Jesús prometió responder cuando dos o tres se pusieran
de acuerdo y sanar a los perseverantes en la fe. En este capítulo examinaremos
muchos de los milagros de sanidad de Jesús con el objetivo de aprender más de
cómo se dedica a transmitir la bendición de la sanidad.
El diccionario define un milagro como un «hecho
sobrenatural, debido al poder divino. Cosa extraordinaria y que no podemos
comprender». Algunas personas que rechazan la existencia de milagros, piensan
de estos como sucesos que violan la ley natural. Sin embargo, lo que llamamos
«leyes naturales» son sólo nuestro entendimiento limitado de la naturaleza. Si
Dios creó toda la naturaleza, lo que llamamos «leyes naturales» son el
resultado de nuestro estudio y observación finitos. Dios nunca tiene que violar
las leyes, porque el universo es suyo y sus obras y manifestaciones inusuales
sólo podrá entenderse y ser accesibles entre sus hijos creyentes. Cuanto más
nos aferramos a la Palabra de vida y vivimos según la Palabra escrita,
tendremos una experiencia más profunda de las obras poco comunes del Señor.
Examine los siguientes pasajes y vea las distintas
palabras que se usan para describir lo milagroso o asombroso.
Juan 4.48
Hechos 2.19, 22, 43
Hechos 4.30
Hechos 7.36
Hechos 14.3
Romanos 15.19
2 Corintios 12.12
Hebreos 2.4
La Biblia utiliza varias palabras para describir los
hechos inusuales y divinos. El término milagro, señal y prodigio se refieren a
aquello que llama la atención, causa asombro y admiración. Los términos poderes
y obras describen acciones divinas que no necesariamente llaman la atención,
pero cumplen propósitos divinos por debajo de la superficie. Las señales son
visibles, llaman la atención; sin embargo, nos dicen algo acerca del
significado del suceso. En el Nuevo Testamento la palabra prodigio nunca
aparece sola; siempre está acompañada de señal
o milagro (señales y prodigios).
Dios nunca hace obras maravillosas sólo para llamar la
atención ni para satisfacer la curiosidad. Cuando Dios nos asombra con un
milagro, lo cual hace a menudo, siempre es para enseñar o revelar alguna verdad
sobre sí mismo o de su forma de obrar en nosotros. Cuando un cojo salta sobre
sus pies y camina en respuesta a la oración, eso es un prodigio milagroso;
cuando un leproso se sana gradualmente al dirigirse para presentarse al
sacerdote, esto es una obra y milagro divinos, pues la lepra era incurable. Si
a una persona le dicen que un tratamiento lo va a curar en tres meses y se
restaura por completo en una semana, esto es una obra de poder divino, pero
quizás no lo denominemos milagro por su cura gradual.
Defina con sus palabras lo que es un milagro.
¿Qué palabras se utilizan en el Nuevo Testamento para
describir hechos sobrenaturales?
¿En qué difiere «señal» de «prodigio»?
¿Cuáles son las dos palabras del Nuevo Testamento que
definen una obra divina y no necesariamente causan asombro externo?
¿Cómo puede obrar Dios en nuestras vidas sin
asombrarnos?
Llaman a Jesús para que sane al hijo de un gobernador
Comience leyendo Juan 4.46–51. Escriba un pequeño bosquejo de este pasaje.
El primer milagro de Jesús que aparece registrado
ocurrió cuando convirtió el agua en vino en una boda en Caná. De regreso a Caná
de Galilea, le pidieron que sanara al hijo de un oficial del rey (gobernador)
que estaba enfermo en Capernaum, una ciudad en el mar de Galilea a unas
dieciséis millas al este de Caná. Capernaum era una ciudad importante, con un
centro gubernamental. Jesús dedicó gran parte de su ministerio a Capernaum.
