sábado, 3 de noviembre de 2018

Mod. 5—La fe y los milagros



Jesús dijo: «Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán» (Marcos 16.17, 18).


Juan registra que la promesa de continuar el ministerio de los milagros a través de los discípulos les fue dada la noche en que Jesús fue traicionado: «De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14.12).

En ambos casos la continuidad de los milagros se basa en la condición de la fe. En algunos sectores de la iglesia se enseña que los milagros cesaron en algún momento del siglo primero. Se enseña que los milagros ya no eran necesarios al morir el último de los apóstoles originales y al concluirse el canon. Sin embargo, esto no aparece en ningún lugar de las Escrituras. La Biblia enseña que la presencia o la ausencia de fe marca la tónica para las posibilidades relativas de los milagros.

En este capítulo revisaremos once milagros en el ministerio del Señor Jesús. En cada uno encontrará una mención específica de la fe, el acto de creer o una exhortación a creer. Antes de comenzar este estudio, veamos tres observaciones que pueden serle útiles.

Primera: Los milagros han sido parte integral de cada era de la revelación de Dios a su pueblo. En todas partes las Escrituras sirven de guardianes de la historia; por ejemplo, los antiguos reinos de Judá e Israel, los reinados de los profetas y de los jueces, el período del exilio, y el regreso de Israel para reconstruir las paredes y el templo de Jerusalén; todas están entrelazadas con algunas expresiones de lo milagroso.

La era de los patriarcas, el relato del liderazgo de Moisés y la historia de Josué al poseer la tierra prometida están repletas de relatos de milagros físicos, visitaciones espirituales, señales, prodigios y milagros de todo tipo. Hubo épocas en que raramente se oía la Palabra del Señor: «No había visión con frecuencia» (1 Samuel 3.1). Esta rareza (en algunas traducciones la palabra «raro» se traduce como «precioso» o «extraordinario») es el resultado de la incredulidad o desobediencia del pueblo de Dios, como si Él se hubiera vuelto mezquino con sus demostraciones amorosas de poder.

En realidad Aquel «en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (Santiago 1.17) parece estar sumamente interesado en mostrar su poder a favor de los que creen. Revise 2 Crónicas 16.9, y no lo olvide.

Segunda: Los milagros y las manifestaciones de la gloria de Dios son para su gloria. Cuando Jesús convierte el agua en vino en las bodas de Caná, Juan dice: «Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria» (Juan 2.11).

Cada milagro es una manifestación de la gloria de Dios. Juan usa esta expresión para describir este milagro del agua que se convierte en vino, pues tal vez algunos no lo vean en la misma categoría que la resurrección, la sanidad de un hombre ciego o la expulsión de un demonio. Ayudar de manera tan bondadosa en el éxito de la recepción de una boda se podría considerar por algunos una «pérdida» del poder de Dios; tal vez por eso Juan describe el milagro de la manera en que lo hizo. Pero a pesar de lo que se diga acerca del tipo de milagro, sin importar la clase de «señal», este surge para manifestar la gloria del Señor; es decir, la excelencia de su amor, gracia, fuerza y poder.

Cada milagro es también para su gloria, para que toda la alabanza y honra le sea dada a Él, y sólo a El. Al estudiar esta lección, usted verá cuántas veces el Señor Jesús elogia a distintas personas por su fe. Es bueno que nosotros lo veamos haciendo esto pues indica su deleite, el placer de Dios, con respecto a los que «creen» de forma tal que lo aceptan y le permiten obrar en áreas que la incredulidad entorpecería.

Al desarrollar la fe, está accede a la gracia de Dios hacia los milagros. Sin embargo, cuando ocurre algo milagroso, incluso cuando la humanidad (usted, alguien por quien usted ora o cualquier otro) se ha beneficiado, es siempre para la gloria de Dios.

Lea Isaías 42.8. ¿Qué es lo que el Señor no comparte?

Específicamente, ¿A quién no permitirá el Señor que se ofrezca su alabanza?

La naturaleza del hombre inevitablemente alaba al agente humano por medio del cual fluyen los milagros de Dios. Nuestra naturaleza nos inclina no sólo a adorar a aquel que Dios usa para producir el milagro, sino también al propio milagro o a los artefactos asociados con él. La iglesia antigua ha venerado los objetos asociados con los milagros pasados, suponiendo que el objeto tiene en sí alguna eficacia. Esta tendencia humana es histórica, hasta aparece en la Biblia.

Vea Números 21.4–9 y compare la historia de cómo Dios sanó a los israelitas de la plaga de las serpientes ardientes con 2 Reyes 18.1–4. Vea cómo ese instrumento de liberación se convirtió en un objeto de alabanza. Vea cómo fue necesario destruir ese objeto para poder restaurar la alabanza verdadera en el templo.

Aimee Semple McPherson, una evangelista de la década de los treinta, usada poderosamente por Dios en el ministerio de los milagros, tenía un lema bíblico inscrito en su púlpito de Los Ángeles que decía: «Quisiéramos ver a Jesús» (Juan 12.21). Ella entendió este imperativo como quien participará normalmente de lo milagroso. Tanto este pasaje como las lecciones enunciadas sirven para ayudarnos a recordar: ¡Los milagros son una manifestación de la gloria de Dios y siempre se dan para su gloria!

