a teología es simplemente la enseñanza correcta de la
Biblia. ¿Es correcta la doctrina de la sanidad divina mediante el poder del
Espíritu Santo? Por supuesto que muchos no creen en la Biblia. Y no todos los
que creen en la Biblia, en general, creen, en particular, en la sanidad divina
o milagrosa. No todos los que creen en los milagros de los tiempos de Jesús,
creen que los milagros, especialmente los de sanidad, pueden o deben ocurrir en
nuestros días.
La posición de esta guía de estudio es que la obra redentora
de Cristo en la cruz, que culminó en su resurrección y ascensión, fue efectiva
para la plenitud de la persona y para toda la era eclesial. En este capítulo
nos esforzamos en dar una respuesta a las objeciones a la sanidad divina.
1. Posiblemente la objeción más común a la sanidad
divina es que no es científica. [Al hablar de «sanidad divina» nos referimos al
«poder de Dios para sanar o liberar al enfermo y al afligido por medio de la
oración bíblica en el nombre de Jesucristo de Nazaret».] Los que se mantienen en esta postura objetan
cualquier clase de milagro. «El tiempo de los milagros ha pasado», es un
comentario común. Definen «milagro» como algo contrario a las leyes naturales.
El problema con esta definición es que cuanto más llegamos a saber, más nos
damos cuenta de que el mundo natural escapa de nuestro entendimiento. Sólo la
«matemática» se aproxima a ser una ciencia exacta; las llamadas leyes son sólo
«probabilidades». Si aceptamos la existencia de un Ser supremo que creó el
universo, debemos llegar a la conclusión de que Él puede intervenir en la
creación.
Naturalismo
Existen algunos llamados naturalistas que, si creen en
algún Dios, creen que creó el universo, pero que lo ha dejado que trabaje por
su cuenta en base a leyes fijas. Simplemente no existe un Dios «personal»
atento a nuestras necesidades personales. Pero si existe un Ser supremo
inteligente que creó la humanidad, es imposible creer que Él la haría sin
revelarle a sus criaturas el propósito de su existencia. Aunque algunos creen
que El se reveló exclusivamente a través de la naturaleza, esta no nos dice de
dónde vinimos, a dónde vamos y por qué estamos aquí ni cómo podemos acercarnos
al Creador. La humanidad anhela descubrir las respuestas a estas preguntas
importantes. Si Dios existe, es mucho más fácil no creer que nos hizo para
conocerlo y para tener comunión con El.
Ateísmo
Por supuesto, una teoría popular en la actualidad es
la que niega la existencia del Dios de la Biblia y teoriza que el universo
siempre ha existido y que el hombre evolucionó de una chispa de vida que
ocurrió por casualidad. En primer lugar, existen tres posibilidades para la
existencia del universo:
1. Siempre existió. Aunque esto es imposible pues la
segunda ley de la termodinámica revela que todo el universo está perdiendo
energía, y como esto es así, tiene que haber un momento en que comenzó a
existir.
2. El universo ocurrió de la nada, por sí solo. Pero
una regla de lógica antigua y aceptada es que «de la nada, no viene nada».
3. El universo fue creado por un Dios omnipotente y
omnisciente, una creencia que dondequiera han aceptado los hombres y que aun la
mayor parte de la humanidad lo cree.
El hecho de que la vida humana haya venido de un virus
simple, o una ameba, que surgió de materia inerte por generación espontánea, es
impensable. En su obra, Origins of Life [Orígenes de la vida] (Lion Publishing,
1985), el científico Jim Brooks analiza la posibilidad de que la vida humana
haya aparecido por casualidad señalando que ni una proteína simple podría generarse
por casualidad.
Si es verdad
• Que el universo no siempre ha existido, y
• Que no puede haber surgido de la nada, tiene que
haber sido creado por un Creador todopoderoso y que todo lo sabe.
Si un Dios inteligente lo creó todo, incluso la raza
humana, para la cual ha provisto un plan de redención, tenemos la certeza de
que aquel que intervino por medios sobrenaturales para rescatamos, puede
intervenir de cualquier manera y en cualquier momento que esté dentro de su
interés y propósito. Aquel que intervino en forma sobrenatural en los asuntos
de los hombres durante miles de años, puede continuar obrando en nosotros de
acuerdo a su programa de redención. Aquel que sanó a multitudes de enfermos,
como está escrito en las páginas del Nuevo Testamento, no hubiera retirado sus
misericordias sin aviso previo; ¡y nunca ha dado semejante aviso! ¡Es
enteramente científico y creíble que El sana y que sana hoy!
