Romanos (5.1–21)
¿Ha notado alguna vez cómo al cristianismo le gusta lo
paradójico? Por paradoja no me refiero a contradicciones lógicas: «círculos
cuadrados», «solteros casados», «varillas con un solo extremo», «dos objetos
totalmente idénticos». Las contradicciones no tienen sentido y jamás llegarán a
ser verdaderas. Sostienen que una premisa es verdadera (digamos, que Dios
siempre dice la verdad) y la opuesta también es verdadera (Dios nunca dice la
verdad) al mismo tiempo y en el mismo sentido, lo cual es imposible. Lo que
hacen con la cabeza lo desbaratan con los pies, dejándonos sin nada.
En cambio, las paradojas están repletas de significado
aunque trastornan nuestra manera habitual de razonar. Nos enfrentan con
verdades que parecen imposibles, pero a medida que reflexionamos en ellas y las
exploramos descubrimos que son ciertas, que nos ofrecen una percepción de la
realidad que nunca antes habíamos tenido. En consecuencia, tienden a
transformar nuestra perspectiva, y al hacerlo, con frecuencia modifican
nuestras motivaciones y el modo en que nos comportamos.
Considere, por ejemplo, la idea bíblica de que el
mejor liderazgo es el que sirve a otros sacrificadamente (Lc 22.24–30; Ef 5.21–33; 6.5–9). Usted no lo consideraría cierto, teniendo en cuenta la manera en que muchos
empleadores tratan a sus empleados, o la manera en que los políticos controlan con frecuencia el poder, o la forma en
que demasiados esposos tratan con aspereza a sus esposas. «La razón de la
fuerza» es un axioma en gran parte del mundo. Pero el cristianismo está en
desacuerdo. Nosotros vemos la realidad desde otra perspectiva. Cristo declara,
acertadamente, que las personas estarán más dispuestas a seguir a un líder que
coloca las necesidades de sus seguidores por encima de las propias. ¿Con quién
preferiría trabajar usted: con un jefe que lo intimida para que produzca, o con
uno que lo estimula y le da la posibilidad de cumplir su tarea?
Consideremos también la paradoja de la perspectiva
cristiana sobre la riqueza. ¿Cómo se obtienen las posesiones materiales? Según
la perspectiva del mundo, usted debe guardar lo que gana y lograr que se
multiplique por cualquier medio que aumente sus posesiones de la manera más
rápida y fácil posible. Finalmente, llegará a ser rico y poderoso, podrá hacer
todo lo que quiera, cuando quiera, con quien quiera. El cristianismo desdeña
esta idea. Según el punto de vista cristiano, esta manera de obtener riquezas
sólo crea una felicidad temporal y en cambio genera constante temor. Lo que ya
se posee no se puede disfrutar a plenitud porque siempre se tiene el temor a
perderlo de alguna forma. De modo que lo que el cristianismo dice concretamente
es: «No te aferres a tus posesiones, manténte firme para usarlas en casos de
necesidad y al hacerlo tendrás riquezas en el cielo, donde no disminuirán y
nadie las podrá arrebatar jamás, donde las podrá disfrutar por toda la
eternidad» (véase Mt 6.19–21; Lc 12.13–34; 1 Ti 6.17–19).
Romanos 5 nos presenta una paradoja similar a estas. Nos habla
acerca de un hecho que ninguno de nosotros quiere hablar: la muerte. En nuestra
sociedad hacemos todo lo posible para eludir el tema, o para reducir el poder
que tiene para atemorizarnos. Contratamos al director de pompas fúnebres para
que se encargue de todos los detalles. Vestimos y arreglamos a nuestros seres
queridos fallecidos para que no parezcan muertos. A menudo enterramos a
nuestros muertos sin siquiera mirarlos, manteniendo el féretro cerrado.
Incluso, cubrimos el acontecimiento de flores. Usamos eufemismos para hablar de
la muerte: pasar a mejor vida, ir al descanso eterno, ir a la morada eterna.
Pero una vez más el cristianismo ve las cosas diferentes. Sí, la muerte es
nuestra enemiga. No fuimos creados para experimentar la muerte, por supuesto
que no. Pero la muerte no sólo es nuestra enemiga, no sólo una extraña que
debemos enfrentar… es también generadora de vida.
