sábado, 3 de noviembre de 2018

Mod. 6—La fe y el sufrimiento



Estábamos en la ministración del domingo por la mañana. Algunos ancianos y parte del equipo pastoral se habían unido a mí ante el altar para ministrar a la gente que deseaba oración. Aunque no intencionalmente, pude escuchar a uno de los ancianos que decía: «Querido, ninguno de nosotros sufre lo suficiente. Usa este momento de sufrimiento para darle honra a tu Señor».


Cuando terminamos le pregunté a mi amigo qué había dicho y por qué. No me había ofendido; pero cuando las personas se acercan al altar en busca de oración, nuestra costumbre debería ser tratar de aliviar el sufrimiento, ¡no de aumentarlo! Administramos dones de sanidad, no de sufrimiento. Como yo le tenía respeto, en aquel momento estaba asombrado y curioso. Pero todo cambió.

El Señor se encargó de que no me olvidara dé ese incidente, ya que en las semanas siguientes su Espíritu Santo me condujo a las Escrituras. Una y otra vez me veía prácticamente forzado a ver los modelos bíblicos de sufrimiento, y al mismo tiempo veía mi propensión a hacer lo posible por evitar cualquier tipo de dolor o dificultad.
Durante esa época vi cómo el temor motivaba gran cantidad de mi fe. En más ocasiones de las que me gustaría admitir busqué una fe poderosa porque tenía miedo: Miedo a enfermarme, a ser pobre, a estar triste, a la aflicción, etc. Temía. El miedo puede ser un gran motivador. Pero el tener que enfrentarlo en mi propia vida me forzó a entender que el Señor no nos ha dado ese espíritu. 2 Timoteo 1.7 enseña: «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio».

Acompáñeme a un estudio en el que repasaremos las enseñanzas bíblicas sobre el sufrimiento. Primero, pensemos juntos en las tres áreas de la vida donde la Biblia revela que los creyentes sufrírán: (1) El sufrimiento de la persecución; (2) El sufrimiento de tener que lidiar con la naturaleza caída; y (3) El sufrimiento de vivir en un planeta que vive bajo la maldición del pecado.

En cada una de las dimensiones de sufrimiento existe una provisión especial de gracia que Dios nos ofrece, gracia que capacita al creyente a vencer el sufrimiento en lugar de ser víctima del mismo.

Para empezar, es importante discernir entre vencer y ser víctima. Dios nos ayuda cuando somos víctimas, pues su amor alcanza a todos los que de una manera u otra nos afectamos por el sufrimiento. Sin embargo, la Biblia no da razón alguna para creer que Dios quiere que seamos algo menos que vencedores en cualquier circunstancia.

El mejor pasaje para empezar el estudio es quizás Romanos 8.35–39. Lea estos versículos y responda las siguientes preguntas:

A. Enumere los diecisiete aspectos que el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, dijo que no pueden separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

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B. ¿Qué tipo de persona permite ser al creyente la frase: «Por medio de Aquel que nos amó»?

C. A partir de los versículos 31 y 32, ¿qué afirmaciones pueden comenzar a sostener al creyente en medio del sufrimiento, la prueba o la dificultad?

D. Escriba lo que piensa acerca de Romanos 8.32.

Basado en el conocimiento de que nada puede separarlo del amor de Dios en Cristo Jesús, veamos algunas de las palabras utilizadas en los versículos sobre el sufrimiento.

Sufrimiento, pathema (Strong #3804); estar sometido a, por ejemplo: dificultad o dolor; subjetivamente: emoción o influencia: se traduce como afección, aflicción, dolor, padecimiento.

Pathos (Strong #3806); apropiadamente, sufrimiento («pathos»), por ejemplo (subjetivamente) una pasión; se traduce como (desordenado) afección, lascivia.
Pascho (Strong #3958); tener una sensación o impresión (generalmente dolorosa): se traduce como sentir, pasión, sufrimiento, vejación.

Sumpascho (Strong #4841); experimentar dolor con o del mismo tipo (específicamente, persecución; «simpatizar»): se traduce como sufrir con.

El sufrimiento y la persecución

Lea 2 Timoteo 3.12. Cuando Pablo escribió a Timoteo, a quien había dejado en Éfeso para pastorear la iglesia creciente, ordenó al joven a ser fuerte frente a la persecución. Ahora lea el contexto: Versículos 3.10–11. Se nos recuerda el precio que pagó Pablo por predicar el evangelio. Tal como le escribió a Timoteo, hasta el día de hoy a todos se nos enseña que los creyentes encontraremos resistencia cuando encauzamos nuestra vida en un orden divino.

