El libro de hebreos fue escrito para judíos que habían aceptado a Jesús como su Mesías. Estaban en peligro de retroceder a las tradiciones del judaísmo porque no tenían raíces profundas en el suelo del cristianismo.
En
el principio, el cristianismo era judío, Jesús era judío, sus discípulos eran
judíos así como los primeros en convertirse eran judíos.
Sus
primeras reuniones se llevaban a cabo en sinagogas y sus primeras controversias
se relacionaban con la adherencia a las leyes judías. Los primeros críticos del
cristianismo veían a este movimiento como una secta judía. Sin embargo, para
los primeros creyentes judíos, creer en el Cristo acarreaba un sinnúmero de
preguntas. ¿Qué del Templo y los sacrificios de animales? ¿Qué de la ley de
Moisés? ¿Creer en el Cristo negaba aquello con lo que fueron criados? ¿En
realidad era suficiente creer en el Cristo? El AT no respondía estas preguntas.
Los
que vivieron en la época en que se escribió este libro necesitaban respuestas
con mucha urgencia. Pronto la tolerancia daría paso a la tortura y la
ejecución. Nerón no dejaría alternativa a este extraño grupo. Creer en el Cristo
sería una proposición de vida o muerte, por lo que la tentación para los judíos
de volver a sus antiguas tradiciones era irresistible, a menos que supieran con
certeza que tomaban la opción correcta.
El
libro de los hebreos se escribió pensando en las dudas de quienes estaban
replanteándose su conversión al cristianismo. «Ustedes comenzaron con el plan de salvación de Dios», dice. «Ustedes creyeron en su palabra y siguieron
su plan de salvación mediante los sacrificios en el Templo. Y cuando se realizó
en Jesucristo el sacrificio definitivo ustedes creyeron. Así es como debiera
ser. Esos son los designios de Dios. ¡No retrocedan el camino recorrido!»
El
autor de hebreos se da la tarea de exponer que el cristianismo es el verdadero
sucesor del judaísmo. Centra su atención en tres temas:
(1)
el sacerdocio, o la mediación divina (7:1-28; 10:19-22).
(2)
el sacrificio, o la redención divina (9:11-10:18).
(3)
el pacto, o las promesas divinas (8:8-13; 9:15-22).
Se
vale también de tres pasajes del AT para validar sus impresiones:
(1)
Salmo 104:4, que anuncia un nuevo sacerdocio que provee de la mediación divina
necesaria.
(2)
Salmo 46:6-4, que habla de un sacrificio nuevo y final que proporciona la redención
divina.
(3)
Jeremías 31:31-34, que proclama un nuevo pacto que otorga el perdón completo y
definitivo.
Según
el autor de hebreos, todo esto apunta a la supremacía y suficiencia del Cristo.
La verdadera espiritualidad se adquiere por medio de Dios (7:9; 10:19-22); y la
misma sólo se puede encontrar en el Hijo de Dios, Jesucristo. El libro de los hebreos
establece la supremacía y suficiencia del Cristo sobre todo (1:1-4; 9:11-14).
Su sacrificio basta para quitar nuestros pecados; Él es todo lo que necesitamos
para llegar a Dios hoy en día.
En
lo que se refiere a los destinatarios de la carta, no se establece quiénes son
los receptores originales de hebreos. Algunos entendidos postulan que el libro
se escribió para los cristianos gentiles, basándose en que el escritor utilizó
la Septuaginta y que se abstuvo de mencionar la controversia entre los judíos y
los gentiles. Otros sugieren que la carta se escribió para un grupo mixto de
judíos y gentiles.
Sin
embargo, la mayoría de los estudiosos suponen que los destinatarios eran los
cristianos judíos debido al fuerte énfasis que el libro hace en materias y
asuntos judíos; en especial, en el análisis detallado de la superioridad de
Jesucristo sobre los ángeles, Moisés, Josué y los creyentes del AT. En todo el
libro aparecen citas de pasajes del AT. Muchos de los temas que toca el autor
suponen un gran conocimiento del sacerdocio y el sacrificio de ese período. Los
judíos que no vivían en Jerusalén casi con certeza hablaban también el griego,
lo que explicaría el uso de la Septuaginta. En todo el libro se habla de los
destinatarios como «hermanos», y en
la primera época de la Iglesia este calificativo incluiría a un gran número de
judíos. El título «a los Hebreos», no
proviene del puño y letra del autor, pero data de una fecha tan temprana como
el segundo siglo.
