sábado, 3 de noviembre de 2018

Mod. 8—El lenguaje de la fe



Hace varios años enterré a Nita Smith. Todavía la extraño. Aunque no necesitaba trabajar, ella decidió ayudarnos en el departamento de contabilidad de la iglesia. Cuando hablan de ella sus compañeros de oficina utilizan las palabras eficiente, rápida, inteligente, buen sentido del humor, etc.


Pero no es por eso que la extraño, sino porque era una de esas pocas personas que consiguen entender el significado de la fe en su aplicación a la vida diaria. Para ella, cada momento negativo le daba una oportunidad para encontrar una promesa de Dios y ponerla a prueba. ¡Esperaba ver con humor y confianza lo que haría su Dios Todopoderoso en cada oportunidad!

Me acuerdo especialmente del domingo en la mañana cuando tropezó al salir por la puerta delantera de la iglesia. Como ella había asistido al primer culto, nadie me habló del accidente hasta que todos los cultos terminaron. Salí corriendo a la sala de emergencia, pero llegué muy tarde: ya se sentía bien.

—Por sus llagas soy curada —me dijo.

Mientras las enfermeras terminaban me contaron los momentos llenos de humor que habían pasado. Cuando Nita cayó, se golpeó la cabeza con el borde de concreto al pie de las escaleras. Como la mayoría de las heridas en la cabeza, sangraba intensamente. Uno de los ujieres pidió una ambulancia, lo que no la alegró. Ella no temía ir al hospital pero en su opinión no era necesario.

El personal de la ambulancia le puso una venda provisoria en la frente para detener la hemorragia hasta que el doctor pudiera suturar la herida. Como su rostro estaba cubierto con la venda, Nita aprovechó la oportunidad para alabar en silencio al Señor. Pero el que la atendía vio el movimiento de la boca. Temiendo que pudiera estarle doliendo algo, le levantó la venda y le preguntó si estaba bien.
—¡Estoy orando! —le respondio  con brillo en los ojos—. ¡Y si me dejas tranquila, tal vez pueda terminar antes de que lleguemos al hospital!

Esa fue la primera señal de que esta mujer no era el paciente habitual de un domingo por la mañana. La segunda señal apareció cuando la enfermera analizó la herida para ver si podría detectar daño más allá del corte.

—Ya oré —fue la reacción de Nita—. Y sé que el Señor ya me sanó. Si me toman una radiografía verán que es sólo una herida superficial.

Como también se lastimó la rodilla le tomaron en ese momento una radiografía de la misma. El doctor entró con el informe preliminar y dijo que no se veía bien, que había sufrido graves lesiones tanto en la rodilla como en la frente.

La respuesta de Nita fue tranquila, dijo:

—No puede ser —fue la tranquila respuesta de Nita—. Al venir acá oré al Señor y le pedí que me sanara. Su Palabra dice que lo hará. Por favor tome otra radiografía.
Lo hicieron de mala gana. Para su sorpresa, aunque no para Nita, no encontraron nada grave en la rodilla ni en la frente. Cuando llegué, Nita estaba utilizando el momento como otra oportunidad para hablar de su amor por el Señor Todopoderoso.

Perdí la cuenta de la cantidad de veces que Nita llevó a la iglesia a alguien con problemas irreparables. Ella sonreía durante todo el culto matinal, esperando plenamente que el Señor se moviera en sanidad, liberación o en cualquier otra área de necesidad de su amigo.

¡Sé donde está ahora, ella es muy feliz, pero la extraño!

Narro la historia de Nita porque en esta lección estudiaremos varias partes de las Escrituras que resaltan la importancia del lenguaje de la fe. Tal como hay un cierto sonido para la duda y el temor, también hay un sonido claro para la fe. ¡Los que creen se distinguen por cómo hablan! A menudo hablan con un lenguaje muy particular, el de la fe.

Debemos considerar tres grandes obstáculos antes de explorar el fabuloso tema del lenguaje de la fe:

Primero, el lenguaje de la fe no trata de crear una falsa realidad. A veces los que escuchan la palabra «fe» piensan que esta es una manera de negar la realidad. Lo que no es verdad. Por ejemplo, el lenguaje de la fe no niega la existencia de la enfermedad, ni ninguna otra cosa como la bajeza humana o la maldición que ha caído sobre el hombre como consecuencia del primer pecado. No es un lenguaje de «pretensiones», como si sólo pronunciando ciertas palabras, pudiéramos salir de la pobreza, la enfermedad, el divorcio o cualquier otro problema que vemos o enfrentamos. Usted no puede, y la fe verdadera no se trata de eso. ¡No!

