Romanos (15.14–33)
Si usted es un ser humano, quizás haya hecho al menos
un viaje en su vida. Tal vez fue a un ciudad cercana o al otro extremo de su
provincia. O a lo mejor realizó un viaje más largo cruzando los límites de
varias provincias, o incluso viajó fuera de su país. Puede haberlo hecho en
automóvil, en ómnibus, en tren o haber sorteado las experiencias de andar por
tierra, para hacerlo por mar o por aire. No importa dónde haya ido o cómo haya
viajado, probablemente el viaje fue memorable y con toda seguridad resultó más
cómodo que la forma de viajar en tiempos del Nuevo Testamento.
Imagine que está en la región mediterránea durante el
primer siglo. Aunque en ocasiones tenga acceso a algunas de las carreteras más
anchas, mejor construidas y bien empedradas de los romanos, la mayoría de sus
viajes por tierra transcurren por caminos que se parecen a los de los pioneros
que iban en busca de nuevas fronteras cruzando montañas y llanuras en el
continente americano. Hasta los modernos jeeps tendrían dificultades para
recorrer hoy en día aquellos caminos. Por eso, en gran parte tiene que caminar.
Ahora supongamos que decide planear un largo viaje,
comenzando en Jerusalén, viajando hacia el noroeste pasando por la actual
Turquía y encaminándose a la Grecia de nuestros días, a Atenas y Corinto.
Luego, desde allí, querrá tomar un barco hacia el este para cruzar el extremo
sur del mar Egeo y llegar a Éfeso, continuar luego su viaje por mar, navegando
hacia Cesarea en el sureste, la capital de Palestina en el primer siglo, para
llegar de nuevo a Jerusalén por tierra. Todo el viaje cubre más de dos mil
ochocientas millas. ¿Qué tendría que prever?
En primer lugar, deberá prepararse para un viaje
sumamente lento y largo. En un carro o en una carreta, que sólo podrá usar de
vez en cuando, alcanzará a cubrir unas veinticinco millas por día, y eso si se
encuentra en una de las buenas carreteras romanas. A pie, que es la manera en
que tal vez tenga que viajar la mayor parte del tiempo, podrá cubrir alrededor
de quince millas diarias. Si logra conseguir un burro, podrá aumentar la
distancia viajada a unas veinte millas diarias. Si es muy afortunado y puede
valerse de un dromedario (parecido al camello que se desplaza a una velocidad
inusual, especialmente criado y preparado para montar), avanzará mucho más
rápido, a unas setenta millas por día, pero tendrá que abandonarlo cuando
llegue a lugares montañosos y ásperos. Los viajes por mar serán mucho mejores,
porque le permitirán hacer unas cincuenta y cinco millas náuticas por día, pero
no podrá tener esa ventaja sino en el último tramo del viaje. Además, tendrá
que asegurarse de que su viaje por mar sea entre fines de mayo y mediados de
septiembre. Además, no tendrá seguridad en el viaje en ninguna otra época del
año debido a las severas tormentas invernales que hacen que dichos viajes
resulten en extremo peligrosos.
En segundo lugar, tendrá que prepararse para
enfrentarse a estafadores y bandoleros de todo tipo. Pueden reconocer a un
turista casi de inmediato y no tienen compasión alguna.
En tercer lugar, debido a la escasez de lugares para
que los viajeros se hospeden, será mejor que tenga un buen número de
familiares, amigos y amigos de amigos diseminados a lo largo de la ruta por la
que se propone viajar, para que disponga de un plato comida caliente y un techo
por lo menos en algunas ocasiones.
Al final, deberá prepararse para todo tipo de
condiciones meteorológicas. Dados los diferentes tipos de territorio y clima a
los que se enfrentará durante sus meses de viaje, tiene que contar con que se
va a encontrar con calor abrasador, frío cortante y casi todos los demás en
medio.
¿Le parece placentero? Sin embargo, son sólo algunas
de las consideraciones que Pablo debía hacer durante sus viajes misioneros. En
efecto, el viaje de ida y vuelta entre Jerusalén y Corinto que usted acaba de
programar es la ruta que Pablo siguió durante su segundo viaje misionero. Y por
cierto que no fue nada agradable.
Al llegar al final de su larga carta a los creyentes
de Roma, Pablo les cuenta sobre sus próximos planes de viaje, incluyendo su
deseo de ir a verlos. A pesar de las penurias de cada viaje, Pablo estaba
dispuesto a partir de nuevo, pero quiere que los cristianos de Roma sepan por
qué lo hace, que comprendan lo que Dios ha hecho por medio de él, y al mismo
tiempo solicitar su apoyo. Lo que dice en estos pocos versículos nos revela
muchísimas cosas, en relación con nuestras motivaciones, nuestros ministerios,
nuestra disposición para el sacrificio, nuestros valores, si es que estamos
dispuestos a escuchar.
