Gálatas es un estudio fundamental que demuestra la plenitud de la obra hecha por la muerte de Jesús en la cruz para nuestra salvación. Esa obra no necesita que se le agregue nada, ni necesita ser mejorada, porque esa obra es perfecta.
En
toda la Biblia no hay una afirmación de la verdad del evangelio más apasionada
y completa, aunque concisa, que Gálatas. La salvación es por la fe en
Jesucristo solamente (2:16; 3:11, 12). Ninguna obra puede ganar la salvación.
La sucinta refutación de Pablo a los judaizantes en esta carta transformó la
vida de muchos, desde Martín Lutero hasta Wesley. En general, la gente quiere
ganarse la salvación por medio de obras que se pueden identificar fácilmente.
En esta carta, Pablo revela la arrogancia de ese modo de pensar. Equivale a
apostatar de la verdad del evangelio y a apartarse de Dios (1:6). Podemos
permanecer justificados ante Dios sólo por medio de la fe en Jesucristo;
ninguna otra cosa nos puede salvar.
Es
claro que Pablo estaba consciente de una perversión del evangelio de la gracia
que en forma activa infectaba las iglesias de Galacia. Los falsos maestros que
llegaron a Galacia después del ministerio de Pablo abogaban por la salvación «por las obras de la ley»; es decir, por
la observancia de la Ley. Se ponía especial énfasis en el rito judaico de la
circuncisión.
La
carta de Pablo a los Gálatas fue un intento rápido y decisivo de oponerse a
este mensaje, que era otro evangelio. Pablo tenía que convencer a sus «hijitos en la fe», a quienes evangelizó
personalmente, de que la nueva enseñanza en realidad era una tergiversación del
evangelio del Cristo. En su argumento, Pablo reafirma su autoridad de apóstol,
que fue minimizada por los maestros judaizantes. Pablo escribe no por ira, sino
por amor. Ve que los gálatas dejaban el camino recto al agregar al mensaje del
evangelio, y amaba a sus hermanos creyentes tanto como para no permitir que se
desviaran.
Gálatas
contiene los tres elementos normales de una típica carta del primer siglo:
Introducción (1:1-5), cuerpo (1:6-6:10), y conclusión (6:11-18). Sin embargo
difiere de muchas de las demás cartas de Pablo. Por ejemplo, la mayoría de las
demás cartas de Pablo contienen una sección introductora de acción de gracias
que sirve como prólogo (Fil 1:3-11). La sorprendente ausencia de dicha acción
de gracias al comienzo de Gálatas posiblemente indique la gravedad de la situación
ante los ojos de Pablo.
Virtualmente
nada hay por lo cual Pablo pueda agradecer, dado que algunos de los Gálatas
abandonaban el evangelio que una vez abrazaron. De igual manera la carta carece
de saludos finales, que eran largos, como en Romanos 16:3-23, o breves, como en
2 Corintios 13:12, 13. Sólo hay una lacónica bendición y saludo final (6:16,
18).
Si
hay una frase repetida que resuma el tema de Gálatas, es «la verdad del evangelio». A diferencia de Romanos, que presenta el
evangelio como la respuesta a la pecaminosidad universal del hombre (Ro 3:23;
6:23), Gálatas aclara el mensaje del evangelio en contraste con el sutil, pero
mortal peligro de la salvación por las obras. A ningún pecador se le otorgó
jamás la vida eterna sobre la base de las obras. Más aun, todo el que vive
confiado en sus obras es «maldito», porque nadie puede cumplir en forma
perfecta la Ley (3:10). En consecuencia, agregar obras, ritos o la ley al
mensaje de lo que se necesita para ser cristiano es tergiversar las buenas
nuevas. El lugar correcto de la Ley es declararnos culpables de nuestro pecado,
lo que demuestra la urgente necesidad de la redención provista por Jesucristo.
