Esta epístola contiene alguno de los secretos más importantes de la vida cristiana. Es un diagnóstico contundente de la fuente principal de los problemas de la humanidad: el pecado. También demuestra la inutilidad de pensar que la solución a nuestros problemas se encuentra dentro de nosotros mismos.
Romanos
es el buque insignia de la flota de las epístolas paulinas en el Nuevo
Testamento. Esta carta se eleva imponente en la historia del cristianismo.
Incontables hombres y mujeres de fe señalaron a “Romanos” como el arma que Dios
usó en su gracia para producir su rendición al Cristo. Agustín, Martín Lutero,
Juan Wesley y otros, recibieron inesperados impactos espirituales que
quebrantaron sus defensas y pusieron fin a su rebelión contra Dios.
Romanos
combina amplitud, lógica y una comprensión madura de las Escrituras del AT para
formar un poderoso arsenal. Hacia el tiempo que se escribió, el Espíritu Santo
había convertido al Apóstol Pablo en un hábil comunicador de la fe. El
resultado es su carta a los romanos, un tratado teológico que encuadra
perfectamente dentro de la descripción de Pablo de toda la Escritura como: «útil para enseñar, para corregir, para
instruir en justicia» (2 Ti 3:16). La carta representa una expresión
completa de la teología apostólica. Los argumentos de Pablo desafían la mente
secular, pagana, y sin embargo, también quebrantan la confianza espiritual
superficial de muchos no paganos. Romanos es un poderoso nivelador, porque
declara que «todos pecaron y están
destituidos de la gloria de Dios» (3:23). Puesto que todos son pecadores,
llega como una deliciosa descarga el hecho de que: «Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, el
Cristo murió por nosotros» (5:8). Estas son las buenas nuevas que Pablo tan
elocuente y sistemáticamente defiende en este tratado teológico dirigido a los
romanos.
Todas
las demás cartas de Pablo surgen de una ocasión particular y tienen un
propósito definido. Romanos es diferente; por el contenido parece tener un
propósito didáctico mucho más general. Dicho esto, es posible ver por lo menos
tres propósitos de Pablo al escribir el libro.
Su
primer propósito era preparar a los romanos para el viaje que planeaba hacer a
Roma y luego a España. Su itinerario inmediato incluía un viaje a Jerusalén,
pero su visión estaba dirigida hacia el occidente. Claramente sugiere que
necesita ayuda de ellos en su empresa de llevar el evangelio a España (15:24).
Pero si ese hubiera sido su único propósito, una breve nota hubiera bastado.
Obviamente tenía algo más en sus pensamientos.
Un
segundo propósito de Pablo incluía su entendimiento de que los creyentes necesitaban
ser «confirmados» (1:11). Pablo
quería darles una fe bien instruida. Su carta es una especie de texto de la
enseñanza apostólica. Romanos es una presentación maestra del plan de salvación
de Dios para judíos y gentiles.
El
tercer propósito de la carta era pastoral. Quería exhortar a judíos y gentiles
para que vivieran en armonía. Como en la mayoría de las primeras iglesias, el
evangelio reunió diversos grupos que de otro modo hubieran permanecido
separados, ya fuese por razones de nacionalidad, estatus o cultura. Una vez que
se reunían bajo un mismo techo el desafío era preservar su unidad en Cristo.
Así, a lo largo de la carta trata los problemas que surgen de las diferencias
entre judíos y gentiles. Enfatiza lo que tienen en común. Puesto que hay un sólo
Dios, es el Dios de judíos y gentiles. Ambos grupos están bajo pecado (3:9), y
ambos son salvos por medio de la fe (3:30). El tema de judíos y gentiles que
viven en unión aflora más claramente en los capítulos 14 y 15, donde Pablo
trata los aspectos prácticos del hecho de permanecer unidos en un sólo cuerpo.
Pablo recalca su tema central de que el Dios justo justifica y finalmente
glorifica por gracia por medio de la fe a judíos y gentiles.