Pero hay una manera especial de responder en fe a la realidad. Cuando lo hace, ¡hablará de cierta manera! Su lenguaje empleará palabras de fe. En vez de rendirse a la realidad de la circunstancia, la fe hablará de la voluntad del Señor para ese momento. En vez de ahondar en los síntomas de la realidad, la fe meditará en las promesas de Dios. En vez de someterse a la derrota o al desánimo, la fe dará alabanza a Dios por su bondad.

Hablar en fe no es practicar el arte de hacer caso omiso a la realidad, sino expresar con confianza lo que Dios ha prometido hacer con nuestra realidad.

Segundo, el lenguaje de la fe no se puede reducir a la simpleza de hablar positivamente. Podemos mostrar que el negativismo es la causa de muchos fracasos, pero hablar positivamente no es lo mismo que hablar en «fe». El lenguaje de la fe, sea positivo o negativo, habla la Palabra de Dios. Hablar en fe es utilizar las promesas de Dios, no sólo las buenas intenciones del hombre. Hablar positivamente es muy bueno, pero el lenguaje de la fe accede al trono de Dios. Hablar positivamente puede mover a muchos, pero no mueve la mano de Dios.

Tercero, aunque esta lección busca identificar el sonido cierto de la fe, es peligroso pensar que una vez reconocido se puede practicar separado de la obra energizante del Espíritu Santo (por favor lea la oración anterior dos veces más). El Espíritu Santo es el Espíritu de fe y de gracia, no de «obras». Él da fe viva, dinámica. No hay nada más superficial que una apariencia de fe sin la sustancia dada por el Espíritu Santo.

Piense en lo siguiente: Uno de los peligros graves a la vida de fe es el legalismo. Este es el intento humano de reducir la gracia de Dios a un tipo de conducta que no requiere la obra dinámica del Espíritu Santo. Dondequiera que Pablo predicaba, los judaizados lo perseguían. Su preocupación más grave era que los nuevos creyentes cayeran en la trampa de lo que él llamaba «otro evangelio diferente» (Gálatas 1.6–9). Si no opera en nosotros el poder cálido, amoroso y vital del Espíritu Santo, aun la fe expresada con convicción puede volverse «otro evangelio diferente» hundido en los vestigios de la tradición religiosa.

Cuando se trata del lenguaje dé la fe, cada uno de nosotros necesita un tratamiento profundo del Espíritu, para que de la abundancia del corazón, hablemos palabras de fe (Mateo 12.34).

Lea Proverbios 18.21 y conteste las siguientes preguntas:

1. ¿Qué tiene la lengua bajo su poder?

2. ¿Qué hace la lengua para producir el fruto de la muerte y de la vida?

Poder, yad (Strong #3027). Traducido casi exclusivamente como «mano», «en tu mano», indicando poder, medios, fuente y dirección. ¡El aspecto figurativo del lenguaje hebreo dibuja una lengua con una mano! La lengua puede «agarrar» (como en este versículo) la vida y la muerte. Las palabras que usted y yo usamos pueden retener o liberar poderes vinculados con la vida y la muerte. La expresión «sus frutos» (Proverbios 18.21) indica que la palabra hablada es semejante a la semilla. Las palabras plantadas mediante el poder del habla son como plantas que llevan fruto y dan vida o muerte, dependiendo de lo que se haya hablado.

Utilice una concordancia de la Biblia para ayudarlo en un estudio del libro de Proverbios. Busque los versículos que tengan que ver con la lengua, la boca, los labios o la palabra. A continuación enumeraré algunos para ayudarlo a comenzar. Escriba los versículos y anote sus observaciones personales sobre el poder del habla.

1. Proverbios 6.2

Antes de que los contratos se escribieran sobre papel, un simple pacto verbal, obligaba a las partes. ¿Qué pasaje bíblico podría usted utilizar como un contrato con Dios? ¿Qué palabras usaría usted para pactar el contrato?

2. Proverbios 12.18

La palabra hablada promueve la salud. ¿Qué palabras puede usted hablar que promoverían la integridad en las relaciones, en la conducta y en las circunstancias físicas?

