Job es el primero de los libros poéticos de la Biblia hebrea. Algunos creen que este es el primer libro de la Biblia que se escribió. El libro nos da indicios de la obra de Satanás.
En
un momento u otro casi todos nos hemos sentido como Job. Cuando pasamos por
pruebas o momentos de sufrimiento sentimos que la auto-compasión nos agobia.
Nos preguntamos por qué Dios permite que vivamos experiencias difíciles. El
libro de Job registra interrogantes inquietantes, dudas terribles y la agonía
real de alguien que sufre. Este libro nos ayuda cuando los problemas nos rodean
y nos permite echar un vistazo a la perspectiva de Dios ante nuestro
sufrimiento. Numerosos detalles del libro indican el marco patriarcal de los
hechos: (1) la riqueza de Job se mide en ganado (1:3; 42:12) de la misma manera
en que se mide la riqueza de Abraham y Jacob (Gn 12:16; 13:2; 30:43; 32:5); (2)
se consideraba a los sabeos y caldeos merodeadores nómadas (1:17, 19) lo que
indica una época antigua; (3) la palabra hebrea para pieza de dinero (42:11)
sólo se asocia al patriarca Jacob (Gn 33:19; Jos 24:32); (4) al no contar con
un santuario o sacerdocio, Job le ofrece sacrificios a Dios al estilo
patriarcal (1:5); (5) la longevidad de Job corresponde a la de los patriarcas;
(6) la preferencia por el nombre divino de Shaddai en vez de Jehová en la parte
poética del libro podría indicar un período de tiempo anterior al éxodo (Éx 3:14,
15).
El
texto indica que los hechos de Job ocurrieron en la tierra de Uz (1:1), pero no
se conoce la ubicación de este lugar. El hecho de que Job fuera el más grande
entre el pueblo del oriente (1:3) apunta a que vivió al este del río Jordán.
Algunos concluyen que Uz estaba en Siria o al noroeste de Mesopotamia. Sin
embargo, la mayoría de los estudiosos creen que se encontraba cerca de Edom
debido a que muchos nombres propios en el libro de Job pertenecen a la
genealogía de Esaú, el padre de los edomitas (Gn 36).
La
estructura básica del libro de Job consiste mayormente en un estilo poético
(3:1-42:6), y el prólogo (caps 1; 2) y el epílogo (42:7-17) escritos en prosa.
Existen diferencias significativas entre el cuerpo poético, el prólogo y el
epílogo. Los dos últimos presentan a Job como a un «santo» que soporta estoicamente sus sufrimientos. Por otra parte,
el cuerpo poético alude a un Job desesperado por recibir un trato justo de
parte de Dios (9:1-3; 13-21). De acuerdo con algunos críticos, estas
diferencias indican que las dos secciones son trabajos separados de autores
diferentes. De acuerdo con este punto de vista, el compilador de Job
sencillamente no logró reconciliar los «dos Jobs». Las aparentes
contradicciones del libro no deben considerarse como indicio de una pobre
edición, sino como el trabajo premeditado de un autor consumado. La tensión
entre el Job «paciente» y el «impaciente» contribuye al mensaje global
del libro. Nos muestra a Job como una persona real. No era el «santo de yeso» que sufría estoicamente.
Más bien, lucha con sus emociones y sentimientos como lo hacemos hoy día. El
libro de Job enseña que no está mal que una persona pregunte por qué, como Job
lo hacía repetidamente (capítulo 3). Sin embargo, esas preguntas no deben
transformarse en acusaciones contra el Señor.
El
libro de Job explora todas las explicaciones tradicionales que el Oriente Medio
le daba al problema de la «víctima justa».