Persecución, dioko (Strong #1377); procurar (práctica o metafóricamente); por implicación, perseguir; se traduce como continuar, seguir (detrás), darse, sufrir persecución, avanzar. Verbalmente se ilustra cómo la persecución implacable de un enemigo: Alguien que lo persigue y no se rinde.

2 Timoteo 3.12 se usa a menudo para advertir a los creyentes de la persecución que sufrirán al seguir a Cristo. Sin embargo, en el versículo que antecede (3.11), Pablo también se refiere a dos elementos cruciales para nuestro entendimiento y acción al enfrentar semejante sufrimiento.

• Persecuciones que he sufrido. Este no es el tono de una víctima. Pablo no se lamenta. Sencillamente describe con honestidad los hechos de la persecución. ¡No se rindió a los sentimientos de persecución! Bebió de la gracia de Dios a medida que le «acaecieron» las circunstancias.
• Y de todas me ha librado el Señor. ¡Oigalo! La experiencia de Pablo es un modelo para usted y para mí. El mensaje es claro para todo creyente que enfrenta persecución: Si sufre persecución por su fe y por su vida santa, ¡Jesús mismo lo librará!

Busque estos versículos, prestando atención al contexto; dé su opinión sobre lo que significa sufrir persecución por el evangelio.

1. 2 Timoteo 1.12
2. Gálatas 5.11
3. Gálatas 6.12
4. Juan 15.20
5. 1 Tesalonicenses 2.14, 15
6. Mateo 13.21
7. 1 Pedro 4.15, 16

El sufrimiento y nuestra naturaleza pecaminosa

¿Ha leído usted alguna de las historias de los ancoritas? Estos fueron los ermitaños para Cristo que vivieron entre los siglos tres y cuatro; fueron hombres y mujeres extraordinarios que se comprometieron a llevar una vida de pobreza y carencia personal para llegar a ser santos. Creían que el camino a la santidad sólo se hallaba a través del aislamiento extremo y del sufrimiento físico.

Aunque admiro su tenacidad, y muchas de sus historias son maravillosas, la Biblia no nos enseña ni exige que procuremos o aceptemos este tipo de sufrimiento. Sin embargo, sí enseña que nadie puede entregarse sin sufrimiento a una vida de victorias personales sobre el pecado. Una victoria requiere una batalla: incluso una batalla victoriosa requiere sufrimiento. ¿Cómo aprenderemos a encontrar el equilibrio de esta realidad: saber que soportaremos el sufrimiento, confiando al mismo tiempo en la victoria venidera?

Lea 1 Pedro 2.11–17. Note cómo Pedro se dirige a nosotros como «peregrinos» de la fe y nos alienta a armarnos en nuestra mente para la batalla contra el pecado. Aunque este pasaje también está vinculado con la persecución, la exhortación de Pedro trata directamente con el sufrimiento que enfrentamos por haber elegido vivir de manera diferente que antes de venir a Cristo.

Este pasaje describe el sufrimiento que enfrentaremos al lidiar con nuestra caída naturaleza humana. Este sufrimiento viene en dos formas: interna y externa. La tentación nos llega de la misma manera en que el enemigo se apareció ante nuestro Señor Jesucristo (Lucas 4.1–13). Pero todos tenemos una naturaleza caída que nos acosa, aun cuando no experimentemos ningún estímulo externo hacia el pecado: una "vida propia" con la capacidad total de asaltarnos, ¡y a veces hasta de mostrarse como el tentador mismo!

Hay una promesa en Santiago 1.12–15, que nos presenta un caso de estudio sobre las recompensas que recibimos cuando vencemos la tentación. ¿Cuáles son? ¿Por qué al ser creyentes debemos enfrentar este tipo de sufrimiento (vs. 13–14)?

Tentación, peirazo (Strong #3985); probar (objetivamente), por ejemplo: esforzarse, escrutar, inducir, disciplinar: se traduce como ensayar, examinar, intentar, tentar, tratar.

Lea 1 Corintios 10.13. Esta promesa llena de poder permite a todo creyente tener confianza en la lucha contra la tentación. Primero, no le llegará tentación a menos que usted tenga la facultad —si usted así lo elige— de encararla correctamente. Como un padre amado que no dejaría a su niño andar en bicicleta antes de aprender a caminar, su Señor no le permitiría enfrentarse con tentaciones que están fuera del límite de sus capacidades.

Segundo, su Señor proveerá siempre una vía de escape (del griego ekbasis; salida, puerta de escape). ¡Cuando Él permite la prueba, también provee la salida! Y tercero, el designio de Dios al darnos una salida no es para promover nuestras debilidades, sino para aumentar nuestra resistencia. En la frase «para que podáis soportar» vemos la palabra poder, que viene del griego, dunamis. Usted recibirá poder para soportar la prueba.

