domingo, 28 de octubre de 2018

Lección 13.13—La sanidad divina: Respuestas para los que dudan



a teología es simplemente la enseñanza correcta de la Biblia. ¿Es correcta la doctrina de la sanidad divina mediante el poder del Espíritu Santo? Por supuesto que muchos no creen en la Biblia. Y no todos los que creen en la Biblia, en general, creen, en particular, en la sanidad divina o milagrosa. No todos los que creen en los milagros de los tiempos de Jesús, creen que los milagros, especialmente los de sanidad, pueden o deben ocurrir en nuestros días.

La posición de esta guía de estudio es que la obra redentora de Cristo en la cruz, que culminó en su resurrección y ascensión, fue efectiva para la plenitud de la persona y para toda la era eclesial. En este capítulo nos esforzamos en dar una respuesta a las objeciones a la sanidad divina.

1. Posiblemente la objeción más común a la sanidad divina es que no es científica. [Al hablar de «sanidad divina» nos referimos al «poder de Dios para sanar o liberar al enfermo y al afligido por medio de la oración bíblica en el nombre de Jesucristo de Nazaret».]  Los que se mantienen en esta postura objetan cualquier clase de milagro. «El tiempo de los milagros ha pasado», es un comentario común. Definen «milagro» como algo contrario a las leyes naturales. El problema con esta definición es que cuanto más llegamos a saber, más nos damos cuenta de que el mundo natural escapa de nuestro entendimiento. Sólo la «matemática» se aproxima a ser una ciencia exacta; las llamadas leyes son sólo «probabilidades». Si aceptamos la existencia de un Ser supremo que creó el universo, debemos llegar a la conclusión de que Él puede intervenir en la creación.

Naturalismo

Existen algunos llamados naturalistas que, si creen en algún Dios, creen que creó el universo, pero que lo ha dejado que trabaje por su cuenta en base a leyes fijas. Simplemente no existe un Dios «personal» atento a nuestras necesidades personales. Pero si existe un Ser supremo inteligente que creó la humanidad, es imposible creer que Él la haría sin revelarle a sus criaturas el propósito de su existencia. Aunque algunos creen que El se reveló exclusivamente a través de la naturaleza, esta no nos dice de dónde vinimos, a dónde vamos y por qué estamos aquí ni cómo podemos acercarnos al Creador. La humanidad anhela descubrir las respuestas a estas preguntas importantes. Si Dios existe, es mucho más fácil no creer que nos hizo para conocerlo y para tener comunión con El.
Ateísmo

Por supuesto, una teoría popular en la actualidad es la que niega la existencia del Dios de la Biblia y teoriza que el universo siempre ha existido y que el hombre evolucionó de una chispa de vida que ocurrió por casualidad. En primer lugar, existen tres posibilidades para la existencia del universo:

1. Siempre existió. Aunque esto es imposible pues la segunda ley de la termodinámica revela que todo el universo está perdiendo energía, y como esto es así, tiene que haber un momento en que comenzó a existir.

2. El universo ocurrió de la nada, por sí solo. Pero una regla de lógica antigua y aceptada es que «de la nada, no viene nada».

3. El universo fue creado por un Dios omnipotente y omnisciente, una creencia que dondequiera han aceptado los hombres y que aun la mayor parte de la humanidad lo cree.

El hecho de que la vida humana haya venido de un virus simple, o una ameba, que surgió de materia inerte por generación espontánea, es impensable. En su obra, Origins of Life [Orígenes de la vida] (Lion Publishing, 1985), el científico Jim Brooks analiza la posibilidad de que la vida humana haya aparecido por casualidad señalando que ni una proteína simple podría generarse por casualidad.

Si es verdad

• Que el universo no siempre ha existido, y
• Que no puede haber surgido de la nada, tiene que haber sido creado por un Creador todopoderoso y que todo lo sabe.