Entonces,
¿cuál es el evangelio básico que Pablo expone extensamente para aclararlo y
salvaguardarlo? La única forma en que una persona puede ser justificada delante
de Dios es por la fe en Jesucristo (2:16). Pablo enfatiza este punto repetidas
veces. La fe en el Cristo, nada más y nada menos, es la respuesta adecuada al
evangelio. Este énfasis sobre la fe no es sobre la dimensión histórica del
evangelio que está abierta para una investigación racional: Jesús observó en
forma perfecta la ley de Moisés (4:4), murió en la cruz (2:20), y resucitó de
entre los muertos (1:1). Más bien, Pablo subraya la fe en el Cristo debido a
que las controversias en Galacia giraban en torno a la recepción del evangelio
en la vida de los nuevos creyentes.
Pablo
también trata los temas que tienen que ver con la vida cristiana, o el vivir la
nueva libertad que el cristiano posee en el Cristo. Entre los extremos de una
santificación legalista y el libertinaje hedonista, Pablo señala un camino
intermedio de «fe que obra por el amor»
y el poder del Espíritu Santo (5:5-6). Por lo tanto, no es sólo la
justificación que es por la sola fe, sino también la santificación.
Pablo
describe la vida de fe en forma variada como andar en el Espíritu (5:16, 25), ser
«guiado por el Espíritu» (5:18),
producir «el fruto del Espíritu» (5:22,
23), y sembrar «para el Espíritu» (6:8).
Concretamente, «la fe que obra por el
amor» (5:6) se expresa en el amor al prójimo, especialmente por los demás
creyentes, y en llevar los unos las cargas de los otros (5:14; 6:2, 6). El
peligro siempre presente es que en vez de descansar en el poder del Espíritu,
el creyente comience a exhibir las corruptas «obras de la carne». Las obras son buenas sólo cuando se cumplen en
el poder del Espíritu Santo dado a quienes ponen su fe en el Cristo (6:7-10).
El
autor de Gálatas se identifica como Pablo (1:1). Afirma que es apóstol, y luego
procede a argumentar extensamente en favor de la autoridad apostólica que
respalda su mensaje del evangelio. Gran parte de la información personal que da
en el curso de su defensa corresponde con los relatos acerca de Pablo en el
libro de los Hechos, y al material autobiográfico de Filipenses 3:4-6. El uso
del AT en los capítulos 3 y 4 es coherente con su rigurosa educación en el
judaísmo. Finalmente, la teología de esta epístola corresponde en forma
perfecta con la teología de Pablo expuesta en sus otros escritos, especialmente
en la epístola a los romanos.
Pablo
dirige su carta «a las iglesias que están
en Galacia» (1:2) y a los lectores que expresamente llama «gálatas» (3:1), pero no es fácil
determinar precisamente lo que esto significa. En la época en que Pablo
escribe, la palabra gálatas se podía usar en sentido étnico o con una
connotación política.
En
gran medida la asignación de una fecha para Gálatas depende de una decisión
acerca del destino de la carta. Si las iglesias de Galacia fueron fundadas por
Pablo en su segundo viaje misionero en la parte norte de Galacia (Hch 16:6), la
fecha más antigua de escritura sería alrededor del año 52 d.C. La similitud del
contenido de Gálatas y Romanos, entre otras cosas, llevó a fechar la epístola a
mediados de la década del 50. Por otra parte, si por Galacia se entiende la
parte sur, incluidas Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia (Hch 14:21), que son
congregaciones que Pablo plantó en su primer viaje misionero, la carta pudo
escribirse hacia el año 48 d.C.
Para
determinar la fecha también hay que tener en cuenta el posible rol del concilio
de Jerusalén. Si Gálatas fue escrita después que el concilio de Jerusalén tomó
su autoritativa decisión, quizás Pablo basara sus argumentos en dichas
decisiones, o por lo menos, hubiera hecho una inequívoca alusión a ellas.
Puesto que eso no ocurre, es probable que Gálatas pueda ser fechada en el año
48 d.C. Esto significa que es uno de los primeros libros del Nuevo Testamento.
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