(Juan 1.19–2.25)
Imagine un lugar donde las personas tuvieran el mismo
nombre y trabajo. Se vistieran y comportaran de la misma manera. Sus casas
fueran idénticas por dentro y por fuera. Sus automóviles no tuvieran rasgos
diferentes para distinguirlos. Es más, que nada los distinguiera entre sí
excepto su sexo y el espacio que cada una ocupara. Nos parece espantoso,
¿verdad? Nadie querría vivir en un lugar tan horrible.
Por supuesto que hay momentos en que desearíamos tener
el nombre de otro, su aspecto, nivel de popularidad, talento o bienes
materiales. A veces incluso desearíamos haber nacido en algún otro lugar, o en
el seno de otra familia. Pero esos deseos ocasionales por lo general se anulan
por la necesidad más básica de tener nuestra propia identidad, y poder ser la persona
que somos. Cualquier padre que tenga un hijo adolescente sabe lo fuerte que es
esta inclinación. Si bien queremos tener nuestro lugar y pertenecer a un grupo,
no deseamos que otros nos absorban (aunque a veces esto nos sucede). Queremos
distinguimos de la muchedumbre, incluso ser sus líderes. Deseamos forjar y
retener nuestras propias identidades.
¿Por qué es tan fuerte este impulso? Porque Dios nos
creó de esta manera. «Quiero ser yo mismo», no es el refrán del egotista, sino
de individuos creados a la imagen de Dios que anhelan conocer quiénes son y
llevar a cabo el propósito para el cual viven. La gente no siempre entiende
esto cuando se trata de su persona, pero eso no quita el hecho de que Dios nos
creó para que nos descubramos y nos realicemos a plenitud.
En Juan 1.19–2.25, conocerá a un hombre que estaba seguro de quién era
y cuál era su vocación. También conocerá a otras cuatro personas que comenzaron
a descubrir para qué las había creado Dios y qué podían hacer con sus vidas.
Sin tener en cuenta la medida en que se comprenda a sí mismo y en entender el
propósito por el cual vive, este pasaje de Juan le ayudará a acercarse más aún
a una comprensión de estas metas básicas ordenadas por Dios.
Juan conoce a Juan
Juan 1.19–28 trata de Juan el Bautista y de algunas personas que
estaban muy interesadas en su identidad y destino.
¿Dónde estaba Juan y qué hacía? (vv. 25, 28)
¿Quiénes salieron a ver a Juan y de dónde eran? (vv. 19, 24)
A través del cuarto Evangelio veremos a muchos grupos
que se acercan a Jesús para interrogarlo o acusarlo. Aquí vemos a tres grupos
religiosos judíos que vienen con ese fin: los sacerdotes, los levitas y los
fariseos (vv. 19, 24).
Las palabras los judíos se refieren a veces al pueblo
de Israel en su totalidad, o a los de Judea a diferencia de los galileos (7.1), pero en esta parte del Evangelio se trata del
círculo de autoridades religiosas de Jerusalén. Este cuerpo de líderes mandó
una delegación de sacerdotes, levitas y fariseos a interrogar a Juan el
Bautista.
Los sacerdotes eran las autoridades teológicas.
Descendían de Aarón, y su principal ocupación era ministrar en el altar del
templo (Éx 28.1).
Los levitas eran descendientes de Leví, y habían sido
designados para ayudar a los sacerdotes con el ritual y el servicio del templo
(Nm 8.19, 26).
A diferencia de los levitas y los sacerdotes, cuyos
orígenes fueron instituidos por Dios en la Ley del Antiguo Testamento, los
fariseos aparecieron en escena al final del siglo segundo antes de Cristo. Los
fariseos creían que las tradiciones orales y escritas de los rabinos tenían
tanta autoridad como la Ley escrita de Moisés. Las tradiciones de los rabinos
eran básicamente comentarios teológicos y prácticos sobre la Ley Mosaica, y se
fueron desarrollando para asegurar que sus principios se mantuvieran aplicables
a los cambios en la sociedad judía. Al preservar y obedecer estas tradiciones,
los fariseos trataban de salvaguardar la Ley y evitar que se echara a un lado
porque se considerara inaplicable u obsoleta.