Si un Dios inteligente lo creó todo, incluso la raza humana, para la cual ha provisto un plan de redención, tenemos la certeza de que aquel que intervino por medios sobrenaturales para rescatamos, puede intervenir de cualquier manera y en cualquier momento que esté dentro de su interés y propósito. Aquel que intervino en forma sobrenatural en los asuntos de los hombres durante miles de años, puede continuar obrando en nosotros de acuerdo a su programa de redención. Aquel que sanó a multitudes de enfermos, como está escrito en las páginas del Nuevo Testamento, no hubiera retirado sus misericordias sin aviso previo; ¡y nunca ha dado semejante aviso! ¡Es enteramente científico y creíble que El sana y que sana hoy!

2. La segunda objeción al ministerio de sanidad bíblico contemporáneo es que Dios hizo milagros en los primeros tiempos para confirmar la veracidad y validez del cristianismo, y ahora que el cristianismo está establecido, ya no se necesita la sanidad divina como medio de confirmación de las verdades del evangelio. Este argumento cae con su propia proposición, pues la mayoría de los que adoptan esta postura, creen en la conversión sobrenatural. Y si el propósito de Dios fuera que los milagros dejaran de existir, no habría necesidad de tener una conversión y regeneración sobrenaturales. La transformación de una vida es un milagro mucho mayor que el de una sanidad. Por lo tanto, ¿por qué deberíamos disminuir o deshacer el lugar del menor, categorizándolo como indigno o inaccesible?

Además, puede demostrarse que muchos de los milagros se atribuían a la compasión de Jesús y no para confirmar su autoridad; por cierto, muchas veces Jesús mandó a los que recibían sanidad que guardaran silencio acerca del milagro. Los siguientes pasajes contienen declaraciones de la compasión de Jesús y de sus motivaciones para sanar enfermos: Mateo 9.35, 36; 14.14; 20.33, 34; Marcos 5.19, 20; 9.22; y Lucas 7.13, 14. Existen, también, al menos cinco pasajes donde Jesús respondió, con sanidad, a los que clamaron con las palabras: «Ten misericordia» (Mt 9.27; 15.22–28; 17.15; 20.30; Lc 18.38–39).

3. La tercera objeción a la sanidad en la actualidad es que Jesús sanó a los enfermos de su época porque la medicina física no había progresado al estado de desarrollo de la confiabilidad, y como hoy la ciencia médica se ha perfeccionado, la sanidad sobrenatural ya no es necesaria.

Primero, esta objeción es errada. La sanidad divina no sólo es una bendición física, sino una bendición espiritual más amplia. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, redimidos por la obra expiatoria de Cristo; y como hemos sido comprados por precio, debemos glorificar al Señor con nuestros cuerpos y con nuestros espíritus. Pablo nos exhortó a «que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo». La salud del alma y del espíritu afecta el cuerpo; y la salud divina del cuerpo fortalece la mente y el espíritu.

En cuanto al desarrollo de la ciencia médica debemos señalar que Hipócrates, el padre de la medicina científica, vivió cuatrocientos años antes de Cristo. Lucas, quien escribió el Evangelio del mismo nombre y el libro de Hechos, era un médico cuya competencia se pone en evidencia con el uso que hace de términos médicos y su entendimiento de las enfermedades, sin embargo no existe ninguna indicación de que ayudara a Pablo en la sanidad de los enfermos, excepto en la unidad en la oración. Si la sanidad divina estuviera destinada a desaparecer con la muerte de los apóstoles, debería haberse logrado un gran adelanto en la ciencia médica al final del primer siglo, pero no fue así; la ciencia médica no progresó significativamente hasta la era del Renacimiento y, en realidad, no hubo mucho adelanto hasta el reciente descubrimiento de los antibióticos. Es más, el cuidado de la salud y los costos de seguro actuales se han vuelto tan caros que muchos no tienen dinero suficiente para pagarlos, por los que aumenta la necesidad de sanidad divina.

