La fe genuina en Dios no significa simplemente creer
algo acerca de Dios, aunque comienza con el entendimiento de que El es capaz.
La fe efectiva cree que Dios es un Dios que hace pacto y lo guarda; y demanda
un paso mental o físico en la dirección de la promesa del pacto de Dios.
• Noé preparó un arca.
• Abraham salió sin saber a dónde iba.
• Isaac bendijo a Jacob con respecto a cosas
venideras.
• Moisés despreció a Egipto sin temer la ira del rey;
por fe atravesaron el Mar Rojo como si fuera tierra seca, etc.
Todos los hombres y mujeres con fe en Dios dieron un
paso antes de poder ver el cumplimiento de la promesa del pacto de Dios.
Lea Marcos 9.17–29, este pasaje nos ayuda a ver los pasos que se dan
para cultivar la fe.
Cultivemos un clima de fe para la sanidad. En este
pasaje Jesús nos dice que la condición para la oración de sanidad contestada es
«creer». El padre del muchacho endemoniado respondió con lágrimas en los ojos:
«Creo», y luego agregó, «ayuda mi incredulidad». Siendo que la fe es un don,
nosotros podemos orar, pidiéndola tal como lo hizo este padre. Nótese cuán
rápidamente contestó la gracia de Dios. Pero aquí se nos ofrece otra lección:
En un ambiente donde creer sea difícil, nosotros deberíamos buscar otro
diferente. Aun la capacidad de Jesús para hacer milagros se vio reducida allí
donde la incredulidad prevalecía (Mt 13.58).
La oración y la alabanza proveen una atmósfera de fe
en Dios. Sin embargo, en este texto Jesús explica otro obstáculo a la victoria
de la fe, que hace que las oraciones sean infructuosas: «Este género con nada
puede salir, sino con oración y ayuno» (Mc 9.29). Su explicación enseña: 1) algunas aflicciones (no
todas) son impuestas por el demonio; y 2) algunos tipos de posesión demoníaca
no responden al exorcismo; solamente la oración ferviente puede producir
liberación. Perseverar en la oración, acompañada de alabanza y ayuno, provee de
un clima para la fe, que trae liberación.
A nuestro texto clave del Evangelio de Marcos lo
precede la historia de la transfiguración de Jesús nuestro Señor. Llevó consigo
a los tres discípulos que tenían mayor comunión con El. Se encontraron allí con
Moisés y Elías que dialogaron con El acerca de su muerte y resurrección, y del
significado pleno de su obra de expiación (Lc 9.30–31). Allí ocurrió una unión entre el Redentor y los
representantes de la Ley y los Profetas. Los apóstoles del Nuevo Testamento y
los profetas del Antiguo Testamento se reunieron con el Cristo glorificado en
el centro (Mc 9.1–13; Mt 17.1–13; Lc 9.27–36; Jn 12.23–28). Esto fue un anticipo del hecho incomparable que daría la redención
completa a todos los creyentes de todas las épocas.
En el valle, una multitud que disputaba alrededor de
un muchacho afligido, esperaba con ansia el regreso y la ayuda de Jesús, Pedro,
Santiago y Juan. Los discípulos que se quedaron al pie del monte discutían con
los escribas incrédulos (Mc 9.14) acerca del poder de los discípulos para sanar al muchacho endemoniado.
Lo habían exorcizado, pero sin éxito. El padre fue al encuentro de Jesús con el
triste lamento: «Dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron; si
puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos».
El clima para la sanidad era imposible:
1. Era un clima de contienda y discordia, no era uno
de armonía y paz.
2. Era un clima de incredulidad; los escribas y sus
simpatizantes negaban el señorío de Cristo, a menudo lo acusaban de echar
demonios en el nombre de Beelzebú.
3. La contienda y la incredulidad crearon en el padre
un clima de duda y confusión.
4. El fracaso de los discípulos minó la confianza en
el don que Jesús les había dado con anterioridad.
5. La multitud en general seguía alrededor asombrada,
cada uno expresando algún punto de vista sobre el asunto.
Antes de seguir adelante, razone cada uno de los cinco
puntos señalados. ¿Cómo se manifiestan hoy en día?
Ahora, contrastemos nuestro análisis con lo que se
necesita para crear una atmósfera en que pueda ocurrir la sanidad completa que
glorifica a Dios.
1. Un clima de fe positiva
Jesús no llevó a cabo muchos milagros donde existía un
clima de incredulidad (Mt 13.57–58). Si aún Jesús, el Gran Médico, estaba de alguna manera restringido en
su operación de milagros, no nos debería sorprender que las sanidades actuales
dan resultados, muy a menudo, en una atmósfera de fe y confianza, tal como una
congregación de creyentes, un círculo de ancianos (varios tomados de las manos
en oración) y una cantidad de personas en unidad después de un sermón ungido,
después de varios testimonios de sanidad, en una atmósfera de alabanza y
adoración.
