Hechos describe el principio del desarrollo de la iglesia y también su rápido crecimiento. Revela cómo el dinámico poder dl Espíritu Santo transformó un variado grupo de pescadores, cobradores de impuestos y personas comunes y corrientes en individuos que transformaron su mundo con el evangelio de Jesucristo.
La
contagiosa noticia surgió en Jerusalén y luego se esparció rápidamente de
persona a persona y de ciudad en ciudad. Dondequiera que fue halló oposición.
Pero el mundo estaba mal equipado para combatirla. Potenciados por el Espíritu
Santo, los seguidores del Cristo transmitían las buenas nuevas acerca de Jesús
por todas partes. En menos de treinta y cinco años el evangelio alcanzó ciudades
desde Jerusalén hasta Roma.
Lucas
escribió el libro de los Hechos para mostrar el cumplimiento de las palabras de
Jesús. «Edificaré mi iglesia, y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16:18). Antes de su
ascensión al cielo, Jesús mandó a sus seguidores que hicieran discípulos a
todas las naciones (Lc 24:46-49). Lucas comienza Hechos con la reiteración de
esa comisión y una descripción del modo en que se llevaría a cabo (1:8). Esta
comisión no sólo enlaza el libro de los Hechos con el Evangelio de Lucas;
además provee un bosquejo del libro: el testimonio en Jerusalén y Judea (1:1-6:7);
el testimonio en Judea y Samaria (6:8-9:31), y el testimonio hasta lo último de
la tierra (9:32-28:31).
El
libro de los Hechos comienza en Jerusalén con los discípulos apiñados en una
habitación el día de Pentecostés. Luego el Espíritu Santo vino sobre ellos y
les dio autoridad para ser sus testigos. El resto de Hechos describe el efecto
de onda expansiva de ese gran acontecimiento.
Los
seguidores de Jesús primero dieron testimonio a los judíos en Jerusalén, con
Pedro en el centro del movimiento. Luego estalló la persecución (7:60), que
dispersó a los creyentes hacia Samaria y al resto del mundo conocido. Saulo de
Tarso, quien fuera líder de la persecución, se convirtió en líder de los
perseguidos. En el capítulo 11, el foco del libro de los Hechos se desplaza del
ministerio de Pedro a los judíos al ministerio de Saulo a los gentiles. Bajo su
nombre más conocido, Pablo, el perseguidor convertido estableció iglesias en
Asia Menor y Europa. El libro de los Hechos registra tres de los viajes
misioneros de Pablo y su viaje a Roma para someterse a juicio.
El
libro termina abruptamente cuando Pablo está bajo arresto domiciliario en Roma.
El final es adecuado porque todo el libro de Hechos es en sí un prólogo. Jesús
no ha terminado su tarea sobre la tierra. El relato que inició Lucas en este
libro no terminará hasta que Jesucristo venga por segunda vez, en gloria (1.11;
1 Co 15:28).
El
libro de los Hechos da una historia condensada de la Iglesia en el primer
siglo, un relato de un testigo de la milagrosa extensión del evangelio desde
Jerusalén a Roma. Detalla cómo el Espíritu Santo dio autoridad a nuestros
antepasados espirituales para llevar a cabo el mandato de Jesús de ser sus
testigos alrededor del mundo. Los relatos en Hechos incluyen estimulantes
ejemplos que podemos seguir, pero el tema recurrente del libro de los Hechos es
que el Espíritu Santo dotó de poder a nuestros padres espirituales. Ese mismo
poder está a nuestra disposición. Dios no nos dejó a merced de nuestras
debilidades; envió su Espíritu Santo para ayudarnos a seguir el ejemplo de
ellos (Ef 5:17, 18), para ser testigos de Jesús en toda la tierra.
El
libro de los Hechos es un relato histórico, pero al mismo tiempo tiene una
profunda significación teológica. La fe del creyente se basa en hechos
históricos: la vida, muerte y resurrección de Jesús. Estos acontecimientos los
registró Lucas en su Evangelio para provocar fe. Si el hecho histórico de la
resurrección del Cristo no es verdad, la fe del creyente carece de fundamento.
Como afirma Pablo: «Si Cristo no resucitó,
la fe de ustedes es vana; y aún están en sus pecados» (1 Co 15:17).
El
libro de los Hechos asegura al creyente que su fe se basa en hechos. El
crecimiento extraordinario de la iglesia primitiva se fundaba directamente
sobre el Cristo resucitado. Su mandamiento y el poder que el Espíritu Santo dio
a los discípulos es la única explicación razonable de la rápida e increíble
difusión del evangelio en el primer siglo. Los cristianos primitivos no eran
testigos de un Cristo muerto, sino de un Cristo vivo a quien habían visto con
sus propios ojos (1:1-5; Lc 24:36-53; 2 P 1:16). Lo mismo tiene vigencia para
nosotros. Jesús vive y sigue su obra por medio de la Iglesia.
Hechos
comienza con una referencia del autor a su «primer tratado», escrito para un
hombre llamado Teófilo (1:1), en una clara referencia al Evangelio de Lucas (Lc
1.3). Aun cuando el autor no se menciona por nombre en su evangelio ni en
Hechos, la tradición primitiva señala a Lucas como el autor de ambos libros. Ya
en el segundo siglo, autores antiguos como Ireneo (ca. 180 d.C.), indican esto.
Llamado
«médico amado» por Pablo (Col 4:14),
Lucas era un doctor que Pablo conoció en Troas (16:8-11). Cuidó a Pablo en las
enfermedades que sufrió durante sus viajes misioneros. Las referencias de Pablo
a Lucas en 2 Timoteo 4:11 y Filemón 24 presentan a Lucas como fiel compañero de
viaje de Pablo. Después de conocerse en Troas, Lucas se incluye en el equipo
misionero que se registra en Hechos (16:10, donde comienza la sección
«nosotros» del libro). La fiel amistad de Pablo y Lucas continuó hasta la
muerte de Pablo en Roma, porque Lucas fue una de las pocas personas que no lo
abandonaron (2 Ti 4:11).
El
libro de los Hechos no registra la muerte de Pablo. Termina abruptamente
durante la estancia de Pablo en Roma (28:30). El arresto domiciliario de Pablo
en Roma ocurrió alrededor del año 61 d.C., lo que marca la fecha más antigua
posible de la terminación del libro. Hechos no hace referencia a la caída de
Jerusalén en el año 70 d.C., ni a la persecución de Nerón contra los cristianos
después del incendio de Roma el año 64 d.C. Seguramente Lucas mencionaría estos
hechos significativos si hubieran ya ocurrido cuando escribió. Además, las
muchas referencias a la vindicación de Pablo ante las autoridades romanas no
tendrían sentido si Nerón hubiera ya comenzado su vehemente persecución de los
cristianos. Por lo tanto, es razonable suponer que Hechos fue escrito entre los
años 60 y 64 d.C.
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