El nombre fariseos significa «los separados», y este
era el aspecto que más se conocía de los miembros de este grupo. En razón de su
devoción religiosa se separaban de cualquier cosa que pudiera significar o
conducir a la impureza ética o ceremonial. Según Josefo, el historiador judío
que era seguidor de estos principios, los fariseos tenían la reputación de
«sobrepasar al resto de su nación en la observancia de la religión y de ser
exponentes perfectos de las leyes» (Jewish Wars [Guerras de los judíos] 1.110). Durante la época de Jesús constituían una minoría
influyente entre los líderes religiosos judíos.
¿Quién dijo Juan el Bautista que él no era? (Jn 1.20, 21)
¿Quién dijo Juan el Bautista que era y de qué manera
su identidad estaba vinculada a su misión? (vv. 23, 26, 27; cf. Is 40.3–5)
Lo que Juan negaba es tan importante como lo que
afirmaba. Si hubiera dicho que era el Cristo, se habría identificado con aquel
de quien se había profetizado que traería la liberación para Israel. Los
líderes religiosos hubieran podido declarar esa pretendida identidad a los
romanos que habrían visto en dicho aspirante un potencial revolucionario. De
acuerdo a la ley romana la insurrección se castigaba con la muerte. Lo que no
comprendían los judíos era que Juan estaba preparando el camino para el
Libertador esperado, el que al final habría de morir a manos de los romanos
bajo el cargo de insurrección (19.12–19).
La idea de que Juan podría haber sido Elías se basaba
en la promesa de que ese profeta vendría antes que el Mesías (cf. Mal 4.5, 6). Aunque Juan hablaba como el Elías que esperaban, se
parecía a él y tenía un ministerio similar al suyo (Lc 1.13–17, 76–79), Juan seguía negando tal identificación. Venía con
el poder y la función de Elías, pero no era dicho profeta resucitado.
Muchos judíos también esperaban que un profeta como
Moisés se levantara antes de la llegada del Mesías (Dt 18.15–19). Tenían la esperanza de que este profeta los
liberara de sus enemigos, en un nuevo éxodo, y suponían que sería una persona
distinta al Mesías. Estaban equivocados en ambos aspectos. Jesús era el
cumplimiento de las expectativas del Antiguo Testamento, tal como Juan (y
Felipe) parecía advertirlo (Jn 1.45), no era el libertador político de los judíos.
Juan sabía quién era: la voz de uno que dama en el
desierto, el mensajero del Señor, el que prepara el camino del Mesías, el que
da testimonio de la Luz verdadera. Debido a que estaba consciente de su
identidad y llamado, podría aclarárselo a otros y proceder con eficacia en su
misión.
¿Tiene clara conciencia de su propia identidad y del
propósito de su vida? ¿Puede decir con Juan el Bautista: «yo sé quién soy y
quién no soy, y sé para qué me ha llamado Dios»? Si es así, especifique su
respuesta abajo expresando quién es usted y cuál es su llamado. Si no es así
convierta su respuesta en una oración, pidiéndole al Señor que le ayude a
definirse y a descubrir qué es lo que Él quiere que usted haga para la
extensión de su Reino.
Los líderes religiosos no sabían quién era Juan, y él
les dijo que ellos no sabían a quién venía a representar, aunque esa Persona
estaba entre ellos (1.26). ¿De qué manera se vincula todo esto con los versículos 10, 11?
¿Ha conocido personas que son muy religiosas y que sin
embargo no conocen a Jesucristo, el Mesías? Es posible que asistan a cultos de
adoración, oren y cumplan estrictamente un código de conducta, pero aun así no
saben quién es Jesús. Recuerde de qué manera Juan el Bautista se ocupó de tales
personas y, mediante ese ejemplo, elabore algunos principios que lo puedan
guiar en su trato con los agnósticos religiosos.
Juan conoce a Jesús
La misión más importante de Juan el Bautista era dar
testimonio acerca de Jesús. ¿Qué testifica Juan el Bautista acerca de Cristo en
Juan 1.29–34? ¿Quién dice que es Jesús, y qué afirma que venía a
hacer Jesús?