3. Proverbios 3.13, 21.23

El aprendizaje del lenguaje de la fe incluye aprender a saber qué no decir. ¿Qué ha dicho usted o alguna otra persona que no debería haberse expresado?
4. Proverbios 15.4

Una manera distinta de decirlo sería: «Una lengua de sanidad es un árbol de vida».
5. Proverbios 16.24

Proverbios 16.24 revela lo que la sabiduría divina (su Palabra) enseña a nuestros corazones: verdades y promesas que deben reflejarse en nuestra conversación y transmitir esas enseñanzas a nuestros labios. La Palabra en nuestros corazones debe influir sobre nuestra conducta y conversación. La «dulzura» y la «medicina» que tales palabras promueven son deseables, ya sea para nuestras relaciones humanas o para la recepción de la gracia divina en nuestro diario vivir. Llevan al creyente a una vida victoriosa a través del reconocimiento del poder y la fortaleza de Dios, tanto con nuestras acciones como con nuestros labios.

Habiendo estudiado algunos de los versículos del libro de Proverbios, usted ha descubierto la conexión que Dios hace entre el mundo físico y el espiritual, ubicando al modo de hablar como la entrada. Aprender el poder de la palabra es una de las lecciones básicas del discípulo.

Escriba sus propios pensamientos al revisar los siguientes versículos:

• La Palabra es como una semilla (Mateo 13.18–23). ¿Qué podemos hacer con ella?
• La Palabra es como una espada (Efesios 6.17). ¿De qué modos podemos usarla?
• La Palabra se usa en conexión con el lavamiento y con el agua (Efesios 5.26). 

¿Cómo se aplica?

Habiendo estudiado las referencias, ¿cómo puede ponerlas por obra en su propia vida? ¿Existe la posibilidad de que las palabras que usted pronuncia sean semillas, así como la Palabra de Dios es semilla? ¿Existen ocasiones en que usted debe usar sus propias palabras para hacer guerra? O, ¿puede usted expresar palabras que sean usadas para el lavamiento y la purificación? Por supuesto que la respuesta es «sí». Pero esto sólo es posible en la medida en que esté dispuesto a dejar que la palabra de Dios se convierta en el patrón de sus propias palabras. El lenguaje de la fe es hablar lo que Dios ha dicho y lo que nos dice aun como su respuesta inmutable a las circunstancias presentes.

Una de las grandes enseñanzas de Jesús acerca del poder del habla se encuentra en Marcos 11.23–26. Lea estos versículos antes de continuar y escriba sus propias observaciones.

Versículo 23, acerca de las posibilidades de la fe y el habla.

Versículo 24, acerca de la liberación de la fe y el habla.

Versículo 25, acerca de la humildad de la fe y el habla.

Versículo 26, acerca de la responsabilidad de la fe y el habla.



Lea las palabras del doctor Roy Hicks, padre, en Marcos 11.22–24, tituladas Jesús en la «confesión de fe»: «De los propios labios de Jesús recibimos la más directa y práctica instrucción concerniente al ejercicio de nuestra fe. Consideremos estos tres puntos: 1) La fe debe depositarse «en Dios». La fe que se expresa llega antes que la fe que se busca. El Todopoderoso es la fuente y la base de nuestra fe y de nuestro ser. La fe fluye sólo hacia Él, debido a que la fidelidad fluye directamente de Él. 2) La fe no es una treta que hacemos con los labios, sino una expresión que brota de la convicción de nuestros corazones. No es bíblica la idea de que la confesión de fe es una “fórmula” para conseguir cosas de Dios. Lo que Jesús nos enseña es que la fe que hay en nuestros corazones debe expresarse, lo que la convierte en algo activo y eficaz, que produce resultados concretos. 3) Las palabras de Jesús: “Todo lo que pidiereis”, extienden este principio a todos los aspectos de nuestra vida. Las únicas restricciones son: (a) que nuestra fe esté puesta “en Dios”, nuestro Padre viviente en concordancia con su voluntad y palabra; y (b) “que creamos” en nuestros corazones y no dudemos. Así, decir “al monte” no es un ejercicio vano o supersticioso, sino más bien una forma de invocar la promesa de la palabra creadora de Dios»

Puesto que usted toma la fe en serio y desea aprender el lenguaje de la fe, querrá prestar atención especial a la conexión entre el hablar que mueve montañas y la fe que echa fuera el pecado. Tal como lo hemos visto, ¡Jesús habló del lenguaje de la fe de las dos maneras!

En Marcos 11.25, al que se le acababa de explicar cómo hablar a los obstáculos montañosos también se le enseñó cómo perdonar. Perdonar, aphiemi (Strong #863) «quitar». ¡Probablemente no es mera coincidencia que la palabra que Jesús usa para «mover montañas», en griego signifique perdonar el pecado! ¡Claramente puede ver que no se pueden mover montañas si no se está dispuesto a perdonar pecados!

