El libro de Isaías contiene tanto prosa como poesía y utiliza personificaciones (atribución de cualidades personales a seres divinos o a objetos inanimados). Además, muchas de las profecías que aparecen en Isaías contienen predicciones que hablan al mismo tiempo de un acontecimiento que pronto sucedería y otros que sucederían en un futuro lejano.
Isaías
fue un hombre con una misión. El Señor le mostró una pincelada de su glorioso
trono y le dio un motivo a su vida. Como profeta, habló la palabra de Dios. En
la mayoría de los casos, éstas eran palabras de confrontación, exhortación y
advertencia, palabras que lo hicieron extremadamente impopular. Pero, aun
cuando tuvo que enfrentar la adversidad, Isaías continuó diciendo la verdad. El
Señor lo llamó para que le advirtiera al pueblo sobre el precipitado
desmoronamiento que se les venía encima. El libro de Isaías contiene proféticas
palabras de advertencia; pero también, promesas y esperanzas. Cierto día vendrá
el Mesías, quién nos salvará, nos confortará y bendecirá a su pueblo.
El
libro de Isaías está lleno de profecías. El entender la literatura hebrea de
profecías, implica el reconocimiento y la interpretación del paralelismo. Los
hebreos usan el paralelismo en la poesía y en las profecías como una técnica
literaria que hace resaltar el pensamiento del autor. Como muestra de lo
anterior, veamos este ejemplo: «El buey conoce a su dueño/ y el asno, el
pesebre de su señor/ Israel no entiende/ mi pueblo no tiene conocimiento»
(1.3). En la primera parte de este versículo, tanto el buey como el asno
conocen instintivamente las cosas de las cuales dependen, es decir, el dueño
(el proveedor) así como el pesebre de su amo (las provisiones). La segunda
parte de este versículo contrasta la intuición de los animales con el
comportamiento de los israelitas. Israel no conoce «a su dueño», y aunque ellos
son el «pueblo» de Dios, «no tiene conocimiento» de las provisiones que nos
entrega Dios. De este modo, la segunda parte de este versículo crea una analogía
en paralelo con la primera.
La
poesía profética usa ideas muy adornadas que apuntan hacia significados más
profundos. A diferencia de la prosa, que señala realidades históricas de manera
más directa, la poesía conduce a los lectores y a los oyentes a realidades
espirituales con el uso de un lenguaje evocativo; de este modo, en 14:15, la
idea de «montes y collados»
representa toda clase de obstáculos, tanto físicos como espirituales, del
retorno del cautiverio a Jerusalén. La promesa de que el Señor «secará estos obstáculos» significa que
eliminará los impedimentos en el retorno a Jerusalén, tal como secó el Mar Rojo
para los israelitas hace mucho tiempo atrás. Igualmente, en 41:18, se dice que
el Señor «abrirá ríos» y «en el desierto estanques de agua», lo
que significa que él les proveerá de la misma manera que les dio agua de una
roca (Éx 17:1-6).
Otra
faceta importante en el entendimiento de la literatura profética radica en
reconocer que tanto las profecías en sí como su composición carecen a menudo de
perspectiva cronológica o se cumplen de muchas maneras. Por ejemplo, la misma
profecía puede hablar de las dos venidas de Jesús (63:1, 2). De la misma
manera, una profecía hablaría del nacimiento de Jesús de la virgen, así como
del nacimiento del hijo de Isaías durante la invasión de Peka. Es más, un
presagio sobre Ciro, el emperador persa del siglo sexto a.C. (41:1-29) puede
ponerse junto a la profecía sobre Jesús (42:1-9). Finalmente, las
interpretaciones de Jesús y los autores del Nuevo Testamento proporcionan una
guía para las interpretaciones de las profecías del Antiguo Testamento.
Como
profeta, Isaías se pronunció sobre tres épocas históricas. En los capítulos
1-39 condenó a los israelitas del octavo siglo a.C., dando su juicio sobre la
conducta inmoral y sus estilos de vidas llenos de idolatrías. Este juicio
rápidamente se hizo realidad, durante el ministerio de Isaías, Tiglat-Pileser
III (745-727 a.C.) se propuso extender el régimen asirio hacia el oeste, y al hacerlo
así, ejerció gran presión sobre Israel y Judá. En el año 722 a.C., otro rey
asirio, Sargón II, conquistó el reino del norte. Sólo quedó libre la nación de
Judá. Pero Isaías predijo que incluso Judá caería en manos asirias en el año
586 a.C., tal como ocurrió después.
En
los capítulos 40-55, Isaías reconfortó a las futuras generaciones de los
fatigados cautivos; judíos que pensaban que Dios se había olvidado de ellos
(40:27). En una brillante serie de profecías, Isaías señaló que la captura de
Israel no se debía a que los reyes babilonios fueran superiores, sino al
castigo mediante la vara del Dios de Israel (42:23-25). Él predijo el retorno
de los deportados, los alentó (52:1-10) a huir de Babilonia (48:20, 21) y a
confiar en el Todopoderoso (41:14-20).
Finalmente
en la tercera sección (capítulos 56-66), Isaías exhortó a los judíos que
retornaron a la tierra. Este fue el período antes de que se reconstruyera el
Templo (58:12; 61:4; 64:10) o quizás cuando se estaba reconstruyendo (66:1).
Isaías instó a los judíos a alejar la codicia (56:9-11), la auto indulgencia
(56.12), la idolatría (57.3-10), el cinismo (57.11-13) y la rectitud hipócrita
(58:1-5). Pero también predijo que la comunidad se dividiría entre los
verdaderos y los falsos adoradores (capítulos 65; 66). Aún debía venir la restauración
completa de Israel (49:8-26). El Mesías prometido aparecería en el futuro (61:1-3).
Luego, los gentiles se unirían al remanente piadoso de Israel para convertirse
en siervos del Señor (56:3; 65:1, 15, 16) en una nueva nación (65:1; 66:8). El
triunfo final del bien sobre el mal tendrá que esperar al nuevo cielo y a la
nueva tierra (65:15-19).
Acerca
de la autoría de este libro, tradicionalmente se consideraba que Isaías, el
hijo de Amoz, era el autor de todo este libro que lleva su nombre (1.1). Sin
embargo, y debido a la crítica histórica que surgió a fines del siglo
diecinueve, se puso en tela de juicio al autor del libro de Isaías. Como en
este libro se distinguen tres períodos históricos distintos, algunos entendidos
concluyen que fueron tres los autores del libro.
Puesto
que los capítulos 1-19 indican el momento en que Israel enfrentaba las
invasiones asirias durante la segunda mitad del siglo octavo a.C., muchos
estudiosos concuerdan en que estos capítulos los escribió Isaías, el hijo de
Amoz, también llamado proto-Isaías (primer
Isaías). No obstante, los capítulos 40-55 hablan de los desalentados
cautiverios en Babilonia que ocurrieron en la primera mitad del siglo sexto
a.C., dos siglos después de que viviera el profeta. Por esta razón, algunos
suponen que un autor anónimo denominado como deutero-Isaías (o «Segundo
Isaías»), escribió esta sección. El resto del libro, los capítulos 55-66,
indican las controversias que rodearon a la comunidad después del cautiverio en
la segunda mitad del siglo sexto a.C. Por lo tanto, se le ha atribuido este
trabajo al mismo Deutero-Isaías o a otro autor anónimo designado como Trito-Isaías
(o «Tercer Isaías»).
La
base para ese elaborado análisis, radica en la presunción de que este profeta
hebreo sólo se pudo dirigir a sus contemporáneos y no a generaciones distantes.
De acuerdo a estas críticas, la predicción de un hecho futuro, tal como el
profético nombramiento de Ciro, doscientos años antes de que llegara al poder
(44:58; 45:1), es simplemente imposible.
Contrario
a lo que creen algunos entendidos, un profeta por lo general puede pedirle a
una generación que participe en los acontecimientos futuros de otra generación.
Por ejemplo, Moisés habló de esta manera cuando se dirigió a la nueva
generación de israelitas en Moab como si ellos hubiesen participado de los
acontecimientos del monte Sinaí (Dt 5:3); aunque ninguno, salvo Josué y Caleb,
estuvo realmente allí (Dt 1:35-38). Isaías, quien comenzó su prediga en el año
740 a.C. y finalizó alrededor del 681 a.C., también empleó esta técnica. Él
ordenó a los israelitas «salir de Babilonia» (48:20), muchas generaciones antes
de que ocurriera el cautiverio en el año 586 a.C. y el retorno en el año 538
a.C. Esta es una milagrosa profecía que habla sobre el retorno israelita desde
el cautiverio en Babilonia; una profecía que mantendría la fe y la esperanza de
los deportados, tales como Esdras y Nehemías.
El
contenido del libro de Isaías propone a un sólo autor, el profeta Isaías. Al
contrario de otros libros que tienen múltiples autores, tal como el libro de
los Salmos o el de los Proverbios, ninguna nota editorial en Isaías nos indica
un cambio de autor (2:1; 13:1). Es más, existen muchas similitudes lingüísticas
a lo largo de todo el libro, tales como el uso de títulos inusuales para Dios,
«El Santo de Israel» o «Jehová de los ejércitos». Las
variaciones en el estilo entre los capítulos 1-39 y los capítulos 40-66 puede
ser producto de las diversas materias que se tratan, un cambio en la perspectiva,
y quizás la propia madurez del profeta. El Nuevo Testamento confirma la teoría
de que Isaías es el autor de todo el libro. A modo de ejemplo, el apóstol Juan
atribuyó las profecías de 53:1 así como las de 6:9, 10 al profeta Isaías (Juan
12:38-41). De este modo, no existe una razón convincente para no otorgarle la
autoría del libro completo al profeta Isaías.
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