Crece la fe en la familia
Es importante señalar que a Jesús lo llamaban a menudo
a ministrar a los miembros de la familia del que suplicaba. Es importante que
los padres les enseñen a los niños a confiar en Dios y a tenerlo como fuente de
salud y sanidad en respuesta a la oración de fe. Aunque la enfermedad en la
familia parezca necesitar la atención de un médico, debe invitarse al Gran
Médico a asistir y a superar al médico de la familia. Todo buen doctor sabe que
sus procedimientos darán resultados sólo porque el Señor, nuestro Creador, ha puesto
en nosotros una capacidad curativa. La oración de fe hará que cualquier
procedimiento tenga mejores resultados.
El oficial le rogó encarecidamente a Jesús que fuera a
Capernaum a sanar a su hijo. Jesús le dio al noble una ligera reprensión para
probar su fe. El líder religioso representaba a la nación judía, inclinada a
creer sólo cuando se manifestaran «señales y prodigios». El noble pasó la
prueba y siguió rogándole a Jesús con denuedo. Jesús le dio una segunda prueba
y le dijo: «Ve, tu hijo vive».
Recibe la promesa de Jesús sin «verla»
El oficial esperaba que Jesús fuera con él para orar
por su hijo. Volver a casa sólo con una promesa demostró su fe en Jesús. Creyó
la palabra de Jesús. Muchos dicen: «Yo podría creer en la sanidad si viera un
verdadero milagro». La gente que no cree en la Palabra de Dios nunca llegará a
creer de verdad. Los milagros visibles pueden fortalecer nuestra fe en las
promesas de Dios, pero nunca nos darán por sí solos una verdadera fe en la
sanidad. Pedro dijo: «En quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis
con gozo inefable y glorioso» (1 P 1.8).
¿Cuál lección básica encuentra en el estudio de este
caso del ministerio de Jesús?
La sanidad del siervo de un soldado romano
Lea Mateo 8.5–13. ¿Qué hecho lo impacta más de este pasaje?
Una sociedad en búsqueda
Los centuriones romanos en el Nuevo Testamento son
hombres, en general, de alto calibre y de carácter admirable. (Véanse Mt 27.54; Hch 10.1–2; 21.32; 22.25–26; 23.17–18; 24.23; 27.6, 43; 28.16.) Este centurión, como muchos romanos cultos, había
dejado de creer en los dioses del paganismo romano. Habían llegado a la
conclusión de que era más lógico el monoteísmo que el politeísmo. Muchos
gentiles de la época se habían convertido en prosélitos del judaísmo, o a los
menos prosélitos.
Un buscador sorprendente
Jesús honró grandemente a este centurión, pues se
maravilló de sus cualidades. Se le ha llamado «el hombre que sorprendió al
Señor».
• Era sorprendente por su filantropía (amaba a su
siervo enfermo; la mayoría de los amos romanos hubieran dejado morir a un
esclavo enfermo).
• Era sorprendente por su devoción (amaba al pueblo
del Señor; la mayoría de los romanos odiaban la rebeldía judía).
• Era sorprendente por su generosidad (le construyó a
los judíos una sinagoga con su dinero).
• Era sorprendente por su humildad (los líderes
judíos, que lo enviaron a ver a Jesús, declararon que era digno de recibir
ayuda; el centurión se consideraba indigno de que Jesús entrara a su casa).
• Era sorprendente por su entendimiento de los
principios de autoridad (comparó la autoridad de Jesús sobre la naturaleza con
la suya sobre sus soldados; por lo cual podía entender el poder de Jesús de
sanar con el poder de la palabra).
• Entendió de manera sorprendente que uno sólo puede
entender la autoridad sobre otros cuando uno mismo está sometido a la
autoridad.
• Tenía una fe sorprendente (mayor que la que había en
Israel, como dijo el salmista: «Envió su palabra, y los sanó»). Aunque el
centurión no recibió a Jesús en su hogar, lo recibió en su corazón y en su
vida.
Ya Jesús nos ha dado su palabra de sanidad; sólo
tenemos que pedir, creer y recibir. ¡Señor, danos una fe como la del centurión!
¿Cómo presenta el Nuevo Testamento el carácter de los
centuriones romanos?
¿Cómo explicó el centurión que Jesús podría sanar a su
siervo con una sola palabra?
¿Qué principio encuentra en este caso del ministerio
de sanidad de Jesús?