Palabras de recompensa
A través del libro de Romanos, Pablo ha desplegado el
contenido del mensaje del evangelio, ha respondido a las objeciones al mismo,
ha corregido interpretaciones equivocadas y lo ha aplicado. Si no hubiera dicho
nada más, sus lectores originales, y todos los lectores posteriores, quizás
habrían imaginado que se ocupó de estos temas porque pensaba que los cristianos
de Roma no comprendían el evangelio lo suficientemente bien como para exponerlo
y defenderlo, en especial frente a los que amenazaban con desvirtuarlo a causa
del legalismo o del libertinaje. Pero en 15.14, Pablo echa por tierra esta suposición. Expresa su confianza en los creyentes del primer
siglo mediante la mención de tres verdades acerca de ellos. ¿Cuáles son?
Bondad (v. 14): «Beneficencia, benevolencia, virtud dispuesta para la acción, una propensión abundante tanto para desear como para hacer lo que
es bueno, bondad intrínseca que produce una generosidad y un estado de ánimo [piadoso]».
Llenos de todo conocimiento (v. 14): Una comprensión amplia de lo que se espera de los creyentes.
Amonestaros (v. 14): Aconsejar o advertir. (El objetivo es ganar al que
escucha por medio de la persuasión, no alienándolo con una actitud de arrogancia.)
¿Cuáles de las siguientes características se le
podrían atribuir a usted? En una escala de 1 a 5, donde 1 indica sólo indicios
menores de estas características y 5 indica la presencia permanente de ellas en
su vida, ¿cómo se autocalificaría?
1 2 3 4 5
Bondad
Conocimiento
Capacidad para amonestar
¿Cuáles son algunos de los pasos que puede dar para
comenzar a acercar su calificación al nivel 5? No ignore que necesita la ayuda
de Dios para lograrlo.
Con una valoración tan alta de estos creyentes, ¿por
qué les escribió Pablo tan extensamente acerca del evangelio? (vv. 15, 16)
Piense en lo que ya hemos recorrido en nuestro estudio
de Romanos. ¿Qué sabía ya acerca del evangelio que hemos abarcado aquí? ¿Cómo
lo ayudó recordarlo ahora? En otras palabras, ¿cuáles son algunas de las
verdades que le llegaron de una manera nueva, con poder transformador en su
vida? Anote sus conclusiones en este cuadro.
VERDADES RECORDADAS
|
APLICACIÓN RENOVADA
|
¿Observó en el versículo 16 que Pablo no tuvo ningún problema para expresar cuál era lo central de su ministerio? Sabía a qué lo había llamado Dios. ¿Y usted sabe el suyo? Si es así, anótelo aquí como recordatorio y afirmación de su llamado. Si no sabe qué ministerio Dios le tiene preparado, acuda a Él en
oración y pídale que el Espíritu Santo se lo revele. Asegúrese de que en
realidad quiere saberlo y manténgase dispuesto a recibir lo que Él le tenga
preparado.
Cuando el éxito produce humildad
Es probable que Pablo haya sido el más grande
misionero de la historia de la Iglesia. Y aunque sabía que había logrado hacer
mucho, siempre fue cuidadoso de decir a quién se lo debía. Aun cuando llegó a
la cima del éxito, la humildad jamás se apartó de su lado.
¿A quién reconoce Pablo el mérito de sus esfuerzos
evangelísticos, y qué indicaciones tiene de que esa Persona que obraba por
medio de él? (vv. 17–19)
Señales y prodigios (v. 19): «Servían para acreditar al mensajero de Dios y convalidar el
mensaje que traía» (Hch 2.22; 5.12; 2 Co 12.12).
Ilírico (v. 19): Provincia romana al noroeste de Macedonia, quizás donde más cerca Pablo había podido llegar en sus viajes hasta ese momento a
Roma, Italia.4
¿Cómo controla el éxito? Cuando sabe que Dios ha
obrado a través de usted, cuando ve evidencias de su presencia y poder, ¿le da
a Él el mérito o trata de posesionarse del escenario y robarle la función?
¿Puede gloriarse en Dios antes que en sí mismo?
¿Por qué Pablo decidió predicar el evangelio a
aquellos que no habían oído antes acerca de Cristo Jesús? (vv. 20, 21)
El hecho de que Pablo decidió viajar hacia donde nadie
antes había llevado el evangelio, ¿significa que todos nuestros esfuerzos
evangelísticos deberían encaminarse de la misma manera? ¿Deberíamos ir sólo a
países, ciudades, tribus, etc., que nunca han oído el evangelio? Si no, ¿por
qué?
