El tema de este libro hace énfasis en la vida piadosa y santa mientras esperamos el regreso de Jesucristo. Pablo también dio palabras acerca de los cristianos que ya habían muerto.
Casi
todos los nuevos creyentes tienen interrogantes sobre su fe. Como misionero de
experiencia, Pablo ya sabía que esto sucedería. Por esa razón, envió a Timoteo
de vuelta a Tesalónica poco después de establecer allí la iglesia. El trabajo
de Timoteo era averiguar cómo le iba a la nueva iglesia. Cuando volvió, venía
cargado con sus preguntas. La Primera Epístola a los Tesalonicenses es la
respuesta paciente de Pablo. Refuerza el mensaje básico del evangelio, les da
más instrucción sobre su fe y proporciona aplicaciones prácticas para las
verdades espirituales.
Primera
de Tesalonicenses nos da una introducción íntima a la forma en que Pablo
aconseja a los nuevos creyentes. Como lo demuestra esta epístola, su enseñanza
para los recién convertidos es rica en doctrina y aplicación, y describe con
precisión la salvación en su dimensión total.
En
1 Tesalonicenses, Pablo revisa algunos fundamentos de la fe y aplica las
verdades a la vida de los creyentes. Los anima a perseverar en la vida piadosa
a pesar de la persecución, presenta el consuelo de la resurrección a los que
estaban de duelo y habla sobre ciertos detalles de la Segunda Venida. Además,
Pablo responde a los airados ataques de sus oponentes judíos que estaban
celosos porque los cristianos estaban atrayendo a los gentiles temerosos de Dios
de la sinagoga local. Quizás los opositores acusaron a Pablo de que el hecho de
no volver a Tesalónica probaba que no era sincero. Pablo dedica los primeros
tres capítulos de su carta a corregir esa falsa impresión.
En
poco espacio, Pablo cubre un amplio espectro de doctrinas esenciales del
cristianismo. Incluye creencias como la Trinidad (1:5, 6), la deidad del Cristo
(3:11, 12), el poder del Espíritu Santo (1:5, 6), la naturaleza de las Escrituras
(2:13), el tiempo y sucesos de la Segunda Venida (1:10; 2:19; 3:13; 4:13-17;
5:23), el día del Señor (5:1-3), la seguridad de la salvación (1:5), la
conversión (1:9); la santificación (4:3; 5:23), la resurrección (4:14-18), la
relación entre la fe y las obras (13), la relación del amor y el servicio (1:3),
y la relación entre la paciencia y la esperanza (1:3).
Como
1 Tesalonicenses es una de las primeras cartas de Pablo, aclara mucho de lo que
este predicó durante su segundo viaje misionero. Evidentemente, la venida del
Cristo fue lo principal de su mensaje porque responde muchas preguntas sobre la
Segunda Venida. Ciertamente, tal vez la contribución doctrinal más
significativa de esta pequeña carta es su detallada explicación del regreso del
Cristo.
La
autoría de Pablo de 1 Tesalonicenses no se ha cuestionado seriamente salvo por
unos pocos eruditos modernos. Pablo se nombra a sí mismo como el autor de la
carta (1:1; 2:18), y la iglesia primitiva lo reconoce así. El canon de Marción
pone 1 Tesalonicenses en la lista de obras de Pablo. Padres de la iglesia
primitiva como Ireneo, Tertuliano y Clemente de Alejandría la reconocieron como
perteneciente a Pablo.
Al
parecer Pablo escribió esta carta desde Corinto alrededor del 51 d.C. y se
considera como una de sus primeras epístolas. Por cierto, Gálatas es quizás la
única escrita antes.
Tesalónica
fue una de las ciudades que Pablo y Silas evangelizaron al llegar al continente
europeo. La visión divina de un hombre de Macedonia que invitaba a Pablo a
predicar el evangelio llevó a los dos misioneros a esa región (Hch 16:9, 10).
Después de predicar en Filipos, Pablo viajó otros ciento sesenta kilómetros a
Tesalónica, ciudad portuaria y centro comercial ubicado en el ángulo noroeste
del mar Egeo. La Vía Ignacia que unía Roma con Bizancio pasaba por ella. Esta
importante carretera y el activo puerto hacían de Tesalónica uno de los centros
comerciales más ricos del Imperio Romano. Era la capital y la ciudad más grande
de la provincia de Macedonia, con una población de unos doscientos mil
habitantes.
Debido
a su ubicación estratégica, Tesalónica llegó a ser una base para el
esparcimiento del evangelio en Macedonia y Grecia. Ese era el plan de Pablo.
Una iglesia erigida en un centro geográfico se convertiría en el eje
evangelístico para la región circundante. Evidentemente, esto fue especialmente
cierto en el caso de Tesalónica, por lo que Pablo alaba a estos cristianos por
su obra evangelizadora (1:8).
Pablo
comenzó la iglesia tesalonicense al predicar durante tres días de reposo en la
sinagoga judía. Logró mucho éxito no sólo entre los judíos sino también entre
los griegos temerosos de Dios. Pero algunos judíos que rechazaban el mensaje de
Pablo y envidiaban su éxito pagaron a un grupo de ociosos para que lo atacaran.
Cuando no lo encontraron, los judíos llevaron ante los magistrados a Jasón, el
dueño de la casa donde Pablo se alojaba, y lo acusaron de traición porque
escondía a alguien que enseñaba que había otro rey, Jesús. Los magistrados
cobraron una fianza a Jasón y lo dejaron ir. Por consiguiente, Pablo y Silas
consideraron que lo mejor sería irse inmediatamente y seguir hacia la siguiente
ciudad importante, Berea. Allí también tuvieron una buena acogida, pero cuando
los judíos de Tesalónica oyeron de ello, fueron allí para alborotar a la gente
en contra de Pablo y Silas. Así Pablo avanzó hacia Atenas y después de quedarse
allí un tiempo corto siguió a Corinto donde se unieron a él Silas y Timoteo
(Hch 18:5). Preocupado por el bienestar de los tesalonicenses convertidos,
Pablo envió a Timoteo de vuelta a Tesalónica para saber cómo les iba.
Después
de un breve, pero fortalecedor ministerio en Tesalónica, Timoteo se reunió con
Pablo en Corinto y le llevó un buen informe de la fidelidad de los
tesalonicenses, incluso bajo persecución. Ellos tenían ciertas preguntas sobre
la fe y Pablo se encargó de contestarlas.
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