jueves, 8 de octubre de 2020

(INTRODUCCIÓN CONCISA) FILEMÓN.

Esta epístola es breve pero profunda, y contiene una maravillosa historia de la importancia del perdón entre los cristianos.

Bajo la ley romana, un esclavo que huía de su amo podía enfrentar la pena de muerte. A pesar de esta posibilidad, el apóstol Pablo envía a Onésimo, un esclavo fugitivo y un reciente convertido al cristianismo, de vuelta a su dueño Filemón para hacer restitución. La epístola a Filemón es la súplica de Pablo para que no se viera por más tiempo a Onésimo como un esclavo fugitivo, sino más bien como un «hermano amado» (vv. 16, 17; Col 4:9). La obediencia a esa petición requeriría el perdón y la restauración, acciones que ningún propietario de esclavo contemplaría en el mundo antiguo. Pero los cristianos eran invitados a un llamado mayor, que contradecía las expectativas de la cultura. Mientras el mundo perseguía el poder y la gloria, los cristianos debían perseguir el camino de la cruz: el camino del perdón, del servicio, del sufrimiento y del amor.

El saludo y la alegría de la carta indican que Filemón era el receptor. Filemón era un propietario de esclavos cuyo hogar servía como lugar de reunión para una iglesia local. Filemón probablemente vivía en Colosa, una ciudad en la provincia romana de Asia Menor. Era un convertido al cristianismo como resultado del ministerio de Pablo, posiblemente durante la permanencia del apóstol en Éfeso (Hch 19:26). Apia probablemente era su esposa, y Arquipo podría ser su hijo, quien posiblemente servía en ese momento como pastor de la iglesia que se reunía en la casa de Filemón (Col 4:17).

Filemón poseía un esclavo llamado Onésimo, un nombre común para esclavos en ese período. Onésimo huyó y aparentemente le robó alguna cosa a su amo. Al huir a Roma el esclavo fugitivo providencialmente entró en contacto con Pablo, llegó a ser un cristiano y permaneció con el apóstol por algún tiempo, sirviéndole en prisión. Sin embargo, se necesitaba hacer una restauración y una restitución. Se acordó que Onésimo volviera a Filemón, aun cuando esto pudiera llevarlo a la muerte. Pablo escribió una carta a su amigo Filemón, suplicando por la causa de Onésimo. Al mismo tiempo escribió una carta a la iglesia en Colosa y la envió con Tíquico (Col 4:7-9). El NT no revela que pasó finalmente con Onésimo. Algunos dicen que Onésimo finalmente llegó a ser el obispo de Éfeso que menciona Ignacio en el segundo siglo.

La epístola a Filemón no se escribió para refutar errores teológicos o para enseñar doctrina. Sin embargo, dentro de esta corta carta Pablo hábilmente introduce el concepto de salvación (vv. 10, 16), sustitución (v. 17), imputación (v. 18) y redención (v. 19). Aunque aquí esas ideas hablan de la relación de Pablo con Onésimo, ellas nos recuerdan la relación del Cristo con nosotros (Gá 4:1-7). Nosotros éramos esclavos del pecado, pero el Cristo nos redimió de nuestro terrible destino de muerte.

Esta carta es básicamente una fervorosa súplica por un cristiano amado que afrontaría la crueldad y el aborrecimiento que se incorporaba en la cultura de esos días. Pablo elogia a Filemón por expresar anteriormente este tipo de amor (vv.5-7). Pero para asegurar que este amor se le mostrara a Onésimo, Pablo ofrece pagar su deuda (v. 19). El amor de Pablo por Onésimo iba más allá de simples palabras; estaba dispuesto a dar de su propia pobreza para garantizar la bienvenida de este esclavo.

Tres veces en este libro (vv. 1, 9, 19) Pablo se identifica a sí mismo como su autor. El vocabulario y el estilo son claramente suyos, muchas de las frases de esta carta se encuentran en las otras cartas de Pablo (cf. el v. 4 con Fil 1:3, 4). También muchos de los que enviaron sus saludos en esta carta son los mismos que lo hicieron en la carta a los Colosenses. Este hecho indica la relación cercana entre las dos cartas (Col 4:12-15).

Pablo estaba prisionero cuando escribió esta epístola, pero su ubicación es incierta. Tres posibilidades se sugieren: Éfeso, Cesarea (Hch 24-26) y Roma (Hch 28). Pero la mayoría sostiene que Pablo escribió esta carta durante su primer encarcelamiento en Roma alrededor del año 60 d.C., junto con las otras epístolas de prisión: Efesios, Filipenses y Colosenses.

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