Esta epístola es breve pero profunda, y contiene una maravillosa historia de la importancia del perdón entre los cristianos.
Bajo
la ley romana, un esclavo que huía de su amo podía enfrentar la pena de muerte.
A pesar de esta posibilidad, el apóstol Pablo envía a Onésimo, un esclavo
fugitivo y un reciente convertido al cristianismo, de vuelta a su dueño Filemón
para hacer restitución. La epístola a Filemón es la súplica de Pablo para que
no se viera por más tiempo a Onésimo como un esclavo fugitivo, sino más bien
como un «hermano amado» (vv. 16, 17;
Col 4:9). La obediencia a esa petición requeriría el perdón y la restauración,
acciones que ningún propietario de esclavo contemplaría en el mundo antiguo.
Pero los cristianos eran invitados a un llamado mayor, que contradecía las
expectativas de la cultura. Mientras el mundo perseguía el poder y la gloria,
los cristianos debían perseguir el camino de la cruz: el camino del perdón, del
servicio, del sufrimiento y del amor.
El
saludo y la alegría de la carta indican que Filemón era el receptor. Filemón
era un propietario de esclavos cuyo hogar servía como lugar de reunión para una
iglesia local. Filemón probablemente vivía en Colosa, una ciudad en la provincia
romana de Asia Menor. Era un convertido al cristianismo como resultado del
ministerio de Pablo, posiblemente durante la permanencia del apóstol en Éfeso
(Hch 19:26). Apia probablemente era su esposa, y Arquipo podría ser su hijo,
quien posiblemente servía en ese momento como pastor de la iglesia que se
reunía en la casa de Filemón (Col 4:17).
Filemón
poseía un esclavo llamado Onésimo, un nombre común para esclavos en ese
período. Onésimo huyó y aparentemente le robó alguna cosa a su amo. Al huir a
Roma el esclavo fugitivo providencialmente entró en contacto con Pablo, llegó a
ser un cristiano y permaneció con el apóstol por algún tiempo, sirviéndole en
prisión. Sin embargo, se necesitaba hacer una restauración y una restitución.
Se acordó que Onésimo volviera a Filemón, aun cuando esto pudiera llevarlo a la
muerte. Pablo escribió una carta a su amigo Filemón, suplicando por la causa de
Onésimo. Al mismo tiempo escribió una carta a la iglesia en Colosa y la envió
con Tíquico (Col 4:7-9). El NT no revela que pasó finalmente con Onésimo.
Algunos dicen que Onésimo finalmente llegó a ser el obispo de Éfeso que menciona
Ignacio en el segundo siglo.
La
epístola a Filemón no se escribió para refutar errores teológicos o para
enseñar doctrina. Sin embargo, dentro de esta corta carta Pablo hábilmente
introduce el concepto de salvación (vv. 10, 16), sustitución (v. 17),
imputación (v. 18) y redención (v. 19). Aunque aquí esas ideas hablan de la
relación de Pablo con Onésimo, ellas nos recuerdan la relación del Cristo con
nosotros (Gá 4:1-7). Nosotros éramos esclavos del pecado, pero el Cristo nos
redimió de nuestro terrible destino de muerte.
Esta
carta es básicamente una fervorosa súplica por un cristiano amado que
afrontaría la crueldad y el aborrecimiento que se incorporaba en la cultura de
esos días. Pablo elogia a Filemón por expresar anteriormente este tipo de amor
(vv.5-7). Pero para asegurar que este amor se le mostrara a Onésimo, Pablo
ofrece pagar su deuda (v. 19). El amor de Pablo por Onésimo iba más allá de simples
palabras; estaba dispuesto a dar de su propia pobreza para garantizar la
bienvenida de este esclavo.
Tres
veces en este libro (vv. 1, 9, 19) Pablo se identifica a sí mismo como su
autor. El vocabulario y el estilo son claramente suyos, muchas de las frases de
esta carta se encuentran en las otras cartas de Pablo (cf. el v. 4 con Fil 1:3,
4). También muchos de los que enviaron sus saludos en esta carta son los mismos
que lo hicieron en la carta a los Colosenses. Este hecho indica la relación
cercana entre las dos cartas (Col 4:12-15).
Pablo
estaba prisionero cuando escribió esta epístola, pero su ubicación es incierta.
Tres posibilidades se sugieren: Éfeso, Cesarea (Hch 24-26) y Roma (Hch 28).
Pero la mayoría sostiene que Pablo escribió esta carta durante su primer
encarcelamiento en Roma alrededor del año 60 d.C., junto con las otras
epístolas de prisión: Efesios, Filipenses y Colosenses.
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