El Espíritu Santo mora en cada creyente nacido de nuevo,
y capacita a cada uno a vivir la vida cristiana y a conformarse a la imagen de
Dios. Sin embargo, el ministerio del Espíritu Santo no es solamente para
edificación individual. El proceso de santificación requiere que el cuerpo de
Cristo en su totalidad trabaje unido. El Espíritu Santo es el agente que equipa
a los miembros individuales para servirse unos a otros de tres maneras
(1Corintios.12:4-11). Primero, cada miembro tiene por lo menos un don de gracia
por el cual él o ella ministran al cuerpo de Cristo. Segundo, los miembros
individuales están capacitados para ofrecer diferentes tipos de servicios a la
iglesia. Tercero, hay diferentes tipos de operaciones dentro de la iglesia, que
manifiestan el poder espiritual en operación.
Pablo explica que hay unidad en la diversidad. Todas
estas manifestaciones del Espíritu tienen una sola fuente. El “Mismo Espíritu” (1Corintios.12:4),
“el
mismo Señor (Jesús)” (v.5), y “EL Dios que hace todas las cosas en todos,
es el mismo” (V. 6). También hay unidad de propósito. Estos dones,
servicios y manifestaciones no son dados para edificación personal; son
otorgados para que podamos edificarnos unos a otros. “pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”
(v. 7). Pablo hace una lista de varias maneras en que el Espíritu puede
manifestarse a sí mismo entre los creyentes (v. 8-10). “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a
cada uno en particular como el quiere” (v.11).
El cuerpo de Cristo está formado por muchas partes, y
todas son necesarias. Algunos miembros pueden sentirse no queridos o
innecesarios cuando otros dones o manifestaciones del Espíritu parecen tomar
una mayor prominencia. “Porque los que en
nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo,
dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en e
cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen unos por otros”
(1Corintios 12:24-25). Como el cuerpo de Cristo, debemos desear intensamente
que se manifiesten los mayores dones entre nosotros para la edificación de
todos (v. 31). No deberíamos desear un mayor don para nosotros mismos con el
fin de ser exaltados por encima de otros. Dios da como Él quiere, y debemos
aceptar alegremente lo que nos da y usarlo para la gloria de Dios. Nunca
estaremos realizados si tratamos de transformarnos en alguien que no somos, o
de adquirir un don que otros tienen.
Pablo no deja instrucciones para determinar nuestros propios
dones. Debemos buscar a Dador; dedicarnos a ser la persona que Dios tubo la
intención de que fuéramos; y a través del amor servirnos unos a otros. Durante
el proceso nuestros dones se harán evidentes a todos. Los dones espirituales
son medios para un fin, no un fin en sí mismos. Las manifestaciones del
Espíritu vendrán y se irán; pero lo que queda es la fe, la esperanza y el amor,
y el mayor de ellos es el amor (1Corintios 13:13).
27Vosotros, pues, sois
el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
(1Corintios 12:27)
(1Pedro 4:7-11)
7Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed,
pues, sobrios, y velad en oración. 8Y ante todo, tened entre vosotros ferviente
amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. 9Hospedaos los unos a los otros sin
murmuraciones. 10Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de
Dios. 11Si alguno habla, hable conforme a las palabras
de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que
en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el
imperio por los siglos de los siglos. Amén
A medida que el regreso del Señor se vuelve aun más
inminente, deberíamos transformarnos en personas de mente clara, con dominio
propio, y comprometidas a amarnos unos a otros. El amor cubre multitud de
pecados, pero no es ciego. Si somos cristianos piadosos, vemos la fallas y
limitaciones de otros y las aceptamos por quienes son en Cristo. No solamente
amamos a nuestros amigos, sino que también ofrecemos hospitalidad, que es el
amor a los desconocidos. Finalmente, deberíamos utilizar nuestros dones para
servir a otros. La palabra “don”
(charisma) proviene de la gracia de Dios (charis). Su gracia se manifiesta a
otros cuando usamos el don que Dios nos ha otorgado para servirnos unos a
otros. Deberíamos hacerlo así con la fortaleza que Dios provee.