Tercera: Los milagros están siempre ligados al propósito eterno de Dios. Aunque los milagros pueden aliviar la necesidad y el sufrimiento humanos (en verdad, ocurren a menudo), estos en realidad no se llevan a cabo simplemente para afectar la condición humana sino que están ligados al plan eterno de Dios.

Lea de nuevo Marcos 16.17–18. Ahora, vea la relación directa con el versículo 15. El texto da la promesa de lo milagroso, pero también revela su propósito: La expansión del evangelio de salvación. Las señales y prodigios se dan para confirmar la predicación de la Palabra de Dios (v. 20).

Los milagros no existen para ayudarnos a conseguir lo que queremos, sino para que por medio de ellos Dios cumpla su propósito. Esta palabra de corrección no quiere decir que Dios se preocupa sólo por su programa y que no le importa su gente. No hay nada más alejado de la verdad, pues las personas son el programa de Dios. Pero debemos mantener nuestra vista en El. El no sólo es la fuente de amor y de poder sino también el único que tiene toda la sabiduría y el entendimiento. Debemos confiar en El y buscarlo, siendo su propósito nuestra preocupación máxima.

Lea 1 Pedro 5.7. ¿Bajo qué fundamento se nos ofrece entregarle nuestra ansiedad a Dios?

A modo de ejemplo del balance entre el propósito de Dios y su poder para los milagros, lea Éxodo 3.9. Aquí Dios llamó a Moisés desde la zarza ardiente. En este encuentro, Moisés oye que Dios dice: «El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen». Por otro lado, la compasión de Dios está deseosa de liberar a Israel; como contrapartida, Él está listo para llevar a cabo su juicio en contra de la arrogancia egipcia.

El que estudia la historia bíblica se da cuenta de que Dios está comprometido con los israelitas y con su pueblo elegido, y la liberación del yugo egipcio era una parte integral de su propósito eterno. Al mismo tiempo en que Dios da cumplimiento a su propósito eterno de revelar su plan global de redención, también ministra compasivamente a las necesidades de su pueblo.

Al ver esto, creamos que no estamos forzados a pensar que Dios está más interesado en su propósito eterno que en la condición humana. A Elle preocupan ambos aspectos. Los milagros muestran la gracia de Dios que alcanza a la necesidad humana, y revelan la gloria de Dios al cumplir con su propósito.

¿Por qué es tan necesario que entendamos este aspecto? ¡Porque en el mismo momento en que desplazamos el tema de los milagros de una perspectiva del plan eterno de Dios, Satanás o la naturaleza humana tratarán de atribuirse los resultados de lo milagroso con la intención de lucro o engaño!

Habiendo efectuado esta tercera observación, repasemos. Escriba sus comentarios personales bajo cada punto:

1. Los milagros nunca han cesado donde hay fe.

2. Los milagros son manifestaciones de la gloria de Dios y se manifiestan para su gloria.

3. Los milagros están siempre ligados al propósito eterno de Dios.

Los milagros de Jesús

Ahora comencemos nuestro examen de los once milagros antes mencionados.
Al estudiar los siguientes versículos que describen ciertos milagros del Señor Jesús, escriba sus propias observaciones acerca de la importancia de la fe, notando el modo en que se expresan las palabras o las acciones de fe, y las formas en que se invoca o se origina la fe.

Marcos 2.1–12: La sanidad del paralítico que bajaron por el techo.

1. ¿Qué es lo que vio Jesús?

2. ¿Por qué perdonó Jesús al paralitico antes de sanarlo?

Lucas 7.1–10: La sanidad del siervo del centurión.

1. ¿En qué basó su fe el centurión?

2. ¿Qué comentario hizo el Señor respecto de la fe del centurión?

Marcos 5.24–34: La sanidad de la mujer que tenía el flujo de sangre (examine los relatos de este mismo milagro en los otros evangelios: Mateo 9.20–22; Lucas 8.43–48).

¿Qué dijo Jesús que sanó a la mujer?

Es obvio que en esta historia el milagro no ocurrió con la participación consciente del Señor Jesús. Podemos presumir que Él no sabía quién lo tocó, debido a su pregunta: «¿Quién ha tocado mis vestidos?» Esto no pretende sugerir que se extrajo un milagro del Señor sin su bendición. Sin embargo, la historia parece indicar que hay una dimensión de la virtud del Señor que está al alcance del creyente que se esfuerza por llegar a Él (superando las propias circunstancias), y tocarlo para recibir un milagro.

¿Cómo supo el Señor que alguien lo había tocado, estando en medio de una multitud?

Mateo 9.27–31: La sanidad de dos ciegos.

¿Cuál es la pregunta que hizo el Señor antes de curarles la ceguera?

Mateo 14.23–33: El milagro de Pedro al caminar sobre el agua.

1. ¿Cuál fue el clamor inicial de los discípulos cuando vieron que Jesús caminaba sobre el agua?

2. ¿Cuál fue la reacción de Pedro?

