Pablo escribió esta carta para confrontar los desafíos que Tito experimentaba como pastor de la iglesia en la isla de Creta. También describió las condiciones para los líderes de la iglesia, la enseñanza correcta y las buenas acciones.
«Anotador»,
«Bateador suplente», «Atajador», «Impetuoso». Estas palabras describen a una
persona con quien se puede contar, alguien que sabe qué hacer y cómo hacerlo, y
que trabaja arduamente para lograrlo. Tito era ese tipo de persona.
Tenía
que serlo. Gran parte de su trabajo, como el del apóstol Pablo, era peligroso,
impopular, difícil y agotador. Consistía en viajar, presentar nuevas ideas a
extranjeros, ganar nuevos amigos constantemente, combatir coherentemente a los
enemigos, y aun desechar las amenazas contra la propia vida. El número de
personas que podía sobrellevar esa carga era pequeño, pero la iglesia primitiva
los necesitaba desesperadamente. Cualquiera no podía iniciar y mantener una
iglesia nueva en un mundo hostil. Sin embargo, Tito estuvo a la altura del
desafío.
Los
creyentes de Creta carecían de liderazgo y como resultado sufrían. Falsos
maestros aprovechaban la ventaja de la ausencia de una sana doctrina. A juzgar
por las exhortaciones de Pablo, se había roto la armonía y la moral de la joven
congregación. Pablo se apoyó en Tito para que le ayudara a establecer el
liderazgo en Creta, y para resolver otras deficiencias. Sus luchas se repiten
en todas las épocas, de modo que esta carta es tan relevante hoy como lo fuera
en el tiempo de Tito.
Aunque
Tito contiene sólo cuarenta y seis versículos, abarca una amplia gama de temas.
Es un libro clave del NT para la organización eclesiástica, con directrices
para ancianos, pastores y otros creyentes. Además, contiene una de las
declaraciones más claras del NT acerca de la gracia de Dios (2:11-14; 3:3-7).
Explica la significación de la primera (2:11) y la Segunda Venida del Cristo
(2:13). El libro contribuye a nuestro entendimiento de la obra del Espíritu
Santo en la salvación y la vida cristiana (3:5). Pero se le conoce más por sus
instrucciones prácticas sobre los roles de los hombres, las mujeres y los
siervos (2:2-10) y sus instrucciones para enfrentar las falsas enseñanzas (1:9-16;
2:1, 7, 8, 12, 15; 3:2, 8-11, 14). Una iglesia necesita organización, sana
doctrina y buena enseñanza para subsistir. En esta carta, Pablo da a Tito un
vistazo sucinto sobre cómo dirigir una iglesia.
Mientras
las cartas a Timoteo enfatizan la sana doctrina, la carta a Tito enfatiza las
buenas obras (1:16; 2:7, 14; 3:1, 5, 8, 14). Había personas influyentes en la
iglesia motivadas por interés personal y ganancia egoísta (1:11). En su carta,
Pablo expone la forma en que esto afecta la doctrina (1:11) y la práctica (1:16)
de la Iglesia y exhorta a Tito a que defienda la pureza, el servicio y la
bondad hacia los demás (2:11-15; 3:3-7). Pablo recuerda a Tito que la salvación
no se basa en nuestras «obras de justicia»
(3:5) sino que es el resultado de la misericordia y el amor de Dios por
nosotros (3:4). Somos incapaces de hacer buenas obras en nuestro estado
desobediente y egoísta (3:3). La salvación en el Cristo nos da la libertad para
hacer buenas obras y el «lavamiento de la
regeneración y renovación del Espíritu Santo nos capacita» (3:5).
Dios
quiere que su pueblo se dedique a hacer buenas obras (2:11, 12; 3:1, 8, 14).
Los ancianos (2:2), las ancianas (2:3), las jóvenes (2:4, 5), los jóvenes
(2:6-8) y los siervos (2:9, 10) en todo «adornen
la doctrina de Dios nuestro Salvador» (2:10). En su carta Pablo exhorta a
los creyentes de Creta a que den testimonio con sus buenas obras ante los de
afuera (2:11, 12; 3:1, 8, 14). Aunque las buenas obras son un deber cristiano,
son también un don de Dios. Por la justificación en el Cristo (3:7), Dios nos
declara justos. Tenemos que tener esta posición legal para que Dios nos
califique para buenas obras. La redención (2:14) nos saca de la jurisdicción de
Satanás al pagar la deuda que contrajimos por nuestro pecado. Al mismo tiempo
nos pone en la familia de Dios, de modo que podamos ser «un pueblo propio, celoso de buenas obras» (2:14).
Esta
carta dice que el apóstol Pablo fue su autor y hay pocas razones para dudarlo.
Aunque algunos eruditos plantearon objeciones en los últimos doscientos años,
las mismas descansan principalmente en que Pablo murió al final del
encarcelamiento que se describe en Hechos 28 y no hizo el viaje implícito en
las cartas a Timoteo y Tito. Los detalles históricos dentro de Tito no nos dan
razones para abandonar el punto de vista tradicional de Pablo como autor de
esta carta, debido a que los argumentos contra la autoría paulina son los
mismos que se presentan contra las epístolas pastorales en general, véase la
introducción a 1 Timoteo para mayor información.
Parece
que Pablo escribió Tito en algún momento entre los dos encarcelamientos en
Roma, entre los años 62 y 65 d.C. La tradición sostiene que Tito se escribió
poco después de 1 Timoteo, cerca del año 63 d.C.
Creta
es una isla grande de unos 250 kilómetros de longitud y unos 56 kilómetros de
anchura, en el Mar Mediterráneo. La isla se localiza unos 160 kilómetros al
sureste de Grecia. Los cretenses desarrollaron una agricultura próspera y una
economía basada en el comercio, y crearon uno de los más conocidos centros de
negocios del mundo antiguo. Esa prosperidad produjo también una gran cantidad
de excesos. En 1:12, Pablo cita al poeta griego Epimenedes, que escribió: «Los cretenses, siempre mentirosos, malas
bestias, glotones ociosos».
Quizás
Pablo plantara una iglesia en Creta durante un viaje misionero después de su
encarcelamiento en Roma, que terminó en el año 62 d.C. Cuando Pablo se fue de
Creta, dejó a Tito, «para que corrigieses
lo deficiente» en la iglesia (1:5). Tito se menciona varias veces en el NT
como uno de los ayudantes más dignos de confianza de Pablo. Era griego y se
convirtió bajo el ministerio de Pablo (Gá 2:3). Acompañó al apóstol en algunos
de sus viajes misioneros (2 Co 7:6, 7; 8:6, 16) y fue con él al concilio de
Jerusalén (Hch 15:2; Gá 2:1–3). Pablo menciona a Tito varias veces en 2
Corintios (2 Co 2:13; 7:6, 13, 14; 8:6, 16, 23; 12:18). Tito fue el portador de
la carta a Corinto. Mientras estuvo en Corinto, se encomendó a Tito la
recolección de fondos en la iglesia de Corinto. Después Tito fue a Dalmacia a
pedido de Pablo (2 Ti 4:10). Antiguas tradiciones eclesiásticas dicen que Tito
regresó a Creta y pasó allí el resto de su vida.
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