jueves, 8 de octubre de 2020

(INTRODUCCIÓN CONCISA) FILIPENSES.

El libro explica la forma de pensar, la actitud, y la perspectiva que un creyente debe tener para experimentar el gozo del Señor en un momento turbulento.

Desde golpizas hasta encarcelamiento, Pablo soportó muchos sufrimientos por la causa del Cristo. Estas pruebas enseñaron a Pablo a estar contento en todas las circunstancias, capacidad que Pablo pide a los filipenses que cultiven (4:11). En efecto, la carta a los filipenses es un testimonio de esta actitud. Aun cuando estaba en prisión, con un futuro incierto, Pablo escribe esta epístola para agradecer a los filipenses, una carta que expresa el abundante gozo que Pablo tiene por lo que Dios hizo por medio de ellos.

El tema más prominente en el libro de Filipenses es el gozo, específicamente, el gozo de servir a Jesús. El tono general de la carta refleja la gratitud de Pablo hacia los filipenses y su gozo en Dios. Esto podría parecer extraño, porque Pablo escribió esta epístola mientras estaba en prisión. Sin embargo, Pablo tenía la habilidad de reconocer las oportunidades para dar a conocer el evangelio aun en los contratiempos. El origen del gozo de Pablo era este: Veía a Dios obrar por medio de las dificultades que enfrentaba.

Otro tema de la epístola es «comunión en el evangelio». Pablo usa la palabra griega koinonia de varias maneras en esta epístola: «comunión» (1:5; 2:1; 3:10), «participantes» (1:7), y «participar» (4:15). Todos estos pasajes revelan la participación activa de los filipenses en el ministerio de Pablo. Al sostener a Pablo, los filipenses participaron con él en la promoción de las buenas nuevas de Jesucristo. Pablo ilustra el concepto de participación o comunión con las vidas de Jesucristo (2:5-11), Timoteo (2:19-23), Epafrodito (2:25-30), Evodia y Síntique (4:2, 3).

Puesto que los cristianos filipenses ya tenían gran gozo, y habían demostrado su participación en la difusión del evangelio, Pablo aprovecha la ocasión para identificar unas pocas debilidades que ellos podrían mejorar (4:2). Por ejemplo, la comunión tiene dos componentes: amor y discernimiento. Los filipenses expresaron lo primero, pero les faltaba lo segundo (1:9; 4:10-16). En consecuencia, Pablo exhorta a los filipenses para que crezcan en conocimiento y discernimiento, palabras que en griego se refieren a un entendimiento relacional (1:9). En otras palabras, la palabra griega conocimiento se centra en una relación de la persona con Dios, mientras discernimiento indica una relación persona a persona. Pablo quería que los filipenses no sólo abundaran en amor, sino también que experimentaran más de Dios para que crecieran hasta alcanzar una comprensión madura de sus caminos.

Todo esto muestra que Pablo tenía varios propósitos con su carta a los filipenses. El lector moderno hallará continuamente maravillosos pasajes de aliento en esta carta breve, llena de gozo. Situaciones tales como rencillas entre miembros de la iglesia, la vida en un mundo malo, el dar a los misioneros, y hallar contentamiento son todavía temas actuales para el cristiano moderno. En esta epístola, Pablo provee sabiduría y aliento de Dios. Pero, lo más importante, destaca la vida de Jesús como el modelo para los creyentes.

La tradición eclesiástica concuerda unánimemente con la afirmación de Filipenses 1:1 de que Pablo es el autor de la epístola. Los hechos que se narran en la carta concuerdan con la vida de Pablo.

Para determinar cuándo escribió Pablo la epístola es necesario identificar el lugar de donde escribió. Dice que estaba en prisión (1:13). Pero, ¿a cuál prisión se refiere? La respuesta debe guiarse por tres factores: evidencia del encarcelamiento de Pablo en una ciudad dada, presencia de la guardia pretoriana en esa ciudad, y la distancia de esa ciudad a Filipos, la cual tiene que permitir dar varios viajes entre las dos ciudades.

Algunos especulan que Pablo escribe desde Corinto, y en consecuencia fechan la carta hacia el año 50 d.C. Los proponentes de esta opinión normalmente se refieren a Hechos 18:10, pasaje en que el Señor dice a Pablo que lo protegerá de daños en Corinto. Sin embargo, dicho pasaje no habla explícitamente de un encarcelamiento.