Sanidad en la familia
«Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de este
postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se
levantó, y les servía» (Mt 8.14–15).
Una presencia sanadora
He aquí un milagro de sanidad donde Jesús tomó la
iniciativa. Al entrar a la casa de Pedro, vio una mujer enferma, la madre de la
esposa de Pedro. Movido por la compasión extendió su mano para aplicar el toque
sanador. Uno no puede apartar de esta historia la idea de que tener a Jesús en
nuestros hogares es vivir con su presencia sanadora. En una época en que la
sociedad está abandonando de alguna manera los valores familiares, la iglesia y
todo el pueblo cristiano debe mantenerse firme en defensa del hogar como
institución dada por Dios para la perpetuación de la sociedad. ¡Qué bendición
es ser parte de una familia donde Jesús es un invitado permanente!
Un toque de sanidad
Vale la pena notar que Jesús sanó a la suegra de Pedro
al tocarle la mano. Ella se levantó de inmediato y comenzó a servir. Para los
que sirven, las manos son de alta estima. Jesús no sólo le restauró la salud,
sino además la habilidad de servir, que quizás no sólo era su mayor habilidad,
sino también su mayor placer.
Nada en esta vida nos da mayor recompensa, aquí y en
la eternidad, que el servicio a otros. En otra historia una mujer tocó la
vestidura de Jesús y fue sanada. Aquí Jesús tocó a la mujer y fue sanada. En Santiago 5, los ancianos imponen las manos sobre los enfermos y
son sanados. El toque debe ayudar a la fe. En las dos primeras historias los
enfermos fueron sanados a distancia por una palabra de Jesús. Existen muchos
caminos para la sanidad; la fe es el ingrediente esencial.
¿Cuál es la forma de trasmitir la sanidad enfocada
aquí?
¿Cuál principio podríamos adoptar de la forma en que
Jesús tomó la iniciativa en la casa de Pedro?
La sanidad de los endemoniados
La realidad de la existencia de los demonios
La posesión demoníaca no es un tema placentero; y
algunos siguen negando la existencia de estos espíritus. Pero no hay manera de
ignorarlos. Jesús creyó en su existencia y sanó a muchos que los atormentaban.
Algunos dicen que Jesús daba sus sermones en función a lo que se creía en aquel
momento. Pero Él vino a revelar la verdad; es más, El mismo es la verdad.
Además, si la Biblia es la Palabra de Dios para todas las edades, Jesús no
hubiera perpetuado una superstición humana para que durante siglos se leyera.
Hoy en día, como las enseñanzas del ocultismo barren el mundo, no hay tiempo
para negar lo que Jesús enseñó acerca de los seres satánicos. Las
manifestaciones de maldad van en aumento en la actualidad y no se pueden
reconocer a no ser que uno acepte la existencia de la actividad de los
espíritus malignos.
Jesús habló de Satanás y de los espíritus malos. El
encomendó a los discípulos con poder sobre los demonios; los discípulos
volvieron gozosos de que los demonios se les sujetaban en el nombre de Jesús.
Los cuatro Evangelios contienen experiencias de la expulsión de demonios. Lea
la que se narra en Mateo 8.28–34.
La liberación de los endemoniados
Los hombres poseídos por demonios eran tan violentos,
que el público evitaba el lugar donde vivían. Cuando Jesús pasó por ahí, los
demonios reconocieron su señorío sobre todo y se quejaron. Temían que Jesús
hubiera venido a expulsarlos de los hombres. Disgustados por la idea de estar
sin cuerpo, le pidieron que los dejara entrar en un hato de cerdos; Él
simplemente les desató la atadura que tenían sobre los humanos y les permitió
ir a donde podían. Ellos escogieron los cerdos.
El hombre liberado de los demonios le pidió a Jesús
seguirle. Él le mandó que volviera a su país y evangelizara, contando la
historia de su liberación del control demoníaco. Lo hizo con mucho éxito, pues
la gente recibió su testimonio de la persona y el poder de Jesús. Lección: La
Iglesia debe dedicarse de nuevo a la guerra espiritual contra la opresión
satánica con el arma de la oración. ¡Qué avivamiento vendría si miles pudieran
ser liberados de las influencias y los espíritus malos que los motivan! Tome
sus notas sobre el procedimiento que aplicó al tratamiento de los debates de
los demonios (brusco) y a la atadura demoníaca (cómo lo liberó).