En la historia de la sanidad del muchacho endemoniado,
Jesús explicó de la siguiente manera el fracaso de los discípulos en efectuar
la sanidad: «Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe
como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se
pasará; y nada os será imposible» (Mt 17.20).
A partir de los pasajes siguientes, explique cómo la
fe se manifiesta en el resultado.
Mateo 9.27–30
Mateo 15.21–28
Mateo 21.18–22
Marcos 5.27–34
2. Un clima de armonía y acuerdo
Jesús le hizo la siguiente promesa a sus discípulos:
«Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra
acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en
los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos» (Mt 18.19–20).
Cuando Jesús y los tres discípulos descendieron del
monte de la transfiguración, vinieron con gloria celestial para las aflicciones
terrenales funestas. Cuando se encontraron con los discípulos que esperaban,
entraron en una atmósfera de conflicto teológico y de duda que nace del
fracaso. Los creyentes disputaban con los incrédulos. Se había tratado de
levantar la carga terrible de la posesión demoníaca, sin éxito. La misma
presencia de Jesús, el Señor de Gloria, el Príncipe de Paz, transformó el clima
de debate a expectativa, de duda a esperanza, de desesperación a confianza.
Dónde está la presencia de Jesús, las esperanzas muertas resucitan.
Los miembros de la iglesia deben recordar constantemente
la importancia de la presencia del Señor en cada reunión de la iglesia.
Deberíamos entrar al templo con un espíritu de expectativa, dejando atrás todo
espíritu o actitud de duda, conflicto, frivolidad o escepticismo. Es importante
crear en la casa de Dios un clima de sanidad para el cuerpo, alma, mente y
espíritu. Cuanto más armonía hay, más sanidad hay en la clara presencia de
Jesús.
Unánimes juntos, homothumadon. Estar de acuerdo, de
mutuo consentimiento, mantener la unidad de grupo, ser todos de una sola mente
y tener un solo propósito. Los discípulos tenían unanimidad intelectual,
armonía emocional y una sola voluntad en la iglesia recientemente fundada. En
cada uno de los casos en que se usa, homothumadon indica armonía, la cual
conduce a la acción.
Examine los siguientes pasajes y vea el común
denominador que se expresa con ciertas palabras. ¿Cuáles son? Asimismo, en cada
situación, anote los resultados de este clima.
Hechos 1.14
Hechos 2.1
Hechos 2.46
Hechos 4.24
Hechos 5.12
Hechos 8.6
3. Un clima de humildad
Parece que los discípulos eran culpables de más de un
conflicto con los escribas. En Marcos 9.33–37, otro obstáculo para la fe salió a la luz: La falta
de humildad.
Ser como niño. Jesús confronta la
tendencia de la humanidad a asociar la autoridad con un ejercicio de dominio
sobre otros. El dominio o autoridad en la vida del reino, que Dios quiere
restablecer en nosotros, es para una vida victoriosa y fructífera, para echar
fuera los poderes infernales, no para controlar a otros o servir a nuestros
propios intereses. Su llamado a ser humildes como un niño y a servir de corazón
(Jn 13.1–17), establece el espíritu y sienta la pauta para que el
creyente ejercite su autoridad como un agente del poder del reino de Dios.
(Véanse Mt 19.14; Mc 10.14; Lc 18.16–17.)
Es muy probable que los apóstoles que se quedaron
atrás durante la transfiguración pasaron algún tiempo disputando el lugar que
tendrían en el reino venidero de Cristo: ¿Quién ocuparía el primer lugar, quién
recibiría los más altos honores, quién quedaría grabado en lo más alto del
poste totémico? Jesús estaba plenamente enterado de sus pensamientos y
razonamientos, tal como está enterado de las ambiciones egoístas de todos
nosotros. Jesús colocó a un niño pequeño en medio del círculo y declaró: «Este
es mi modelo para emular; si quieres ser un gobernador, conviértete en siervo.
Toda la gente grande del reino de Dios vendrá de la servidumbre».
Lea Filipenses 2.1–5. Enumere los atributos y las obras de humildad que se
requieren.
4. Un clima de interés y dirección
Parece muy claro que Jesús tenía un interés mayor que
tan solo un milagro individual. Es obvio que el padre necesitaba la guía y
confianza casi tanto como el niño. El Señor le preguntó: «¿Cuánto tiempo hace
que le sucede esto?» No hay duda de que la conversación entre Jesús y el padre
del niño fue mucho más larga de lo que se presenta. Lo que aparece en la Biblia
sin duda muestra que Jesús estaba diagnosticando y tratando la ansiedad del
padre del endemoniado. Existen ocasiones cuando la sanidad espiritual de toda
la familia es el preludio de la sanidad física del enfermo.