El Cordero de Dios (1.29): En el Antiguo Testamento se observa una serie de
sacrificios con corderos: la Pascua (Éx 12.3–14); los sacrificios diarios en el templo (Éx 29.38–41); las ofrendas para holocausto (Lv 1.10); las ofrendas de paz (3.7); las ofrendas por el pecado (4.32); la purificación del leproso (14.13), la Fiesta de las Trompetas, de los Tabernáculos y
del Día de Expiación (Nm 29.1–40). Quizás todos estos sacrificios representan el título de «Cordero de
Dios». Pero debido a que buena parte del cuarto Evangelio se desarrolla en
torno a la Fiesta de la Pascua, es posible que el sacrificio pascual fuera lo
primero que tenían a la vista. «La pascua enseñaba que la liberación se había
efectuado por medio del derramamiento de sangre, es decir, la muerte del inocente
por los culpables (Éx 12.1–14). Tal vez los judíos que escuchaban la predicación de Juan vincularían
su comentario con el cordero pascual»,2 concluyendo que él afirmaba que Jesús era el Cordero
de Dios para el sacrificio, quien al derramar su sangre quitaría los pecados
del mundo (cf. 1 Co 5.7; Ap 5.6–14).
El Hijo de Dios (1.34): Este título expresa la naturaleza divina de Jesús (5.18), su relación única con Dios el Padre (5.20; 6.47), y su conocimiento especial del Padre (10.15).
Testimonio (1.32): También se traduce «testigo»; este término aparece
casi cincuenta veces en el Evangelio de Juan. El apóstol lo usa de dos maneras:
(1) para indicar lo que era un testimonio legalmente aceptable que demostraba
la verdad de algo (8.17), y (2) para mostrar que se había comprometido con esa verdad. Jesús es
la verdad de la cual se da testimonio, y en el cuarto Evangelio los testigos
son Juan el Bautista (1.6, 7, 34); una variedad de seres humanos, incluyendo los
discípulos (15.27) y las multitudes que veían las obras increíbles que hacía Jesús (12.17); Sus propias obras (5.36; 10.25); las Escrituras (5.39); el Padre (5.31, 32, 37); el Espíritu Santo (15.26); y, por supuesto, Jesús mismo (8.14, 18). Lo importante es notar que hay testigos más que
suficientes para establecer la verdad acerca de la identidad y la misión de
Jesús.
¿Está seguro acerca de quién es Jesús y de lo que hizo
por usted? Sí o no, ¿por qué?
Si alguien le preguntara: «¿Cómo sabe que Jesús es el Mesías, el Hijo
de Dios?», ¿qué pruebas esgrimiría como testimonio?
Juan admite que aunque procuró preparar el camino para
el Señor, no sabía cómo lo iba a reconocer. ¿De qué manera se resolvió el
problema? (vv. 31, 33)
Juan el Bautista necesitó ayuda para reconocer a
Jesús. ¿De qué manera reconoce usted Su presencia en su vida?
¿Qué puede hacer para ayudar a que otros lo
identifiquen?
¿Cuáles fueron las diferencias entre el bautismo de
Juan y el de Jesús? (v. 33) Busque los pasajes que se enumeran abajo, y luego escriba en la
columna correspondiente lo que se dice acerca del bautismo de Jesús y el de
Juan.
Escrituras
Bautismo de Jesús
Bautismo de Juan
Ezequiel 36.25–27
Joel 2.28–30
Mateo 3.11, 12
Marcos 1.4, 5
Lucas 24.49
Juan 7.38, 39
Hechos 2.5–41
Hechos 19.1–6
1 Corintios 12.13
¿Está bautizado en agua como lo mandó Jesús? (Mt 28.18–20) Diga lo que ocurrió.
¿Está bautizado en el Espíritu Santo como lo prometió
Jesús? (Hch 1.5, 8). Diga lo que ocurrió.
Jesús nos conoce
Cuando Jesús arribó a la escena, Juan el Bautista se
dio cuenta de que su ministerio debía menguar y el de Jesús crecer (cf. Jn 3.27–30). Poco después que Juan bautizó a Jesús, comenzó a
decirles a sus discípulos que debían seguir al «Cordero de Dios» (1.36).
¿Quiénes fueron los primeros discípulos que lo
hicieron? (1.37, 40).
¿Quién cree que es el discípulo cuyo nombre no se
menciona? ¿Podría ser Juan el apóstol? ¿Qué tratamos en el primer capítulo que
nos llevaría a identificar a esta persona como el autor del cuarto Evangelio?
¿Qué pregunta les hizo Jesús? (v. 38)
¿Por qué cree que Jesús centró la atención en el que
más que en el quién? ¿Qué revela la elección de esa palabra acerca de lo que en
realidad les preguntaba?