¡¿.Cómo?! ¿Cómo puede ser? ¡Qué idea atroz! ¿Será
realidad? ¿Acaso no podría ser cierto? ¿Podría la muerte, de alguna manera, de
algún modo, traernos vida? Romanos 5 responde a
esta pregunta con un contundente: «Sí». Veamos cómo es posible esto. Si es cierto, modificará nuestra
manera de vivir; incluso modificará nuestra manera de enfrentar la muerte.
Fijemos el rumbo
Antes de analizar este pasaje que se caracteriza por
una estricta lógica y un profundo sentido práctico, necesitamos hacer una
revisión global del mismo. Una manera de hacerlo consiste en tomar nota de las
palabras que se repiten; estas nos permiten identificar muchos de los temas
principales del capítulo. Por consiguiente, en el siguiente espacio haga una
lista de las palabras que aparecen en forma reiterada (pase por alto los
artículos como un, una, el, la y sus plurales, el verbo ser y las conjunciones
tales como y, pero, para). Compruebe cuántas veces se usan y en qué versículos
aparecen.
PALABRAS REPETIDAS
|
VERSÍCULOS/VECES
|
Ahora lea de nuevo Romanos 5, pero esta vez tome nota de las ocasiones en que
aparecen las siguientes palabras: pues, porque, apenas, mas, sino, por tanto,
como, para que, así. Dichas palabras indican puntos clave de transición que conectan lo que precede con lo que sigue. Busque
cada caso (abajo aparecen ejemplos) y procure sintetizar los pensamientos que
preceden a las conjunciones y las que siguen.
Conjunciones
|
Pensamiento
precedente
|
Pensamiento
siguiente
|
Pues
5.13
5.17
Que
5.8
5.14
Porque
5.10
5.16
Apenas
5.7
Mas
5.8
5.20
Sino
5.3
5.11
Por tanto
5.12
Como
5.15
Para que
5.20
5.21
Así
5.12
5.21
|
Quizás habrá notado que Pablo va hacia atrás y hacia
delante en torno al tema de las bendiciones de la justificación y a la
necesidad de la justificación. Vamos a considerar cada uno de estos aspectos
con más detenimiento.
Las bendiciones de la justificación
Pablo escribe: «Justificados, pues, por la fe,
tenemos[…]» (5.1). ¿Advirtió que las palabras del apóstol nos dicei~ que el acto de justificación es un hecho pasado? No dice: «En tanto continúen siendo justificados», sino: «Ahora que ya han sido justificados». Una vez que
depositamos nuestra confianza en Jesucristo, Dios declara que ya estamos en la
relación correcta con El. La cuestión legal de la justificación está resuelta,
terminada, totalmente lograda. Hemos sido declarados justos, nuestros pecados
han sido perdonados. Lo que procede ahora es hacernos justos, es decir, lograr
que nuestra vida concuerde con la condición que nos ha sido conferida ante
Dios. Esa es la función de la santificación, que analizaremos más adelante en
Romanos.
Pero por ahora, Pablo quiere mostrarnos lo que nos
brinda la justificación. No sólo corrige nuestra relación con Dios; hay por lo
menos otras diez bendiciones que también emanan de ella. Procure identificarlas
en los siguientes versículos de Romanos 5.
Versículos
|
Bendiciones
|
1
2
3, 4
5
9, 10
11
17, 21
|
1.
2.
3.
4.
a.
b.
c.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
|
Consideremos con más detenimiento varias palabras
clave que le ayudarán a entender mejor de qué se tratan estas bendiciones.
Paz (v. 1): La justificación por fe cruza las encrespadas aguas de la enemistad
entre nosotros y Dios, tendiendo un puente de comunión restaurada y serenando las aguas.
Nos gloriamos (v. 2): Nos alegramos de, nos jactamos de, rebozamos de
gozo.
Esperanza (vv. 2, 4, 5): Confiada expectativa.
Gloria de Dios (v. 2): Es la «manifestación externa de la naturaleza interna [de Dios]».2 así como los rayos de luz indican la presencia y el poder
de la fuente que los genera, el sol.
Tribulación (v. 3): Presiones, angustias, pruebas, sufrimientos.
Paciencia (vv. 3, 4): Soportar con perseverancia.
Prueba (v. 4): Es lo que redunda en el fortalecimiento del carácter.
Amor (v. 5): Esta palabra es la traducción del término griego ágape, que significa «una invencible
benevolencia y una irreductible buena voluntad, que siempre busca el bien de la
otra persona, no importa lo que ésta haga. Es el amor sacrificial que da
libremente sin pedir nada a cambio y [este] no se para a considerar el valor de
su objeto».
Reconciliados (v. 10): Por medio de la costosa sangre de Cristo derramada
en la cruz, Dios abrió el camino para que volviéramos a Él y nos deleitáramos en la plenitud de su incondicional amor y
aceptación. Hizo todo esto aun cuando estábamos en guerra con Él, en rebeldía,
agitando nuestros puños contra nuestra única esperanza de felicidad.
Qué asombroso despliegue de dones nos ha dado el
Señor. Y esta es sólo una lista parcial de la increíble herencia que es nuestra
en Cristo. ¿Se ha detenido alguna vez a considerar la abundante riqueza que es
nuestra en el Salvador? Tómese tiempo para hacerlo ahora, y para agradecerle
por su pródiga bondad.
En este momento analicemos los distintos aspectos de
estos versículos, para obtener una perspectiva clara de lo que Pablo trata de
decir y aplicar algunas verdades importantes.
¿Por medio de quién alcanzamos paz con Dios? (v. 1)
¿Qué más podemos encontrar por medio de esta Persona,
y cómo podemos obtenerlo? (v. 2)
¿Quién encarna la «gloria de Dios»? (Jn 1.14, 18; Heb 1.2, 3)
¿Cuándo tendremos posibilidad de ver a esta Persona en
toda su gloria? (Mt 16.27; 24.30, 31; Col 3.4; Tit 2.13)
¿Ha meditado alguna vez en la Segunda Venida de
Jesucristo? ¿Es un acontecimiento que ve por adelantado? ¿O es algo que teme?
¿Lo ignora quizás? Dedique un tiempo para reflexionar sobre el regreso de
Jesús, el Hijo eterno de Dios y examine su actitud con relación a su venida.
Aunque ningún ser humano puede saber con exactitud el momento, el día, el mes o
el año de su regreso (Mt 24.36; Hch 1.6, 7), podemos descansar en la seguridad de que Jesús volverá en gloria, para glorificar a sus hijos y castigar a
los hijos de iniquidad.
¿Significa la expresión «nos gloriamos en las
tribulaciones» que debemos alabar a Dios porque sufrimos, o por lo que ese
sufrimiento puede producir en nuestras vidas? Fundamente su respuesta mediante
el pasaje de Romanos 5.3–5.
¿Cuál es su reacción ante el sufrimiento? ¿Puede
recordar alguna ocasión en la que estaba pasando por una prueba y pudo
gloriarse por ello? ¿O quizás no alabó a Dios mientras pasaba por tiempos
difíciles, pero lo hizo después? Sin tener en cuenta cuándo haya sido el
momento en que se volvió a Dios con un corazón agradecido, ¿qué motivó sus
alabanzas? ¿Por qué finalmente sintió en su corazón la decisión de honrar al
Señor, aun en el sufrimiento?
¿Por qué puede ser tan segura y satisfactoria nuestra
esperanza? (v. 5)
¿Qué le sugiere la frase «a su tiempo» (v. 6) acerca de la soberanía de Dios, el gobierno del mundo?
¿Qué prueba da Pablo del amor de Dios para con
nosotros? ¿Cómo sabemos que en realidad El se preocupa por nosotros en forma
incondicional? (vv. 6-10)
¿Está ocurriendo algo ahora mismo en su vida en lo
cual necesita reconocer la obra de la mano soberana y amorosa de Dios? Pídale
que se le revele, que le muestre de alguna forma tangible que Él está a su lado
y que mantiene el control de sus circunstancias para su verdadero bien. No le
indique cómo debe revelarle la manera en que se ocupa de usted. Déjelo elegir
el método y el momento. Usted siga creyendo fielmente que Él está actuando, y
siga esperando con atención para ver las señales de su cuidado. Recuerde que Él
es un Dios de sorpresas, de modo que no se sorprenda cuando responda a sus
oraciones de una manera inesperada, o en un momento inusual.
Según los versículos 9 y 10, ¿qué ha hecho Cristo por nosotros mediante su muerte, y
qué ha hecho por medio de su vida (su resurrección de los muertos)?
¿Cómo deberíamos responder a esta increíble
demostración de amor y gracia divinos? (v. 11)
Es fácil amar a quien nos responde con amor. Pero,
¿qué de amar a alguien que nos defrauda, desafía nuestras normas de conducta,
nos denigra, traiciona nuestra lealtad, se aprovecha de nuestra generosidad,
nos miente, nos roba el crédito que merecemos y hasta predispone a otros en
contra nuestra? ¿Podría amar a alguien así? ¿Llegaría a sacrificar su vida por
esa persona? El Hijo de Dios lo hizo, en representación del Dios trino. Padre,
Hijo y Espíritu Santo, amándonos de infinitamente y en unidad, de forma
voluntaria llevaron adelante un monumental plan para salvarnos, seres humanos
rebeldes, de nuestro camino de autodestrucción. Nadie puede forzar a la deidad
a hacer algo que no está dispuesta a hacer. Tampoco merecíamos esta expresión
incondicional y sacrificada de amor. ¡Lo menospreciamos con todo lo que Dios
nos había dado! A pesar de ello, el Amor salió al encuentro de nuestra
necesidad, abrió ampliamente sus inocentes brazos en la tosca cruz y abrazó
nuestro castigo para que pudiéramos disfrutar de eterno perdón y gloria
infinita como ciudadanos redimidos y restaurados de su maravilloso Reino.
¿Quién dice que los cuentos de hadas no se hacen
realidad? Ninguno de ellos mejor que ese, porque ese no es un cuento; es un
hecho, arraigado en la historia y confirmado en nuestros corazones.
No espere ni un momento más. Vuelva sus ojos al cielo;
y en respuesta a ese extraordinario acto de infinito Amor, gloríese «en Dios
por el Señor nuestro Jesucristo[…] por el Espíritu Santo que nos fue dado» (vv.
11, 15).
El don de la muerte
Ahora llegamos al corazón del capítulo 5 de Romanos, quizás el centro mismo de toda la
epístola de Romanos. Pablo sintetiza en diez versículos (vv. 12–21) la historia de la redención, desde el acontecimiento que se hizo por necesidad,
hasta el de su cúspide. Para esto compara al primer Adán que precipitó la caída de toda la raza humana, con
el segundo Adán que hizo posible que todos los seres humanos disfrutaran de la
vida eterna con Dios, si responden al Señor por fe. El primer Adán introdujo la
muerte por causa de su vida; el segundo Adán introdujo la vida por medio de su
muerte. Esa es la tremenda paradoja y la esencia de Romanos 5.
Esta sección de Romanos 5 se elabora en base al relato de la caída en Génesis 3. A partir de los dos primeros capítulos de Génesis, aprendemos que Dios creó a Adán y a Eva y los
colocó en un hermoso lugar donde tenían control de todo su medio y disfrutaban
de una íntima y armoniosa relación entre sí y con su Creador. Para que esta
situación se mantuviera así, todo lo que Adán y Eva tenían que hacer era
obedecer el mandamiento de Dios de no comer del árbol prohibido, transgresión
que los arrastraría a la muerte (Gn 2.17).
Pues bien, sucedió que cedieron a la tentación, y de
inmediato comenzaron a experimentar las mortales consecuencias de su desobediencia.
Se perdió la abierta relación que tenían con Dios y entre sí; ahora se
escondían del Señor y de los demás, tratando de echarle la culpa a cualquiera
menos a ellos mismos (3.7, 8). Adán y Eva también perdieron el control sobre la creación. Lo que había estado sujeto a su gobierno se
convirtió en fuente de conflicto y arduo trabajo (vv. 17–19). Se vieron expulsados del Paraíso, privados de su condición natural de inmortalidad y destinados a morir físicamente en un mundo hostil que, en lo adelante,
estaría habitado por personas afectadas por la peor enfermedad de la que el ser
humano jamás haya tenido conocimiento (vv. 16–24).
¿Cuál era esa enfermedad? El pecado. Es un mal que
infecta a todo ser humano desde el momento mismo de su concepción, y lleva
invariablemente a la muerte. Produce la alienación de Dios, de uno mismo, de
otros, de la creación, de la vida física y, si actuamos descuidadamente, de la
vida espiritual también. Hay una sola cura para este mal. Cualquier otro
recurso no es más que una venda. El verdadero remedio lo encontramos en Romanos 5.12–21.
Conozca la familia de adán
Con esta previa información adicional, lea ahora Romanos 5.12–21 y complete el cuadro a continuación. La columna de la izquierda se refiere al primer Adán, el que desobedeció a su Creador en Génesis 3. La de la derecha se refiere al Segundo Adán, Aquel que nunca desobedeció a su Padre celestial. Observe las semejanzas y
diferencias. Quizás descubra algunas cosas realmente sorprendentes.
EL PRIMER ADÁN
|
EL SEGUNDO ADÁN
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Semejanzas
|
|
Diferencias
|
Consideremos estos versículos con más detenimiento, a
la luz de algunos de los descubrimientos que anotó en el cuadro anterior. Puede
volver a revisar los versículos del 12 al 21 mientras responde las siguientes preguntas.
¿Observó que Pablo se refiere a Adán y a Jesús como
seres humanos? ¿Qué hizo Jesús como hombre que no hizo Adán? ¿Cuáles fueron las
consecuencias de las acciones de Jesús a diferencia de las de Adán?
Pablo se refiere a Adán como «tipo» de Cristo. Este
término se refiere a «forma, figura, modelo, ejemplo». Cuando encontramos tipos
en las Escrituras, se trata de personas, acontecimientos, cosas o instituciones
que prefiguran o anticipan personas, acontecimientos, cosas o instituciones
futuros en el plan de Dios. Los tipos, entonces, equivalen a profecías,
pronósticos. No sólo describen a alguien o algo que ya ha cumplido un papel en
la historia, sino a alguien o algo que todavía ha de representar un papel en la
historia. En Romanos 5 Pablo usa a
Adán como una prefiguración de Jesucristo. En cierta manera, Adán y sus acciones anticipan verdades eyidentes acerca
de Jesucristo. Pero esas verdades, como Pablo las emplea, son negativas en el
caso de Adán, pero positivas en el caso de Jesús. En otras palabras, Adán es un
tipo de Cristo porque no cumplió en un ambiente perfecto, lo que Jesús cumplió
con éxito en un ambiente plagado de pecado. De modo que más que compararlos,
Pablo contrasta a Adán y a Jesús.
Durante los siglos de estudios bíblicos, se han
encontrado muchos otros tipos. Abajo encontrará una lista de pasajes paralelos
de las Escrituras en los que se mencionan a algunos de los tipos que se han
identificado. Podría buscarlos usted mismo y cosechar por su cuenta la riqueza
que contienen.
TIPO EN EL AT
Génesis 7;
8
Génesis 15.1–6
Éxodo 20.8–11
Levítico 17.11
Números 12.7
Números 21.4–9
Jonás 1; 2
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CUMPLIMIENTO EN EL NT
1 Pedro 3.20, 21
Romanos 4.16–25
Hebreos 4.3–10
1 Pedro 1.18, 19
Hebreos 3.1–6
Juan 3.14, 15
Mateo 12.39, 40
|
Por supuesto, hay muchos otros tipos en las
Escrituras. Si quiere descubrirlos y aprender cómo debe buscarlos e
interpretarlos, le sugiero que consulte obras sobre interpretación bíblica o
sobre profecía.
Dando por sentado que tanto Adán como Jesús eran seres
humanos reales, ¿dice algo Pablo en Romanos 5.12–22 que indique que Jesús era algo más que un ser humano?
¿Qué dice Pablo en esta sección de Romanos acerca de
la Ley? ¿Qué papel cumplía en relación con el pecado y la redención? (vv. 13, 20, 21)
¿Qué fue lo que contrarrestó los efectos de la Ley?
(v. 20) Puesto que la Ley y el evangelio tienen la misma fuente,
el Señor, ¿qué le dice acerca de Dios la respuesta que acaba de dar? ¿En qué
debería modificar, si fuera preciso, la manera en que responde a Dios como
consecuencia de este descubrimiento?
Ahora que ha llegado al final de este capítulo, dedique
un tiempo para revisar las verdades que han salido a la luz y luego reflexione
sobre la forma de incorporarlas a su vida en el curso de la semana. Si necesita
orientación, trate de relacionar sus descubrimientos completando las frases que
aparecen a continuación. Le ayudarán a aplicar de manera más concreta lo que ha
aprendido.
«Algunas verdades que he descubierto en este capítulo
y que quiero que formen parte de mi vida diaria son»:
«Esta semana comenzaré a aplicar esas verdades a las
siguientes áreas de mi vida en esta forma»:
Mi relación con Dios:
Mis relaciones con mis seres queridos:
Mi propio desarrollo, incluyendo mi autoimagen:
Mi testimonio hacia los incrédulos:
Mi compañerismo con los creyentes:
Mi actitud hacia las posesiones materiales y los
deseos:
Mi perspectiva y actitud hacia la muerte:
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