Cuando Jesús sanó a la hija de Jairo (Mc 5.35–43), sacó a todos los vecinos curiosos de la casa y
llevó consigo a la habitación donde yacía la niña muerta sólo a los padres y a
los discípulos creyentes. Cuando dijo: Talita, cumi («Niña, a ti te digo,
levántate»), habló en arameo casero; las palabras que emitió eran para el
beneficio de la familia necesitada de sanidad espiritual. A veces, para que una
persona sea sanada es necesario la sanidad del medio ambiente, una
transformación del clima.
¿Puede pensar en situaciones donde la gente a menudo
pide oración de sanidad cuando lo que hace más falta es un consejo sabio y un
cambio práctico de conducta? Dé ejemplos que le vengan a la mente.
5. Un clima de dependencia
Con razón el padre del muchacho endemoniado estaba
desanimado; su respuesta a Jesús fue: «Si puedes hacer algo, ten misericordia
de nosotros, y ayúdanos». Si tenía dudas respecto a la omnipotencia de Jesús,
todavía guardaba algo de fe en Su compasión. Como hemos visto, algunos
maestros, creyendo que los milagros se realizaron sólo para establecer la
deidad de Cristo, argumentan que Jesús concluyó su provisión de sanidad
corporal al final de la supuesta era apostólica.
Nosotros creemos que se puede probar que Jesús sanó
una gran cantidad de veces a causa de Su compasión. Si alguna vez sanó por
compasión, aún debe tener esa misma compasión, pues Él siempre es el mismo (Heb 13.8). Si Jesús sólo sanaba como una credencial de su
deidad, los autores de la Biblia estaban equivocados acerca de su motivación.
El padre del muchacho apeló a la compasión de Jesús y El, por cierto, le
respondió así: «¿Si es que puedo hacer algo? Ciertamente vine por amor a
redimir al pueblo del reino de Satanás, pero la condición para la salvación
plena es tener “fe”. Por obras, nadie podría merecer la sanidad divina del cuerpo y el
alma, pero si puedes “creer”, todo es posible».
El padre del niño respondió: «Creo». Creyó lo
suficiente como para traer a su hijo con la aflicción diabólica a Jesús, pero
la imposibilidad de los discípulos de exorcizarlo le había llenado el corazón
de duda. ¿Quién de nosotros hubiera reaccionado de alguna otra manera? Sin
embargo, el padre manifestó su espíritu confiado al clamar desde el fondo de su
ser angustiado: «Ayuda mi incredulidad».
Deténgase y escriba vías y situaciones donde anhela obtener
un crecimiento de la fe. Escriba una oración que lo exprese todo.
Existen varias formas de incrementar la fe: 1) «Así
que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios»; 2) la fe viene de
la oración, de lograr que el tema de nuestras peticiones sea el aumento de la
oración; 3) la fe crece a partir del ejercicio de la misma; cuanto más
confiamos en Dios como ayudador en todo lo que hacemos, más fe tenemos para los
grandes desafíos. La dependencia corporal total en el Señor es la mejor manera
de crear el clima para la sanidad.
6. Un clima de oración y alabanza
Después que Jesús liberó al muchacho endemoniado, sus
discípulos se le acercaron para preguntarle ansiosamente: «¿Por qué nosotros no
pudimos echarle fuera?» Lo habían hecho con anterioridad. Muchas respuestas
podrían darse, algunas de las cuales hemos sugerido, pero ocurrió que el tipo
particular de demonio que poseía a este muchacho necesitaba un proceso curativo
al que no habían sido expuestos con anterioridad. Este tipo de atadura satánica
no podía vencerse con un exorcismo simple. Jesús, quien vino a destruir las
obras del diablo, echa fuera el demonio y después dice que sus siervos sólo
podrían romper ese tipo de atadura con oración y ayuno.
Existe algún interrogante respecto a la palabra ayuno.
No se encuentra en algunos de los manuscritos originales, pero la versión Reina
Valera sigue el Textus Receptus que retiene la palabra ayuno. La idea
generalizada aquí, sin embargo, es que este tipo de atadura sólo podría
desatarse con la oración sobrenaturalmente poderosa.
En relación al pacto de sanidad del Nuevo Testamento,
Santiago dijo: «La oración eficaz del justo puede mucho». Por lo general lleva
tiempo y santa concentración en la oración para darle el poder con la unción
del Espíritu Santo.