No todos son llamados a hacer lo que hizo Pablo, pero
todos somos llamados a representar algún papel en la extensión de las buenas
nuevas de salvación en Cristo Jesús (Mt 28.18–20). ¿Qué papel representa usted?
Si no está comprometido con ningún tipo de esfuerzo
evangelístico en este momento, ¿qué necesitaría para hacerlo?
Pídale al Señor que elimine los obstáculos que le
impiden llegar a otros con el evangelio. Estará gozoso de poder hacerlo.
El viaje indirecto a España
En los versículos finales de Romanos 15, Pablo expone sus planes de viaje. Pero no contienen
un simple itinerario. Van mucho más allá, y nos muestran la compasión, la dedicación, la
interdependencia, los temores y los sinceros anhelos de un hombre de Dios.
¿Qué le había impedido a Pablo cumplir su deseo de ir
a Roma? (v. 22; cf. v. 20).
Teniendo en cuenta el porqué Pablo no había viajado a
Roma todavía, ¿por qué cree que planeaba ir a España? (vv. 24, 28)
¿Por qué dijo que quería pasar un tiempo en Roma
durante su viaje hacia el extremo oeste? (vv. 24, 32; cf. 1.15)
A pesar de lo mucho que Pablo deseaba ir a Roma y
España, y a pesar de estar ya bastante cerca de dichos destinos, dijo que
primeramente viajaría en dirección opuesta para llegar a Jerusalén. ¿Por qué
quiso desviarse tanto de su camino? ¿Qué deseaba hacer allí, y por qué era tan
importante? (15.25–28).
Pablo estaba decidido a ir a Jerusalén, pero también
sentía temor de dirigirse allí. ¿Por qué? (vv. 30, 31)
Otros pasajes del Nuevo Testamento muestran que los
temores de Pablo estaban bien justificados. Por cierto que ya había tenido
problemas con judíos religiosos incrédulos y con ciertos grupos de la iglesia
primitiva; sabía que estos grupos volverían a presentarse cuando volviera a
Jerusalén, y que le causarían dificultades y que lo mandarían a Roma de un modo
que nunca había esperado ir. Leyendo los pasajes siguientes usted podrá
verificar lo que le pasó a Pablo, y ver de qué manera Dios usó estos
acontecimientos para difundir las buenas noticias acerca de su Hijo.
• Las dificultades que Pablo experimentó a manos de
estos grupos antes de escribir Romanos y antes de salir de Corinto: Hechos 9.20–30; 13.42–51; 14.1–6, 19, 20; 15.1–29; 17.1–15; 18.1–17.
• Lo que Pablo debió afrontar a causa de estos grupos
después de dejar Corinto y de haber escrito Romanos; además, cómo todo esto condujo
a su viaje a Roma como prisionero: Hechos 19.1–20; 20.1–3, 17–37; 21.3–28.31.
Conocemos, gracias a los últimos capítulos de Hechos,
que Pablo logró ir de Jerusalén a Roma, pero como prisionero del Imperio
Romano. ¿Pero logró llegar a España? Los estudiosos de la Biblia no están de
acuerdo en esto. Algunos piensan que Pablo fue ejecutado alrededor de dos años
después del período de prisión que se registra en Hechos. Otros estudiosos
creen que algún tiempo después de estar en la prisión de Roma quedó libre,
luego viajó a España y predicó el evangelio tal como lo había deseado, hasta
que más tarde terminó de nuevo en Roma como prisionero y allí fue ejecutado. La
prueba primaria que ofrecen para llegar a esta conclusión proviene de una carta
escrita por un cristiano de Roma del primer siglo llamado Clemente.
Una bendición
Pablo sabía que le esperaban problemas en Jerusalén,
pero eso no fue un obstáculo, tampoco permitió que ese temor agriara su
ministerio. Deseaba lo mejor para aquellos a quienes servía, de modo que cerró Romanos 15 con una bendición: «Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén» (v. 33). Se necesita mucho coraje y carácter para enfrentar la adversidad de esa manera, y el único que puede prepararnos para ello es nuestro Padre
celestial, obrando por medio de su Hijo y su Espíritu.
Si en la actualidad está transitando por caminos
ásperos, o si sabe que en un recodo del camino hay dificultades agazapadas, no
trate de encararlas solo. Invite al Dios de paz a acudir a su lado como
compañero de viaje. Es posible que no lo libre de las dificultades, pero le dará
fuerzas para enfrentar la adversidad con un carácter semejante al de Cristo y
con poder dirigido por el Espíritu. Lo mismo que Pablo, podrá seguir adelante a
pesar de cualquier daño que otros quieran ocasionar.
De modo que siga con Dios, y que Él le dé paz en medio
de cualquier cosa que espere en lo adelante.
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