Otros indican la ciudad de Éfeso (y por lo tanto una fecha entre 53-55 d.C.) sobre la base de su proximidad a Filipos y la posibilidad específica de una guardia pretoriana estacionada en ese lugar. Nuevamente, aunque diversos pasajes muestran que Pablo sufrió dificultades en Éfeso (Ro 16:4, 7; 1 Co 15:32; 2 Co 1:8-23), no hay un registro claro sobre un posible encarcelamiento allí.

Hay también quienes defienden Cesarea como el lugar desde donde Pablo escribió la carta (aproximadamente entre los años 58-59 d.C.). Podría haber una guardia pretoriana con guarnición en Cesarea, y se la consideraba como parte de la casa de César (4:22). Sin embargo, la esperanza de Pablo de ser puesto en libertad dentro de poco tiempo no coincide con las circunstancias de su encarcelamiento en Cesarea, donde la liberación era sólo una posibilidad muy remota. En efecto, Pablo tuvo que apelar a César para escapar de las influencias judaicas sobre el proceso judicial (Hch 26:5-11). Además Cesarea estaba lejos de Filipos. Es improbable como lugar de origen de la breve carta de Pablo a los Filipenses.

La mayoría de los entendidos escogen a Roma (alrededor del 60-62 d.C.) como la ciudad desde la que Pablo escribe esta epístola. Aunque la distancia entre Roma y Filipos es grande, Pablo estuvo en Roma el tiempo suficiente para que los mensajes fueran y volvieran a esa ciudad. Además, el encarcelamiento de Pablo en Roma está bien fundamentado en las Escrituras (Hch 28:16-31). Puesto que su situación le permitía predicar el evangelio (1:12, 13; Hch 28:23-31), indudablemente se sentía más confiado de su inminente liberación.

Durante su segundo viaje misionero, y en respuesta a una visión dada por Dios, Pablo se fue de Troas en la provincia de Asia (parte de la actual Turquía) y viajó a Macedonia (en la actual Grecia) para establecer la primera iglesia en Europa, la iglesia en la ciudad de Filipos (Hch 16:6-12).

Nombrada así en honor a Felipe II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, Filipos estaba estratégicamente localizada en una ruta de primera importancia, la Vía Ignacia que unía las provincias orientales del Imperio Romano. En consecuencia, Filipos se convirtió en la principal ciudad de Macedonia. El año 42 a.C., los romanos otorgaron a Filipos la categoría más elevada para una ciudad provinciana, la de colonia romana. Esto significaba que los ciudadanos de Filipos podían comprar, poseer o transferir propiedades. También tenían el privilegio de entablar una demanda civil en los tribunales romanos y estaban exentos del pago de impuestos por votación y del tributo territorial. Su estado y elevada riqueza no sólo les hacía vivir confiados, sino los hacía ser orgullosos, al borde de la arrogancia.

Filipenses sigue muy de cerca el formato normal de las cartas paulinas:

(1) Una identificación del autor y de los lectores.

(2) Un pronunciamiento que incluye la gracia y la paz de Dios.

(3) Acción de gracias a Dios por sus lectores.

(4) Cuerpo de la carta.

(5) Un deseo personal de ver a los lectores o de enviar a alguien a visitarlos.

(6) Saludos a los lectores de parte de los que están con Pablo; y.

(7) Una bendición que sirve como conclusión de la carta.

La única variante de este patrón básico es que Pablo pone su sección en el que expresa su deseo de enviar a alguien (2:19-30) en el cuerpo de la carta. Pablo hace esto para ilustrar su argumento acerca del servicio humilde con las vidas de Timoteo y Epafrodito.

Aunque la carta sigue el patrón normal de Pablo, algunos sugieren que la epístola son tres cartas combinadas en una. Se apoyan en el uso que Pablo hace de la palabra griega para finalmente en 3:1 y 4:8. Argumentan que tales palabras señalan la verdadera conclusión en esos dos puntos, indicando de esa forma que Filipenses es realmente tres cartas diferentes.

Sin embargo, la palabra griega traducida finalmente puede ejercer la función de frase de transición (1 Ts 4:1), que significa esencialmente «además» o «también». La evidencia más firme de la unidad de Filipenses es un manuscrito griego de alrededor del año 200 d.C. que incluye las tres secciones de la carta (1:1-2:30; 3:1-4:7; 4:8-23). Pero aunque Filipenses sea una unidad o una compilación de varias cartas, contiene verdades eternas procedentes de la pluma del apóstol Pablo.

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