2. La segunda objeción al ministerio de sanidad
bíblico contemporáneo es que Dios hizo milagros en los primeros tiempos para
confirmar la veracidad y validez del cristianismo, y ahora que el cristianismo
está establecido, ya no se necesita la sanidad divina como medio de
confirmación de las verdades del evangelio. Este argumento cae con su propia
proposición, pues la mayoría de los que adoptan esta postura, creen en la
conversión sobrenatural. Y si el propósito de Dios fuera que los milagros
dejaran de existir, no habría necesidad de tener una conversión y regeneración
sobrenaturales. La transformación de una vida es un milagro mucho mayor que el
de una sanidad. Por lo tanto, ¿por qué deberíamos disminuir o deshacer el lugar
del menor, categorizándolo como indigno o inaccesible?
Además, puede demostrarse que muchos de los milagros
se atribuían a la compasión de Jesús y no para confirmar su autoridad; por
cierto, muchas veces Jesús mandó a los que recibían sanidad que guardaran
silencio acerca del milagro. Los siguientes pasajes contienen declaraciones de
la compasión de Jesús y de sus motivaciones para sanar enfermos: Mateo 9.35, 36; 14.14; 20.33, 34; Marcos 5.19, 20; 9.22; y Lucas 7.13, 14. Existen, también, al menos cinco pasajes donde Jesús
respondió, con sanidad, a los que clamaron con las palabras: «Ten misericordia»
(Mt 9.27; 15.22–28; 17.15; 20.30; Lc 18.38–39).
3. La tercera objeción a la sanidad en la actualidad
es que Jesús sanó a los enfermos de su época porque la medicina física no había
progresado al estado de desarrollo de la confiabilidad, y como hoy la ciencia
médica se ha perfeccionado, la sanidad sobrenatural ya no es necesaria.
Primero, esta objeción es errada. La sanidad divina no
sólo es una bendición física, sino una bendición espiritual más amplia. Nuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo, redimidos por la obra expiatoria de
Cristo; y como hemos sido comprados por precio, debemos glorificar al Señor con
nuestros cuerpos y con nuestros espíritus. Pablo nos exhortó a «que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo». La salud del alma y del espíritu afecta
el cuerpo; y la salud divina del cuerpo fortalece la mente y el espíritu.
En cuanto al desarrollo de la ciencia médica debemos
señalar que Hipócrates, el padre de la medicina científica, vivió cuatrocientos
años antes de Cristo. Lucas, quien escribió el Evangelio del mismo nombre y el
libro de Hechos, era un médico cuya competencia se pone en evidencia con el uso
que hace de términos médicos y su entendimiento de las enfermedades, sin
embargo no existe ninguna indicación de que ayudara a Pablo en la sanidad de
los enfermos, excepto en la unidad en la oración. Si la sanidad divina
estuviera destinada a desaparecer con la muerte de los apóstoles, debería
haberse logrado un gran adelanto en la ciencia médica al final del primer
siglo, pero no fue así; la ciencia médica no progresó significativamente hasta
la era del Renacimiento y, en realidad, no hubo mucho adelanto hasta el
reciente descubrimiento de los antibióticos. Es más, el cuidado de la salud y
los costos de seguro actuales se han vuelto tan caros que muchos no tienen
dinero suficiente para pagarlos, por los que aumenta la necesidad de sanidad
divina.
Debemos declarar que Dios ha dado al hombre muchas
sustancias con valor curativo. Ha dotado a muchas personas calificadas de
métodos de sanidad que son una bendición indescriptible para la humanidad.
