Al llegar a la tríada final en la lista del fruto del
Espíritu, encontramos algunos de los aspectos más desafiantes de la vida: la fe
(o «fidelidad», RVR 1977), la mansedumbre y la templanza (o «dominio propio»»,
RVR 1977). Vivimos en una sociedad en la que la gente se vuelve cada vez menos
digna de confianza; aun dentro del liderazgo de las iglesias uno se pregunta:
«¿Dónde está la integridad, la confiabilidad?» Y, ¿qué decir de los matrimonios
en los que uno de los cónyuges, o ambos, carecen de lealtad? Sin embargo, la
esencia del fruto de la fe es la confiabilidad y la lealtad.
Luego tenemos la mansedumbre, es decir, la capacidad
de tener control sobre la ira, de ser amables. ¿No le parece que la sociedad
podría beneficiarse con un poco más del «control sobre la ira», como también de
cortesía? El abuso físico es cada vez más frecuente en los hogares; los arranques
de ira llevan regularmente a muertes innecesarias. Y en lo que respecta a la
amabilidad, ¡casi ha desaparecido! Aun los que trabajan en la industria de
servicios a menudo hacen que los clientes se sientan como si les estuvieran
haciendo un favor al atenderlos, ¡por un servicio que ya está pagado!
En cuanto a la templanza o «dominio propio», ¿hace
falta mencionar otra cosa que el haber contraído el SIDA ilícitamente? Por otra
parte, la sociedad insiste cada vez más en que uno de los derechos
«inalienables» del ser humano es ejercer una pasión sensual desenfrenada.
«Tener que aprender a resistir la tentación resulta, emocional y
sicológicamente, agotador; podría incluso dañar nuestra siquis y frenar nuestro
desarrollo como personas “sanas”». No obstante, las antiguas páginas de las
Escrituras aún exclaman: «Poniendo toda diligencia […] añadid a vuestra fe […],
conocimiento[…], al conocimiento, dominio propio […] Porque si estas cosas
están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en
cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo» (2 P 1.5, 6, 8).
¿Está listo para sumergirse en esta tríada final? Puede
resultar en un desafío, a la vez que ofrece una emocionante oportunidad de
ahondar aún más en las profundidades de la vida del Señor y convertirse en una
suave fragancia dentro de una sociedad que, por otra parte, está en decadencia.
La gente necesita modelos que ofrezcan papeles positivos para representar;
necesitan cristianos que reflejen la vida de Dios acertadamente. Necesitan ver
a «hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa» (Flp 2.15). ¡Entreguemos al Espíritu nuestras vidas como la tan
necesitada materia prima que produzca muchos hijos del Rey que resplandezcan
«como luminares en el mundo»!
«¡Siempre puedo contar con
Miguel!»
¿No le gustaría que la gente pudiera colocar el nombre
suyo donde figura el de Miguel? A mí, sí. Muy particularmente, quisiera que
Dios pudiera ponerlo allí. No con el objeto de evidenciar obras de justicia u
orgullo, sino que por la sincera gratitud que siento de poder servir a Jesús,
confío en que algún día El me dirá: «Bien, buen siervo y fiel» (Mt 25.23). De esto se trata el fruto de la fidelidad.
Aun la sociedad ajena a la Iglesia reconoce la
necesidad de la fidelidad. Los bancos prestan dinero contando con la fidelidad
del pagador para hacer los pagos mensuales; los hijos cuentan con la fidelidad
de los padres para proporcionarles alimento, vestimenta y lugar donde vivir;
los gobiernos cuentan con la fidelidad de las potencias extranjeras para
mantener los tratados. Donde hay ausencia de fidelidad se produce la confusión
y el caos. Cuánto más necesaria es la fidelidad en la Iglesia de Dios,
edificada sobre Jesucristo mismo, «el Amén, el testigo fiel y verdadero» (Ap 3.14).
Fidelidad, pistis. Pistis es una palabra con una
amplia gama de significados. Puede referirse a un cuerpo de doctrinas en el que
se cree; a la confianza básica que uno tiene en Dios para la salvación; o al
poder dinámico que moviliza la energía contenida en las promesas de Dios. Se
puede traducir como convicción, confianza, creencia, fe, dependencia,
confiabilidad, fidelidad o persuasión. Es así que la idea de «fidelidad»
refleja tanto la plenitud como la inmutabilidad de esa confianza, o
confiabilidad, como un rasgo del carácter del creyente.
