Libro del Antiguo Testamento,
escrito por Moisés, en el que se describe la partida de los israelitas de
Egipto. Este libro se puede dividir en tres partes: (1) La esclavitud del
pueblo en Egipto, (2) su partida de Egipto bajo la dirección de Moisés y (3) su
dedicación al servicio de Dios en la vida religiosa y política.
ÉXODO.
El libro de Éxodo describe el hecho más importante para los israelitas: su salvación de la esclavitud de Egipto. Además de ser el Creador del universo entero y quien había hecho el pacto con la familia de Abraham, Dios emerge en Éxodo como el Salvador de los israelitas. Los salvó de la esclavitud de Egipto y en el proceso los moldeó como una nación, como le prometió a Abraham en Gn 12:1-3. Así como nace un niño, Israel «nació» como nación en el éxodo, creció y se desarrolló en el desierto para llegar a la edad adulta en la Tierra Prometida. El libro de Éxodo registra el origen de esta nación y se puede considerar el estatuto fundacional para Israel.
Moisés,
el personaje principal de este libro, participó en un drama épico que
representó confrontaciones inolvidables con un obstinado Faraón, una huida de
último minuto y una dichosa celebración. A través de todo el drama, Dios
demostró su poder y santidad mediante señales y maravillas milagrosas.
Finalmente, a través de Moisés en el monte Sinaí, Dios enseñó a su pueblo como
llegar a ser un reino de sacerdotes y una nación santa dedicada a servirle y
adorarle (19:6).
Éxodo
tiene dos secciones principales. La primera sección, escrita como una historia
en prosa épica (caps. 1:18), representa a Dios como el Salvador y Sustentador
de su pueblo. Dios primero salvó al bebé Moisés de morir ahogado y luego le
proveyó la mejor educación del mundo antiguo: la corte de Faraón. En esta corte
real y más tarde en el desierto de Madián,
Dios preparó a Moisés como un instrumento para salvar a su pueblo, los
israelitas, de la esclavitud. Luego, en el tiempo señalado, Dios envió a Moisés
y Aarón a confrontar a Faraón, el opresor de los israelitas.
Las
señales y plagas milagrosas en este encuentro dramático demostraron el poder de
Dios por encima de los supuestos dioses de Egipto, y especialmente de Faraón,
quien declaraba ser una deidad encarnada. Puesto que Faraón intentó destruir al
primogénito de Dios (el pueblo de Israel;
Éx 4:22, 23), Yahweh, en la décima plaga destruyó a los primogénitos de los
egipcios. Pero Yahweh pasó por alto, o salvó, a los primogénitos de los
israelitas porque ellos eran su pueblo y habían obedecido sus instrucciones
respecto a la fiesta de la Pascua (cap. 12). Con esta décima plaga, Yahweh
salvó a su pueblo de la esclavitud. En el Mar Rojo, Dios los salvó nuevamente,
esta vez del poder del ejército egipcio (12:31-42 y 13:17-15:21). ¡El pueblo
esclavizado quedó libre, Dios fue su Salvador!
Dios
no sólo salvó a esos esclavos sino también proveyó para ellos. Cuando los
israelitas dejaron Egipto, Dios indicó a los egipcios que les dieran todo tipo
de bienes (12:36). Luego, en el desierto, volvió dulces las aguas amargas (15:22-27),
les dio maná (alimento) del cielo
(cap. 16) y les sacó agua de una roca (17:1-7). Y aun con estas provisiones
milagrosas, los israelitas murmuraron y reclamaron. Aún no terminaban de cantar
las alabanzas al Señor (15:1-21) cuando comenzaron a murmurar contra su bondad
(15:24). ¿Cuándo confiarían en Dios, su Sustentador?
La
segunda sección del Libro de Éxodo es una serie de leyes e instrucciones
detalladas (caps. 19:40). Pero estas no son leyes ordinarias. Ellas revelan el
verdadero carácter de Dios. Revelan a Dios como el Dador de la Ley y el Santo.
Esta sección registra las leyes benevolentes de Dios dadas en el contexto de un
trato con los israelitas. La palabra hebrea traducida ley siempre tiene un
significado positivo: «Instrucción». La Ley es como un dedo extendido que
apunta en la dirección que una persona debería tomar en la vida. En los Diez
Mandamientos (20:1-17), Dios compasivamente le señaló su camino a su pueblo, el
camino a la vida. Pero la instrucción benevolente era sólo una parte del plan
de Dios para los israelitas. Su plan mayor era establecer una relación con
ellos basada en un tratado formal (cap. 20).
Éxodo
concluye con instrucciones sobre el tabernáculo: su construcción, amoblado y
servicio. Muchas de estas instrucciones apuntan a la persona y obra del Señor
Jesucristo. Dichas instrucciones y el encuentro con Dios en el Monte Sinaí enseñaron a los israelitas que
Dios es perfecto y Santo. Sólo es posible aproximarse a Él en la forma que Él
prescribe.
Al
final de Éxodo, leemos cómo los israelitas completaron la construcción del
tabernáculo (39:33) y que la gloria de Yahweh vino a llenarlo (40:34). Dios
salvó a su pueblo, proveyó para ellos, hizo un tratado con ellos y les enseñó
cómo vivir. Finalmente, Él vivió con ellos (Éx 25:8; 29:45). Todo estaba listo,
así parecía, para el viaje a la Tierra de la Promesa.
Tradicionalmente,
los eruditos judíos y cristianos concuerdan en que Moisés compiló y escribió
Éxodo, junto con los demás libros del Pentateuco (Génesis a Deuteronomio). Con excepción del resumen histórico del
primer capítulo y la sección genealógica del capítulo sexto, Moisés observó o
participó en todos los eventos que se describen en el libro. Además, a
diferencia de Génesis, Éxodo menciona a Moisés como escritor (17:14; 24:4; 34:27).
La educación de Moisés en la corte de Faraón (2:10; Hechos 7:22) debió prepararle
maravillosamente para la tarea de escribir. Sin embargo, Moisés puede no haber
escrito cada palabra de Éxodo. Por ejemplo, la sección genealógica de 6:14-27
parece ser una adición de los escribas. Aun así, es razonable identificar a
Moisés como el arquitecto y autor principal de Éxodo.
Algunos
han hecho la observación de que sería desusado que un autor usara la tercera
persona («él» o «Moisés») más que la primera persona («yo») en una narración en
que el autor está tan íntimamente envuelto. Aun así, en culturas antiguas era
habitual el empleo de la tercera persona por parte del narrador.
Moisés
probablemente escribió sus memorias, las que se convirtieron en el Pentateuco,
mientras vagaba por el desierto con los israelitas. Sospechamos que escribió
las primeras partes de Éxodo con la total certeza de que él sería partícipe de
la bendición de la Tierra Prometida para Israel. Sólo mucho más tarde (Nm 20:1-13)
Moisés perdió su oportunidad de entrar a la tierra.
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