lunes, 29 de octubre de 2018

Est. 2—El Dios-Hombre



(Juan 1.1–18)

El cristianismo es Cristo. Muchas de las religiones del mundo creen en un Dios único. Casi todas creen que la humanidad tiene problemas y que necesita salvarse de alguna manera. Y la mayoría cree que nos espera al menos un juicio, un juicio basado en lo que hacemos durante nuestro peregrinaje en la tierra. Pero sólo el cristianismo enseña que Jesucristo es la llave que abre todas las puertas principales de nuestra vida pasada, presente y futura. Sólo el cristianismo considera a Jesús como el único mediador entre Dios y los hombres. Sólo el cristianismo ve a Jesús como la única esperanza verdadera de salvación, una salvación basada en la gracia y la misericordia por medio de la fe, no en el esfuerzo propio, ni en la educación, ni en el control de la información, ni en la modificación de la conducta, ni en la comunidad, ni en cualquier otro bien menor.

¿Por qué es así? ¿Por qué es que el cristianismo adopta una actitud tan intransigente en cuanto al papel central de Jesucristo? Porque Jesucristo es Dios encarnado. Este hombre, que nació en Belén, y María y José lo criaron en Nazaret, es además plenamente Dios. Mientras los brazos de María lo acunaban cuando era bebé, El sustentaba la existencia del universo entero. Mientras se alimentaba del pecho de María, mandaba la valiosa lluvia por toda la tierra. Mientras aprendía al lado de José el oficio de carpintero, los ángeles lo adoraban y alababan. Este hombre que comía, se cansaba, que llegó a frustrarse, a manifestar su enojo, que sudaba, sufría, lloraba, era incomprendido y rechazado —este hombre que al mismo tiempo era la Deidad- y no necesitaba nada, mantenía el control sobre todas las cosas, era todopoderoso, omnisciente, amaba a plenitud y era perfecto en todo sentido. Él es el Dios-Hombre: Todo lo que pertenece a la humanidad, con excepción del pecado, le pertenece a Él. Completo Dios y, sin embargo, completo hombre. Sólo el cristianismo afirma esta verdad acerca de Jesús. Esto es tan central que si el cristianismo estuviera equivocado en cuanto a Jesús, sería falso. El cristianismo es Cristo. Sin Él, el cristianismo no tiene nada extraordinario que decir, nada especial para dar, ninguna esperanza que ofrecer, ningún perdón para prometer, ninguna salvación que asegurar, ningún Hijo, ni Espíritu, ni Padre, ni nada.

Juan, el autor humano del cuarto Evangelio, sabía muy bien este hecho. De modo que en el prólogo a su Evangelio, compuesto por los primeros dieciocho versículos, expone los hechos básicos acerca de Jesús: quién es, lo que es, por qué vino a la tierra y por qué deberíamos escucharlo y no darle la espalda. Los hechos que se presentan son sobrecogedores, revolucionarios, conmueven el alma. Pero más que eso, pueden generar vida, al menos para los que tienen oídos para oír y voluntad para obedecer.

Así que antes de ahondar más, dedique unos minutos a leer Juan 1.1–18 un par de veces.

Semejanzas que debemos considerar

La correlación es uno de los pasos que más luz da al estudiar la Biblia. Cuando se usa la correlación, se comparan pasajes en una parte de la Biblia con otros similares en otra parte. Este procedimiento termina arrojando luz sobre ambos conjuntos de pasajes, de modo que se sale con una mejor comprensión del significado de los textos.

Cuando lee Juan 1.1 («En el principio era el Verbo») quizás ha notado que comienza como Génesis 1.1: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra». Si sigue leyendo en Juan 1, es posible que advierta también que habla de la manera en que el Verbo intervino en la creación, lo que así mismo nos recuerda el relato de la creación de Génesis 1.

Lea Génesis 1.1–2.4, luego vuelva a leer Juan 1.1–18. Observe qué semejanzas encuentra en la fraseología, en las ideas y en la estructura de estos dos pasajes.

El mensaje de Juan 1.12b enfoca la totalidad de la estructura del prólogo; es el clímax al final de un crescendo. Y cuando vemos que el prólogo es el mensaje en miniatura de todo el Evangelio, ¿qué podría decir usted acerca de la idea principal del Evangelio de Juan? ¿Concuerda su respuesta con Juan 20.31?

