(En hebreo, kohen nagadol; en
griego, arjiereus).
Cargo
hereditario que quedó en manos de los descendientes de Aarón quien fue el
primer sumo sacerdote que Dios designó como jefe espiritual de su pueblo y que
Moisés consagró (Lv 8).
El
sumo sacerdote tenía la misión de velar por la recta administración del culto.
El acto cumbre de su oficio era la celebración anual del gran Día de Expiación
en que ofrecía primero un holocausto por sí mismo y luego una ofrenda
expiatoria por el pueblo (Lv 16). El sumo sacerdote entraba al Lugar Santísimo,
asiento de la presencia de Jehová en medio de su pueblo (Tabernáculo), con la
sangre expiatoria y rociaba la sangre sobre el Propiciatorio. Era la única
persona que tenía ese privilegio, y esto solo una vez al año y con la sangre de
la expiación.
Otra
función del sumo sacerdote era la de juez, en la que contaba con la ayuda del Urim
y Tumim, aparato de uso exclusivo del sumo sacerdote que le daba cualidades
especiales para decidir cuestiones difíciles (Nm 27.20, 21).
Además
de las Vestiduras ordinarias del Sacerdote, el sumo sacerdote contaba con
algunas de tal gloria y hermosura que lo distinguían en sus funciones
oficiales. Incluía el Efod (Éx 28.5–12), prenda que se ponía sobre el Manto del
efod (Éx 28.31–35), el Pectoral (Éx 28.15–29) y la Mitra o turbante con una
placa de oro fino con la inscripción: «Santidad a Yahweh» (28.36–38; cf. 29.6).
El
Señor dio instrucciones detalladas acerca de la ceremonia de investidura (Éx
29), las que se ejecutaron solemnemente en la consagración de Aarón (Lv 8). Las
primeras ceremonias en que Aarón como sumo sacerdote tuvo que realizar con el
profundo dolor causado por la muerte de sus hijos Nadab y Abiú por no haberse
ajustado a las instrucciones divinas. No pudo expresar su dolor ni usar luto
porque le fue prohibido expresamente (Lv 9; 10; 16).
Como
el sumo sacerdocio era hereditario, el sucesor de Aarón fue Eleazar. También lo
ejerció Itamar, lo que dio origen a dos líneas de sumo sacerdotes (1 Cr 24.2,
3). Durante la conquista Eleazar ejerció sus funciones en Silo, que fue la
capital religiosa de Israel hasta los días de Elí cuando los filisteos se
apoderaron del Arca del pacto (Jos 14.1; 19.51; 1 S 4.11).
En
la época de los jueces solo se menciona una vez al sumo sacerdote, cuando el
sumo sacerdote Finees tuvo que decidir sobre un asunto grave ocurrido con los
benjamitas (Jue 20.28). El sumo sacerdote Elí era de la línea de Itamar. Su
sucesor fue su nieto Ahitob, hermano de Icabod, por cuanto los hijos de Elí
murieron el mismo día que Elí. Durante el reinado de Saúl «llevaba el efod» (1
S 14.3), indicio de que era el sumo sacerdote. En otros pasajes se le llama
«Ahimelec» (22.11, 20).
Los
sumos sacerdotes tuvieron una influencia vital en la religión del pueblo. Si el
sumo sacerdote era fiel y estaba consciente de su papel delante de Dios y del
pueblo, había un avivamiento en el rey y en el pueblo. De lo contrario, si el
sumo sacerdote descuidaba su deber, el rey y el pueblo decaían.
Cuando
David trasladó el arca a Jerusalén, los sumos sacerdotes que vivían en Silo se
fueron también a Jerusalén. Allí nuevamente se tiene noticias de la reiniciación
de las actividades de las dos líneas de sumo sacerdocio (2 S 8.17; cf. 1 Cr
24.3). Debido a la deslealtad de Abiatar en la rebelión de Adonías, Salomón lo
destituyó del cargo (1 R 2.26, 27).
La
tabla de la página siguiente muestra la sucesión de sumos sacerdotes en ambas
líneas. Esta no puede ser completa porque, como era costumbre entre los
israelitas, hay saltos de una o más generaciones (1 Cr 6.3–15; Cronología del
Antiguo Testamento).
Joiada
fue sumo sacerdote durante la infancia de Joás. No aparece en las genealogías
de la línea de Eleazar, como tampoco su hijo Zacarías, que murió lapidado por
orden del mismo Joás, que tantos beneficios recibiera de Joiada (2 R 12.2, 7).
El
cautiverio no cortó la línea de los sumos sacerdotes. Al regreso, varios de
ellos tuvieron una actuación destacada, entre ellos Josué hijo de Josadac (Hag
1.1, 12, 14; 2.2, 4; Zac 3) y Eliasib. Aunque era hijo (¿o nieto?) del sumo sacerdote
Seraías, Esdras no fue sumo sacerdote, pero tuvo una autoridad muy especial como
escriba y reorganizador de la religión del Israel después del cautiverio. Poco
se sabe de los aaronitas después de Jadúa (Neh 12.11, 12), último sumo
sacerdote mencionado en el Antiguo Testamento. Pertenecieron al Sanedrín (Concilio)
y muchas veces lo presidieron.
En
el período intertestamentario surgió el linaje de los sumos sacerdotes Asmoneos
implantado por los Macabeos. Estos fueron reyes y sumos sacerdotes a la vez,
factor que revistió el oficio de sumo sacerdote más adelante en el Nuevo Testamento
con bastante autoridad política. Son:
Jonatán (152–142 a.C.)