Muchas organizaciones cristianas han construido y mantienen hospitales para el
cuidado de los enfermos y afligidos. Todo esto puede considerarse como una
bendición de Dios. El trabajo de doctores y cirujanos puede convertirse en más
capaces bajo la mano invisible del Gran Médico. Los cristianos deberían acceder
a la ciencia curativa sin ningún sentimiento de culpa; pero la bendición de la
sanidad divina mediante el poder del Espíritu Santo, como respuesta a la
oración de fe, es ciertamente un sacramento de la iglesia y una provisión especial
para los creyentes. Es una esperanza preciosa para los hijos del Señor. El
estado relativo de las artes médicas no tiene nada que ver con la validez, la
necesidad, ni el lugar, de la sanidad divina en la Iglesia.
4. La cuarta objeción actual a la sanidad divina es
que esta cesó con la era apostólica. Esta pretensión es errónea. Los registros
históricos declaran una cierta cantidad de testimonios confiables respecto de
la sanidad divina en respuesta a la oración. A continuación, se encuentran los
nombres de hombres que reportaron sanidades en sus días:
1. Justino Mártir en 165 d.C., sesenta y cinco años
después del cierre de la era apostólica.
2. Ireneo en 192 d.C. menciona los dones de sanidad y
la imposición de manos sobre los enfermos.
3. Tertuliano en 216 d.C. menciona sanidades de
personas de todas las edades y etapas de la vida. Estas sanidades incluyeron la
expulsión de demonios.
4. Orígenes en 250 d.C. menciona sanidades de muchos
tipos de enfermedades. Varios tenían dones de sanidades.
5. Clemente de Alejandría en 275 d.C. menciona los
dones de sanidades y oración con ayuno para la sanidad.
6. Teodoro de Mopsueste en 429 d.C. (más de
trescientos años después de finalizar el primer siglo) declara una abundancia
de sanidades, incluyendo entre los inconversos.
7. Gregorio el Grande, 500 d.C., misionero a Britones,
oró por los enfermos, ungiéndolos con aceite.
John Wesley atribuye la disminución de los milagros de
sanidad desde Gregorio hasta la Reforma Protestante a un descenso espiritual.
Con la Reforma vino un nuevo avivamiento espiritual.
8. Los Valdenses, un grupo espiritual devoto del siglo
doce, en su confesión de fe expresan una fe firme en la sanidad divina como
respuesta a la oración.
9. El conde Zinzendorf, 1725 d.C., del movimiento de
Moravia (Hermanos Unidos), describe muchos milagros de sanidad en respuesta a
la oración.
10. John Wesley, 1750 d.C., graduado de la universidad
de Oxford y fundador de la Iglesia Metodista, registró en su diario varios
casos de sanidades.
Tanto la Biblia como la historia están de acuerdo en
que la sanidad divina es una parte integral del ministerio de la Iglesia.
5. La quinta objeción al ministerio de sanidad divina
en la iglesia moderna es que si aceptamos la sanidad, ¿no deberíamos también
levantar a los muertos, hablar en otras lenguas, tomar serpientes e ingerir
veneno sin causarnos daño?
La sanidad divina es parte de la obra expiatoria de
Cristo que acompaña al perdón de las transgresiones como profetizó Isaías y
confirmó Mateo (Mt 8). La Gran Comisión de Marcos 16 no menciona la resurrección de los muertos, ni
tampoco lo declaran los pactos de sanidad. Ha habido casos de levantamiento de
los muertos en la historia de la Iglesia, pero estos son aspectos milagrosos y
no bendiciones duraderas que se nos han prometido. Dios en su gran misericordia
hace muchas cosas como Señor soberano, pero nosotros no tenemos un «derecho
pactado» para dar por sentado la resurrección de los muertos del mismo modo que
se nos ha dado el pacto de sanidad.
Con respecto al hablar en lenguas, es tanto un don
como una oración de bendición para los creyentes. Algunos responden con el
versículo de 1 Corintios 13: «Cesarán las lenguas» (1 Co 13.8). Pero omiten la cláusula que dice cuando las
lenguas, las profecías y la ciencia se acaben, la cual es: «Mas cuando venga lo
perfecto, entonces lo que es en parte se acabará» (1 Co 13.10). Lo perfecto no vendrá hasta que Jesús regrese en
gloria.
La Gran Comisión de Marcos no predice que aquellos que
creen podrán tomar serpientes e ingerir veneno sin sufrir daño; sin embargo,
estas promesas tienen que ver con circunstancias inevitables de peligro. Nunca
se pretendió que los creyentes tomaran serpientes o veneno deliberadamente para
demostrar el poder de Dios; por cierto, hacer eso sería tentar a Dios. Muchos
misioneros testifican que han sido protegidos de estos peligros, tal como lo
vimos en el caso de Pablo en la isla de Malta (Hch 28).