Debemos declarar que Dios ha dado al hombre muchas sustancias con valor curativo. Ha dotado a muchas personas calificadas de métodos de sanidad que son una bendición indescriptible para la humanidad. Muchas organizaciones cristianas han construido y mantienen hospitales para el cuidado de los enfermos y afligidos. Todo esto puede considerarse como una bendición de Dios. El trabajo de doctores y cirujanos puede convertirse en más capaces bajo la mano invisible del Gran Médico. Los cristianos deberían acceder a la ciencia curativa sin ningún sentimiento de culpa; pero la bendición de la sanidad divina mediante el poder del Espíritu Santo, como respuesta a la oración de fe, es ciertamente un sacramento de la iglesia y una provisión especial para los creyentes. Es una esperanza preciosa para los hijos del Señor. El estado relativo de las artes médicas no tiene nada que ver con la validez, la necesidad, ni el lugar, de la sanidad divina en la Iglesia.

4. La cuarta objeción actual a la sanidad divina es que esta cesó con la era apostólica. Esta pretensión es errónea. Los registros históricos declaran una cierta cantidad de testimonios confiables respecto de la sanidad divina en respuesta a la oración. A continuación, se encuentran los nombres de hombres que reportaron sanidades en sus días:

1. Justino Mártir en 165 d.C., sesenta y cinco años después del cierre de la era apostólica.

2. Ireneo en 192 d.C. menciona los dones de sanidad y la imposición de manos sobre los enfermos.

3. Tertuliano en 216 d.C. menciona sanidades de personas de todas las edades y etapas de la vida. Estas sanidades incluyeron la expulsión de demonios.

4. Orígenes en 250 d.C. menciona sanidades de muchos tipos de enfermedades. Varios tenían dones de sanidades.

5. Clemente de Alejandría en 275 d.C. menciona los dones de sanidades y oración con ayuno para la sanidad.

6. Teodoro de Mopsueste en 429 d.C. (más de trescientos años después de finalizar el primer siglo) declara una abundancia de sanidades, incluyendo entre los inconversos.

7. Gregorio el Grande, 500 d.C., misionero a Britones, oró por los enfermos, ungiéndolos con aceite.

John Wesley atribuye la disminución de los milagros de sanidad desde Gregorio hasta la Reforma Protestante a un descenso espiritual. Con la Reforma vino un nuevo avivamiento espiritual.

8. Los Valdenses, un grupo espiritual devoto del siglo doce, en su confesión de fe expresan una fe firme en la sanidad divina como respuesta a la oración.
9. El conde Zinzendorf, 1725 d.C., del movimiento de Moravia (Hermanos Unidos), describe muchos milagros de sanidad en respuesta a la oración.

10. John Wesley, 1750 d.C., graduado de la universidad de Oxford y fundador de la Iglesia Metodista, registró en su diario varios casos de sanidades.

Tanto la Biblia como la historia están de acuerdo en que la sanidad divina es una parte integral del ministerio de la Iglesia.

5. La quinta objeción al ministerio de sanidad divina en la iglesia moderna es que si aceptamos la sanidad, ¿no deberíamos también levantar a los muertos, hablar en otras lenguas, tomar serpientes e ingerir veneno sin causarnos daño?

La sanidad divina es parte de la obra expiatoria de Cristo que acompaña al perdón de las transgresiones como profetizó Isaías y confirmó Mateo (Mt 8). La Gran Comisión de Marcos 16 no menciona la resurrección de los muertos, ni tampoco lo declaran los pactos de sanidad. Ha habido casos de levantamiento de los muertos en la historia de la Iglesia, pero estos son aspectos milagrosos y no bendiciones duraderas que se nos han prometido. Dios en su gran misericordia hace muchas cosas como Señor soberano, pero nosotros no tenemos un «derecho pactado» para dar por sentado la resurrección de los muertos del mismo modo que se nos ha dado el pacto de sanidad.

Con respecto al hablar en lenguas, es tanto un don como una oración de bendición para los creyentes. Algunos responden con el versículo de 1 Corintios 13: «Cesarán las lenguas» (1 Co 13.8). Pero omiten la cláusula que dice cuando las lenguas, las profecías y la ciencia se acaben, la cual es: «Mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará» (1 Co 13.10). Lo perfecto no vendrá hasta que Jesús regrese en gloria.