Simón (143–134, hermano
de Jonatán)
Juan Hircano (134–104,
hijo de Simón)
Aristóbulo I (104–103,
hijo de Juan Hircano)
Alejandro Janeo
(103–76, hijo de J. Hircano)
Hircano II (76–67 y 63–40,
nieto de A. Janeo)
Aristóbulo II (67–63,
hermano de Hircano II)
Antígono (40–37)
Aristóbulo III (36–35)
En
el Nuevo Testamento se mencionan tres sumos sacerdotes, todos ellos contrarios
al Cristo y al cristianismo. En el año 18 d.C., Valerio Grato nombró a Caifás
como sumo sacerdote y Vitelio lo depuso en el año 36. Caifás participó en las
intrigas contra Jesús y fue uno de los primeros en proponer abiertamente su
ejecución (Jn 11.49, 50). La afirmación de que era sumo sacerdote «aquel año»
sugiere que alternaba con Anás (y posiblemente con otros) la presidencia del
sanedrín y las demás funciones del sumo sacerdocio.
Anás
comenzó su pontificado el año 26 d.C., poco antes del comienzo del ministerio
de Juan el Bautista. Su nombramiento lo debió al favor de Publio Sulpicio
Quirino. Anás era suegro de Caifás. Al Cristo lo juzgaron en su casa, aunque el
sanedrín lo presidía Caifás. En la persecución de los discípulos ambos actúan
juntos, pero el presidente era Anás (Hch 4.6).
El
tercer sumo sacerdote mencionado en el Nuevo Testamento es Ananías, a quien
Agripa II designó en el año 48. Es el encargado de juzgar a Pablo (Hch 23.2–5;
24.1). En su defensa, Pablo pone por testigo al sumo sacerdote. Esto parece
indicar que acababa de asumir el cargo y Pablo no lo sabía (Hch 22.5; cf. 9.1;
23.5). Es muy posible que estos sumos sacerdotes no fueran de la línea de
Aarón. Si es así, tendríamos que el linaje de los sumos sacerdotes aaronitas
había llegado a su fin, lo que demostraría la fragilidad de su institución.
El Cristo
es el Sumo Sacerdote definitivo, del cual Aarón y su linaje eran un tipo, y se
caracteriza por ser un Sumo Sacerdote misericordioso hacia su pueblo, fiel
hacia Dios y hacia los suyos al punto de expiar en su propio cuerpo los pecados
(Heb 2.17; 3.2). Es de mayor gloria que Moisés (Heb 3.3) que fue el que
consagró al primer sumo sacerdote, compasivo hacia las debilidades humanas por
cuanto Él fue tentado también (Heb 2.18; 4.15). En consecuencia, mantiene una
invitación permanente a que el débil acuda a Él en demanda de socorro (Heb
4.16; cf. 2.18).
El
contraste entre el Cristo y los sacerdotes es notable. Coinciden en que a ambos
los constituyó Dios en favor de los seres humanos, han de ofrecer sacrificios
por los pecados, y han de tener paciencia con los débiles. Pero difieren en
varios aspectos importantes.
1.
Las ofrendas y sacrificios de los sumos sacerdotes aaronitas eran muchos y
continuos, mientras el Cristo ofreció un solo sacrificio de una vez y para siempre
(Heb 5.1; cf. 7.27).
2.
La paciencia del sumo sacerdote estaba basada en su debilidad, mientras que la
del Cristo proviene de la misericordia como una virtud propia (Heb 5.2; cf.
4.15; 7.28).
3.
El sumo sacerdote debía ofrecer sacrificios por sí mismo antes de ofrecer el de
los pecadores, mientras que el Cristo no necesita sacrificio a su favor (5.3;
7.27).
4.
El sumo sacerdote aaronita ofrecía animales y entraba al santuario con sangre
ajena, mientras que el Cristo se ofreció a sí mismo y derramó su propia sangre
(Heb 9.12; cf. 9.13, 14).
5.
El sumo sacerdote entraba una vez al año a un santuario hecho con manos (Heb
9.7), mientras que el Cristo entró al santuario celestial y una vez y para siempre
(Heb 9.11, 24; cf. 9.8).
6.
El sumo sacerdote tenía que salir del Lugar Santísimo, pero el Cristo entró más
allá del velo y ha permanecido en él (6.19, 20; cf. 10.12) dejando abierto el
camino para que los suyos entren a la presencia de Dios (Heb 10.19, 20; cf.
9.7, 8, y Mt 27.51).
7.
Los aaronitas fueron muchos, por cuanto por la muerte no podían perdurar, pero el Cristo es uno solo eternamente (7.23) y su sacerdocio es inmutable.
8.
Su sacerdocio no es según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec
(Heb 9.20; esto implica que también Melquisedec era sumo sacerdote).
9.
La intercesión del sumo sacerdote era temporal, pero la del Cristo es eterna
(7.25).
10.
El sumo sacerdote era un ministerio imperfecto, porque correspondía a un pacto
que caducó, mientras que el del Cristo es un ministerio perfecto que permanece
para siempre (Heb 8.16–13).
En
suma, el Cristo no solo fue Sumo Sacerdote, sino también ofrenda; no solo murió
por su pueblo escogido, sino que resucitó y vive eternamente para interceder
por él. Al de Sumo Sacerdote unió otros oficios, como el de Rey y Profeta, con
lo que se identifica con Melquisedec, único sumo sacerdote que al parecer
reunía los tres oficios. Por su obra, el Cristo nos ha hecho reyes y sacerdotes
que debemos ofrecer sacrificios espirituales y reinar con Él (Ap 1.5s; cf. 1 P
2.9). La culminación del Sumo Sacerdote del Cristo ocurrirá cuando aparezca la
segunda vez para introducir a los suyos al santuario celestial (Heb 9.28; cf.
6.19, 20).
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