¿Por qué cree que Juan fue tan cuidadoso al referirse, en cuanto a contenido y estructura, a la parte inicial de Génesis? ¿Qué era lo que trataba de comunicar?

Cuando recordamos que Dios inspiró la Biblia, que las palabras de los autores humanos son Sus verdaderas palabras, la sorprendente estructura literaria en la que esas palabras se encuentran insertadas nos dice muchísimo acerca del énfasis que Dios pone sobre el diseño y la belleza que Él les otorga. Dedique un tiempo para reflexionar sobre esto y registre aquí sus pensamientos. Por ejemplo: ¿Qué le dice esto acerca del resto de las obras de Dios? ¿Deberíamos aceptar o rechazar el caos, o la imprudente despreocupación por el orden en los servicios religiosos o en las reuniones administrativas? ¿Permite el uso que hace Dios de una estructura fundacional que haya espontaneidad y creatividad? Estoy seguro que usted podrá plantearse otros interrogantes y temas para explorar.

Ahora exploremos con más profundidad el prólogo de Juan.

No hay otro dios que Dios

En Juan 1.1–3, se establecen dos verdades: (1) el Verbo es Dios; (2) el Verbo es, de algún modo, diferente a Dios. ¿Qué base dan estos versículos para respaldar la primera verdad?

¿Qué base hay para la segunda?

¿Quién es el Verbo? (cf. vv. 14, 17)

¿Cómo cree que el Verbo puede ser igual a Dios y, sin embargo, diferente? Sería conveniente que consulte la sección «Riqueza literaria» antes de tratar de contestar esta pregunta.

En el principio (1.1, 2): Este enunciado se refiere al comienzo de la creación, y nos hace retroceder hasta Génesis 1.1.

Era (1.1): Indica que el Verbo antecede al comienzo de la creación. En otras palabras, el Verbo ya existía incluso antes del primer acto por el cual se dio principio a la existencia del universo.

Con (1.1): Hacia Dios, cara a cara con Dios, en compañía de Dios. La idea es que el Verbo estaba en eterna comunión con el resto de la Deidad: Dios Padre y Dios Espíritu Santo.

Dios (1.1, 2): En la primera y tercera ocasiones en que aparece esta palabra, Dios se refiere al Padre y al Espíritu Santo (el primer y el tercer miembros de la Divinidad). La segunda vez que aparece significa «deidad»; declara la naturaleza divina indivisible que el Verbo posee junto al Padre y al Espíritu Santo.

Verbo (1.1): Es una traducción de la palabra griega logos. En la mentalidad del judío del primer siglo, logos se refería a la palabra hablada, con énfasis en el significado, no en su sonido, de modo que implicaría a un ser racional involucrado en la comunicación. Dada la similitud entre Juan 1.1 y Génesis 1.1, los lectores judíos habrían vinculado el Verbo en Juan con la actividad creadora de Dios en Génesis 1, donde Él hablaba y las cosas adquirían existencia (Gn 1.3). Así que para ellos Logos designaba el poder y la actividad creativa personal de Dios. Es el verbo en acción.

Para los lectores griegos, logos significaba «razón, pensamiento racional y discurso; el principio de la razón o del orden en el mundo que confiere a este su estructura y constituye el alma del hombre». Nuestra palabra lógica se deriva de logos.

Juntos, esos significados nos dicen que el Verbo es la fuente racional y personal del poder y la acción en la creación. Sin dudas que el apóstol Juan eligió esta palabra de modo que apelara tanto a judíos como a griegos, a fin de expresar verdades que ambos grupos pudieran asociar con el Verbo.

Nada (1.3): Ni siquiera un sola cosa fue hecha al margen de la obra creadora del Verbo.