La Gran Comisión de Marcos no predice que aquellos que creen podrán tomar serpientes e ingerir veneno sin sufrir daño; sin embargo, estas promesas tienen que ver con circunstancias inevitables de peligro. Nunca se pretendió que los creyentes tomaran serpientes o veneno deliberadamente para demostrar el poder de Dios; por cierto, hacer eso sería tentar a Dios. Muchos misioneros testifican que han sido protegidos de estos peligros, tal como lo vimos en el caso de Pablo en la isla de Malta (Hch 28).

6. La sexta objeción a la doctrina de sanidad divina es que si toda los enfermos se sanaran, nunca nadie moriría. Esto, por supuesto, no lo enseña ni la Biblia ni ningún maestro ortodoxo de la doctrina de sanidad divina. La Biblia nos dice claramente que «está establecido para los hombres que mueran una sola vez» (Heb 9.27). Todos los apóstoles murieron, algunos muy jóvenes. Dios ha prometido protección, provisión, sanidad y muchas otras cosas; pero, por supuesto, cada promesa está supeditada a los propósitos más elevados de un Dios soberano.

Pablo nos da un buen ejemplo de la obra de la providencia en el primer capítulo de Filipenses (1.20–26).

Pablo se había enterado, estando en prisión, que podrían matarlo en cualquier momento. Pero su deseo sincero era que a través de la vida o la muerte, Cristo pudiera ser magnificado en su vida. Para él la muerte hubiera sido ganancia, pero el seguir vivo significa continuar sirviendo a su amado Maestro. Por último, llegó a la conclusión de que continuaría en el cuerpo más tiempo para poder ministrar a las iglesias.

La voluntad de Pablo estaba subordinada a la voluntad de Dios. Estaba totalmente sometido al plan de Dios para su ministerio y vida terrenal. Las promesas de Dios son sí y amén, pero las promesas están sujetas a su providencia general.

Nosotros sabemos que la voluntad general de Dios es que todos sus hijos tengan salud espiritual y física. No siempre podemos discernir en qué lugar caben las circunstancias de nuestra vida dentro de su plan soberano, pero en la experiencia práctica nos basamos en las promesas de su Palabra. No siempre sabemos con exactitud cómo orar, pero en ese caso su Espíritu intercede por nosotros en su lenguaje de oración (Ro 8.26–27).

7. La séptima objeción a la doctrina de sanidad es que hay ejemplos de fracaso en el Nuevo Testamento: obreros cristianos que estuvieron enfermos. La Biblia, por supuesto, no dice que un creyente nunca se enfermará, pero dice que la oración de fe salvará al enfermo. La sanidad está condicionada a la obediencia, la fe y al momento providencial.

Los que promueven esta objeción generalmente señalan el aguijón en la carne de Pablo (2 Co 12.7); Trófimo se enferma (2 Ti 4.20); Timoteo toma vino debido al estómago (1 Ti 5.23); y se enferma Epafrodito, el pastor de la iglesia en Filipos (Flp 2.25–27).

No sabemos de qué se trataba el aguijón de Pablo. Si Dios hubiera querido que lo supiéramos, nos lo hubiera dicho. Si lo supiéramos, cualquiera diría que tiene el mismo aguijón de Pablo. Había una clara y providencial razón, para que el aguijón mantuviera a Pablo en humildad debido a que poseía una revelación abundante. (¡A menos que uno haya visitado varias veces el tercer cielo, uno no debería preocuparse porque le vaya a tocar un aguijón estabilizador!)

Cuando consideramos que Pablo siempre estaba ministrando, al mismo tiempo que se ganaba el sustento fabricando carpas, que en sus muchos viajes fue apedreado, naufragó varias veces y sufrió prisiones, podemos deducir que su salud era bastante robusta. En 2 Corintios 11, da un listado completo de sus trabajos, tribulaciones y persecuciones, pero no hace referencia a ninguna enfermedad.

La referencia a la enfermedad de Trófimo es tan breve que no sabemos nada de las circunstancias. Muchas sanidades no son inmediatas. No sabemos nada de la fe ni de la condición espiritual de Trófimo. Además, no fundamentamos una doctrina sobre las personas o sus circunstancias, sino que basamos nuestras convicciones en la Palabra de Dios y sus promesas.