Jesús levanta a los muertos
Mateo 9 nos cuenta la historia de cómo se levantó la hija de Jairo, un principal de la sinagoga. Lea Mateo 9.18, 23–26. Bosqueje los detalles esenciales.
En cuanto a un asunto textual
Las historias de Marcos y Lucas expresan que el padre
le dijo que su hija estaba a punto de morir. En realidad no hay contradicción.
Cuando el principal dejó su hogar, su hija estaba a punto de morir. Jairo
(Mateo no da el nombre) le dijo a Jesús ambas condiciones. En camino a la casa
de Jairo, Jesús se demoró para sanar a la mujer que tocó el borde de su
vestidura (Mt 9.19–22); cuando llegó a la casa del principal, la hija ya había muerto. Jesús le dijo a la familia: «La niña no está muerta, sino duerme». Jesús le dijo lo mismo a María y a Marta cuando no había ninguna duda acerca de la realidad de la muerte de
Lázaro. En otras palabras, no hay duda de que la niña estaba muerta y no en
coma. En varios lugares de la Escritura los que han muerto en Cristo se dice,
en sentido figurado, que duermen (1 Co 15.51; 1 Ts 4.14). Tanto
Marcos como Lucas dicen que cuando Jesús oró por ella, «su espíritu volvió».
Determina el dominio de Cristo sobre la muerte
Jesús levantó a varios de entre los muertos. Tenemos a
Lázaro (Jn 11) y al hijo de la viuda de Naín (Lc 7), aparte de la hija de Jairo. En el ministerio de
Pedro, Dorcas fue levantada de entre los muertos (Hch 9.36–42). En los viajes de Pablo, Eutico fue levantado de
entre los muertos después de caerse de una ventana durante un sermón largo (Hch 20.7–12). El mismo Pablo, después que lo apedrearon en
Listra, al parecer fue levantado por las oraciones de sus compañeros en la fe,
a pesar de que lo dieron por muerto en el lugar donde lo apedrearon (Hch 14.19–20).
En las ocasiones en que Cristo hizo volver de la
muerte a las personas, estas no fueron verdaderas resurrecciones sino
restauraciones a la vida que habían dejado. En otras palabras, no vivieron para
siempre, finalmente tuvieron muertes normales. Pablo nos dice explícitamente
que Cristo es «primicias de los que durmieron» (1 Co 15.20). Sin embargo, estos milagros nos muestran a Cristo
como el Maestro Supremo de esta y cualquier otra situación en que los poderes de la muerte se infligen sobre órganos humanos, familias, negocios o cuerpos.
Estas historias del levantamiento de los muertos nos
muestran que Jesús, quien resucitó de entre los muertos, es el Príncipe de
vida, el dador de vida eterna. Aunque finalmente cada uno de los mencionados tuvo
una muerte natural, Jesús resucitó para no morir nunca más. No tengamos ninguna
duda respecto a vivir de nuevo, pues ahora mismo estamos situados conjuntamente
con Cristo en los lugares celestiales (Ef 2.1–7).
¿Qué promesa puede rescatar de este punto en su
estudio?
¿Alguna vez ha oído el testimonio de alguna persona que
fue restaurada de la muerte? Si le ocurrió, ¿estaría inclinado a creerlo o no?
Lea Mateo 15.22–28. Viendo este caso en que Jesús no responde inmediatamente (porque todavía no estaba ministrando a los gentiles), conteste:
¿Qué podemos aprender de la persistencia?
¿Qué vemos en la compasión sublime de Jesús?
¿Cuál fue la cualidad que incitó la respuesta de
Jesús?
¿Cuán difícil parece ser la liberación de demonios
cuando la fe está presente?
Un estudio de los milagros de sanidad de Jesús debería
afirmar nuestra fe en que su amor y poder son invariables y accesibles para
todos los que están en necesidad.
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