¿En
qué lugar vivían los lectores? La expresión «los de Italia» (13:24) se referiría a los que estaban allí o a los
que eran de ese lugar pero que se encontraban lejos. Parece más razonable
pensar que los destinatarios eran judíos que se encontraban en Roma. La carta
se conoció primeramente en esa ciudad, y el saludo final encaja fácilmente con
esta teoría (13:24; Hch 18:2). La referencia que se hace a la falsa enseñanza
sobre los alimentos en 13:9 concuerda con un problema similar que enfrentaba la
iglesia en Roma (Ro 14:1-15:3).
La
estructura de hebreos es única dentro de las epístolas del NT. ¿Era una carta o
un sermón? Termina como una carta pero no tiene el saludo de una. No nombra a
su autor ni al destinatario, aunque sí contiene saludos personales, lo que hace
suponer que los destinatarios sabían quién les escribía, y menciona a algunos
conocidos en común como Timoteo (13:23). Esta mezcla de elementos ha provocado
mucha especulación sobre qué es en realidad la epístola a los hebreos, sin
llegar a una conclusión sólida. El propio autor la llama «la palabra de exhortación» (13:22).
Por
otra parte, nadie sabe con certeza quién escribió “Hebreos”. Nadie de la
iglesia en los primeros tiempos podría decir con certeza que ellos lo sabían,
aunque la iglesia de Alejandría (Egipto) creía firmemente que fue el apóstol
Pablo el autor de la obra. Aun así, hebreos se ha ganado uno de los lugares más
respetables en la Biblia. Este libro llegó al NT por mérito propio, no por el
aprecio a su autor.
¿Fue Pablo quien escribió “Hebreos”? El vocabulario, estilo y teología de la carta difieren mucho de las demás obras de Pablo. A diferencia del autor de Hebreos, Pablo siempre se identificaba en sus escritos; incluso, en uno de ellos ofreció su nombre como prueba de su autenticidad (2 Ts 3:17, 18). El lenguaje de Hebreos es pulido, reflexivo y carece de las explosiones de emoción que caracterizan a Pablo. Por lo general, este apóstol utilizaba el griego, el hebreo y otras fuentes en sus citas del AT, mientras que el autor de Hebreos sólo se vale de la Septuaginta. Hebreos 2:3 parece indicar que el autor no escuchó la palabra de salvación directamente del Señor, algo que sí hizo Pablo. Si él escribió Hebreos, no dejó ninguna de sus huellas usuales.
Tertuliano
sugiere que Bernabé es el autor de Hebreos. Bernabé era de Chipre, donde el
griego era de buena calidad, y Hebreos representa el griego de las clases
educadas y cultas más que ningún otro libro del NT. Además, Bernabé era levita
(Hch 4:36), persona muy familiarizada con el sistema de sacrificios del
judaísmo, materia central del libro. El nombre de Bernabé se traduce en Hch 4:36
como «Hijo de consolación» o «Hijo de exhortación», semejante a la
descripción de He 13:22.
Martín
Lutero y otros eruditos contemporáneos especularon sobre la posibilidad de que
fuera Apolos el autor de Hebreos. Apolos era un judío de Alejandría, y hombre
elocuente y conocedor (Hch 18:24). Pero ninguno de los padres de la iglesia lo
menciona. Y si fuera Apolos quien escribió Hebreos, la iglesia de Alejandría lo
sabría puesto que él era alejandrino.
¿Podría
ser el autor Priscila, como sugiere el entendido Adolf Harnack (Hch 18:24)? El
participio masculino en 11:32 descarta esa posibilidad. Los destinatarios originales
conocían al que les escribió (13:18, 22-24), pero no quedó ninguna pista para
nosotros.
Tampoco nadie sabe a ciencia cierta cuándo se escribió Hebreos, aunque es más fácil suponer una fecha estimativa que especular sobre el autor. Si estaba dirigida a los creyentes judíos en Roma, como se supone por lo general, el hecho de que no se llamara a la comunidad a sufrir la muerte por su fe, sugiere que la epístola data de antes de la persecución de Nerón a los cristianos en el año 64 d.C.
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