico
y social. Jesús se volcó al hombre y le ordenó: «Levántate y ponte en medio».
¿Le obedecerá el hombre contrariando la enseñanza de la sinagoga? La decisión
no fue fácil, pero obedeció y se convirtió en una persona plena. A veces los
actos de obediencia más simples no siempre son fáciles.
Jesús le dijo a menudo a los enfermos: «Levántate,
toma tu lecho, y anda». La obediencia demanda al menos un esfuerzo. Los que se
esforzaron, recibieron sanidad. El acto de obediencia más simple se ve en la
historia de Juan 5.2–9. Lea sobre el hombre que estuvo enfermo durante treinta y ocho años.
¿Por qué cree que Jesús dijo: «¿Quieres ser sano?»
¿Cree que hoy en día existen personas que realmente no
quieren sanidad? ¿Por qué?
«La última frase del v. 3 y todo el v. 4 [de Juan 5] se omiten en algunos manuscritos griegos antiguos de
Juan. Su contenido puede reflejar una creencia popular asociada con el estanque
donde se agitaban las aguas (v. 7) a causa de la acción sobrenatural de un ángel.
Algunos especialistas creen que el movimiento de las aguas se debía a un
manantial intermitente. Independientemente del origen del fenómeno, el
testimonio de la gracia sanadora de Dios estaba sin duda presente».
Hemos estudiado historias con actos de obediencia
simples, difíciles, complejos en relación con la sanidad divina. Hemos visto
que la obediencia es esencial en nuestra relación con el Señor. Es posible que
Dios, como ve todas las cosas desde el principio y sabe perfectamente qué es lo
mejor para nuestras vidas, nos demande colocar nuestras vidas en el altar de
servicio.
Describa tres ejemplos bíblicos de sanidades en el
Nuevo Testamento que demandan algún acto de obediencia.
¿Por qué cree que la obediencia es importante para la
vida cristiana?
¿Cuál cree que puede ser la mayor exigencia que Dios
le puede hacer a una persona?
A lo mejor Dios no demanda una respuesta dramática
para cada acto de sanidad, como ofrecerse para ir de misionero a alguna tierra
lejana. Sin embargo, nuestra entrega al señorío de Cristo requiere que le
rindamos la voluntad y procuremos descubrir y conocer su voluntad para nuestra
vida. Él siempre pide algún tipo de servicio del creyente verdadero. La vida
cristiana no es ser espectador de un deporte. El estadio de los cielos ya está
lleno con los que ya han corrido su carrera en la tierra. A los que estamos en
la tierra se nos ha dado la posta para correr nuestro segmento de la carrera.
Dios no llamó a ninguno para ser un observador de la carrera. Nos invita a
proyectarnos en las promesas y a no ser espectador. A veces hará falta una
enfermedad o aflicción para despertarnos a la necesidad de profundizar la
dedicación y la obediencia.
Hay algunos tipos de enfermedades que para algunos
sólo mejoran con intervención médica o quirúrgica. Sin embargo, la utilización
de la medicina o la cirugía no eliminan el factor divino de la recuperación. La
oración, junto a alguna otra terapia, puede ser una bendición espiritual. Antes
que algo tenga éxito, tal vez tengamos que decirle «sí» a Dios.
A través del peregrinaje cristiano de la vida, la
palabra clave es obediencia.
Si me amáis, guardad mis mandamientos […] El que tiene
mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será
amado por mi Padre, y yo lo amaré, y me manifestaré a él […] Respondió Jesús y
le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada con él. (Jn 14.15, 21, 23)
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