viernes, 26 de octubre de 2018

Lección 8.8—La sanidad y el don espiritual



El poder del Espíritu Santo es infinito, inconmensurable e inagotable. La manifestación del poder del Espíritu Santo en la Iglesia durante la era cristiana supera nuestros cálculos. Los pecadores redimidos y transformados desde el día de Pentecostés por el poder del Espíritu no pueden contarse. Sería imposible saber la dimensión de los ministerios evangélicos ungidos por el Espíritu. Ningún equipo podría medir el poder del Espíritu que carga de energía a incontables oraciones. ¿Cómo calcularíamos la energía aplicada del Espíritu para restaurar las promesas preciosas de Dios, o para darnos la revelación divina en su totalidad, o para inspirar a los autores humanos de las Sagradas Escrituras, o para dar curso a cada acto creativo o fuerza de sustento de Dios en todo el universo? A pesar de la manifestación del Espíritu, su potencial inusitado es un caudal mayor que el de todos los Niágaras del mundo.

Los dones del Espíritu

Una de las tareas del Espíritu Santo es preparar a los creyentes para la obra del ministerio del evangelio, el discipulado de los que se convierten, la unidad de cuerpo de Cristo, la edificación de los creyentes (Ef 4.8, 11–13).

¿Quién es el Dador de los dones mencionados? (v. 8)

¿Cuáles son los oficios que Él da? (v. 11)

¿Cuál es la función de esos ministerios? (v. 12)

¿Cuál es la meta de esta tarea? (v. 13)

 Información adicional

Los dones que Cristo da. Distinguir entre los dones de Romanos 12.6–8 (del Padre), los dones de 1 Corintios 12.8–10 (del Espíritu Santo) y los dones aquí mencionados, explícitamente dados por Cristo el Hijo (v. 8), es algo fundamental par a la comprensión del alcance total de los dones espirituales.

Mientras hay muchos dones de Dios registrados en varios pasajes bíblicos, los más prominentes son los de Romanos 12.5–8, 1 Corintios 12.1–31 y Efesios 4.8–13; y mientras la Santa Trinidad al parecer da las diversas categorías, es tarea del Espíritu Santo producir la manifestación de los dones. Por ejemplo, los dones de Efesios 4 (los de ministerio o personales), se declaran como dones de Cristo en virtud de su muerte y resurrección. Sin embargo, Pablo, hablando a los ancianos de Éfeso en Hechos 20.28, nos recuerda que fueron puestos en función del ministerio del Espíritu Santo. Pablo, en Romanos 12 (dones del Padre), se refiere a algunos que tienen el don de presidir (liderazgo), cuya función de acuerdo a Hechos 20.28 sería mediante la obra del Espíritu Santo. En 1 Corintios 12.4–6, Pablo menciona dones, ministerios y actividades que emanan del Espíritu, el Señor y Dios: Manifiesta a la Trinidad en actividad combinada.

Hay diversidad de dones [charismata], pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios [Efesios 4], pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones [Ro 12], pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo (1 Co 12.4–6).

Como lo mencionado se refiere a las obras del Espíritu (pneumatika, v. 1), todas son capacidades que reciben su energía del Espíritu Santo. El versículo 7 sigue diciendo: «Pero a cada uno [de los mencionados] le es dada la manifestación del Espíritu para provecho [de todos]».

Pedro, hablando sobre la mayordomía de la charismata en 1 Pedro 4.10–11, dice:

Cada uno según el don que haya recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra. Ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Pedro explica con claridad que a la Iglesia se le da dones muy diversos, para que se utilicen bajo el poder del Espíritu Santo. Como la obra de la Iglesia es sobrenatural, no puede hacerse por el simple talento humano. El Señor puede usar los talentos ocultos, que se le dan a los creyentes por naturaleza y por su obra, pero El unge ese talento con su Espíritu. ¿En qué nos puede ayudar esta realidad? Jesús le dijo a Pedro y a Andrés: «Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres». Y en el día de Pentecostés, Pedro, el discípulo de Jesús más propenso al error humano, predicó bajo la influencia del Espíritu Santo un sermón que ganó a miles para el Señor. Jesús lo convirtió en un pescador de hombres orando que el Padre enviara al «Consolador». Al Espíritu Santo se le denomina «la promesa de mi Padre» (Lc 24.49) y se declara como el don del Hijo (Jn 15.26; 16.7).