Pedro divide los dones en dos grupos: de servicio y de
palabra. Pablo, en Romanos 12:4-8, da una lista más completa. Estará motivado
por la gracia de Dios para servir al Cuerpo de Cristo de una de las siguientes
maneras:
1.
Dones de
profecía: “profecía” literalmente
significa “declarar la mente y el
consejo de Dios”. Puede tener el significado de decir con anticipación
–predecir sucesos futuros- o hablar –expresar la verdad de Dios con coraje a
las personas-. El énfasis básico está en la proclamación de la palabra de Dios.
Las personas con este don están motivadas a ayudar a las personas a vivir vidas
justas.
2.
Don de
servicio: este don capacita a las personas para ayudar a otros. Las personas
con este don se sienten motivadas a responder a las necesidades de otros de una
manera práctica.
3.
Don de
aliento y exhortación: las personas con este don alientan a otras a vivir su fe
de acuerdo a la Palabra de Dios. Están motivadas a comunicar la Palabra de Dios
en una manera tal, que las personas escuchan y quieren responder.
4.
Don de la
enseñanza: las personas con este don están interesadas acerca de la autoridad
de las Escrituras y la exactitud doctrinal. Están motivadas a racionar bien la
Palabra de verdad y corregir los errores doctrinales.
5.
Don de dar:
las personas con este don contribuyen a las necesidades financieras de otros, y
a la misión de la iglesia. Están motivados a ser buenos mayordomos de los
recursos financieros necesarios para complementar la misión de la iglesia.
6.
Don de
liderazgo o administración: la persona con este don provee liderazgo y la
estructura organización necesaria para un ministerio efectivo. Están motivadas
a organizar los esfuerzos de la iglesia para lograr su máxima eficiencia.
7.
Don de
misericordia: este don hace que aquellos que lo tienen sientan profundamente
las necesidades espirituales y emocionales de otros. Están motivados a aliviar
el dolor y sufrimiento, y a proveer comodidad a través de la oración y la
asistencia personal.
Cada uno de los dones de motivación es necesario en el
cuerpo de Cristo. Los diferentes énfasis de cada don aportan para un ministerio
equilibrado. Es necesario contribuir al Cuerpo de Cristo por medio de aquellos
que nos motiva, y recibir de otras aquello que los motiva a ellos.
6De manera que, teniendo diferentes
dones, según la gracia que nos es
dada, si el de profecía, úsese conforme a la
medida de la fe;
(Romanos 12:6).
Pablo habla de un problema que se había producido en
Corinto con respecto a la adoración pública y el uso de los dones,
específicamente de las profecías y lenguas. En capítulos anteriores Pablo ha
considerado cómo los cristianos deberían vivir su libertad, la cual es
calificada y regulada por el amor. Un espíritu indulgente consigo mismo que ha
corrompido el principio de la libertad en otras áreas, descubre una expresión
similar en el uso de los dones para la adoración pública. Un egoísmo así
produce desunión y caos en la adoración pública.
Cualquier cosa que se haga en la iglesia debe ser para la
edificación de todos. Los dones son dados para el bien común (1Corintios 12).
No había problema con ninguno de los dones de servicio que se usaban en exceso.
El problema básico era el don de la profecía y lenguas, específicamente su uso
en la adoración pública. En respuesta, Pablo ofreció algunos pasos prudentes
para seguir.
Primeramente, cualquier cosa que sea comunicada en la
adoración pública debe ser entendible. Tiene que ser hablada en lenguaje común,
o por lo menos interpretada en lenguaje común. La profecía es más deseable que
las lenguas –a menos que alguien tenga el don de interpretación –porque la
profecía se habla en un lenguaje que pueda ser entendido por todos los que
están presentes (1Corintios 14:1-3).
Segundo, “Así
también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en
ellos para edificación de la iglesia” (1Corintios 14:12). Estos dones
seguramente incluirán el servicio, misericordia, dadiva, administración,
exhortación y enseñanza, así como la profecía. Parece ser parte de nuestra
naturaleza caída desear los dones que parecen más sobrenaturales, y se notan
más que otros. Sin embargo, el ejercicio de cualquier don es sobrenatural, y su
uso apropiado siempre es visto por Dios.