Romanos
incluye la presentación más sistemática de la teología de todas las Escrituras.
Explica el significado de la cruz para la vida del creyente. Mientras expone
por qué Jesús murió por toda la humanidad, Pablo aclara los conceptos medulares
de la fe cristiana: el pecado y la justicia, la fe y las obras, la justificación
y la elección. La epístola contiene:
(1) Una detallada descripción de la
pecaminosidad del hombre (1:18-3:20);
(2)
una completa exposición de la justificación por la fe (3:21-5:11), que incluye
una clara interpretación de la muerte del Cristo (3:24-26);
(3)
una elaborada explicación de la santificación (5:12-8:39);
(4)
una enérgica sección sobre la doctrina de la elección (9:1-29);
(5)
una desarrollada exposición de lo que ocurrió a la nación de Israel y del
destino del pueblo de Dios (9:1-11:36);
(6)
una extensa sección dedicada a los dones espirituales (12:1-8); y
(7)
instrucciones sobre la relación del creyente con el estado (13:1-14).
Indudablemente,
“Romanos” es el libro más doctrinal de la Biblia.
Puesto
que nos da un bosquejo sistemático de la esencia de la fe cristiana, es tan
útil para el creyente maduro como lo es para alguien que necesita una breve introducción
a la fe cristiana.
El
autor se presenta en los primeros versículos de “Romanos” por nombre (Pablo), por identidad (siervo), por vocación (apóstol) y por propósito (apartado para el evangelio de Dios). A
lo largo de la historia de la Iglesia se reconoce a “Romanos” como una epístola
de Pablo. El carácter y el mensaje de Pablo, del que leemos tanto en Hechos,
aparece en “Romanos” como la firma de su carta.
La
epístola fue dirigida a una vibrante iglesia en la ciudad de Roma. Aunque se
desconocen las circunstancias que originaron la iglesia, pudo establecerla
algún grupo de creyentes provenientes de Jerusalén después de la resurrección y
del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés. Cuando Pablo escribe la
carta, no había visitado personalmente Roma, aunque desde hacía algún tiempo
deseaba hacerlo.
La
epístola a los romanos incluye pocos indicios acerca de los creyentes de Roma.
Pablo admiraba la fe de ellos y oraba regularmente por ellos. Es evidente que
la iglesia estaba formada por judíos y gentiles. A primera vista no parece que
algún problema en la iglesia de Roma fuera la ocasión para la epístola. Sin
embargo, hay señales de la necesidad de los creyentes en Roma de una exhortación
a vivir en armonía (14:1–15:13). Evidencias en 1 y 2 Corintios, en Romanos y en
Hechos indican que Pablo escribió a la iglesia de los romanos desde Corinto en
su tercer viaje misionero. Cuando Pablo escribe las epístolas a los corintios,
se refiere a una colecta en favor de los pobres en Jerusalén que provenían de
diversas iglesias del Mediterráneo (1 Co 16:1–3; 2 Co 8:1–9:1). Al momento de
escribir Romanos había concluido esa tarea y Pablo estaba por viajar a Jerusalén
para entregar los fondos que reunió (15:22–29).
Esto
implica que Pablo tenía planes de navegar directamente de Corinto a Judea.
También Febe, una creyente, estaba por viajar de Corinto a Roma. Se presume que
ella fue la portadora de la carta a los romanos. Puesto que después del 11 de
noviembre cesaba toda navegación en el mar Mediterráneo, y no se reanudaba
hasta el 10 de marzo, es probable que Romanos se haya escrito durante el otoño
del año 57 d.C.
Sin
embargo, una conspiración de los judíos cambió los planes de viaje de Pablo. En
vez de embarcarse en Corinto caminó hasta Macedonia (Hch 20:3) y finalmente se
embarcó hacia Jerusalén en Filipos en la primavera siguiente (Hch 20:6). Pablo
no imaginaba que finalmente su llegada a Roma sería en cautividad (Hch 28:17-31).
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