Escriba sus ideas acerca de cómo nos alienta en nuestro propio progreso la forma en que Pedro fue dotado.

Los dones del Espíritu, enumerados en 1 Corintios 12, parecen ser dones en los que se enfatiza la palabra «manifestación». Los corintios eran activos y receptivos a estos dones sobrenaturales. Todas las obras del Espíritu son de carácter sobrenatural, pero varían en cómo se manifiestan u operan. Cuando el Espíritu obra, algo ocurre.

• Para algunos dones, el objeto de la operación es simplemente obrar.
• En otros, se pone la atención en hacer.
• Con un tipo de don, una persona puede atender a un amigo o amado hasta que vuelva a   estar bien, con dones, habilidad y paciencia dados por Dios (el don de ayuda, o de mostrar misericordia).
• Para otro tipo de don, la persona podrá hacer la oración de fe con las palabras: «¡Levántate y anda!»

En algunos casos, opera el cuidado sobrenatural; en otros, se manifiesta una recuperación sobrenatural. Pero entendamos bien: La Iglesia siempre ha tenido ambos tipos de dones en funcionamiento; ambos dones siempre serán necesarios en el ministerio de la iglesia.

Describa una ocasión en la que sintió que el Espíritu Santo lo utilizó para manifestar su poder a través de la actividad de un don. No tema reconocer tales ocasiones donde hay gracia en acción.

Manifestar, manifestación, phaneros, phanerosis «Poner en claro, visible, iluminar, a la vista, manifestación». Sólo se usa en 1 Corintios 12.7; 2 Corintios 4.2. Se refiere a la función de un don del Espíritu: «aquello que era visible, recibiendo atención»; «llamado a la atención de la presencia del Espíritu de Dios».

Hemos visto que Dios ha provisto muchos dones para la Iglesia. Se pueden encontrar varias listas en el Nuevo Testamento. Como cada lista, extraída de tres libros diferentes, contiene una agrupación diferente de dones, es probable que los que se mencionan se relacionen con las diversas necesidades y experiencias de las distintas iglesias. Varios estudiosos de la Biblia sostienen que las listas del Nuevo Testamento no nombran todos los dones que quizás podría utilizar el Señor. Parece que existe un don para cada tarea que pueda ser útil en la edificación del cuerpo de Cristo. Si existe un tipo de obra o ministerio al que Dios le ha dado su bendición, debe existir un don para dar energía al ministerio o a la obra, pues, como Pedro dice: «Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos» (1 P 4.11).

La tipología de los dones espirituales del Antiguo Testamento

La mayoría de las bendiciones del Nuevo Testamento tienen su modelo en una tipología del Antiguo Testamento. Examine Éxodo 35.30–35, donde se encuentra el modelo de los dones espirituales.

Para toda destreza o habilidad artística necesaria para la construcción del tabernáculo y de sus muebles, para hacer túnicas, cortinas y la vestidura sacerdotal, etc., se necesitaban trabajadores calificados. Para que pudiera haber una gran compañía de artesanos, se necesitaban maestros. Para llevar a cabo esta tarea, que era un proyecto divino, Dios impartió los dones necesarios para el trabajo y la enseñanza, llenando a algunos del Espíritu Santo. Estos hombres llenos del Espíritu no sólo utilizaron los dones artísticos para hacer objetos de arte, sino que también utilizaron los dones de la enseñanza a fin de preparar a otros. Personas dotadas llevaron a cabo el proyecto completo, quienes al finalizar la obra dieron toda la gloria a Dios.

Señale los hombres que Moisés designó y cuál fue la tarea que les asignó.

Fíjese la capacidad divina que se le dio a cada uno para realizar su tarea. Escriba cómo describe la Palabra de Dios la capacidad de cada uno.

No hay forma de exagerar la importancia de esta dádiva. Dios le dio a Moisés los modelos de todo lo relacionado con la alabanza, como el tabernáculo, el arca del testimonio, los altares, la mesa del pan de la proposición, el trono de la misericordia, las vestiduras sacerdotales, el candelero, las fuentes, etc., todos debieron hacerse exactamente según el modelo divino: «Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte» (Éx 25.40). El hecho de que los modelos del tabernáculo del Antiguo Testamento eran una tipología de lo que iba a ocurrir en el Nuevo Testamento se observa en Hebreos 8.5: «Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte».

¿Cree que Jesús tiene un modelo para la «edificación» de su Iglesia? (Mt 16.16–18) ¿Cómo cree que planea preparar a los que participan con Él en este proyecto?