El consejo de Pablo a Timoteo de tomar vino para su estómago no fue ni una sugerencia médica ni una propaganda de la bebida alcohólica; era una precaución a que no bebiera del agua contaminada donde estaba Timoteo.

El caso de Epafrodito es positivo para la sanidad divina, pues se nos dice que Dios lo sanó (Flp 2.25–28). Epafrodito se enfermó debido al viaje agotador desde Filipos a Roma para llevar una ofrenda y noticias al apóstol encarcelado. Pablo mencionó la tristeza sobre tristeza para expresar que si su joven amigo Epafrodito moría, hubiera sido la pérdida dolorosa de un querido compañero, pero como la enfermedad del joven pastor fue el resultado de sus riesgos por llevar buenas cosas a Pablo, su muerte hubiera significado tristeza sobre tristeza para el apóstol. Dios salvó a Pablo y a Epafrodito al sanarlo. Sabemos que Epafrodito sanó por completo, porque estaba listo para regresar a Filipos.

8. La octava objeción a la sanidad divina se debe a que pone mayor énfasis en el cuerpo físico que en el alma y la experiencia espiritual. Es muy posible que existan personas que desean la sanidad divina sólo para librarse de síntomas desagradables y para disfrutar la salud por razones egoístas. Sin embargo, Jesús sana para mostrar su amor y misericordia, y para convertirnos en mejores siervos del Señor y de otros.

La sanidad divina, como es parte de nuestra redención, se nos da para completar nuestra relación con el Señor. Él nos redimió el alma y el cuerpo; también le pertenecemos en alma y cuerpo. Pablo escribió en 1 Corintios 6.19–20: «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios». La sanidad divina es glorificar a Dios en el cuerpo.

El propósito de la sanidad divina es espiritual; es para acercarnos al Señor. Por ejemplo, cuando el mendigo ciego, Bartimeo, fue curado de su ceguera, si la sanidad divina tuviera como único propósito curar un mal, él se hubiera ido a su casa a ver a las personas que nunca había visto, en lugar de eso siguió a Jesús en su viaje dándole alabanza y gloria (Lc 18.35–43). La sanidad no le dio la libertad de hacer lo que mejor le parecía; sino que lo liberó para convertirlo en un seguidor cercano del Señor.

En el caso de la mujer que tocó el borde del manto de Jesús, ella había planeado tocarlo en secreto e irse sin ser vista. Sin embargo, Jesús demandó en seguida quién lo había tocado, forzándola a confesar su acción. Jesús quería que la mujer conociera el propósito espiritual detrás de la bendición de su sanidad. Jesús no quería que la mujer creyera que había conseguido algo, quería que ella supiera que había recibido una parte de Él; ella vino buscando a algo y se llevó a alguien. La sanidad siempre entabla una relación; si no es así, es posible que la sanidad no perdure.

La sanidad es una obra del Espíritu Santo, no un toque mágico ni una píldora celestial. La sanidad a veces requiere confesión de pecado o restitución en el caso de una ofensa. La sanidad divina no sólo demanda enderezar las relaciones con otros, también confirma la relación con nuestro Señor. Se ha visto que la mayoría de los que tienen dones de oración por los enfermos son aquellos que tienen un testimonio de sanidad. Además, las sanidades son más abundantes en una atmósfera donde impera la presencia del Espíritu Santo.

9. La novena objeción sostiene que a veces la doctrina de sanidad sólo progresa en los cultos falsos. En realidad el Señor quiso que el evangelio completo fuera un mensaje de sanidad para el alma y el espíritu. Durante el oscurantismo la Iglesia cayó por un declive espiritual durante el cual los resultados espirituales fueron magros. Con la Reforma Protestante, hubo una recuperación del evangelio de la justificación por fe. Sin embargo, mientras que muchos fueron ganados para Cristo, hubo un mínimo de enseñanza sobre la obra del Espíritu Santo.