6. La sexta objeción a la doctrina de sanidad divina
es que si toda los enfermos se sanaran, nunca nadie moriría. Esto, por
supuesto, no lo enseña ni la Biblia ni ningún maestro ortodoxo de la doctrina
de sanidad divina. La Biblia nos dice claramente que «está establecido para los
hombres que mueran una sola vez» (Heb 9.27). Todos los apóstoles murieron, algunos muy jóvenes.
Dios ha prometido protección, provisión, sanidad y muchas otras cosas; pero,
por supuesto, cada promesa está supeditada a los propósitos más elevados de un
Dios soberano.
Pablo nos da un buen ejemplo de la obra de la
providencia en el primer capítulo de Filipenses (1.20–26).
Pablo se había enterado, estando en prisión, que
podrían matarlo en cualquier momento. Pero su deseo sincero era que a través de
la vida o la muerte, Cristo pudiera ser magnificado en su vida. Para él la
muerte hubiera sido ganancia, pero el seguir vivo significa continuar
sirviendo a su amado Maestro. Por último, llegó a la conclusión de que
continuaría en el cuerpo más tiempo para poder ministrar a las iglesias.
La voluntad de Pablo estaba subordinada a la voluntad
de Dios. Estaba totalmente sometido al plan de Dios para su ministerio y vida
terrenal. Las promesas de Dios son sí y amén, pero las promesas están sujetas a
su providencia general.
Nosotros sabemos que la voluntad general de Dios es
que todos sus hijos tengan salud espiritual y física. No siempre podemos
discernir en qué lugar caben las circunstancias de nuestra vida dentro de su
plan soberano, pero en la experiencia práctica nos basamos en las promesas de
su Palabra. No siempre sabemos con exactitud cómo orar, pero en ese caso su
Espíritu intercede por nosotros en su lenguaje de oración (Ro 8.26–27).
7. La séptima objeción a la doctrina de sanidad es que
hay ejemplos de fracaso en el Nuevo Testamento: obreros cristianos que
estuvieron enfermos. La Biblia, por supuesto, no dice que un creyente nunca se
enfermará, pero dice que la oración de fe salvará al enfermo. La sanidad está
condicionada a la obediencia, la fe y al momento providencial.
Los que promueven esta objeción generalmente señalan
el aguijón en la carne de Pablo (2 Co 12.7); Trófimo se enferma (2 Ti 4.20); Timoteo toma vino debido al estómago (1 Ti 5.23); y se enferma Epafrodito, el pastor de la iglesia en
Filipos (Flp 2.25–27).
No sabemos de qué se trataba el aguijón de Pablo. Si
Dios hubiera querido que lo supiéramos, nos lo hubiera dicho. Si lo supiéramos,
cualquiera diría que tiene el mismo aguijón de Pablo. Había una clara y
providencial razón, para que el aguijón mantuviera a Pablo en humildad debido a
que poseía una revelación abundante. (¡A menos que uno haya visitado varias
veces el tercer cielo, uno no debería preocuparse porque le vaya a tocar un
aguijón estabilizador!)
Cuando consideramos que Pablo siempre estaba
ministrando, al mismo tiempo que se ganaba el sustento fabricando carpas, que
en sus muchos viajes fue apedreado, naufragó varias veces y sufrió prisiones,
podemos deducir que su salud era bastante robusta. En 2 Corintios 11, da un listado completo de sus trabajos,
tribulaciones y persecuciones, pero no hace referencia a ninguna enfermedad.
La referencia a la enfermedad de Trófimo es tan breve
que no sabemos nada de las circunstancias. Muchas sanidades no son inmediatas.
No sabemos nada de la fe ni de la condición espiritual de Trófimo. Además, no
fundamentamos una doctrina sobre las personas o sus circunstancias, sino que
basamos nuestras convicciones en la Palabra de Dios y sus promesas.
El consejo de Pablo a Timoteo de tomar vino para su
estómago no fue ni una sugerencia médica ni una propaganda de la bebida
alcohólica; era una precaución a que no bebiera del agua contaminada donde
estaba Timoteo.