El Espíritu Santo

El propósito de esta discusión de los dones es mostrar que Dios nos ha capacitado sobrenaturalmente para los ministerios de la Iglesia, ministerios creados para habitar y obrar en la Iglesia durante toda su dispensación. Los términos «Vida llena del Espíritu» e «Iglesia llena del Espíritu» dan por sentado la supervivencia de todos los dones espirituales que se derramaron en la Iglesia durante la era apostólica. La idea de que gran parte del poder original de la Iglesia fue necesario hasta que el «tren eclesiástico empezó a avanzar» es absurda. En estos días postreros la Iglesia va cuesta arriba con la oposición, por lo que la cooperación del «Ayudador» —el poder del Espíritu Santo— es más necesaria que nunca. Sin embargo, no importa cómo teoricemos, los dones siguen obrando. Ninguno se ha perdido o quitado.

Primero, demos un breve vistazo a los dones revelados que parecen poner la mira en las «dádivas» del Espíritu Santo (1 Co 12.7–11).

1. Palabra de sabiduría. Es posible que tengamos un ejemplo del ejercicio de este don en el ministerio de Esteban. Examine Hechos 6.3, 8–10 y note la evidencia de que la «sabiduría» quizás fue uno de los dones del Espíritu que se manifestó mediante Esteban.

Sabiduría, sophia. Sabiduría práctica, prudencia, habilidad, entendimiento penetrante. La instrucción cristiana, una aplicación acertada del conocimiento, un entendimiento profundo de la naturaleza verdadera de las cosas. A menudo, en la Biblia a la sabiduría se la asocia con el conocimiento (Ro 11.33; 1 Co 12.8; Col 2.3). Anticipando nuestra necesidad de ser guiados, de dirección y conocimientos, Dios nos dice que pidamos sabiduría, y nos asegura que nuestra petición obtendrá una amplia recepción (Stg 1.5).2

2. Palabra de ciencia. La inclusión del término palabra en el nombre del don no significa que esto sea necesariamente un don vocal. La palabra griega logos no siempre significa la palabra hablada, también significa «idea», «declaración», «discurso», «tema». Si la intención del don fuera vocal, la palabra rhema hubiera sido más adecuada. Una descripción bíblica de este don se encuentra en 1 Corintios 1.5: «Porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en El, en toda palabra y en toda ciencia». Si una «palabra de ciencia» da entendimiento a la Iglesia para poner en práctica una acción, la «palabra de ciencia» debe aclarar los principios de doctrina que fundamentan la acción. Este es el don ideal del maestro ungido.

Lea Hechos 18.24–28. ¿Quién es el que se puede decir que opera bajo este orden de conocimiento «didáctico»?

¿Qué ocurre en Juan 1.48–50; 4.17–18 y en Hechos 5.1–5 que puede describirse como un ejercicio de entendimiento de «revelación?»

3. Fe especial. Casi todos los que escriben sobre los dones espirituales se refieren a este don como el de «fe especial». Todos los que nos convertimos en creyentes, lo hicimos por el ejercicio de la «fe». Pero la fe a la que se refiere este don difiere en medida y aplicación. Esta fe especial entra en acción en el tercer capítulo de Hechos donde Pedro le dice al cojo: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda». La vemos de nuevo en Hechos 14, donde Pablo le dice a otro cojo: «Levántate derecho sobre tus pies». La fe especial a menudo acompaña los dones de «sanidades» y de «hacer milagros»

Mire los dos episodios mencionados (Hch 3.1–4.22 y 14.8–18). ¿Cuál fue el precio que pagaron estos líderes como resultado del ejercicio de los dones?

4. Los dones de sanidades son unciones especiales con las cuales Dios permite que los miembros del cuerpo de Cristo sirvan como instrumentos o vehículos para sanar aflicciones y restaurar la plenitud a los creyentes sin el uso de medios naturales. Las sanidades pueden ser físicas, mentales, emocionales o espirituales.

Sanidad, iamata.«Sanar» se usa: (a) veintidós veces para el tratamiento físico; en Mateo 15.28 Versión Antigua, «sana»; Versión 1960, «sanada»; también en Hechos 9.34, «sana»; (b) en sentido figurado, la «sanidad» espiritual, Mateo 13.15; Juan 12.40; Hechos 28.27; Hebreos 12.13. En 1 Pedro 2.24 y Santiago 5.16 se utiliza la palabra tanto en sentido físico como espiritual. Lucas el médico la usa quince veces.

