martes, 22 de septiembre de 2020

(INTRODUCCIÓN CONCISA) JOSUÉ.

Josué es el primero de los seis libros que integran la serie de los Profetas de Israel. Donde se muestra un escenario donde tienen lugar los nuevos actos del pueblo Hebreo: el país de Canaán, en el que penetra el pueblo cuarenta años después de haber sido liberado de su cautividad en Egipto. Josué era hijo de Nun, de la tribu de Efraín. Nació en Egipto, su nombre era al principio Oseas (Números 13:8, 16). Fue el comandante de los israelitas en la batalla contra los amalecitas en Refidín. Fue el encargado del cuidado del primer tabernáculo de reunión (Éxodo 33:11).

El libro de Josué describe la conquista de Canaán por los israelitas, desde la invasión inicial por el río Jordán hasta la división final de la tierra. Como la mayoría de las historias militares, el libro de Josué se centra en el comandante, aunque en esta singular guerra, el comandante es Dios mismo (5:15). El libro enfatiza varias veces que las victorias de los israelitas se debían a la intervención divina (caps. 10 y 11). La victoria extraordinaria sobre Jericó demostró esto de forma espectacular (cap. 6).

Ahora Dios obraba decididamente de acuerdo con las promesas que le había hecho a Abraham: ¡Él le daba la tierra de Canaán a su pueblo! El libro de Josué lo describe como un Dios que cumple sus promesas fielmente.

Los sucesos del libro de Josué ocurrieron en menos de diez años, cuarenta años después del éxodo, probablemente alrededor de 1406 a.C. Caleb afirmó (14:7-10) que habían pasado 45 años desde que se le envió de Cades-barnea a espiar la tierra (Nm 13). Como los israelitas pasaron 38 años vagando por el desierto (Dt 2:14), entonces desde que cruzaron el río Jordán hasta la conversación de Caleb habían pasado siete años. La mayoría de los sucesos de este libro ocurrieron durante ese período.

Varios eruditos han sugerido que la conquista de Canaán se realizó entre 1250 y 1150 a.C. debido a que existe evidencia arqueológica de la destrucción de ciudades cananeas en ese tiempo. Sin embargo, estas opiniones presentan ciertos problemas, el más importante es que los israelitas destruyeron sólo tres ciudades durante su conquista (Jericó, Hai y Hazor). Dios les prometió que vivirían en ciudades que no construyeron, disfrutarían de campos que no sembraron y cosecharían fruta que no plantaron (Dt 6:10, 11). Por lo tanto, los israelitas pelearon la mayoría de las veces en los campos fuera de las ciudades. La extensa destrucción de ciudades cananeas que los arqueólogos encontraron puede datar del tiempo de los jueces. Durante ese período, Dios permitió que los invasores extranjeros devastaran los campos y las ciudades para disciplinar a su pueblo rebelde.

Pequeños resúmenes contenidos en Josué a menudo dan la impresión de que en las campañas de conquista, los israelitas vencían a los cananeos con una fuerza superior, lo que infringía una serie de derrotas totales. El capítulo 10 es un ejemplo de ello. Pero el libro de Josué en general no describe a Israel al ganar un ataque ofensivo frontal mediante una fuerza superior, al contrario, bajo la dirección de Dios, Israel usó varios medios de ataque como emboscadas y diversas tácticas para derrotar a sus enemigos. A pesar de ello, Josué 16:10 y Jueces 1 indican que los israelitas no conquistaron Canaán completamente.

Aún había cananeos morando en la tierra. Sin embargo, Dios sí dio gran parte de la tierra de Canaán a los israelitas mediante una serie de batallas espectaculares en un período relativamente corto. Dios fue fiel a sus promesas.

Los dos temas más importantes de Josué son la posesión de la tierra y el pacto. Dios le prometió la tierra de Canaán a Abraham repetidas veces (Gn 12:7; 13:14, 15, 16; 15:18-21; 17:8; 22:17), a Isaac (Gn 26:3, 4), a Jacob (Gn 28:4, 13; 35:12), y a las generaciones futuras (Gn 48:4-22; 50:24). El libro de Josué recalca que la conquista de Canaán fue un directo cumplimiento de esa promesa. Dios peleaba por los israelitas y les daba la tierra en el proceso. Debido a que demostró su fidelidad a Israel, Dios esperaba que este fuera fiel a su pacto. La posesión de la tierra se basaba en la obediencia de Israel a la Ley de Dios (23:9-13, 15, 16; Dt 4:1, 25-27, 40; 6:17, 18). Ciertamente el libro de Josué describe la posesión total de la tierra como resultado de la obediencia de este a los mandamientos de Dios (10:40; 11:20, 23; 23:9-13).

La conquista de la tierra permitió a Israel experimentar el descanso de Dios, el cual prometió a los israelitas desde el principio (1:13, 15; 11:23; 14:15; 21:44; 22:4; 23:1). «Y Jehová les dio reposo alrededor, conforme a todo lo que había jurado a sus padres» (21:44). El autor de Hebreos compara este concepto de reposo del AT con entrar en el reposo del Cristo, esto es, en su reino (He 3; 4).

Además de recalcar la importancia de la fidelidad al pacto (1:7, 8; 22:5; 23:6, 16; 24:15), Josué deja constancia de dos ceremonias dedicadas a la renovación del pacto. La primera se realizó en el monte Ebal. Allí Josué construyó un altar al Señor, ofreció sacrificios y copió y leyó la Ley de Moisés (8:30-35). La segunda, en Siquem (cap. 24), donde Josué escribió las palabras de la renovación del pacto de Israel en «el Libro de la Ley de Dios» y erigió una gran piedra como testigo de ese acuerdo (24:25-27). Ambas ceremonias grabaron en la mente y el corazón del pueblo su responsabilidad de seguir sólo a Dios y guardar sus instrucciones. Al final de la conquista los israelitas se enfrentaron a un nuevo reto. La batalla ya no era intensa y los israelitas tenían que demostrar su fidelidad a Dios en las actividades de su vida diaria.

Este libro lleva el nombre del personaje más importante en él, el sucesor de Moisés y líder de Israel durante la conquista de Canaán. Apropiadamente el nombre de Josué en hebreo significa «Yahweh es Salvación».

El libro de Josué no dice quién lo escribió. Indudablemente Josué mismo escribió parte de él como lo muestra el versículo 24:26: «y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios». Pero no es seguro cuánto más del resto del libro escribió. Para la fecha en que se escribió, el versículo 6:25 informa que Rahab vivía en Israel «hasta este día». Esto puede indicar que porciones del libro (si no todo él) se escribieron justo después de los eventos registrados. Pero también podría significar que los descendientes de Rahab aún vivían en Israel para el tiempo de la escritura.

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