viernes, 26 de octubre de 2018

Lección 6.6—La sanidad divina y la cruz



No existe ningún parecido en la tierra a la maravillosa propiciación de Cristo por nosotros; de la obra completa que Jesús llevó a cabo por nosotros cuando murió en la cruz. Desde antes de la fundación del mundo Él se propuso proveer una cobertura total para todo aquel que crea (1 P 2.24). Sabiendo de antemano que el hombre caería y que su caída traería sobre sí la maldición de miseria, aflicción y muerte, Cristo decidió cargar sobre El la maldición para dar libertad a todo aquel que crea. Esta «cobertura total» de nuestros pecados y la provisión de todos los beneficios de nuestra salvación, se denomina con frecuencia «expiación». Se refiere a las lecciones y figuras del Antiguo Testamento acerca del Salvador que vendría (Lv 17.11).


Hará expiación, chaphar. Cubrir, expiar, reconciliar; apaciguar o aquietar; purgar o limpiar. Este verbo aparece 100 veces. El significado principal de chaphar podría ser «cubrir». El verbo se usa en Génesis 6.14, donde se instruyó a Noé a cubrir el arca con brea. La palabra kippur (expiación) es un importante derivado. Este término resulta familiar debido a su empleo en la frase hebrea Yom Kippur, el Día de la Expiación; véase Levítico 23.27, 28. Se le traduce como «apaciguar» en Génesis 32.20 y como «expiar» en Daniel 9.24.

Hay una amplia provisión maravillosa en la cruz de Cristo. «Aquí [en 1 Pedro 2.24, 25] es nuestro Redentor. La muerte expiatoria de Cristo hace posible nuestra decisión de morir a los pecados (arrepentimiento) y vivir para Dios (justicia). Según el NT, esto equivale a la conversión en su más amplio sentido y que Pedro describe cuando dice: por cuya herida fuisteis sanados. La intención de Pedro al citar Isaías 53.5 es mostrar que la integridad personal —mental, sicológica, física y espiritual— fluye de esta conversión».

La muerte expiatoria de Cristo liberó para los creyentes un manantial de sanidad para la persona, que comprende: la espiritual y la física. El primer Adán hundió a la humanidad en aflicción al cuerpo, la mente y el espíritu; el postrer Adán rescató a la humanidad caída con la sanidad del cuerpo, la mente y el espíritu. La caída fue total; el rescate también fue total. Pero los creyentes son una nueva criatura en Cristo Jesús (2 Co 5.17), ¡en el cual todas las cosas «creadas» tienen la posibilidad de volverse nuevas!

La «expiación» total —cobertura— que Jesús nos brindó en la cruz produjo demasiadas bendiciones y beneficios. Escriba una nota personal después de la lectura de los pasajes, tomando nota en cada caso de qué clase de bendición enfatiza y cómo se aplica, o cómo se podría aplicar en este instante a su vida.

1. La bendición de que Jesús se convirtió en el Salvador de la humanidad (Mt 1.21).

2. La bendición de que todos los que creen son justificados (Hch 13.39; Ro 5.1).

3. La bendición de que podemos recibir limpieza mediante la sangre de Cristo (1 Jn 1.7).

4. La bendición de la santificación de nuestras vidas y nuestro vivir (Heb 13.12).

5. La bendición de que tenemos acceso a la sanidad divina (1 P 2.24).

6. Se nos ha abierto provisión de bendiciones universales ilimitadas (Jn 14.13; Ef 1.3).

En el principio, después de la caída, Dios prometió la expiación. En Génesis capítulo tres, que describe la caída del hombre, tenemos la seguridad divina de que a Satanás, el causante y perpetrador de la maldición, lo vencería la «simiente de la mujer» (un término que describe al Hijo de Dios encarnado). «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza. y tú la herirás en el calcañar» (Gn 3.15). La herida del calcañar de Jesús fue su muerte en la cruz mediante la cual obtendría nuestra redención de la maldición y la derrota de Satanás cuyas obras redundan en pecado y enfermedad. Juan dijo que Jesús vino a destruir las obras del diablo: «El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo» (1 Jn 3.8).

El Antiguo Testamento finaliza diciendo en una profecía que Jesús traería sanidad: «Mas a vosotros que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación» (Mal 4.2). Aquel a quien Juan llamó la «luz del mundo» vino a la oscuridad del mundo; sus rayos de sanidad son la cura bendita para la culpa del pecado y la opresión de la enfermedad en la humanidad.

En el centro del Antiguo Testamento el Señor ha ubicado la descripción más completa de la obra de expiación de Aquel que sería herido por nuestras iniquidades y azotado para nuestra sanidad. Lea primero Isaías 53.3–12, después piense en el siguiente pasaje tomado de la Biblia Plenitud.

          Isaías 53 claramente enseña que la sanidad corporal está incluida en la obra expiatoria, el sufrimiento y la cruz de Cristo. Las palabras hebreas para «dolores» y «enfermedades» (v. 4) se refieren específicamente a la aflicción física. Esto se verifica en el hecho de que Mateo 8.17 dice que este texto de Isaías se cumple ejemplarmente en los actos de sanidad que efectuó Jesús.

Además, está claro que las palabras «llevó» y «sufrió» se refieren a la obra expiatoria de Jesús, porque son las mismas que se utilizan para describir a Cristo cargado con nuestros pecados (véanse el v. 11 y 1 P 2.24). Estos textos vinculan inequívocamente la base de la provisión, tanto de nuestra salvación como de nuestra sanidad, con la obra expiatoria del Calvario. Sin embargo, ninguna de estas cosas se recibe automáticamente, porque ambas deben ser alcanzadas por la fe. La obra de Cristo en la cruz las pone a nuestra disposición, y las recibimos, según sea nuestra elección, mediante un acto sencillo de fe. Por cierto, unos pocos alegan que la profecía de Isaías acerca de la enfermedad se cumplió completamente mediante las sanidades descritas en Mateo 8.17. Pero un examen más cuidadoso nos revela que la palabra «cumplir» se aplica a menudo a una acción que se extiende a lo largo de toda la era de la iglesia. (Véanse Is 42.1–4; Mt 12.14–17.)3

¿Es la sanidad para hoy?

¿Cómo sabemos con certeza de que, en base a la muerte de Cristo en la cruz, la gracia sanadora de Dios está disponible para nosotros hoy en día?

1. Podemos tener la seguridad de que la sanidad física se incluye en la obra expiatoria de Cristo, porque la Palabra de Dios lo afirma. Isaías 53.4 [Biblia de las Américas] dice que El llevó (nasa) nuestras enfermedades, y cargó (sabal) con nuestros dolores. En los versículos 11 y 12 Isaías utiliza exactamente las mismas palabras —cargar y llevando— las «iniquidades» y los «pecados». En otras palabras, el acto de salvación y de sanidad está ligado de manera inseparable. Jesús, citando a Isaías en Mateo 8.17, expresa las palabras «enfermedades» y «dolencias». De este modo, Isaías dice que Jesús que llevó y cargó tanto nuestras enfermedades y dolores, como nuestros pecados e iniquidades. Por lo tanto, si la obra de Jesús en la cruz cubrió nuestros pecados e iniquidades, también dice allí que cubrió nuestras enfermedades y aflicciones.

          Mateo 8.16–17 expresa claramente que Jesús dio solución a las enfermedades y aflicciones espirituales y físicas: «Y cuando llegó la noche, trajeron a Él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias».

De ahí deducimos que si los enfermos en los días de Jesús eran sanados en base a la profecía de Isaías acerca del sacrificio expiatorio de Cristo antes de que se llevara a cabo, podemos estar confiados en que las sanidades están a nuestro alcance hoy en día.

2. Los cristianos de cualquier época pueden confiar en que hay sanidad en la expiación de Cristo pues dio lugar a una redención infinita. Como Jesucristo es infinito, eterno, todo lo que El hace como Salvador y Sustituto servirá para suplir todas las necesidades de todos los tiempos, hasta que El vuelva. Lea cada una de las citas siguientes y escriba sus comentarios acerca de lo que se dice de los caminos y promesas inamovibles del Señor:

Malaquías 3.6

Hebreos 13.8

Santiago 1.17

3. Podemos creer que Cristo sana hoy porque la sanidad de los enfermos es una de las señales ciertas que El prometió que acompañarían a los que creen (Mc 16.17–18). Jesús dijo que una de las señales poderosas que confirmaría la predicación del evangelio a todo el mundo sería que cuando los creyentes impusieran las manos sobre los enfermos, se sanarían. Así como fuimos comisionados a predicar a todas las naciones la muerte salvadora de «Cristo crucificado», tenemos el privilegio de declarar la promesa de la sanidad de los enfermos que tienen fe para creer.

El mismo evangelio que ofrece el poder de Dios para salvación del pecado ofrece también el de sanar la enfermedad. En los Hechos, los apóstoles salieron predicando el mismo evangelio del reino que Jesús les comisionó y acompañados por las mismas señales. Como las mismas señales acompañaron a la iglesia posapostólica, ¿existió alguna vez un corte final? ¡No, Jesús no ha cambiado! Nunca ha habido un momento en la historia de la Iglesia en que el poder de Dios para sanar haya cesado, excepto cuando el nivel espiritual de la Iglesia ha sido bajo. Pero cuando ha vuelto el avivamiento, el poder total y la bendición del Nuevo Testamento ha estado al alcance y se ha manifestado. Esto no quiere decir que el nivel o la cantidad de manifestaciones de sanidad en un medio determinan la medida de la espiritualidad de todos los cristianos, pues algunos simplemente no han recibido enseñanza. Pero donde esta verdad se enseña y recibe, Dios sana a las personas, mientras que creemos y confiamos incondicionalmente en sus promesas.

4. Los creyentes pueden tener la certeza de que el Señor sana hoy porque el mismo Espíritu Santo que el Padre envió sobre la Iglesia en respuesta a la oración del Hijo seguirá morando en ella hasta la Segunda Venida de Cristo. En vista de que el Espíritu vendría a morar, Jesús prometió que la Iglesia haría «mayores obras» que las que El hizo. Algunos preguntan si «mayores» se refiere a las dimensiones, la calidad o la cantidad. No sabemos, pero sin duda no nos han llamado para limitar las palabras de Jesús. El mismo Espíritu Santo que obró los milagros de Jesús, sigue actuando trayéndonos todas las virtudes de Cristo, y eso incluye sus obras maravillosas de sanidad y liberación.

En el anuncio que Jesús hizo en la sinagoga de Nazaret (Lc 4.18–19) se pone de manifiesto que realizó su ministerio de sanidad mediante el Espíritu Santo. Jesús citó a Isaías (Is 61.1), quien predijo que el Siervo de Jehová vendría en el «cumplimiento del tiempo» a proclamar, en el poder del Espíritu de Dios, buenas nuevas de salvación, sanidad al cuerpo y esperanza para los quebrantados y cautivos de Satanás. Un tema principal de Isaías es: «El siervo ungido de Jehová». Aparece en Isaías 11.1–2 y en 42.1, donde se describe la magnitud total de su misión salvadora y sanadora. La descripción central del Siervo ungido de Jehová se encuentra en Isaías 53, donde se explica con claridad que El no vendría sólo con poder para establecer un reino, sino que lo haría a través de la cruz, donde ofrecería el sacrificio infinito, adquiriendo salvación y sanidad para todos los creyentes, cancelando la maldición de Satanás y destruyendo el reino de las tinieblas. La unción del Espíritu Santo fue prometida para llevar a cabo las promesas, hasta su plenitud.

Después Jesús prometió enviar el mismo Espíritu Santo para ungir a la Iglesia (Hch 2.1–4), de manera que mediante la misma unción del Espíritu, multitudes se salvarían y sanarían de todo tipo de dolencias. Lea cada uno de los pasajes siguientes y fíjese cómo obró y qué evidencia tenemos de que hará lo mismo hoy: Hechos 5.14–16; 14.3; 19.11–12.

Jesús prometió enviar su Espíritu Santo como «Consolador», «Parakietos» o «Ayudador». La palabra en griego significa «uno que viene al lado para ayudar». Él todavía está «ayudando» a sanar a los enfermos cuando oye la oración de fe, sanando milagrosa e instantáneamente, sanando a través de un período, ayudando en los procesos de recuperación natural y también ayudando con su gracia la obra de los médicos profesionales.

5. No sólo los enfermos pueden recibir sanidad; la Palabra de Dios parece implicar la provisión y la expectativa de salud continua a través de la cruz de Cristo. El pasaje que parece dar claras evidencias es 3 Juan 2–3: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. Pues mucho me regocijé cuando vinieron los hermanos y dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad».

Se ha dicho que las salutaciones se usaban a menudo para desear al destinatario «salud» y «prosperidad», y que la salutación de Juan quizás fue un gesto de cortesía más que una revelación de Dios acerca de la provisión divina de salud para todos los creyentes. Al tomar la Biblia en serio, vemos un paralelo entre la conexión del «alma» y el «cuerpo» con la recepción de los beneficios de la cruz como provisiones de abundancia para todas las gracias. Dios no desea pobreza ni aflicción para sus hijos al igual que no desea el pecado. El Señor ha prometido proveer para todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria.

Sin embargo, no debemos equivocarnos al creer que esta provisión significa que no sufriremos tormentas, ni juicios, ni tribulaciones. Es más, Jesús dijo a sus discípulos que en este mundo sufrirían tribulación. Pedro advirtió a los lectores de su epístola que no se sorprendan cuando les sobreviniera el fuego de prueba (1 P 4.12–13). Se nos recuerda que la tribulación obra paciencia, esperanza, etc. La confianza inamovible del creyente es que Dios no permitirá que pasemos por una prueba que sea superior a nuestra capacidad de triunfo (1 Co 10.13). Podemos abundar más diciendo que todas las cosas ayudarán a bien a los que aman al Señor. Podemos volar más alto y regocijamos de ser, en Cristo, «más que vencedores» (Ro 8.28–37).

Salud, hugiaino. Compare: «higiene» e «higiénico». Estar sano del cuerpo, en buena salud. Metafóricamente, la palabra se refiere a la sana doctrina (1 Ti 1.10; 2 Ti 4.3; Tit 2.1); palabras sanas (1 Ti 6.3; 2 Ti 1.13); y sanidad en la fe (Tit 1.13; 2.1).

Hugiaino es la palabra usada en 3 Juan 2 y que explicamos aquí. Busque las demás referencias que se citan y escriba un párrafo que resuma la gama completa de la «salud» según aparece en estos versículos: física, mental, espiritual.

El aguijón de Pablo

Algunos estudiosos señalan la experiencia del apóstol Pablo como una advertencia a creer que la sanidad divina es un privilegio para los creyentes. Señalan el «aguijón en la carne» como prueba de la enfermedad de Pablo. Han habido muchas teorías que han tratado de explicar cuál era el aguijón de Pablo, sin embargo, no encontramos en ningún lado una aclaración específica al respecto. Sabemos por 2 Corintios 12.7 lo siguiente: 1) Tenía origen satánico («mensajero de Satanás»). 2) Era para protegerlo del orgullo («para que no me enaltezca»). 3) También parecía ser físico («aguijón en la carne»). Le había pedido al Señor que lo liberara, quien le dijo que buscara la suficiencia de la gracia divina. Pablo era un siervo muy especial cuya vida era única. No obstante, nadie debería tomar el «aguijón de Pablo» como argumento contra la gracia divina que sustenta la salud. La gracia abundó y abunda en medio de las pruebas, y el caso de Pablo está a favor de esta gracia y no en contra.

Lea 2 Corintios 12.110 y tome nota de sus propios pensamientos acerca del «aguijón de Pablo» y de lo que significa para usted este pasaje.

Conclusión

Antes de dejarle este pensamiento de la promesa de salud y prosperidad, debería señalarle que todas las provisiones y promesas de Dios son condicionales. Juan extendió su deseo a todos los que caminan y viven en la verdad, lo que significa que viven por completo en la luz que el Señor pone en sus mentes y corazones (vv. 3, 4).

Un caso en que el mismo Jesús no sólo prometió la salvación, sino que también se refirió a la sanidad dentro de la «gran salvación», está en Juan 3.1416. «Como Moisés» se refiere a Números 21.49. Examine estos pasajes en conjunto y vea si piensa que este hecho de salvación al que Jesús se refiere es una representación de su obra de redención que involucra tanto a la salvación del pecado como a la sanidad de la enfermedad y la dolencia. Si nosotros hoy tomamos la obra de expiación de Cristo en la cruz como la base de nuestra salvación del pecado, también podemos fundamentar la sanidad de nuestras enfermedades en esa misma obra redentora. Y como su poder para salvarnos del pecado no ha cesado, tampoco ha cesado su poder para sanar nuestros cuerpos.

¿Qué versículos de Isaías 53 prometen que Cristo cargaría y llevaría nuestros pecados y enfermedades en la cruz?

Mencione varios pasajes bíblicos que prometen que el Señor no cambia.

¿Cuáles son algunas de las señales que acompañarán a los que creen?

¿Qué poder le queda aún a la Iglesia que garantiza la permanencia de la bendición de la sanidad?

Durante la historia de la Iglesia, ¿qué condiciones aparecieron en la Iglesia que al parecer redujeron la manifestación del poder de sanidad?

¿Qué condiciones en la vida de la Iglesia parecían renacer las manifestaciones de sanidad?
Si tanto nuestros cuerpos como nuestras almas han sido comparados con el mismo precio, la sangre de Jesús, ¿cómo es que este hecho nos asegura la bendición continua de la sanidad?
¿Qué balance notaría en su creencia acerca de la salud y la prosperidad de los creyentes fieles?

 Fe viva

En los capítulos anteriores hemos estudiado los pactos de sanidad del Nuevo y del Antiguo Testamentos. Hemos descubierto que la cruz de Cristo es el centro de la revelación divina; hemos visto que la cruz es la fuente de la que salen dos corrientes: una de salvación y otra de sanidad. Hemos aprendido que la fe es la clave para abrir las compuertas de la bendición divina para el alma y el cuerpo. Hemos aprendido que es necesario el arrepentimiento cuando el pecado y la desobediencia han bloqueado la manifestación de las bendiciones divinas de sanidad. Vimos también que la sanidad a veces se demora hasta tanto se brinde la obediencia necesaria.

Esta lección se ha dedicado a analizar la obra expiatoria de Cristo, mostrando que la expiación abrió el acceso a Dios para los pecadores y afligidos que crean. La enseñanza central de este capítulo muestra sin lugar a dudas que, como Cristo en su obra de expiación cargó las transgresiones y las enfermedades, ambas bendiciones se han dado para toda la era de la Iglesia. Todo el que lee las Escrituras con detenimiento debería ver con claridad que la sanidad y la salvación van de la mano hasta que el Señor vuelva; la sanidad no cesó en un momento específico del pasado. Cristo, crucificado y resucitado, «es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Heb 13.8).

Para la mayoría de los que leen este libro, las verdades no son nuevas, aunque tal vez se den por sentado. Sin embargo, nuestra fe por lo general se fortalece al volver a enfatizar lo que ya conocemos de manera doctrinal. Casi todos tienen al menos algún problema menor de malestar físico o algún síntoma indefinido de una disfunción en el cuerpo. A muchos los pasamos por alto o aliviamos con alguna píldora no recetada. Como nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, redimidos por la sangre de Cristo, podemos tener la certeza de que el Señor está interesado en la salud de nuestros cuerpos.

Cada día, en nuestros momentos de oración, sería bueno orar por salud y fuerza para ese día. Si tenemos síntomas, también tenemos el privilegio de orar de forma específica por el alivio. Independientemente del tratamiento terapéutico que elijamos, nuestros cuerpos necesitan ser encomendados al trono de la gracia en primer lugar. Cada vez que sentimos el toque de sanidad de nuestro amado Señor, nuestra fe se edifica y crece. Si encomendamos lo pequeño a Dios, es más fácil confiarle los problemas mayores. Si vamos a Dios sólo cuando nuestra necesidad ha alcanzado dimensiones catastróficas, nos va a faltar la fe verdadera para creer.

¡Una advertencia! La oración de sanidad nunca debería convertirlo a uno en enemigo de la medicina ni de la asistencia médica como una provisión divina. Por ejemplo, si oramos por un pequeño síntoma que en vez de mejorar se vuelve cada vez peor, deberíamos consultar a un médico. Acudir al médico no elimina a Jesús, el Gran Médico. Ore para que el médico descubra el problema y encuentre una medicina efectiva. Las medicinas dan mejor resultado cuando la fe en el poder de la sanidad divina acompaña la terapia médica. A menudo ocurre la recuperación milagrosa cuando la oración acompaña el tratamiento médico o quirúrgico; para Dios nada es imposible. Toda sanidad es de Dios. Satanás desea que la humanidad no disfrute ninguna bendición. Así que no existe ninguna otra sanidad que la divina y los cristianos pueden beneficiarse al acudir a la asistencia y recursos médicos. Es más, muchos médicos y cirujanos admiten que confían en Dios para que sus pacientes tengan una pronta recuperación.

Pero debe ir a Dios primero; su poder para sanar es real. El escucha y contesta la oración. La experiencia de la sanidad directa y divina es una de las experiencias más gloriosas del cristiano. Las bendiciones de sanidad de Dios amplían nuestro testimonio para con los demás. Hay una corriente de sanidad que fluye desde la cruz del Calvario; qué maravilloso es poder sumergirse libremente en las aguas que traen restauración.

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