El caso de Epafrodito es positivo para la sanidad
divina, pues se nos dice que Dios lo sanó (Flp 2.25–28). Epafrodito se enfermó debido al viaje agotador
desde Filipos a Roma para llevar una ofrenda y noticias al apóstol encarcelado.
Pablo mencionó la tristeza sobre tristeza para expresar que si su joven amigo
Epafrodito moría, hubiera sido la pérdida dolorosa de un querido compañero,
pero como la enfermedad del joven pastor fue el resultado de sus riesgos por
llevar buenas cosas a Pablo, su muerte hubiera significado tristeza sobre
tristeza para el apóstol. Dios salvó a Pablo y a Epafrodito al sanarlo. Sabemos
que Epafrodito sanó por completo, porque estaba listo para regresar a Filipos.
8. La octava objeción a la sanidad divina se debe a
que pone mayor énfasis en el cuerpo físico que en el alma y la experiencia
espiritual. Es muy posible que existan personas que desean la sanidad divina
sólo para librarse de síntomas desagradables y para disfrutar la salud por
razones egoístas. Sin embargo, Jesús sana para mostrar su amor y misericordia,
y para convertirnos en mejores siervos del Señor y de otros.
La sanidad divina, como es parte de nuestra redención,
se nos da para completar nuestra relación con el Señor. Él nos redimió el alma
y el cuerpo; también le pertenecemos en alma y cuerpo. Pablo escribió en 1 Corintios 6.19–20: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios». La sanidad
divina es glorificar a Dios en el cuerpo.
El propósito de la sanidad divina es espiritual; es
para acercarnos al Señor. Por ejemplo, cuando el mendigo ciego, Bartimeo, fue
curado de su ceguera, si la sanidad divina tuviera como único propósito curar
un mal, él se hubiera ido a su casa a ver a las personas que nunca había visto,
en lugar de eso siguió a Jesús en su viaje dándole alabanza y gloria (Lc 18.35–43). La sanidad no le dio la libertad de hacer lo que
mejor le parecía; sino que lo liberó para convertirlo en un seguidor cercano
del Señor.
En el caso de la mujer que tocó el borde del manto de
Jesús, ella había planeado tocarlo en secreto e irse sin ser vista. Sin
embargo, Jesús demandó en seguida quién lo había tocado, forzándola a confesar
su acción. Jesús quería que la mujer conociera el propósito espiritual detrás
de la bendición de su sanidad. Jesús no quería que la mujer creyera que había
conseguido algo, quería que ella supiera que había recibido una parte de Él;
ella vino buscando a algo y se llevó a alguien. La sanidad siempre entabla una
relación; si no es así, es posible que la sanidad no perdure.
La sanidad es una obra del Espíritu Santo, no un toque
mágico ni una píldora celestial. La sanidad a veces requiere confesión de
pecado o restitución en el caso de una ofensa. La sanidad divina no sólo
demanda enderezar las relaciones con otros, también confirma la relación con
nuestro Señor. Se ha visto que la mayoría de los que tienen dones de oración
por los enfermos son aquellos que tienen un testimonio de sanidad. Además, las
sanidades son más abundantes en una atmósfera donde impera la presencia del
Espíritu Santo.
9. La novena objeción sostiene que a veces la doctrina
de sanidad sólo progresa en los cultos falsos. En realidad el Señor quiso que
el evangelio completo fuera un mensaje de sanidad para el alma y el espíritu.
Durante el oscurantismo la Iglesia cayó por un declive espiritual durante el
cual los resultados espirituales fueron magros. Con la Reforma Protestante,
hubo una recuperación del evangelio de la justificación por fe. Sin embargo,
mientras que muchos fueron ganados para Cristo, hubo un mínimo de enseñanza
sobre la obra del Espíritu Santo.