Revisemos la promesa: (1) No seremos tentados más allá de nuestra posibilidad de resistencia. (2) No seremos tentados sin tener la posibilidad de una vía de escape. (3) No seremos tentados sin que Él nos dé poder completo para mantenernos firmes y enérgicos.

Esta es una promesa poderosa. Empero, aunque ofrece un escape, también implica que no hay cómo escapar al sufrimiento que viene de lidiar con la tentación. ¿Cómo debería prepararse el creyente para enfrentar este tipo de sufrimiento? Lea 1 Pedro 4.1–5, y responda estas preguntas:

1. ¿Quién ha dejado de pecar?
2. ¿Con qué debemos armarnos, y qué significa esto para usted?
3. ¿Cómo debemos vivir el resto de nuestra vida?

A la luz de su estudio sobre el sufrimiento y la tentación, lea cuidadosamente los siguientes textos y escriba sus propias observaciones de estos versículos que están relacionados con el crecimiento personal y la victoria sobre el pecado:

1. Hebreos 5.8
2. Hebreos 11.24, 25
3. Hebreos 12.1–4
4. Romanos 8.16–18
5. Romanos 8.26–28
6. Romanos 12.21

7. Gálatas 4.19: Fíjese que parte del sufrimiento es en favor de otros, para que puedan ganarle la batalla al pecado y al «yo». Si le ha pasado esto, escriba algunas formas en que lo haya experimentado.

8. 1 Corintios 9.24–27 (vea como otra forma de sufrimiento puede ser una disciplina autoimpuesta para conseguir la victoria: «¡Si no duele, no cobra!») ¿Ha observado esta característica en otro cristiano sensato o lo ha visto en usted mismo?

El sufrimiento y la vida en un planeta caído

Un estudio de estos versículos nos ayudará a captar la actitud de la iglesia primitiva para tratar con la realidad de un mundo manchado por la maldición del pecado. Escriba su opinión haciendo una referencia especial a la «promesa» que destila en sus pensamientos al leer estos versículos.

1. Romanos 8.19–22
2. 1 Corintios 4.11–13

Algunos enseñan que un creyente verdadero nunca debería estar enfermo. Pero aunque usted sea un creyente verdadero, al margen de cuán firme pueda ser su fe, es probable que se enfrente con la enfermedad.

Lea Filipenses 2.26–30. La historia de Epafrodito es preciosa. Su enfermedad aparentemente vino como resultado de una misión militar que tuvo. Aquellos que están al servicio de otros y en un ministerio que exalta a Cristo también se enferman. Aunque su fe personal sea firme y se asocien con quienes regularmente experimentan lo milagroso (¡esto se aplicaría ciertamente a la vida de Pablo!), Dios no les promete una vida libre de la prueba de la enfermedad.

¡Qué mala noticia! Y ¿cuál es la buena noticia? Que de la misma manera en que hay una respuesta para la tentación del pecado, también la hay para los efectos que la caída manifiesta sobre la enfermedad y la afección humana. Esto no quiere decir que Epafrodito estaba enfermo por sus propios pecados. De ninguna manera. Sencillamente vemos que estaba enfermo porque nadie vive en un planeta caído sin estar expuesto a los efectos de la maldición; en los efectos del pecado y la maldición se incluyen la enfermedad, el dolor y el sufrimiento.

Pero hilemos este tema. Pablo se apresura en decir que Epafrodito se sanó por la misericordia de Dios. El mensaje de esperanza y fe es que, al igual que Epafrodito, usted y yo podemos encontrarnos enfermos al tratar de cumplir nuestras misiones y ministerios; pero si eso ocurre, ¡también está a nuestra disposición la misma misericordia de sanidad que obró en él!

Es un desafío estar expuestos al sufrimiento mientras vivamos en un mundo en decadencia. Esto mismo le manifestó Pablo a la iglesia en Roma (Romanos 8.18–25): toda la creación gime a una y nosotros gemimos con ella, aguardando aquel día en que seremos liberados para siempre en la aparición de Cristo. Pero no debemos tomar la palabra "gemido" como si nos entregáramos a la derrota por medio del sufrimiento.

¡Nunca! El creyente que perdura en la vida en un planeta caído puede aferrarse a las promesas de Dios. Lea estos versículos y vea el consuelo que se encuentra a continuación, en Romanos 8.26–28. A partir de nuestra experiencia de sufrimiento, al lidiar con toda la realidad del efecto del pecado, el Espíritu de Dios nos da poder en la fe para llevar una vida de victoria, siendo vencedores en todo lo que hagamos y extendiendo esa vida de victoria a todos los que el Señor nos pone en el camino.

Describa su filosofía personal para el sufrimiento, en las tres dimensiones que hemos tratado:

(1) En la persecución:
(2) Al enfrentar el pecado:
(3) Al vivir en un planeta caído.

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