El cuarto Evangelio comienza con una de las doctrinas más difíciles del cristianismo: la Trinidad. Cuando Juan habla de la igualdad entre el Verbo y Dios, y sin embargo, también indica diferencias, plantea un problema que los cristianos siempre aceptaron pero que les llevó varios cientos de años para resolver. La Biblia deja bien aclarado que existe un solo Dios (Dt 6.4; Is 44.6–8; 45.5, 6, 18, 21, 22; 1 Co 8.4–6; 1 Ti 2.5). Pero también establece con claridad que el Padre es Dios (Jn 6.27; Ro 1.7; Gl 1.1), que Jesucristo es Dios (Jn 1.1–3, 14; Col 2.9; Tit 2.13; Heb 1.2, 3; 1 Jn 5.20), y que el Espíritu Santo es Dios (Hch 5.3, 4; 28.25–27; 2 Co 3.16, 17; Heb 10.15, 16). Además, la Biblia asigna atributos y actividades divinos tanto a dos, como a las tres Personas en el mismo contexto (Mt 28.18, 19; 1 Co 1.3; 2 Co 13.14; Ef 4.4–6).

Ante estos y muchos otros pasajes, la iglesia del siglo cuarto finalmente estructuró de manera formal la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como tres Personas no creadas, eternas, coiguales, que coexisten en, o poseen la misma naturaleza divina indivisible. Por lo tanto, cada Persona es completamente Dios y posee los mismos atributos divinos, porque cada una posee sin variación la misma naturaleza, si bien cada Persona es eternamente distinguible de las otras. El Padre no es el Hijo o el Espíritu, el Hijo no es el Padre o el Espíritu, y el Espíritu no es el Padre o el Hijo. En síntesis, existe un solo Dios, pero este Dios es tres Personas distintas que coexisten eternamente en una sola naturaleza divina.

Si le resulta difícil entender esto, no se desaliente, ¡no está solo! ¿Acaso no debiera el Dios de todo el universo estar «un poco» más allá de nuestra posibilidad de describirlo, puesto que es Dios? Al sometemos a la fe, debemos reconocer que a través de los siglos la Iglesia ha apoyado esta manera de concebir a Dios como una fiel descripción de lo que la Biblia enseña. Las grandes mentalidades en realidad se han mostrado siempre dispuestas a reconocer que su entendimiento es finito, y a dejar abierta la «posibilidad» de que la trascendente grandeza de Dios «pudiese» exceder su pleno entendimiento. Y, sin embargo, en lo que respecta a la naturaleza personal de su amor, Él ha decidido revelarse de igual modo a nosotros.

Vida y luz

En Juan 1.1, 2, el Verbo es Dios. En el versículo 3, el Verbo es el Creador. ¿Qué es el Verbo en los versículos 4–13?

¿Quién envió Dios antes que al Verbo y por qué? (vv. 6–8)

¿A dónde fue el Verbo y cómo fue recibido? (vv. 5, 11, 12)

Juan nos dice que el Verbo es la luz. ¿Qué son las tinieblas?

¿Cuáles son las ironías que se mencionan en los versículos 9–11?

Conocer (1.10): «Es el reconocimiento de la verdad por experiencia personal »

¿Qué nos dicen esas ironías acerca de la condición del mundo y de qué manera podemos esperar que la gente responda a Jesús?

Según su opinión, ¿qué es lo que tratan de enseñar los versículos 12 y 13 acerca de la manera en que podemos obtener o no la salvación? Dicho de otro modo, ¿qué nos dicen estos versículos acerca de los medios de salvación (la manera en que podemos ser salvos en contraste con las formas en que no podemos serlo) y cuál es la fuente de nuestra salvación (quién nos salva y quiénes no pueden hacerlo)?

Potestad (1.12): Autoridad.

Ser hechos hijos de Dios (1.12): Aparte de Cristo, no comenzamos siendo parte de la familia eterna de Dios. Debemos entrar en ella, y cuando lo hacemos, entramos como sus pequeños adoptados.

Creen en su nombre (1.12): Un compromiso activo con Jesucristo: su persona, carácter, obra.

Nacidos (1.13): Figura de lenguaje que se usa para ejemplificar un nacimiento espiritual, no físico, en la familia de Dios (cf. Jn 3.1–21).

¿Entiende quién es el que lo salva y cómo? ¿Está seguro acerca del papel de Dios y el suyo? Si no es así, lea de nuevo el prólogo de Juan y repase este capítulo de la guía de estudio. Si es necesario, consulte a su pastor o algún maestro de la Biblia, o algún amigo cristiano, y pídale que se lo explique. Haga lo que haga, no permita que esta importante enseñanza se le escape. Su destino eterno podría estar en juego.