Efectividad en la guerra espiritual. Santiago describe
un nivel de oración el cual está más allá de la capacidad normal de cualquier
creyente. La oración se fortalece con la participación directa del Espíritu
Santo. La palabra griega para «ferviente» no aparece en el texto original. Esta
constituye una extensión del vocablo «eficaz», que sí aparece en el texto
griego. La palabra griega energeo significa «eficiente, o lo que es eficaz».
Para entender plenamente la palabra energeo hace falta examinar otro pasaje
donde esta se usa. Pablo la empleó para describir el poder de la Palabra de
Dios, al obrar esta de una manera especial en aquellos que creen (1 Ts 2.13). La premisa fundamental de la palabra griega energeo
es que alguna cosa «obra eficazmente». Aplicado al texto, ello sugiere que
nuestro orar, cuando se llena del poder del Espíritu Santo, hace que sucedan
cosas. ¡Nuestras oraciones sí son efectivas!
La guerra espiritual mediante la oración es muy
necesaria para oponerse a los poderes de las tinieblas. Pablo escribió a los
creyentes colosenses, respecto a sus oraciones por ellos: «Para lo cual también
trabajo, luchando según la potencia de Él, la cual actúa poderosamente en mí.
Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que
están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro» (Col 1.29–2.1). Pablo emplea términos tales como: trabajo, luchando
y lucha, para describir el método de guerra espiritual a su favor. No existe un
clima mejor para la sanidad y la liberación que el de oración intensiva y colectiva.
Últimamente ha habido un avivamiento en la iglesia con
relación a la necesidad de oración intensiva, una guerra espiritual contra
todas las fuerzas que obstaculizan la obra de la iglesia para rescatar a los
perdidos y traer sanidad plena a los que la reciban. La iglesia está
respondiendo con denuedo al desafío del apóstol Pablo (véase Ef 6.10–12).
En Colosenses 4.12, Pablo define de nuevo el área de nuestra guerra: «Os
saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando
encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes,
perfectos y completos en todo lo que Dios quiere». Las palabras «rogando
encarecidamente» provienen de la palabra griega agonizomai, que por lo general
se traduce «lucha», «empeño», «conflicto», «esfuerzo». Sin duda es una palabra
relacionada con el «combate». Pablo usó la misma palabra cuando dijo: «He
peleado la buena batalla». También la emplea en otro pasaje (1 Ti 6.12) donde da la exhortación siguiente: «Pelea la buena
batalla de la fe». Como la batalla del creyente es contra fuerzas invisibles
del mal, su única arma verdaderamente efectiva es la oración, la oración
intensiva ungida por el Espíritu.
En Romanos 15.30–31 tenemos un pasaje que ilustra vívidamente la
importancia de la oración en la batalla espiritual: «Pero os ruego, hermanos,
por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando
por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que
la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta». Pablo planeaba
visitar a Roma, pero quería visitar primero a Jerusalén. Estaba bien enterado
de la oposición que encontraría en Jerusalén, pero tenía una ofrenda para los
santos pobres y quería llevar a cabo el proyecto; tenía la esperanza de que ese
gesto de amor de las iglesias gentiles sanará la animosidad con relación a su
ministerio. Sabía que sólo la oración intensiva podría sanar la herida. Hubo
respuesta a las oraciones, pero no de la manera que esperaba. Se escapó de los
enemigos y llegó a Roma, luego de haber sufrido arrestos, juicios y un viaje a
Roma en cautiverio interrumpido por un naufragio. Sin embargo, de todo esto se
desprenden las epístolas de Efesios, Filipenses, Colosenses, Filemón y 2
Timoteo. En su viaje a Roma evangelizó la isla de Malta. En Roma, como
prisionero, escribió a los Filipenses, expresando que «las cosas que me han
sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio» (Flp 1.12).
En este capítulo nos hemos esforzado en señalar
detenidamente los valores que aclimatan el ambiente para la sanidad. Estos
valores los hemos descubierto en la historia de la sanidad del muchacho poseído
por el demonio que Jesús liberó en ocasión de su descenso del monte de la
transfiguración. El hecho de que el Señor pretendía que esta historia fuera un
modelo para que interpretemos, lo sugiere su exposición en tres de los cuatro
Evangelios. En la historia, varias circunstancias parecieron obstaculizar o
dificultar el milagro de la liberación. Los obstáculos a la sanidad parecieron
ser los siguientes: contienda, interés por ganancia propia, desánimo e
incredulidad. Los valores que trajeron la sanidad fueron: concordia, humildad,
fe, perseverancia, oración y guerra espiritual.
Después de concluir, repase los puntos más importantes
de este capítulo y considere cómo puede aplicar estos principios para impactar
el «clima» de su vida de fe.
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