Cuarto libro del Antiguo Testamento, cuyo autor fue Moisés. Una de las lecciones importantes que se enseña es que el pueblo de Dios debe andar por medio de la fe y confiar en Sus promesas si ha de seguir prosperando. El nombre del libro deriva del hecho de que en él se destacan los datos del censo o empadronamiento del pueblo.
NÚMEROS
El
libro de Números describe los acontecimientos inmediatamente anteriores a la entrada de los
israelitas en la Tierra Prometida. En una situación de tensión similar a la que
se vive en los días preliminares a una gran batalla o a una jornada de
elecciones, estos acontecimientos dejan ver la intranquilidad e impaciencia de
los israelitas, pero también la expectativa frente a lo que Dios haría.
Los
israelitas cometieron errores graves durante este crucial período, y Dios los
disciplinó. Pero a través de esta disciplina e instrucción Dios los preparaba
no sólo para adorarle sino para confiar en que Él les daría la victoria final.
Las
enormes listas de cantidades y nombres en el libro de Números desaniman a
muchos lectores. No obstante, estas deben observarse como lo hacían los
antiguos israelitas. Estas listas eran la nómina final de reclutamiento antes
de la batalla. Ellas invitaban a alabar a Dios por su fidelidad hacia los
israelitas. Él los había protegido y multiplicado aun en medio de un desierto
estéril.
Números
tiene dos grandes secciones. Cada una de ellas comienza con un censo. El primer
censo (caps. 1-4) enumera a los hombres de guerra de la primera generación de
los salidos de Egipto. Este censo y la marcha triunfal hacia la Tierra
Prometida terminaron rápidamente en un desastre. La primera generación de
israelitas no confió en Dios ni le agradeció su provisión. En lugar de eso,
dudaron de Dios, lo acusaron y se rebelaron en contra de sus benignas
instrucciones. Esto requería disciplina: la primera generación no heredó la
tierra por haber sido infiel.
Pero
aun cuando el Señor no les permitiría entrar a la tierra, no les había
abandonado. Permitió que este pueblo rebelde pasara el resto de su vida en el
desierto. Más aun, continuó misericordiosamente instruyéndoles en sus caminos y
en las formas de preparar a sus hijos para entrar en la tierra. La infidelidad
de la primera generación no cambió los planes de Dios ni lo hizo desistir de
cumplir sus promesas. En algún momento los israelitas obedecerían a Dios y conquistarían
la Tierra Prometida.
Después
de vagar durante cuarenta años en el desierto, el segundo censo (cap. 26)
enumera los hombres de guerra de la segunda generación. Finalmente, estaban
preparados para hacer lo que sus padres no pudieron. Pero tras la narración de
los capítulos 26 al 30 persiste una duda: «¿Tendrá éxito la segunda generación,
o va a repetir los errores de sus padres?» El libro termina con una expectativa
positiva. La segunda generación iba a tener éxito; por fin el pueblo de Dios
heredaría la promesa de la tierra de Canaán.
El
libro de Números es el cuarto de los primeros cinco libros del AT, es decir,
del Pentateuco. La palabra «números» viene del título que los traductores de la
Septuaginta (una traducción griega del AT
terminada alrededor del año 150 a.C.) le dieron al libro, un nombre en
razón de los dos prominentes censos que contiene.
Hasta
el siglo diecinueve los eruditos judíos y cristianos concordaban unánimemente
en cuanto a que todo el Pentateuco fue escrito por Moisés. Alguien educado por
los egipcios tenía, sin duda, los créditos para componer los cinco libros,
además de ser un protagonista desde Éxodo hasta Deuteronomio.
Sin
embargo, muchos eruditos de los siglos diecinueve y veinte dudaron que el
Moisés histórico compusiera los primeros cinco libros del Antiguo Testamento En
lugar de eso, sugieren que estos libros, incluyendo Génesis, fueron compilados
en una fecha posterior. De acuerdo con este análisis, hubo editores anónimos
que usaron al menos cuatro documentos para armar el Pentateuco. A estos cuatro
documentos se les identifica por el uso de los nombres divinos, tales como Elohim y Yahveh, a lo largo del Pentateuco.
También
se les identifica al observar ciertas variantes en el tratamiento de algunos
temas, el uso de ciertas expresiones idiomáticas y la elección de vocablos. Los
cuatro documentos son los llamados: documento J, que usa para Dios el nombre
Yahveh; el documento E, que usa para Dios el nombre Elohim; el documento P, o sacerdotal; y el documento D, o
Deuteronomista. Últimamente hay quienes desafían esta disección, sin que tras
el consiguiente debate entre los eruditos surja un real consenso.
Por
otra parte, la mayoría de los escritores evangélicos ha insistido en Moisés
como el autor y compilador del Pentateuco. Si consideramos el largo viaje de
los israelitas por el desierto, sin duda Moisés tuvo el tiempo para compilar
los materiales y escribir la mayor parte de estos libros. Sin embargo, puede
ser que supervisara algunas adiciones a estos libros, y también que existieran
editores posteriores que bajo la dirección del Espíritu agregaran otros materiales.
La extraordinaria historia de Balaam (caps. 22-24), por ejemplo, pudo haber
sido escrita por otra persona, puesto que Moisés ni siquiera participó como
observador en estos acontecimientos.
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