Algunos de los reformadores, como Zinzendorf y Wesley, restauraron la enseñanza de la sanidad, pero no se convirtió en un ministerio de la Iglesia. En este vacío, enseñanzas no ortodoxas surgieron para atraer a los enfermos. Se ha dicho que Satanás toma verdades que el cuerpo principal de la Iglesia descuida y distorsiona para su propio bien. Si la Iglesia hubiera obedecido el mandamiento de Jesús de «sanar a los enfermos», la mayoría de las sectas que sanan no tendrían asidero. Gran parte de sanidades en las sectas no son en nada divinas; es una filosofía panteísta de «mente sobre materia»; mucho de esto se plantea en algunas de las enseñanzas de los cultos actuales de la Nueva Era. Pero la doctrina ortodoxa de la sanidad divina incluye las enseñanzas fundamentales de la iglesia histórica, tales como la obra de expiación completa en la cruz de Cristo, incluyendo su nacimiento virginal, su deidad, resurrección, vida dentro del creyente, la obra completa del Espíritu Santo y su regreso. Unido a estas verdades eternas, el ministerio de la sanidad está firmemente fundamentado y separado de cualquier aberración cultista.

10. La décima objeción surge de aquellos que rechazan la doctrina de sanidad en la expiación, como profetizó Isaías. Se explica el pasaje de Mateo 8.16–17 diciendo que la palabra «cumpliese» significa que los casos de sanidad mencionados en ese pasaje cumplieron completamente la profecía de Isaías: «Ciertamente llevó El nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores».

Esta es una teoría absurda por varios motivos:

(a) Unas pocas sanidades en un día de la vida de Jesús no podría dar cumplimiento a una profecía básica tal como la de la obra en la cruz de Cristo de Isaías 53, donde las declaraciones de sanidad se encuentran junto a las declaraciones de la expiación de pecados.

(b) Si esas pocas sanidades dieron cumplimiento a la profecía de Isaías, no hubieran ocurrido, a continuación, miles de sanidades.

(c) Si la sanidad en la expiación se detuvo en un grupo de sanidades, ¿por qué Pedro dijo más tarde: «Quien llevó El mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados»? (1 P 2.24)

(d) Si unas pocas sanidades dieron cumplimiento a toda la profecía de Isaías acerca de la sanidad a través de la obra de la cruz, ¿cómo sabemos si acaso el perdón del pecado se cumplió con una conversión, digamos, de la mujer samaritana?

(e) Una mirada de cerca a la profecía mostrará que no se hizo para unos pocos enfermos de Galilea, pues se refiere a «nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores». La palabra nuestros convierte esta promesa en una bendición eterna para todos los que el Espíritu ha dado la Palabra eterna.

(f) Finalmente, si leemos Mateo 12.17–21, donde aparece la palabra cumpliese, veremos que puede hacer referencia a cumplimientos para toda la era eclesial. ¿Ha terminado Jesús de declarar la justicia a los gentiles? ¿Ha cesado Dios de enviar su justicia a la victoria? ¿Ha dejado su nombre de ser uno en quien las naciones ponen su confianza? Por supuesto que no. Un estudio completo de la palabra cumplimiento mostrará que quiere decir que lo ocurrido es un principio de lo que se profetizó.

11. Finalmente, observemos la undécima objeción a la sanidad: la doctrina de la sanidad en la expiación coloca en una posición mala a los creyentes que no se han sanado. Esto no necesariamente es cierto y nunca intencional en la enseñanza. Existen muchas razones por las cuales los creyentes no se sanan. Una persona quizás no se sane porque no todas las sanidades son instantáneas; por cierto, muchas son graduales. Igual que con la salvación del pecado, la fe es la condición principal. Muchos cristianos muy buenos, especialmente los que han estado bajo un estilo de enseñanza que ha arrojado duda sobre la posibilidad de una sanidad moderna, les faltará la fe positiva para asimilar la sanidad. También, los que han recibido la enseñanza de que la enfermedad es la voluntad de Dios para que muchos sean probados, no tendrán fe o no tendrán deseos de orar por la liberación, pues deben tener cuidado en no orar en contra de la voluntad de Dios.

Aunque existe mucha realidad espiritual detrás de los logros del cristiano común, nuestro objetivo no debería ser alcanzar el promedio, sino proseguir «a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp 3.12–15). ¡Crea en lo supremo de Dios!

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