viernes, 10 de enero de 2020

SÁBADO, DÍA DE REPOSO ¿HAY QUE GUARDARLO?



Fiesta religiosa israelita del séptimo día al parecer íntimamente relacionada con el origen de la semana como período concreto de tiempo. En Gn 8.22; Job 5.12, etc., el verbo cognado, shabat, tiene el sentido de «cesar» o «parar» cualquier actividad, sin ninguna conexión religiosa, en tanto que en Éx 16.23ss; 23.12; y 31.17 significa descansar del trabajo en consagración a Yahweh. Parece posible afirmar que la celebración del sábado se remonta entre los israelitas a los tiempos premosaicos; el mandamiento del decálogo de santificar el sábado (Éx 20.8–11) presupone que los israelitas del tiempo de Moisés ya lo conocían.

EL SÁBADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Todos los documentos legales incorporados a la ley prescriben la observancia del sábado, por medio del cese de trabajo realizado en los seis días de la semana. Así lo dicen el libro del pacto (Éx 23.12), el decálogo (Éx 20.8–11), donde se halla el concepto de que el sábado es en memoria de la creación; cf. Dt. 5.12–16), las prescripciones en cuanto al culto (Éx 34.12ss), la ley de santidad (Lv 23.3; 26.2) y el código sacerdotal (Éx 31.12–17; 35.1ss; Nm 28.9s).

La más antigua de estas leyes, Éx 31.12ss, basa la prohibición de trabajar en razones humanitarias: el reposo de todo trabajo cada siete días es bueno tanto para el hombre como para el animal. Encontramos lo mismo en Dt 5.12–14. Y el versículo 15 agrega que los esclavos de los israelitas debían descansar el sábado porque, como los israelitas mismos habían sido esclavos en Egipto y Dios los había liberado, en gratitud debían ser considerados con los esclavos.

En cuanto a la clase de trabajo que no era permitido hacer en sábado, la ley era bastante general (Éx 20.8–10; Dt 5.14; etc.). Era más explícita al referirse a las grandes fiestas como la Pascua (Lv 23.7s; Nm 28.18), el Pentecostés (Lv 23.21; Nm 28.26), el año nuevo (Lv 23.25; Nm 29.1), el Día de Expiación (Nm 29.7) y las fiestas de convocación (Lv 23.35; Nm 29.12).

Durante el cautiverio, cuando a los judíos no les era permitida la práctica pública de su fe, la observancia del sábado y la Circuncisión fueron la «señal» que los distinguió de los gentiles (Éx 31.13–17; Ez 20.12, 20). Sea cual fuera la razón, el carácter del sábado se transforma, según se ve en los escritos del cautiverio y del poscautiverio. La obligación del descanso se convierte, de un acompañamiento necesario para los actos del culto, en un fin en sí mismo. Se convierte en una forma de autonegación agradable a la Deidad, como acto de obediencia implícita a su mandato positivo. Toda legislación posterior nace de esta idea. En Ezequiel y la ley de santidad, el sábado es señal arbitraria del pacto entre Dios e Israel, y de la fidelidad individual a dicho pacto. El código sacerdotal exalta el sábado, y basa su sanción en el ejemplo del Creador (Gn 2.2ss; Éx 31.17); trata de forzar su observancia con la imposición de la pena de muerte (Éx 31.14; Nm 15.32–36).

Otra modificación después del cautiverio en la observancia del sábado se advierte en la pérdida del carácter alegre y festivo del sábado que existía anterior al cautiverio (Is 1.13; Os 2.11). En aquel entonces no se compraba ni vendía (Am 8.5), el trabajo del campo se suspendía incluso en tiempo de cosecha (Éx 34.21), se visitaba el santuario (cf. Is 1.12s) y se consultaba a los videntes (1 S 9.9), mientras que en las profecías después del cautiverio se alude a la observancia del sábado como supremo deber religioso y como condición para la realización de las esperanzas mesiánicas (Is 56.2ss; 58.13s; 66.23; Jer 17.19ss).

Como un correctivo al excesivo legalismo que está implícito en las prácticas sabáticas, Isaías condena el ayuno ritual y lo reubica en el contexto de la justicia hacia los oprimidos, de compartir lo que se come con los hambrientos (Is 58.3-13s).