Estas incluyen: (1) la naturaleza pecaminosa de la raza humana (5:6, 7; 15:14,
16); (2) la acusación de que Dios es injusto (9:22-24) y (3) las limitaciones
del entendimiento humano (11:7-9). Pero la gran diferencia de este libro con
otros textos antiguos que plantean el mismo problema está en la intervención
directa de Dios en la vida de Job. De esta manera, la exclusividad de este
libro no radica en la discusión del problema del sufrimiento sino más bien en
la revelación de la soberanía de Dios, con quien debemos relacionarnos
debidamente. Tanto los que sufren como los que no sufren, deben confiar
humildemente en la gracia y soberanía de Dios. Debido a que Job y sus amigos
ignoraban el reto de Satanás hacia Dios, el libro de Job contiene mucha
teología errada y verdades mal usadas. Es importante leerlo a la luz del
mensaje y el propósito que encierra todo el libro. La única respuesta apropiada
a la omnipotencia de Dios es la fe y la sumisión.
Este
libro enfatiza reiteradamente la omnipotencia y la soberanía de Dios. Por
ejemplo, todos los personajes del libro emplean el nombre hebreo divino Shaddai
que se traduce por lo general como: «Todopoderoso». Elifaz describe al
Todopoderoso como el que controla el destino del mundo (5:17-20) e independiente
de la humanidad (22:2, 3). Bildad sostiene que el Todopoderoso es justo (8:3,
4) y soberano en gobernar a todo el universo (25:2, 3). Por último, Zofar
describe las formas en que el Todopoderoso está más allá de la comprensión
humana (11:7-10). Por lo tanto, los amigos de Job usan el nombre Shaddai para
referirse a la trascendencia de Dios así como a su poder soberano.
Este
énfasis en la soberanía de Dios refuta el entendimiento simplista de la
retribución divina, que supone que hay una conexión automática entre la
espiritualidad de la persona y la prosperidad en la tierra. Esa era la base de
la acusación de Satanás en el prólogo donde dice que Job sirve a Dios sólo para
su beneficio personal (1:9-11). Además, es el fundamento para el consejo que
Elifaz y Bildad le dan a Job. Ambos afirmaban que el sufrimiento de Job se
debía a un pecado escondido en su vida, pues Dios ciertamente no castigaría a
una persona recta (4:7-11; 8:11-22; 18:5-21). Pero la respuesta de Dios a Job
niega esta falsa creencia (38:1-39:30). El Señor se declara completamente
soberano. Él no está obligado a bendecir a quienes lo obedecen. Todas sus
acciones se basan en la naturaleza de su gracia y voluntad. De esta manera, el
libro de Job es una impugnación extendida al desafío de Satanás de que la
prosperidad está relacionada con la bondad de las personas y en consecuencia,
que el sufrimiento se relaciona con su pecado.
En
este sentido el libro de Job muestra que el Señor no se limita por la teología
preconcebida de alguien. El discurso de Eliú sobre la grandeza de Dios y su
soberanía majestuosa sobre la naturaleza (36:1-37:24) sirve como un preludio al
clímax del libro: la respuesta del Señor a Job (38:1-42:6). En su discurso,
Dios se pone al nivel de Job para responder sus preguntas. En el proceso, le
revela al mundo que Él es completamente libre y bueno en verdad. Él es el
Creador supremo y benévolo que determina el curso del universo de acuerdo a sus
planes. Al igual que Job, debemos aprender a someternos al Dios Todopoderoso y
aceptar por fe que Él tiene un buen plan para nosotros.
No
hay consenso sobre quien es el autor del libro de Job ni cuando se escribió.
Entre los autores sugeridos se encuentran: Job, Eliú, Salomón e incluso Moisés.
Sobre
cuando se escribió, existe amplia evidencia literaria que señala que el libro
se escribió y compiló en tiempos de Salomón, cuando floreció la literatura
sabia. La mención de herramientas y armas de hierro (19:24; 20:24; 40:18), e
incluso la minería (28:2), da a entender que fue durante la Edad de Hierro
(después del 1200 a.C.). Más aún, al menos dos pasajes en el libro de Job
podrían aludir a pasajes bíblicos de la era salomónica (cf. 7:17, 18 con Sal
8:4 y cf. 28:28 con Pr 3:7; 9:10). Estas pruebas pueden indicar que Job se
escribió durante el reinado de Salomón.
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