Algunos de los reformadores, como Zinzendorf y Wesley,
restauraron la enseñanza de la sanidad, pero no se convirtió en un ministerio
de la Iglesia. En este vacío, enseñanzas no ortodoxas surgieron para atraer a
los enfermos. Se ha dicho que Satanás toma verdades que el cuerpo principal de
la Iglesia descuida y distorsiona para su propio bien. Si la Iglesia hubiera
obedecido el mandamiento de Jesús de «sanar a los enfermos», la mayoría de las
sectas que sanan no tendrían asidero. Gran parte de sanidades en las sectas no
son en nada divinas; es una filosofía panteísta de «mente sobre materia»; mucho
de esto se plantea en algunas de las enseñanzas de los cultos actuales de la
Nueva Era. Pero la doctrina ortodoxa de la sanidad divina incluye las
enseñanzas fundamentales de la iglesia histórica, tales como la obra de
expiación completa en la cruz de Cristo, incluyendo su nacimiento virginal, su
deidad, resurrección, vida dentro del creyente, la obra completa del Espíritu
Santo y su regreso. Unido a estas verdades eternas, el ministerio de la sanidad
está firmemente fundamentado y separado de cualquier aberración cultista.
10. La décima objeción surge de aquellos que rechazan
la doctrina de sanidad en la expiación, como profetizó Isaías. Se explica el
pasaje de Mateo 8.16–17 diciendo que la palabra «cumpliese» significa que los casos de sanidad
mencionados en ese pasaje cumplieron completamente la profecía de Isaías:
«Ciertamente llevó El nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores».
Esta es una teoría absurda por varios motivos:
(a) Unas pocas sanidades en un día de la vida de Jesús
no podría dar cumplimiento a una profecía básica tal como la de la obra en la
cruz de Cristo de Isaías 53, donde las declaraciones de sanidad se encuentran junto a las
declaraciones de la expiación de pecados.
(b) Si esas pocas sanidades dieron cumplimiento a la
profecía de Isaías, no hubieran ocurrido, a continuación, miles de sanidades.
(c) Si la sanidad en la expiación se detuvo en un
grupo de sanidades, ¿por qué Pedro dijo más tarde: «Quien llevó El mismo
nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando
muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados»? (1 P 2.24)
(d) Si unas pocas sanidades dieron cumplimiento a toda
la profecía de Isaías acerca de la sanidad a través de la obra de la cruz,
¿cómo sabemos si acaso el perdón del pecado se cumplió con una conversión,
digamos, de la mujer samaritana?
(e) Una mirada de cerca a la profecía mostrará que no
se hizo para unos pocos enfermos de Galilea, pues se refiere a «nuestras
enfermedades y sufrió nuestros dolores». La palabra nuestros convierte esta
promesa en una bendición eterna para todos los que el Espíritu ha dado la
Palabra eterna.
(f) Finalmente, si leemos Mateo 12.17–21, donde aparece la palabra cumpliese, veremos que
puede hacer referencia a cumplimientos para toda la era eclesial. ¿Ha terminado
Jesús de declarar la justicia a los gentiles? ¿Ha cesado Dios de enviar su
justicia a la victoria? ¿Ha dejado su nombre de ser uno en quien las naciones
ponen su confianza? Por supuesto que no. Un estudio completo de la palabra
cumplimiento mostrará que quiere decir que lo ocurrido es un principio de lo
que se profetizó.
11. Finalmente, observemos la undécima objeción a la
sanidad: la doctrina de la sanidad en la expiación coloca en una posición mala
a los creyentes que no se han sanado. Esto no necesariamente es cierto y nunca
intencional en la enseñanza. Existen muchas razones por las cuales los
creyentes no se sanan. Una persona quizás no se sane porque no todas las
sanidades son instantáneas; por cierto, muchas son graduales. Igual que con la
salvación del pecado, la fe es la condición principal. Muchos cristianos muy
buenos, especialmente los que han estado bajo un estilo de enseñanza que ha
arrojado duda sobre la posibilidad de una sanidad moderna, les faltará la fe
positiva para asimilar la sanidad. También, los que han recibido la enseñanza
de que la enfermedad es la voluntad de Dios para que muchos sean probados, no
tendrán fe o no tendrán deseos de orar por la liberación, pues deben tener
cuidado en no orar en contra de la voluntad de Dios.
Aunque existe mucha realidad espiritual detrás de los
logros del cristiano común, nuestro objetivo no debería ser alcanzar el
promedio, sino proseguir «a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús» (Flp 3.12–15). ¡Crea en lo supremo de Dios!
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