EL SÁBADO EN EL JUDAÍSMO RABÍNICO

La experiencia de la diáspora incidió profundamente en el pensamiento judío sobre el sábado. Los escritos rabínicos fomentaron una interpretación sumamente estricta del descanso del sábado, y esto condujo a una complicada casuística que convirtió en carga insoportable el «deleite» de la observancia del sábado.

***Encontramos abundantes evidencias de este hecho en los Evangelios y en los profetas después del cautiverio (cf. Is 58.13). Los rabinos reconocían que el sábado debía servir de ayuda al hombre en la consecución de la finaliad de la vida. Jesús enunció este principio claramente: el sábado se había establecido para el hombre y no viceversa (Mc 2.27). Pero Jesús fue más lejos al insistir en que el sábado nunca puede ser un fin en sí mismo, otorgando así a los hombres mayor libertad para hacer el bien a los demás y para ocuparse de sus necesidades personales (Mc 2.23ss; 3.4; Lc 13.15; etc.). Jesús declara que como la ley del reposo es para el bien del hombre, como Hijo del Hombre tiene autoridad para cambiar la Ley o abrogarla (Mc 2.28). La iglesia primitiva se sirvió de esta afirmación de Jesús cuando decidió abandonar la observancia del sábado para adorar al Señor resucitado en domingo***.

Aunque ningún pasaje del Nuevo Testamento lo diga, se puede deducir de Mt 24.20 que la primera comunidad cristiana de Jerusalén siguió observando el sábado al igual que las demás costumbres religiosas judías (Hch 2.1, 46; 3.1; 10.9). Pero no parece que Pablo obligara a las comunidades cristianas fuera de Palestina a observar el sábado. En Hch 15.29 se ve que en el decreto del concilio de Jerusalén no se impuso el sábado a las iglesias gentiles. Pablo escribe a los colosenses que nadie debía juzgarlos «en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo» (Col 2.16).

La iglesia cristiana primitiva, sin dejar de observar el sistema tradicional de la semana de siete días, hizo del domingo el primer día de la misma, día especial en que los cristianos celebran sus servicios religiosos. Se basaban en la resurrección. El Señor resucitó de entre los muertos el primer día de la semana, y los cristianos comenzaron a reunirse ese día para rendir culto al Cristo resucitado. Para ellos el domingo llegó a llamarse el Día del Señor.

AÑO SABÁTICO

Institución íntimamente ligada con la del sábado. Se ordenaba que, al cabo de seis años de trabajo, se diera libertad a los esclavos israelitas. Además, cada siete años había que dejar la tierra en Barbecho y abandonar los frutos en el olivar o el viñedo (Éx 23.10, 11). Deuteronomio señala que ese año debía ser también de liberación financiera. Pero no podemos precisar en qué sentido debía serlo: si los acreedores habían de abandonar totalmente su derecho a cobrar deudas, o si solo se trataba de renunciar al interés producido por estas (15.1). Es posible que esta remisión haya sido consecuencia de la ordenanza anterior: si el agricultor abandonaba aquel año los productos de la tierra, le era imposible pagar el interés por sus deudas.

Sin embargo, solo después de la adopción del código sacerdotal se celebró realmente el año sabático (Lv 26.34, 43). La tierra, en todas partes, debía poder celebrar en un año un sábado en honor al Señor (Lv 25.1–7). Durante esos doce meses no había que cultivar nada. La Ley prometía magníficas cosechas el sexto año para que pudiesen vivir al año siguiente (Lv 25.20, 21). En tiempo de Nehemías, los israelitas se comprometieron a guardar el año sabático (Neh 10.31). Este compromiso se respetó en más de una ocasión (1 Mac 6.49, 53). Los historiadores Josefo y Tácito hacen alusión a ello; el primero, para informarnos que el emperador eximió a los judíos, cierto año sabático, de pagar impuesto, y el segundo, para ofrecer un ejemplo de lo que él consideraba la pereza de los judíos. Sin embargo, no es seguro que esta ley se observara habitualmente. El Talmud atestigua su cumplimiento, porque da numerosas prescripciones para resolver las dificultades suscitadas por su aplicación. (Jubileo).

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