Guardar rencor contra una persona es rehusar ofrecerle perdón, o «quitar» el pecado o acto que alguien cometió contra usted. El que alberga un rencor no podrá «mover la montaña». Usted y yo no podemos sortear los obstáculos en nuestro camino si mantenemos obstáculos (montañas de falta de perdón) en el camino de los demás. Perdone ya que se le perdona. Al perdonar descubrirá una dimensión mayor del perdón de Dios para usted. Entonces su fe estará preparada y activamente lista para mover montañas.

«El creer puede tomar formas opuestas. Puede ser fe o duda. Cuando crees que Dios existe, que te ama y que está atento a tus necesidades, entonces nace la fe en el corazón.»

«De la misma manera la duda es igualmente real. Al contrario de la fe, la duda te dice que Dios no existe, o que no te ama y no se preocupa de tus necesidades. La duda hace que el temor aparezca, lo que acarrea tormento, no paz. En realidad el temor te impide recibir las cosas buenas que Dios desea enviarte. Apodérate de esta verdad: Duda, y no recibirás nada; ten fe, y recibirás. Durante muchos años he dicho: ¡Espera un milagro!»

«Tales expectativas abrirán tu vida a Dios y lo pondrán en condiciones de recibir salvación, gozo, salud, ayuda económica y también paz mental; en pocas palabras, todas las cosas buenas que tu corazón desea, ¡y mucho más!»

Pat Robertson respondió así a la pregunta «¿Cómo orar para que ocurra un milagro?»: «Cuando enfrentemos una gran necesidad, ya sea nuestra o ajena, debemos humildemente buscar la voluntad de Dios en el asunto: “Padre, ¿qué te propones hacer en esta situación?” Jesús dijo: “Mi padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5.17). Escuchó la voz del Padre, y le puso atención. Cuida de no comenzar o terminar oración alguna diciendo torpemente: “Si es tu voluntad”. En lugar de ello, debes tratar de conocer la voluntad de Dios en cada situación particular y basar en ella tu oración. Orar por un milagro constituye una invitación al Espíritu Santo para que se manifieste. Cuando ese es su propósito, Él te lo hará saber. Entonces puedes pedirle el milagro que ya sabes que El desea llevar a cabo.
»A menudo es importante utilizar algo clave para implorar un milagro: la palabra hablada. Dios nos ha dado autoridad sobre la enfermedad, los demonios, las tormentas y las finanzas (Mateo 10.1; Lucas 10.19). A veces le pedimos a Dios que actúe, cuando en realidad Él nos llama a emplear su autoridad actuando por medio de declaraciones divinamente autorizadas. Debemos declarar esa autoridad en nombre de Jesús: podemos ordenar que los fondos necesarios fluyan en nuestras manos, que la tormenta cese, que un demonio abandone a alguien, que una aflicción nos deje o que una enfermedad desaparezca.

»Las palabras de Jesús fueron: “Cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho” (Marcos 11.23). ¡Cree en tu corazón que ya ha sido hecho! Proclámalo con la unción de fe que Dios da. Pero recuerda, los milagros nacen de la fe en el poder de Dios, no de un ritual, fórmula o fuerza de la voluntad humana»

Habiendo meditado en Marcos 11.23–26 con estos notables maestros y líderes acerca de las posibilidades de la fe, escriba ahora sus propios pensamientos sobre esta enseñanza clave de Jesús.

Para terminar nuestra lección sobre el lenguaje y la fe, estudie las palabras de Pablo en 2 Corintios 4.13. ¿A qué versículo de los Salmos se refiere Pablo?

En base a 2 Corintios 4.14, ¿qué dice saber Pablo?

En última instancia, su lenguaje de la fe depende del conocimiento de la misma verdad que conoció Pablo. Es la vida del Señor Jesús que da sentido a la confesión de fe. Recuerde lo que dijo Salomón:

«La muerte y la vida están en poder de la lengua» (Proverbios 18.21). Como sabemos que Jesucristo está vivo, y que como Resucitado está listo para administrarle a usted su poder vivificante ¡inmediatamente!— en todas las circunstancias presentes, podemos elegir expresarnos desde el punto de vista de la vida y no de la muerte. Nuestras palabras de fe pueden acoger y cooperar confiadamente con la voluntad de Dios, tal como lo ha revelado en su Palabra. Hoy y todos los días podemos disfrutar el vocabulario de fe, ¡hasta que vuelva el Señor!

Escriba una confesión de fe que le haya venido durante su estudio de la Palabra de Dios en este tópico. Escriba además la corrección de algo incorrecto y no bíblico que haya venido permitiendo en su vida de fe. Con todo el potencial que Dios le ha dado, utilice su lenguaje de fe.

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