Tercero, las lenguas son una señal para los no creyentes,
y el don de profecía es para los creyentes, dado que comunica la verdad a
aquellos que están abiertos a recibir (1Corintios 14:22) basado en las afirmaciones
de Pablo en los vv. 18 y 19, algunos pueden discutir el uso privado de las
lenguas para su propia edificación. Pero aun el uso privado de las lenguas sin
una interpretación es incomprensible. Por lo tanto, el beneficio personal es
subjetivo; por ejemplo, el sentido de la presencia der Dios o un momento
emocional que incrementa una relación de amor. Un mensaje profético siempre
puede ser entendido y “lo oculto de tu
corazón se hace manifiesto” y lleva al arrepentimiento (v. 5).
Cuarto, “Pues Dios
no es Dios de confusión, sino de paz” (1Corintios 14:33). Pablo indicó
previamente que la mujer puede orar y profetizar en la adoración pública en
tanto que este bajo autoridad (1Corintios 11:5). En este capítulo pareciera
estar prohibiéndoles hablar en la iglesia. Algunos argumentan que una mujer
debe estar en sumisión en el hogar y en la iglesia, y que esta es una orden sin
tener en cuenta la época, y que fue hecha en la creación. Otros entienden esta
instrucción relacionada a las prácticas sociales del momento. En esa cultura
era “indecoroso que una mujer hablara en
la congregación” (1Corintios 14:35), pero esa razón puede no ser así en
otras culturas. Más allá de lo que entendamos sobre este tema, siempre
deberíamos ser respetuosos y cumplir el “hágase todo decentemente y con orden”
(v. 40).
15¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento.
(1Corintios 14:15).
(Mateo 25:14-30)
14Porque el reino de
los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. 15A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a
otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. 16Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. 17Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. 18Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su
señor. 19Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. 20Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre
ellos. 21Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre
poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. 22Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros dos talentos sobre ellos. 23Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho
te pondré; entra en el gozo de tu señor. 24Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que
siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 26Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías
que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 27Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al
venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. 28Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene
diez talentos. 29Porque al que
tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 30Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
A todos se nos a dado alguna capacidad para invertir en
el reino de Dios, y daremos cuenta de lo que hicimos con ella. En la parábola
de los talentos el hombre fue de viaje y le dio a uno de sus siervos cinco
talentos; a otros dos talentos y al tercero un talento. Fueron recompensados de
acuerdo a su capacidad (Mateo 25.14-15).
Los primeros dos siervos duplicaron su inversión pero el
siervo que recibió un solo talento lo enterró. Cuando el amo regresó, alabó a
los dos siervos que sabiamente lo habían invertido. Los puso a cargo de tareas
más grandes. También se les permitió vivir la alegría junto a su amo (v. Mateo
25:19-23). Este es un importante principio para los que desean crecer en la
gracia y expandir su influencia. Cuando Dios nos haya fieles en lo poco, nos
pone a cargo de cosas mayores. Si esperamos que venga nuestro barco trayendo la
gran oportunidad, puede ser que nunca suceda. Esas oportunidades se crean por
nuestra propia laboriosidad. Obtenemos de la vida lo que invertimos en ella.
El hombre a quien se le dio un talento, lo único que tubo
fueron excusas, no invirtió su talento porque su amo era un hombre muy duro,
que segaba donde no sembraba y recogía donde no esparcía (Mateo 25:24-25). Él
había razonado: “es probable que mi amo
ni siquiera regrese”. Tenía una percepción equivocada sobre su amo y fallo
al no confiar el Él, y esto le costó al siervo malo, perezoso, la vida eterna
(v. 30). El amo razonó: “sabías que siego
donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi
dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los
intereses” (v. 26-27). El corazón de este principio está bien expresado en
el siguiente poema: “Padre, ¿dónde debo
trabajar hoy?” Y mi amor fluyo cálido y libre. Entonces Él señaló un lugar
ínfimo, y dijo: “Atiende esto por mí”. Le
respondí rápidamente: “¡Ay, no, eso no! Jamás nadie lo verá, aunque haga muy
bien mi trabajo, no quiero ese pequeño lugar para mi” “¡Ay, pequeño! Escudriña ese corazón tuyo; ¿trabajas para ellos o para
mí? ¡Nazaret fue un lugar pequeño, y Galilea también!”
