En esta carta, Juan enseña que el verdadero amor cristiano es más que un sentimiento.
La
iglesia primitiva estaba plagada de falsos maestros primero estaban los
judaizantes, que sostenían que los gentiles que no observaban los rituales
judaicos no podían ser cristianos. También había falsos apóstoles, que se
especializaban en atacar la credibilidad de Pablo. Después aparecieron los
docetistas, los gnósticos y muchos otros que tergiversaron la verdad. Cada uno
traía su propia versión de la verdad.
Nota: docetismo
s. m. FILOSOFÍA,
TEOLOGÍA Tendencia teológica presente en la Iglesia de los primeros siglos
cristianos, común a ciertos nósticos y maniqueos, que defendía que el cuerpo
humano de Cristo no era real sino aparente.
La
Segunda Epístola de Juan es un testimonio del hecho de que ninguna pregunta
consumía más tiempo que «¿Quién es Jesús?»
Los falsos maestros que provocaron a Juan a escribir esta carta, promovían una
herejía acerca de esta pregunta. Esta herejía, llamada docetismo, enseñaba que el
Cristo no vino realmente en carne. En otras palabras, Cristo no tenía cuerpo,
sino solamente parecía tener un cuerpo, y también era una apariencia su sufrimiento
y muerte en la cruz (v. 7). Sin embargo, estos maestros pretendían ser
cristianos que enseñaban las verdades de la vida y muerte de Jesús.
Juan
no quería nada de eso. Exhorta a los creyentes a aferrarse de la verdad: Jesús
vino en la carne. La palabra verdad aparece cinco veces en los primeros cuatro
versículos. Juan quería que los creyentes se cuidaran de cometer este error y
el mejor modo de hacerlo era armarse con la verdad.
La
iglesia primitiva hizo una práctica del sostenimiento de los ministros y
maestros itinerantes con donaciones y con la hospitalidad. Los cristianos de
cada iglesia querían acoger a estos misioneros y proveerles para sus
necesidades (3 Jn 5, 6). Dado que los falsos maestros también esperaban esa
hospitalidad, Juan les exhorta para que usen el discernimiento y no apoyen a
los maestros viajeros «que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne» (v.
7).
Juan
dirige su carta «a la señora elegida y a sus hijos». Esta carta es una
referencia figurada a una comunidad eclesiástica o una referencia literal a una
persona específica. Diversos argumentos favorecen el sentido figurado y varios
el literal. En defensa del figurado, los problemas a que se hacen referencia
parecen reflejar el problema que enfrenta una iglesia más que a un individuo.
Los pronombres en plural en los vv. 6, 8, 10 y 12 dan a entender una audiencia
de más de una persona. No se nombran directamente la dama ni sus hijos, aunque
en 3 Juan aparecen tres nombres. El hecho de que tanto Pablo como Juan
personificaran a la iglesia como una mujer en otros pasajes da apoyo a la
teoría de que su carta se dirigía a la iglesia como un todo (2 Co 11:2; Ef
5:25–27, 31, 32; Ap 21:2, 9; 22:17). Finalmente el saludo del v. 13 tiene mejor
sentido cuando se entiende como el saludo de una congregación a otra, en lugar
del de un grupo de familiares a su tía.
También
es igualmente posible que Juan escribiera esta carta a una mujer literal. La
frase «señora elegida» tiene sentido como de título para una mujer bien
conocida y respetada. La referencia a sus hijos que andan en la verdad también
tiene sentido cuando se toma literalmente. Los saludos de los hijos de su
hermana en el v. 13 también podrían encajar en esta interpretación. La palabra
griega que se traduce elegida podría ser un nombre de mujer, al que se le añade
señora como un título de respeto, como en «señora Ekklesia». En cuanto al
saludo, Pablo transmitió saludos de otros en su carta personal a Filemón (Flm
23-25), de modo que no es sin precedentes que Juan lo hiciera así en el v. 13
de su carta. Finalmente, las referencias en plural en los vv. 6, 8, 10 y 12
bien podrían referirse a la mujer y a sus hijos. La demostración no es
concluyente para ninguna de las dos opciones, de modo que la verdadera
identidad de los receptores de esta carta de Juan probablemente permanezca en
incógnito. Sin embargo, el mensaje es claro: mantenerse vigilantes contra las
falsas enseñanzas y perseverar en la verdad.
La
evidencia es que el apóstol Juan escribió esta carta. Algunos afirman que había
dos «Juanes», el apóstol y un líder eclesiástico conocido como Juan el Anciano.
Pero como en el caso de 1 Juan, la evidencia de los padres de la iglesia
primitiva identifica esta carta con el apóstol. Otras evidencias favorables a
Juan el apóstol como el autor de esta epístola son la similitud del lenguaje y
del contenido de 1 y 2 Juan. Juan pudo usar el título de anciano como una
descripción afectiva de sí, puesto que su autoridad apostólica no estaría en
cuestión en una fecha tan avanzada.
Esta
epístola probablemente se escribió poco después de 1 Juan, porque supone que
los lectores entenderían el significado de «anticristo» en el (v. 7). No se
puede dar una fecha definitiva porque la información es insuficiente tanto en
la epístola misma como proveniente de los padres de la iglesia. Sería apropiada
una fecha entre los años 80 a 100 d.C. Los escritores de la iglesia primitiva
afirman que Juan, después de la caída de Jerusalén (año 70 d.C.), vivía en
Éfeso y es probable que esta carta se escribiera desde allí.
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