miércoles, 23 de septiembre de 2020

(INTRODUCCIÓN CONCISA) 2 DE REYES.

Como su título indica da continuidad a los temas que recoge el Primer Libro de Reyes y es la antesala para los “Libros de las Crónicas”, que le suceden. Fue escrito a mediados del Siglo V antes de Jesucristo y según el Talmud fue escrito por el profeta Jeremías.

Desde la ascensión del profeta Elías al Cielo, además de la eventual caída de Israel y Judá, el segundo libro de los Reyes continúa la historia comenzada en 1 Reyes, de un pueblo y dos reinos. La narración no celebra simplemente a los israelitas. En lugar de eso, muestra los puntos altos y bajos en la historia de Israel y Judá. Aunque es verdad que de pocos de los reyes del reino del norte de Israel se ha hablado muy bien, los reyes del reino del sur de Judá no lo han pasado mucho mejor. Primera y Segunda de Reyes son más que un recuento de nombres y hechos. Los libros describen un pueblo sin dirección, líderes que fracasaron en gobernar, y un Dios que estaba forzado a disciplinar la rebelión de su pueblo.

El segundo libro de los Reyes continúa la historia del reino dividido desde el punto donde el libro primero de los Reyes finaliza, con el reinado de Ocozías en el reino del norte (853-852 a.C.) y Josafat en el reino del sur (872-847 a.C.). Esto traza los eventos en el resto de la tercera dinastía, junto con los correspondientes detalles de Judá durante el reinado de Joram y Ocozías. Este libro describe detalles especialmente relevantes de los ministerios proféticos de Elías y Eliseo (1:1-9:37). Durante este período, el reino del norte enfrentó continua presión de Aram (Siria) bajo sus reyes Benadad II y Hazael, así como también nuevas amenazas de la renaciente Asiria con su poderoso rey Salmanasar III (858-824 a.C.).

La cuarta dinastía en Israel comienza con una purga de la floreciente adoración de Baal que plagó las primeras tres dinastías (10:1-15:12). Desafortunadamente, el fundador de esta dinastía, Jehú, fue un oportunista que usó el ataque sobre la adoración de Baal para favorecer sus propias causas. En vez de mantener completamente la Ley, él perpetuó el estado religioso de apostasía iniciado a través de Jeroboam I; la adoración de terneros en Bet-el y Dan. Sus sucesores en la cuarta dinastía probaron ser un poco mejor. Los gobernantes correspondientes al reino del sur ordenados desde el malvado Atalía a Josías y Amasías, permitieron una suave recomendación divina. Externamente, la amenaza Aramea finalizaba por la campaña militar de Adad Nirari III de Asiria. Sin embargo, Asiria misma pasó un período de declinación que se extendió desde la primera mitad del siglo octavo a.C.

Con la muerte de Zacarías en el 752 a.C., el reino del norte entró en un período de rápida declinación que reflejó su condición espiritual. Los efectos combinados de apostasía espiritual y corrupción moral, junto con una política insensata con Asiria, llevaron al reino del norte a su final en el 722 a.C. Entretanto, Jotám y su corrupto hijo Acaz fueron dominando el reino del sur de Judá. Acaz era tan perverso que aun el devoto Isaías tuvo poco efecto sobre la condición espiritual del rey. Las Escrituras atribuyen la defunción final de Judá a la idolatría de este rey (2 Cr 28:23).

El resto de 2 Reyes trata de la cambiante fortuna y peregrinaje espiritual del reino del sur, traza la historia de Judá desde el recto Ezequías (caps. 18–20) a los perversos hijos de Josías, bajo los cuales Jerusalén pasó tres invasiones y deportaciones, la última en el año 586 a.C. Judá creció y alcanzó los complejos eventos internacionales que tomaron lugar desde finales del octavo siglo hasta los comienzos del sexto siglo antes del Cristo.

Las habilidades de Judá para mantener su identidad en medio de sus poderosos vecinos vinieron de la mano de Dios, quien era fiel a su pacto con la casa de David, y por otro lado de las ganancias espirituales hechas durante los reinados de sus dos reyes fieles, Ezequías (729-699 a.C.) y Josías (640-609 a.C.). Las fuerzas de apostasía que llevaron al colapso del reino del norte también jugaron su papel en el reino del sur. Judá fue conducida lejos en cautiverio, y su destierro duraría setenta años. Segunda de Reyes finaliza en esta trágica nota. Sólo la palabra final dada por Joaquín provee un rayo de esperanza en la oscuridad del cautiverio (25:27-30). El simbólico mensaje es claro: Dios aún cumpliría su promesa de restaurar su pueblo (1 R 8:46-53).

Como 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes fueron originalmente un libro en hebreo. El libro se dividió en dos partes cuando el AT se tradujo al griego en el 150 a.C.

Por ello, se debate sobre el autor de 1 Reyes y 2 Reyes. Muchos eruditos bíblicos evangélicos afirman la visión tradicional de que Jeremías escribió los libros de los Reyes. Ellos apuntan al origen sacerdotal de Jeremías, su actividad profética, su acceso a las autoridades gubernamentales en el nivel más elevado, y su cercanía personal a los acontecimientos religiosos, sociales y políticos que ocurrieron durante el colapso y caída de Judá a principios del siglo sexto a.C. Jeremías estaba ciertamente en una posición que conocía la situación espiritual del momento. Y tenía acceso a los registros de estado, información histórica, y otros materiales necesarios para escribir tal libro. Jeremías podría bien haber escrito y compilado el libro durante el período de reforma religiosa conducido por el rey Josías (22:8).

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