La Palabra encarnada

Antes que viniera el Verbo, Dios se había revelado al mundo en una variedad de formas a lo largo de la historia (Heb 1.1). ¿Cuáles fueron algunas de esas formas?

¿En qué consiste que la revelación de Dios por medio del Verbo fuera algo único? (Jn 1.14, 17, 18).

Dadas las diferentes maneras en que Dios se manifestó en el Antiguo Testamento, ¿por qué es que Juan puede decir que nadie ha visto al Padre y que sólo el Hijo lo ha revelado? (y. 18) ¿De qué modo puede usted explicar esto? (Más adelante, volveremos a tratar este asunto al detalle, pero por el momento haga un esfuerzo por resolver este aparente problema.)

¿Qué dijo Juan el Bautista acerca del Verbo encarnado? (v. 15)

El Verbo fue hecho carne (1.14): El Verbo, el Hijo de Dios, adoptó para sí una naturaleza humana por completo (cuerpo, alma y espíritu), igual que la nuestra, pero sin manchas de pecado, de modo que ahora tenía dos naturalezas distintas: una plenamente humana y otra plenamente divina.

Habitó (1.14): Instaló su tienda de campaña. El lugar donde Dios moraba entre su pueblo ya no era el tabernáculo o el templo (Éx 25.8; 40.34; 1 R 8.10–12), sino el Hijo de Dios encamado.

Gloria (1.14): «La manifestación de Dios, el resplandor externo de su ser interior».4 de la misma manera en que los rayos del sol manifiestan la presencia y el poder de su fuente, el sol. De esta manera Jesús reveló la magnificencia de la deidad por medio de su humanidad.

Unigénito del Padre (1.14): Esto no se refiere a la concepción terrenal de Cristo o a su nacimiento, sino a la amorosa relación única y eterna que tiene con el Padre celestial al ser su Hijo.

Gracia sobre gracia (1.16): Una ola de gracia que es constantemente reemplazada por otra. Gracia tras gracia; gracia sobreabundante.

Ley (1.17): La revelación de Dios que vino por el profeta Moisés. Aunque la gracia y la verdad de Dios se vieron en la Ley, se han manifestado en Cristo Jesús con tal plenitud que casi no hay comparación posible entre ambas revelaciones.

Juan introduce de nuevo una de las enseñanzas más difíciles del cristianismo: la encarnación. Al igual que la doctrina de la Trinidad, la de la encarnación llevó un tiempo en desarrollarse formalmente, a pesar de que la Iglesia siempre aceptó el hecho de que Jesús era tanto humano como divino al mismo tiempo. En el siglo cuarto, sin embargo, en dos de los concilios principales de la iglesia (uno en Nicea y el otro en Calcedonia) la Iglesia resolvió esta cuestión.

Declaró que la segunda Persona de la Trinidad (el Hijo) agregó a su deidad una naturaleza humana plena (aunque absolutamente sin pecado o sin propensión a pecar), sin que esto altere su naturaleza divina. De modo que manteniéndose Dios por completo y sin alteración alguna de su deidad, el Hijo se unió a una verdadera naturaleza humana en la matriz virginal de María. Y gracias a la distinción entre las tres Personas de la Deidad, sólo el Hijo se encarnó; ni el Padre ni el Espíritu Santo adoptaron la naturaleza humana. De modo que el Hijo, y sólo el Hijo, es en verdad humano en una naturaleza, y en verdad divino en otra naturaleza. Y estas dos naturalezas, si bien unidas en una Persona, no mezclan sus características (por ejemplo, la naturaleza humana no puede volverse todopoderosa y débil la divina), como tampoco están separadas una de la otra. Por lo tanto, Jesucristo es una Persona que posee dos naturalezas distintas que lo hacen en todo sentido el Dios-Hombre, único en su carácter.

Como ya vimos, las doctrinas de la Trinidad y de la encarnación resultaron difíciles de consolidar por parte de la Iglesia, y siguen siendo difíciles de entender. Para que pueda adquirir una comprensión más firme de ellas, consulte algunas obras sobre ambos temas. Comprobará que estas doctrinas son realmente bíblicas y razonables. No es posible sondear las profundidades de estas doctrinas sin cosechar beneficios personales. Adelante, pues. Decídase a hacerlo. Bien vale la pena dedicarle su tiempo y esfuerzo.

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