Hay dos tipos de personas que nunca se darán cuenta de su
potencial, aquellos que no harán lo que se les diga, y los que no harán nada, a
menos que se los digan. Puede ser que no tengan dones ni talentos
sobresalientes, pero lo que tienen pueden usarlo bien. Una palabra o hecho de
amabilidad a tiempo dará dividendos futuros. Puede ser que no lleve a muchas
personas a Cristo, pero puede llevar a una que luego llevara a muchas. Al fin,
Dios lo juzgará justamente de acuerdo a su capacidad, “porque a todo aquel a
quien se le haya dado mucho, mucho se le demandará: y al que mucho se le haya
confiado, más se le pedirá” (Lucas 12:48).
12De manera que cada uno de nosotros
dará a Dios cuenta de sí.
(Romanos 14:12)
1Corintios 4:1-5
1Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y
el hermano Sóstenes, 2a la iglesia de
Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en
cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: 3Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre
y del Señor Jesucristo.
Acción
de gracias por dones espirituales
4Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por
la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; 5porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia;
En Cristo tenemos una dote. Pablo dice: “Todo es vuestro (…) y vosotros de Cristo, y
Cristo de Dios” (1Corintios 3:22-23). Dios es Padre. Pero no somos dueños.
Pertenecemos a Dios, y todo lo que poseemos le pertenece a Él. Somos mayordomos
de los misterios de Dios; por ejemplo, la verdad que ha sido revelada en el
Evangelio de nuestro Señor Jesús el Cristo. Un mayordomo es alguien que maneja
una casa o propiedad.
“Ahora bien, se
requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1Corintios
4:2). El uso de nuestras propias vidas y todo lo que poseemos nos ha sido
confiado, y algún día daremos cuenta de lo bien que hemos manejado la
propiedad. No hay un período en que es nuestro y otro en que es de Dios. No hay
parte del dinero que es nuestro y el resto le pertenece a Dios. Todo le
pertenece a Él. Él lo hizo todo y solamente nos lo confió para su servicio. No interesa
lo que otros piensan de nuestra mayordomía. Ni si quiera importa lo que
nosotros mismos pensamos. Podemos tener una clara conciencia, pero eso no nos
hace inocentes. Es el Señor quien nos juzgará.
Jesús contó una parábola sobre un rico necio. El hombre
produjo una cosecha tan buena que tuvo que derribar sus graneros y edificar
unos más grandes. Pensando que había acopiado lo suficiente para que durara por
muchos años, decidió descansar: comer, tomar y divertirse. “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen
a pedir tu alma; y lo que has provisto ¿de quién será?” (Lucas 12:20).
En otra ocasión un joven rico le pregunto a Jesús cómo podía
tener la vida eterna. Jesús le dijo que guardara los mandamientos. El hombre
rico dijo que ya lo había hecho. Entonces, le dijo: “si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres,
y tendrás tesoros en el cielo; y ven y sígueme” (Mateo 19:21) El joven se
fue, porque tenía gran riqueza. Jesús le mostro al joven que su justicia era
santurronería, y que su seguridad estaba en sus posesiones y no en la relación eterna
con Dios.
“Y digas en tu
corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate
de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas” (Deuteronomio
8:17-18). No somos llamados a ser mayordomos tan solo del resultado de nuestra
labor, sino de la labor en sí misma. La mayordomía del Reino es como la
Sociedad Stradivarius, que confía en estos violines extraordinarios a las manos
de los artistas que hacen música grandiosa. Dios nos ha dado tiempo, talento y
tesoros, los cuales siguen siendo de su propiedad, pero están hechos en el propósito
de ser usados para glorificarlo.
9Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. 10Porque es necesario que todos nosotros
comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. 11Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y
espero que también lo sea a vuestras conciencias.
(2Corintios 5:9-11).
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