jueves, 9 de enero de 2020

ATANASIO (c. 295–373) Obispo de Alejandría (Egipto)

 


NOTA IMPORTANTE DE LA HISTORIA:


Atanasio hizo más que cualquiera otro para que la fe niceana ortodoxa triunfara sobre el arrianismo, una batalla a la que dedicó cuarenta y cinco años de su vida y por la cual estuvo exiliado cinco veces.


Nació en Alejandría y allí recibió su educación teológica. Ascendió rápidamente de lector a diácono y a consejero teológico del obispo Alejandro, acompañándolo en 325 al Concilio de Nicea (cerca de Constantinopla, ahora Estambul en la moderna Turquía). A la muerte de Alejandro en 328, Atanasio lo sucedió como obispo.

Los conflictos que hicieron necesario el Concilio de Nicea comenzaron en Alejandría. Existieron cuando Alejandro era obispo y continuaron a lo largo de la vida de Atanasio. El primero vino de una confrontación de Melito de Licópolis con la autoridad que ejercía el obispo de Alejandría sobre toda la iglesia de Egipto. Melito formó una iglesia cismática en reacción al tratamiento indulgente que el predecesor de Alejandro dio a quienes habían negado la fe durante la persecución de los cristianos por el emperador romano Diocleciano. Pronto se inició un conflicto mayor que afectó a toda la iglesia cuando Arrio, un presbítero alejandrino apoyaba la opinión según la cual el Cristo no era eterno sino que había sido creado por el Padre. Arrio fue condenado por Alejandro en 319 en un sínodo en su ciudad; pero su creencia se expandió rápidamente en Oriente, donde obispos prominentes sustentaban idéntica posición. En 325 el emperador romano Constantino convocó al Concilio de Nicea para tratar los casos de Melito y de Arrio y traer unidad a la iglesia y paz civil a toda la región.

Ni la condenación de Arrio por el concilio ni la adopción del Credo de Nicea trajeron la unidad y la paz que Constantino buscaba. Hubo ambigüedad en la forma en que los obispos entendieron el credo que habían firmado. Como resultado, Arrio finalmente firmó él también el credo (con unas pocas adiciones privadas). El emperador entonces ordenó a Atanasio, ahora obispo de Alejandría que restaurara a Arrio. Cuando llegó la orden, Atanasio rehusó readmitir a Arrio, con lo cual se presentaron nuevos cargos contra Atanasio en el sínodo de Tiro (335) y Constantino lo mandó al exilio.

La aprobación de la creencia de Arrio por el emperador amenazó con transformar al Cristianismo en una filosofía mezclada con pensamiento pagano. Arrio creía en un solo Dios supremo que hizo contacto con el mundo a través de criaturas inferiores tales como el Hijo y el Espíritu. El Hijo era un héroe divino sufriente que tenía que ser adorado pero más o menos como se adoraba a los dioses héroes de los griegos. Como esa posición era muy parecida a la del paganismo, el arrianismo hizo el monoteísmo del Cristianismo aceptable a muchos que estaban adoptando la religión del emperador. Atanasio reconoció el peligro y con frecuencia llamó paganos a los seguidores de Arrio.

Como el oponente más importante del arrianismo, Atanasio enfatizó la redención y la necesidad de la Encarnación de la palabra (Cristo) para la salvación del hombre (Sermón sobre la Encarnación de la Palabra). Enseñó que era necesario para la Palabra ser tan eterno como Dios si iba a formar la imagen divina en el hombre. Este fue también el énfasis de su obra teológica principal, «Los tres sermones contra los arrianos» (335 o después). En sus «Tres sermones» Atanasio enseñó que ya que la Escritura describe al Hijo como «engendrado» del Padre, debe ser de la misma naturaleza del Padre, no una criatura del Padre. Cristo fue generado espiritualmente, no creado. En el segundo sermón, Atanasio rechaza el bautismo arriano porque no bautizan en el nombre de la Trinidad como se entiende en la Escritura.

Los periodos del exilio de Atanasio abarcaron el reinado de cuatro emperadores: Constantino, Constancio, Julián (un pagano que trató de restituir los antiguos dioses) y Valens (quien envió a Atanasio al exilio por cuatro meses). Su primer exilio duró hasta la muerte de Constantino en 337. Volvió a Alejandría solo para ser depuesto el mismo año por un sínodo de Antioquía. Desde 346 hubo una calma relativa hasta que fue depuesto de nuevo en 355. Los años 361 y 362 lo vieron retornar a su obispado pero el emperador Julián lo exilió en el otoño del segundo año. Volvió a Alejandría en 363, fue depuesto en 365 y reinstalado en 366. Durante estos tiempos difíciles Atanasio luchó por la fe sin ceder. Hizo difícil para los emperadores tratar con él. A veces retardaba su aparición en la corte o se escapaba para aparecer, para sorpresa de todos, ante el emperador en otro tiempo y lugar. A lo largo de estas luchas, la mayoría de los cristianos de Alejandría se mantuvieron a su lado. De sus dos exilios en Occidente obtuvo un importante beneficio: la iglesia latina quedó bajo su influencia.

Había, sin embargo, muchos obispos en Oriente que no eran arrianos y que no tenían simpatías para con los obispos arrianos que controlaron la iglesia Oriental durante el reinado de Constancio. Al mismo tiempo, no estaban completamente de acuerdo con la redacción del Credo de Nicea: «el Hijo de Dios... de una substancia con el Padre». La mayoría de estos obispos sostenían que la esencia del Hijo es «como» la del Padre. Para ellos, la frase en el credo no hacía una distinción clara entre Padre e Hijo. En 359, Atanasio dio un gran paso hacia la reconciliación con esa mayoría en su «Carta concerniente a los sínodos». Se disculpó ante Basil de Ancira y dijo que aquellos que aceptaban el Credo de Nicea pero objetaban el término «de una substancia» deberían ser tratados como hermanos. Durante su breve retorno mientras Julián era emperador, Atanasio fue más allá hacia la reconciliación llamando a un sínodo en Alejandría (362). El paso final en el triunfo de la ortodoxia vino después de su muerte bajo el emperador Teodosio en el Concilio de Constantinopla en 381.

Además de contribuir a la derrota del arrianismo, Atanasio ayudó a perfilar el ideal cristiano del monasticismo. Con su libro «La vida de Antony» sacó al monasticismo de su aislamiento en Egipto. Conocía personalmente a los monjes ermitaños del desierto y a través de sus escritos hizo del patrón de la vida de Antony el ideal en Oriente. «La vida de Antony» también tuvo un impacto sobre muchos en Occidente.

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