En las listas de responsabilidades éticas de carácter
práctico, como en este texto, el enfoque recae sobre la confiabilidad. Puesto
que Dios es fielmente confiable, el Espíritu Santo puede desarrollar esta
característica en su pueblo. La afirmación referida a los primitivos apóstoles
y a sus colaboradores, sin duda es aplicable a todos los cristianos: «Se
requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel» (1 Co 4.2).
El modelo de Dios
Lea los siguientes pasajes del Nuevo Testamento que se
le tribuye a la fidelidad de Dios.
1
Corintios 1.9
1
Corintios 10.13
1 Tesalonicenses 5.23, 24
2 Tesalonicenses 3.3
1 Juan 1.9
La parábola de los
talentos
La parábola de los talentos en Mateo 25.14–30, vincula el concepto de estar atentos al regreso de
Jesús con una actividad responsable. Lea cuidadosamente el pasaje y observe lo
siguiente acerca de la fidelidad:
Aquí los «talentos» representan privilegios y
oportunidades que se nos brindan para servir a los propósitos del Reino de
Dios. Según el versículo 15, ¿cómo se nos distribuyen esas oportunidades?
De acuerdo a los versículos 16 y 17, ¿qué se espera de nosotros si hemos de ser
considerados obreros fieles y responsables del Reino?
Según los versículos 18 y 24–27, ¿qué es la falta de fidelidad a la obra del Maestro?
A la luz de la parábola anterior, ¿cómo evaluaría su
participación directa en los propósitos del Reino? ¿Ora para tener más
oportunidades de servir fielmente? ¿Está actuando con fiel responsabilidad para
con las obligaciones que tiene actualmente? Analice estos temas con Dios y con
algunos amigos en los que confié; propóngase algunas metas adicionales y un
lapso en el que le resulte posible cumplirlas en la medida en que el Espíritu
aumente su fidelidad.
Ejemplos vivos y reales
Cada una de las siguientes personas es un ejemplo
bíblico de fidelidad. Lea los pasajes y observe cómo la demostraron.
Moisés (Heb 3.1–6)
Epafras (Col
1.7,
8;
4.12)
Onésimo (Col
4.9;
11–13)
En 2 Timoteo 2.2 Pablo les da un mandato a los pastores si es que
desean dedicarse de la mejor manera posible a las personas. ¿En qué consiste
ese mandato?
Según Apocalipsis 2.10, ¿hasta qué punto debemos estar dispuestos a ser
fieles?
«Airaos, pero no pequéis»
El cumplimiento del mandato precedente de Efesios 4.26 no es cosa fácil. ¡Es un fruto evidente del Espíritu!
La Biblia no enseña que jamás debamos indignarnos; al contrario, establece una
línea entre lo que podríamos llamar ira «justa» e ira «injusta», y entre
expresiones controladas o descontroladas de las mismas.
De Jesús se dice que era «manso y humilde de corazón»
(Mt 11.29); y, sin embargo, en un momento dado, la dureza del
corazón de la gente le causó tanto dolor que los «[miró] alrededor con enojo» (Mc 3.5). También se puede observar que «haciendo un azote de
cuerdas, echó fuera del templo a todos» (Jn 2.15). Se trata de ira bajo el control del Espíritu; es
uno de los aspectos principales de aquello con lo cual tiene que ver la
mansedumbre.
Mansedumbre, praotes. Una disposición pareja,
tranquila, equilibrada en espíritu, no pretenciosa, y que mantiene las pasiones
bajo control. La palabra se la traduce mejor al español como «mansedumbre»,
pero no con el sentido de debilidad, sino de poder y fuerza contenidas. La
persona que posee esta cualidad perdona las injurias, corrige las faltas y
gobierna muy bien su propio espíritu.
Proates se deriva de una antigua raíz gótica que
significa «amar». Como virtud social de alta estima era popular en la antigua
cultura y filosofía griegas. Aristóteles veía a la proates como ese feliz punto
medio entre la pasión y la ausencia total de sentimientos.
¿Qué podemos aprender?
A Moisés se le describe como «muy manso» (o «humilde»,
Nm 12.3). ¿Qué clase de respuesta le permitió desplegar dicha
cualidad cuando se enfrentaba a críticas injustas? (Nm 12.1–16, especialmente el y. 13).