3. ¿Qué es lo que asustó a Pedro?

4. ¿Cómo lo reprendió el Señor?

Mateo 15.22–28: La liberación de la hija de la mujer cananea.

1. ¿En base a qué le brindó una respuesta al requerimiento de la mujer?

2. ¿Qué sugiere esta situación respecto del privilegio de la fe en la búsqueda con esperanza de las promesas de Dios?

Marcos 5.35–43: La resurrección de la hija de Jairo.

1. ¿Cómo exhortó el Señor al principal de la sinagoga cuando llegó la noticia de la muerte de su hija?

2. ¿A quién echó el Señor del hogar del principal?

3. ¿Por qué cree usted que Él hizo esto y cuál puede ser la aplicación?

Lucas 18.35–43: La sanidad del ciego en Jericó.

1. ¿Cuál fue la reacción de la multitud para con el ciego? ¿Cuál fue la reacción del ciego para con las palabras de ellos?

2. ¿Qué dijo Jesús que salvó al hombre?

Salvado, sodzo (Strong #4982). Salvar, liberar o proteger. Significa: sanar, preservar, salvar, estar bien, tener plenitud. Para la mayoría de los creyentes el concepto de salvación se limita al perdón de los pecados. Aunque este perdón es maravilloso, la salvación es muchísimo más. Ser salvo, en el sentido bíblico de la palabra, es experimentar la plenitud. Tener plenitud es llevar la vida como Dios la ideó. La salvación, o la plenitud, viene sólo a través de la fe.

Marcos 9.17–29: La liberación del niño que tenía el espíritu mudo y sordo.

1. ¿Por qué no podían los discípulos echar fuera este espíritu?

2. ¿Qué le dijo Jesús al espíritu?

3. ¿Qué le prometió Jesús al hombre si creía?

4. ¿Cuál fue la respuesta del hombre?

En este pasaje Jesús nos dice que la condición para la oración de sanidad contestada es «creer». El padre del muchacho endemoniado respondió con lágrimas en los ojos: «Creo», y luego agregó: «Ayuda mi incredulidad». Siendo la fe un don, podemos orar pidiéndola tal como lo hizo este padre. Note cuán rápido contestó la gracia de Dios. Pero aquí se nos ofrece otra lección: Deberíamos buscar un ambiente diferente a aquel donde es difícil creer. Hasta la capacidad de Jesús para hacer milagros se vio reducida donde prevalecía la incredulidad (Mateo 13.58).

La oración y la alabanza proveen una atmósfera de fe en Dios. Sin embargo, en este texto Jesús explica otro obstáculo a la victoria de la fe, que hace infructuosas a las oraciones: «Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno» (Marcos 9.29). Su explicación enseña: 1) Que algunas aflicciones (no todas) son impuestas por el demonio; y 2) que algunos tipos de posesión demoníaca no responden al exorcismo; solamente la oración ferviente puede producir liberación. La perseverancia en la oración, acompañada de alabanza y ayuno, provee un clima para la fe que trae liberación.

Juan 4.46–54: La sanidad del hijo de un hombre noble.

1. ¿Cuándo creyó el noble que su hijo sería sanado?

2. Habiendo creído en la sanidad de su hijo, ¿cuál fue el segundo acto de fe de este hombre?

Revise Salmo 107.20 como referencia a la sanidad del hijo del oficial del rey.

El hecho de que Dios «envió su Palabra» se cumple en dos aspectos: Primero, Dios la envió a través de su Hijo. Jesús es el Verbo [la Palabra] (Juan 1.14), y «de su plenitud tomamos todos» (Juan 1.16). Segundo, Dios envió su Palabra en la forma de la Biblia, la Palabra escrita de Dios. Al creer en sus promesas nos volvemos receptivos a las posibilidades de que su gracia las cumpla. De acuerdo con Isaías 55.11, ¿qué ocurrirá cuando el Señor «envíe su Palabra»?

Juan 11.1–45: La resurrección de Lázaro de entre los muertos.

1. Enumere las cinco veces que Jesús utiliza la palabra «creer».

2. ¿Qué dijo Jesús que es necesario para ver la gloria de Dios? (v. 40).

3. ¿Por qué oró Jesús de aquella manera en la tumba de Lázaro?

Hemos considerado once milagros que el Señor llevó a cabo, y todos fueron librados por la fe de las personas involucradas. Como conclusión de nuestro estudio, lea Marcos 6.5, 6.

¿Por qué no podía el Señor hacer obras de poder en aquel momento?

Los milagros se efectúan y se reciben por fe. Son útiles para la presentación del evangelio. Un milagro puede solucionar un dilema humano o reparar una condición humana. Cuando ocurre un milagro, toda la alabanza y la honra se deberían dar al Señor que lo efectuó.

Relata un milagro de Dios del que usted fue testigo o que usted mismo vivió en una época pasada de su vida, reciente o antigua. ¿Cómo este milagro afectó su fe? ¿Cómo le dio gloria y honra al Señor? A la luz de su estudio, ¿existe una oración que quisiera hacer a Dios acerca de su gracia y poder milagrosos, y de su propia vida y servicio al Señor? Escríbala.

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