El nombre del don es inusual por varias razones: 1) ambas palabras en el nombre están en plural, y 2) el nombre del don es el único que incluye la palabra charisma, «don», aunque todos los dones son charismata o «dones de gracia». No sabemos con exactitud por qué este don aparece en plural en ambos términos, «dones» y «sanidades». Además, las palabras están en plural en el versículo 28. El énfasis de la pluralidad de las palabras puede significar que hay diversidad de dones de sanidad para los distintos tipos de enfermedades y dolencias. También puede significar que para cada sanidad Dios da un don; esto podría implicar que los dones no se dan a las personas como un don fijo, pero que los dones son para toda la Iglesia y que pueden manifestarse en cualquier momento en respuesta a la fe positiva. Es muy raro encontrar a alguien que dice tener el don de sanidad. Sin embargo, debemos reconocer que algunas personas del Nuevo Testamento como Pedro, Juan, Santiago, y Pablo eran siervos del Señor en quienes los dones de sanidades se manifestaban a menudo. Existen, sin duda, en nuestro tiempo, personas que Dios ha llamado al ministerio de sanidad, a quienes ha dotado de una fe especial.

5. Hacer milagros. Este don es dado a la iglesia. Personas ungidas, en momentos providenciales, serían ungidas para hablar o actuar en el nombre del Señor con resultados sobrenaturales. En el Nuevo Testamento, los acontecimientos con poder sobrenatural se denominan «milagros, maravillas y señales» (Hch 2.22, 43; 6.8; 8.13). Los milagros son «hechos de poder divino»; las maravillas son «hechos que causan maravilla»; las señales son «hechos que apuntan a algo». Es interesante que la palabra maravilla nunca aparece sola. Dios nunca hace un milagro sólo para impresionar o maravillar. Las maravillas de Dios siempre la acompañan una señal que «apuntan a algo». Los verdaderos milagros siempre glorifican a Dios y nos dicen algo respecto de Él y sus propósitos.

Lea Hechos 9.36–42 y Hechos 13.8–12. Describa los milagros que ocurren y nombre a todos los participantes.

6. Profecía. La palabra profeta viene de la palabra griega prophetes, que deriva de dos palabras: pro, que significa «antes», «delante», «por», o «de parte de»; y phemi, «hablar». La palabra prophetes puede significar «aquel que predice» (habla con antelación), «uno que habla públicamente», o «uno que habla de parte de». Deuteronomio 18.18 define lo que es un profeta del Antiguo Testamento: «Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare». Tal parece que hay tres niveles de don profético en el Nuevo Testamento:

1) Una continuidad de la función profética del Antiguo Testamento (Agabo, Hch 11.28; 21.10, 11);

2) Uno con el «don de profecía» como equivalente a los de «lenguas e interpretación» (1 Co 14.5); y

3) Cualquier predicación ungida que edifica, exhorta o consuela (1 Co 14.3).
¿Qué profetizó Agabo? ¿Se cumplió?

7. Discernimiento de espíritus. El «discernimiento de espíritus» se deriva del griego diakriseis pneumaton, «discernir, discriminar o distinguir». Pablo usa la palabra para reprochar el descuido de los corintios que tomaban la Cena sin «discernir» el cuerpo del Señor (1 Co 11.29). El don no es para discernir a las personas, sino a los «espíritus». Pablo dice: «Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen [disciernan cuál espíritu]» (1 Co 14.29). Al parecer, el discernimiento bíblico de profecías no era observado, por lo que Pablo tuvo que escribirle a los tesalonicenses para que no menospreciaran las profecías. Pablo consideraba la profecía sabiamente disciplinada como el más provechoso de todos los dones vocales (1 Co 14.1).

Describa el momento de «discernimiento» que aparece en Hechos 8.23. Los versículos 1–25 narran la historia completa. ¿Cuál fue el resultado?

8 y 9. Lenguas e interpretación. Literalmente, «clases de lenguas». Esto podría significar diferentes lenguajes o idiomas de distinta aplicación. De acuerdo a 1 Corintios 14.14–17, el que habla en lenguas, ora (v. 15), canta (v. 16), bendice (v. 16) y da gracias (v. 17). La interpretación es necesaria para que toda la asamblea pueda unirse en alabanza y acción de gracias. Los que hablan en lenguas deben orar para recibir el don de interpretación de manera que toda la congregación disfrute de su beneficio. Otras aplicaciones del don de lenguas: alabanza a Dios inaudible, lenguaje de oración personal y señal para los incrédulos (14.22).