¿Cómo puso de manifiesto Moisés su «mansa humildad»
cuando se enfrentó al pecado del becerro de oro de Israel? (Ex 32.15–20)
Según Mateo 5.5, ¿quiénes son los únicos que recibirán la vindicación
definitiva de Dios en el día del juicio y tendrán autoridad en su Reino
consumado?
De acuerdo a 1 Pedro 3.4, ¿qué es lo que proporciona a una mujer piadosa un
«incorruptible ornato»?
Conforme a 1 Pedro 3.15, ¿qué comportamiento es necesario para testificar
apropiadamente a los incrédulos, en especial a los que son hostiles al
evangelio?
Según Santiago 1.21, ¿qué actitud es necesaria para que la Palabra de
Dios se arraigue en forma efectiva en nuestros corazones?
En base a Gálatas 6.1, ¿cuál práctica es señal de madurez espiritual cuando
se ayuda a las personas a superar pecados arraigados?
De acuerdo a 2 Timoteo 2.24, 25, ¿cómo debe un líder de iglesia tratar a los que se
oponen a la doctrina del evangelio?
Con referencia a Tito 3.1, 2, ¿cuál ha de ser nuestra actitud general para con las
personas con quienes convivimos, en particular «los gobernantes y autoridades»?
Se ha hecho evidente, por lo tanto, que la mansedumbre
no es un tipo de personalidad; más bien, se trata de una actitud del corazón
que controla nuestra disposición para con los demás. En el pasaje de Santiago 1.21, esto aparece en contraste con los «celos amargos y
[la] contención» de Santiago 3.14, y demuestra una sumisión voluntaria a Dios y a su Palabra. En los
escritos de Mateo, de Pedro y de Pablo, se denota consideración hacia otros,
sobre todo en cuanto a controlar nuestra propia ira.
Con seguridad habremos oído esta expresión muchas
veces. ¡Incluso quizás la hayamos usado nosotros mismos! Las obras de la carne
en oposición al fruto del Espíritu en Gálatas 5 demuestran que la humanidad no quiere poner límites a
sus pasiones, sobre todo las sexuales. Aquí es donde entra en escena el dominio
propio. El último fruto del Espíritu tiene que ver con el control de nuestras
pasiones sensuales. No se trata de negarlas con un falso ascetismo; más bien,
se trata de hacer que las pasiones que Dios nos ha dado estén bajo su dominio y
control en lugar de estar a disposición de la carne o del diablo.
Templanza, enkrateia. Enkrateia era un término usado
por los antiguos estoicos para definir a la persona que era moralmente capaz de
refrenarse cuando se sentía tentada por placeres perversos, a fin de mantener
su libertad ética. En el Nuevo Testamento se refiere a la posibilidad de que el
Espíritu Santo dé el poder necesario a la persona para que pueda abstenerse, de
manera espontánea, de cualquier cosa (especialmente de las pasiones sexuales
descontroladas) que pueda impedirle cumplir la tarea que Dios le ha
encomendado. En Gálatas 5.23 aparece en contraste con los groseros pecados de los versículos 19–21.
El dominio propio y las
realidades de la vida
¿Qué podemos aprender acerca de la templanza o el
dominio propio y la evangelización sobre la base de Hechos 24.24–26?
¿Qué aprendemos de 1 Corintios 9.24–27 acerca del lugar del dominio propio o la templanza en
nuestro crecimiento espiritual en general?
¿Qué lugar asigna Pablo a la templanza en Tito 1.7–9?
Una piedra de tropiezo importante para lograr la
integridad de la templanza bíblica es la tendencia religiosa de asociarla con
un falso ascetismo o con una declamada virtud farisaica. ¿Cómo encara Pablo
este falso concepto en Colosenses 2.16–23, y qué propone como el camino correcto para alcanzar la templanza bíblica?
Conclusión de Gálatas 5.16–26
La lista paulina de «las obras de la carne» y la del
«fruto del Espíritu» son ejemplos de esta premisa principal: «el deseo de la
carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis» (v. 17). La lista de vicios enfatiza la autosuficiencia y el
egocentrismo; la lista de virtudes destaca el mandato anterior de Pablo:
«Servíos por amor los unos a los otros» (v. 13). Comos tales, cada uno de los frutos encuentra su
modelo en Jesucristo, que «no vino para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10.45).
La conclusión, por lo tanto, es clara: con Cristo,
nuestro modelo, y el Espíritu Santo, la fuente que nos capacita, «andemos […]
en el Espíritu» (Gl 5.25). ¿Es usted candidato para esto?
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