¿Cuál fue la respuesta de Jesús a la pregunta de los
discípulos? (v. 38)
La respuesta de Jesús a los que lo buscan es tan
relevante hoy como lo era entonces. ¿De qué manera podría aplicar esa respuesta
a una situación evangelística actual? Exprese con sus propias palabras la
esencia de lo que dijo Jesús, como si hablara con incrédulos interesados.
Andrés encontró a su hermano Simón y lo trajo a Jesús.
¿Qué le dijo Andrés a Simón para lograr que lo acompañara, y por qué debió
considerarlo importante Simón? (v. 41)
Mesías (1.41): «En hebreo, “Mesías” significa “el Ungido”, que en griego se traduce Cristo[…] La idea de “el Ungido” viene de la práctica del Antiguo Testamento de ungir
a los sacerdotes y reyes con aceite. Esto simbolizaba al Espíritu y apuntaba
hacia el futuro, hacia Aquel que habría de venir (cf. Is 61.1). El título “Mesías” comenzó a usarse respecto al futuro Rey davídico
(cf. Mt 1.1; Jn 6.15)».4 Mediante «el Ungido», se destaca tanto el papel real
de Jesús como «el que bautiza con el Espíritu Santo» (Jn 1.33), por medio del cual transfiere Su «Reino ungido» a
quienes llena con su Espíritu, es decir, la promesa del poder para el
ministerio (Hch 1.8) y de la verdad para permanecer (1 Jn 2.18–26).
Cuando Simón se encontró con Jesús, este le cambió el
nombre (Jn 1.42). ¿Qué importancia tuvo ese cambio? Para información
adicional véanse Mateo 16.18; Lucas 22.31, 32; Juan 21.15–19; Hechos 2–5; 10–12.
¿Quién fue el primer discípulo al que Jesús llamó
personalmente, y qué le dijo que hiciera? (Jn 1.43)
¿Qué relación tenía esta persona con Andrés y Pedro?
(v. 44)
¿Cree que Andrés y Pedro le contaron a Jesús algo
sobre él? Sí o no, ¿por qué?
El llamado que Jesús hizo a Felipe es el mismo que
hace a todos los que por fe deciden confiar en Él. ¿Ha respondido usted a ese
llamado? ¿Cumple su llamado diariamente? ¿Qué puede hacer esta semana para
seguir al Señor más de cerca y con más firmeza?
¿Qué ocurrió después de la decisión de Felipe de
seguir a Jesús? (vv. 45, 46)
¿Cuándo fue la última vez que buscó a alguien para
hablarle de Jesús? ¿A quién puede visitar en las próximas dos semanas? Enumere
esas personas aquí, y luego deje un espacio al lado de cada nombre para anotar
lo que sucedió.
La respuesta inicial de Natanael a Felipe no demostró
una opinión muy elevada del pueblo donde vivía Jesús (v. 26). ¿Por qué cree que tenía esa opinión? (cf. 7.41, 42, 52)
¿Qué fue lo inusual que Jesús hizo para que Natanael
concluyera que Jesús era «el Hijo de Dios» y «el Rey de Israel»? (v. 49; cf. vv. 47, 48, 50)
Las palabras finales a Natanael nos recuerdan el sueño
de Jacob en Génesis 28.10–15. ¿Por qué Jesús mencionaba ese hecho? ¿Qué trataba de sugerir a
Natanael?
De cierto, de cierto os digo (1.51): Giro lingüístico de afirmación solemne que se usaba
para expresar la certidumbre de que lo que se decía era confiable y se iba a
cumplir indefectiblemente.
Las acciones de seguridad
Jesús no podría haberse ganado el apoyo de tanta gente
en tan poco tiempo a menos que hubiera estado plenamente convencido de su
identidad como el Hijo del Padre, y de su misión como el Salvador elegido por
Dios. Sabía a la perfección todo acerca de sí mismo; sus acciones y las
respuestas que recibía lo ponen de manifiesto. Vimos lo mismo en el caso de
Juan el Bautista. No es necesario ser el Hijo de Dios para tener esa clase de
seguridad, pero cuando uno sabe que tiene la debida relación con El, que lo
sigue como Él quiere, ese tipo de seguridad llegará.
Por lo tanto, siga buscándolo, como lo hicieron Juan y
los otros discípulos. Lo demás vendrá sin que lo busque.
No hay comentarios:
Publicar un comentario