El Padre

Los dones de «MOTIVACIÓN» o «CREACIÓN» enumerados en Romanos 12.3–8

Estos dones parecen enfocar la obra creativa de Dios Padre en cada individuo, a quien se le dará una «mezcla» diferente de los dones siguientes, como parte de su obra creativa en ellos. Por lo tanto, distintas personas encuentran sus «motivaciones» o inclinaciones diferentes de acuerdo a los talentos y habilidades que Dios da (1 Co 12.6, 18).

1.Profecía
2.Ministerio (diakonƒa, servicio)
3.Enseñanza (ungida por el Espíritu)
4.Exhortación (Heb 10.25)
5.Dar, de los recursos personales (Ef 4.28)
6.Liderazgo (quien preside)
7.Misericordia (bondad y compasión)p rend="fi0 sb1 ul">El Hijo
Los dones de MINISTERIO enumerados en Efesios 4.8–11

1.Apóstoles
2.Profetas
3.Evangelistas
4.Pastores y maestros

Tarea: Utilizando una concordancia, conteste lo siguiente:
Nombre al menos tres «apóstoles» aparte de los doce originales.
Nombre al menos tres «maestros» mencionados en el Nuevo Testamento.
Cite dos pasajes donde se mencionan los pastores (también denominados obispos y ancianos).

Combinemos todo

Los dones dispensados por el Hijo de Dios constituyen el fundamento que garantiza que las primeras dos categorías de dones [dones del Padre y dones del Espíritu Santo] se apliquen al cuerpo de la Iglesia. Efesios 4.7–16 no solamente indica que estos dones los ha dado Cristo a la Iglesia de acuerdo con su propósito. El ministerio de los líderes es «equipar» al cuerpo de Cristo ayudando a cada persona: 1) A que perciban el lugar que el Creador les ha reservado, de acuerdo con las cualidades con que los ha dotado, y las posibilidades que la salvación les ofrece ahora para la realización del propósito divino en sus vidas; 2) para que reciban el poder del Espíritu Santo, y comiencen a responder a los dones que cada creyente recibe a fin de expandir sus capacidades innatas en aras de llevar a cabo su ministerio redentor, edificar la Iglesia y evangelizar al mundo.

A la luz de lo anterior, examinemos las siguientes categorías de dones claramente identificadas: los dispensados por el Padre (Ro 12.6–8), el Hijo (Ef 4.11) y el Espíritu Santo (1 Co 12.8–10). Si bien el análisis va más allá de los dones aquí mencionados, y de la estructura de los dones de la Divinidad a que antes nos hemos referido, el siguiente bosquejo general puede ayudarnos de dos maneras. En primer lugar, nos ayuda a identificar las diferentes funciones y la obra de cada una de las personas de la Trinidad en nuestro perfeccionamiento. En segundo lugar, contribuye a que no confundamos nuestras cualidades innatas en la vida y en el servicio a Dios con nuestra búsqueda consciente de la plenitud del poder y los recursos del Espíritu Santo para servir y ministrar en la Iglesia.

Lección 9—Todo en el nombre de Jesús

Para toda la humanidad y por todas las edades, el más grande entre todos los nombres es el nombre de Jesús.

Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Flp 2.9–11)

Muchos estudiosos identifican a Jehová con el nombre de Jesús; en verdad, el nombre Jesús es la forma griega de la palabra hebrea que significa «Jehová salva». Podemos encontrar nombres que acompañan al de nuestro Redentor en todo el Antiguo Testamento. T.C. Horton, halló trescientos sesenta y cinco nombres para el Salvador, Jesús, uno para cada día del año (The Wonderful Names of Our Wonderful Lord [Los nombres maravillosos de nuestro Señor maravilloso], Logos International, 1925). Es apropiado y sabio investigar las riquezas del nombre de Jesús, pues en su nombre los creyentes «sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán» (Mc 16.18).

 Sondeo a profundidad

Los nombres marcan diferencias en el mundo de la Biblia y los más importantes están asociados con nuestro Salvador. «Y llamarás su nombre JESÚS, porque El salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1.21). «Jesús» es la forma griega del nombre hebreo «Josué»; y ambos nombres significan «el Señor es salvación».
Existen cientos de nombres y títulos en la Biblia para Jesucristo, y cada uno es para nosotros una doble revelación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario